Qué quietud igualmente silencio se siente a lo largo del mismo cementerio una mañana de otoño, donde está visitando la tumba de su esposo está mujer, que no puede llorar desconsolado por la partida reciente de este en ese momento un hombre le pone la mano en su hombro se voltea al ponerse de pie está mujer que le entrega un pañuelo para que se seque las lagrimas al reconfortarla que le habla ya está descansando y no sufrirá más dolor ni hará que sus familiares no lloren más por él, al verlos felices como continuando con sus vidas gustándole la filosofía además la manera de conocerla como animarla a está mujer que le sonríe al final le invita a ir almorzar y conversar un poco más usted y yo siento una familiaridad igualmente compartimos este nexo extraño que me invadió cuándo se presento aquí y me puso su mano en mi hombro cuándo estaba llorando de rodilla frente a la tumba de mi finado esposo que recién murió y no puedo consolarme al respeto.

Se marchan del cementerio los dos, disfrutando de un ameno almuerzo que sonríe está mujer que la conversación trasciende como se vuelve alegre y distrayente especialmente algo más allá apasionada, que le acaricia la mano derecha puesta al lado de su plato que le roza con las puntas de los dedos que le camina como fuera una araña, toma un sorbo de vino está mujer en que se sonroja y es muy halagada por este hombre; en que se limpia con la servilleta de tela los labios pide disculpa un momento al pararse para ir al baño de damas. Está retocándose el labial como la pintura de los parpados como de las pestañas cuándo de repente siente manoseadas y caricias alrededor de su vientre como pegada por detrás este hombre que le roza ricamente su pinga erecta por todo el culo algo doblada con las manos apoyadas en el mostrador del lavado del baño de damas, jadeándose asimismo gimiéndose con todas sus plenas como ardientes fuerzas, ganas, ánimos, deseos, deleites, dominada, zaceada, caliente, etcétera está mujer que se lo jarra de los cabellos con la cabeza hacia atrás en el hombro derecho de este hombre. Quién le pide no pares me entrego a ti necesito de mucho amor y sexo repetidas veces, le habla así está mujer que está excitada como incitada igualmente atraidísima como sucumbe ante las debilidades de la carne al estar fresca la muerte de su esposo en pleno momento delicioso y emocionante que la tiene como la tiene solamente a ella olvidándose momentáneamente de todo el mundo al su alrededor solitos y juntos complaciéndose como satisfaciéndose en pleno baño de dama del restaurante.