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El cholo de la terminal

Hace un buen tiempo tuve que visitar a unos clientes que están a dos horas y media de la capital. Me fui temprano en bus, más cómodo y tranquilo y deje mi auto estacionado en la terminal de buses de mi ciudad, muy moderna, grande y con muchísimos locales llenos de gente a toda hora.



Al regreso, siendo las 4 de la tarde, busqué un asiento cómodo y me senté, quedándome ligeramente adormilado mientras el bus partía. Al rato siento como se van acomodando más personas y mi puesto seguía vacío. De repente veo que sube al bus un tipo como de 25 años de edad, altísimo, mediría por lo menos 1.86 de color trigueño y corte de pelo militar, ojos avellana y cabello chocolate oscuro. Era lo que nosotros llamamos un cholo, pero muy guapo, con unas piernas gruesísimas, unos brazones muy musculosos, se veía que no era solamente pesas que levantaba y un color tostado de piel muy muy excitante. No pude dejar de mirarlo y él se dio cuenta de mi interés. Cargaba un suéter verde estilo militar, muy pegado y una mochila vieja y desgastada.



Se paró un momento para buscar un puesto vacío y se sentó justo al lado mío. Vi que se irguió mucho, tal vez un poco molesto por mi obvia curiosidad de verle el bulto que se le formaba en sus ajustados jeans. Eran unos (90 kilos) de puros músculos.



Nos fuimos ya a la carretera abierta y yo me quedé dormido. De repente, como a la hora y media de viaje siento un calor y cosquilleo muy sugestivo, en mi muslo. Era la pierna de él que me rozaba y me quemaba. Despedía un calor muy agradable y yo me puse a examinar las facciones del tipo con interés. Tenía la barbilla recién rasurada y olía a limpio. Los labios eran carnosos sin ser gruesos y la nariz aguileña. Él se hacía dormido pero yo sentía como en cada curva se pegaba más a mí.



En la creciente penumbra de la tarde pude ver como el bulto de su jeans se le marcaba cada vez más y más y el lentamente se apretaba la verga sobre el pantalón. Todo esto muy disimuladamente y noté como se acomodaba en el asiento, todo esto rodeado de otra gente. Yo, con disimulo, pasaba mi lengua por mis labios, remojándolos lascivamente y mi verga se paró totalmente.



Llegamos a la ciudad casi de noche y noté que se bajó apresuradamente del bus, sin ni siquiera mirar para atrás. Bastante decepcionado por su cobardía me dirigí al estacionamiento a buscar mi carro. Estaba todo llenísimo, colas de gente, los escolares que iban a sus casas y el ruido de los buses. A medio camino me fui a los baños públicos, famosos por los ligues que se hace en ellos.



Cuando terminaba de orinar, que sorpresa, ahí estaba el cholo. Yo me sonreí y me lavé las manos lentamente, esperando que el terminara de orinar. Se le notaban las nalgonas bien paradas y las piernas fuertes. Cuando salimos del baño yo caminaba lentamente, delante de él para que me pudiera ver bien. Tengo un buen trasero y a pesar de que soy blanco y no muy velludo, me veo bastante bien. Iba vestido con ropa semi formal, camisa manga larga y pantalón de tela que destacaba mis mejores rasgos.



El me alcanzó e hizo como que necesitaba cambio para hablar por teléfono. Ahí comenzamos a conversar y le dije que mi carro estaba estacionado afuera, que le podía dar el bote. Me dice, mejor, que así llego más rápido y mi mujer me está esperando. Se llamaba Agustín y tenía 31 años, no 25 como pensé.



Cuando íbamos camino a la autopista ya no aguanté más y me animé a sobarle la verga por encima de los jeans. Se le paró inmediatamente y yo aparqué el auto a la vera del camino. Se sacó la pija y me enseñó una vaina oscura, como de unas 8 pulgadas, gruesísima con un olor a macho delicioso, sin circuncidar y llena de venas. Yo comencé a mamar como desesperado, metiéndome la vergota hasta lo más que mi garganta aguantaba.



El me acariciaba el cabello, la cara, la boca, se agarraba la base de la verga y eso hacía que se pusiera más dura. Yo lo invité a irnos a un motel y me dice, vamos pero rápido que tengo que llegar temprano.



Apenas llegamos al hotel nos metimos al baño. Por supuesto que yo me aseo muy bien, me lavé el culo con una manguerita cómoda que tienen estos moteles y me quité el sudor del día.



Agustín tiene un cuerpo divino, lampiño totalmente con excepción de una gran mata de vello púbico. Sus nalgas eran tan paradas y duras que parecían de mármol tallado. Los huevos le colgaban, sin pelos. Lo que más me gustó es que tenía unos brazos tatuados y lo hacían ver muy sexual, muy macho.



Él se entusiasmó con mis nalgas y con mis piernas. Después de bañarnos nos metimos en la cama y me comenzó a lamer los dedos de los pies. Metía su lengua entre mis dedos, me mordisqueaba los talones y se pasaba mis pies por la cara, raspándome con su áspera barbilla. Parecía tener una fascinación especial por mis pies porque los besaba y se pajeaba.



La verga se le paró como de piedra. La tenía tan dura que se le pegaba al ombligo y le dolía si yo se la pajeaba muy duro.



Me volteó y comenzó a lamerme las orejas, la cara, la nuca y la espalda, mientras se pajeaba. Después de un rato me abrió con las dos manos el ojo del culo y metió su lenguota ahí adentro, haciendo círculos mientras me metía un dedo ensalivado. Me metía alternativamente un dedo y se lo chupaba, para lubricarlo. Al rato de hacer eso comenzó a meterme dos dedote, y luego, tres. Se apartaba un poco, me veía el culo dilatado y se arrechaba más.



Yo había bajado mi maletita con lubricante y él me dice, "que culo tan rico tienes, porque no me dejas que te meta los dedos antes de culearte, estoy tan arrecho que si te meto la verga me voy a correr enseguida"



Yo traía lubricante del bueno y unos guantes quirúrgicos, de esos de látex. Me preguntó para que eran y yo le enseñé.



Me acosté bocarriba en la cama, levanté mis piernas y me abrí el culo yo mismo. Me puse un guante, lubriqué los dedos y comencé a meterme los dedos lentamente, abriéndome con una mano las nalgas para que el disfrutara del espectáculo. Mis nalgas son velludas pero muy blancas y el me comentaba que el excitaba ver mi culo rosadito, abierto y húmedo, que lo calentaba más que la cuca de su mujer.



Enseguida se puso el guante que me quité y se lubricó los dedos. Me metía dos y tres dedos y se pajeaba. De repente vi que me comenzó a pajear mientras me metía 3 dedos y eso le excitó aún más. Yo me agarraba la verga con ganas sacarme la leche. Fue y busco una toalla húmeda y me la lavó y comenzó a mamarme salvajemente, como si quisiera sacármela ahí mismo. Me sorprendí un poco pero después me di cuenta que no sabía mamar muy bien.



Cuando ya tenía el culo bien abierto y chorreando lubricante le pedí que me dejara ir a lavar. Me gustaba pero me ardía. Después que me lavé bien me puso bocabajo y me volvió a lamer el culito, que ahora estaba súper sensible. Me metía la lengua y un dedo. Con los dientes me mordisqueaba suavemente el ano, repasando con su barbilla de vez en cuando para ponerme a mil. Se metía un dedo en la boca, lo chupaba y llenaba de saliva y me lo volvía a meter en el culo, abriéndomelo cada vez más con movimientos concéntricos.



Después hizo algo curioso. Se puso un condón y me metió toda la pinga, hasta los huevos y me bombeó como por 30 segundos. Enseguida se arrodilló y como yo estaba al borde de la cama me metió la lengua en el culo recién follado. Ya les dije que yo previamente me había lavado muy bien pero no dejo de darme un poco de asco, lo que me pasó es que el placer fue tan intenso, tan fuerte, tan delicioso que me vine a chorros, llenando de leche la cama y contrayendo el culo sobre la lengua que lo penetraba.



Agustín no pudo más, se sacó la pinga del forro y se pajeaba en la entrada de mi culo, rozándome con su vergona y mordiéndome las nalgas. Me pegaba en cada nalga hasta que por fin se vino encima de ellas, reluciente su verga oscura sobre mis nalgas blancas.



Fue una de las culeadas más ricas que he tenido.


Datos del Relato
  • Categoría: Gays
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