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El camionero

~Hace una semana me invitaron a pasar un fin de semana en la nueva casa de unos amigos. El chalet está en la montaña, en medio de un bosque de robles a unos 60 km de la ciudad. Yo ya conocía la casa, había ido unas semanas antes a ayudarles a hacer la mudanza y me había enamorado de ese lugar. El bosque se encuentra en el valle formado por dos altas montañas en las que aún se podía ver los restos de las últimas nevadas. Detrás de la casa un estrecho regato discurre entre un mar de pequeñas rocas que forman transparentes charcas donde cientos de peces se mueven sin cesar. Sólo había estado allí unas horas pero la tranquilidad del bosque, el inmenso silencio roto solamente por el rumor apagado del riachuelo y por los cantos de cientos de pájaros me habían conquistado. Por eso cuando me invitaron a ir el fin de semana no lo dude ni un momento y acepté encantado.

Así que el viernes por la tarde al salir del trabajo pasé por casa, me di una buena ducha, preparé la maleta y me puse en camino. Por la hora que era y por ser viernes el tráfico era tremendo por lo que tardé en salir de la ciudad como 20 minutos. Cuando por fin pude ponerme en camino ya era totalmente de noche. Para llegar al chalet después de ir unos kilómetros por la autovía hay que tomar un desvío e ir por carreteras secundarias un buen trecho del camino. Finalmente, y ya al adentrarse en bosque, hay que conducir durante unos cientos de metros por un camino muy poco transitado.

Aquella noche el cielo estaba totalmente despejado y las estrellas brillaban rodeando una luminosa luna casi llena. Realmente era una noche fantástica para pasarla en la montaña, estaba ansioso por llegar. Billy Joel me acompañaba en la radio cuando llegó el momento de tomar el desvío. La carretera discurre entre pequeñas aldeas al principio, pero después el rastro de luces se acaba y la oscuridad sólo se desvanece en noches estrelladas como aquella. Mis amigos no me esperaban a una hora en concreto así que cuando vi un área de descanso decidí pararme y disfrutar un rato de tranquila soledad rodeado de naturaleza bajo el manto de luz en que se había convertido el cielo aquella noche.

Había unos bancos y mesas de piedra, una fuente y unos columpios para niños y todo rodeado de césped. El área estaba ya a unos kilómetros de subida por la montaña y formaba una especie de mirador sobre todo el valle.Dejé la radio y las luces encendidas y me tumbé en el césped a contemplar las estrellas. Desde niño conocía las constelaciones y en noches como aquella me gustaba disfrutar de los tesoros que nos ofrece el universo. Llevaba ya un rato allí acostado cuando un ruido me sobresaltó. Me incorporé y vi como un camión se adentraba en el aparcamiento del área de servicio. Realmente era un trailer enorme con la cabina de color rojo y con unas palabras escritas en la caja que a primera vista me pareció alemán. Supuse que era un camionero que venía a pasar la noche y volví a recostarme.

Al poco tiempo oí como se cerraba la puerta del camión y unos pasos fuertes se acercaban por el camino. Aunque era ya muy tarde la luz del coche y del cielo estrellado me permitieron ver quien se aceraba. Era un chico de unos 35 o 40 años, de anchas espaldas y no muy alto. Llevaba una cazadora de pana marrón, unos vaqueros bastante gastados y una gorra de color azul.

¡Hola! – dijo cuando pasó a mi lado- Buena noche para ver estrellas, ¿verdad?.- me preguntó con un fuerte acento.

¡que hay! – le contesté- La verdad es que es una noche realmente hermosa.

 

Aunque la luz no era suficiente para verle la cara su voz era tremendamente atractiva.

El siguió caminando y se apoyó en la barandilla de madera que rodeaba el mirador, justo delante de mí. La posición donde yo estaba me permitía verlo perfectamente. Su pelo rubio se asomaba por debajo de la gorra y brillaba con el reflejo de la luna. La tela de sus pantalones gastados se ajustaba totalmente a su cuerpo, marcando una robustas piernas y un culo firme y redondo que me estaba poniendo a mil. El cambiaba el peso de una pierna a otra y de vez en cuando se pasaba una mano por su muslo y tocaba distraídamente su culo. Mi polla comenzó a crecer dentro de mis pantalones, llevaba unos días sin follar y la visión de aquel tío tocándose su tremendo culo me estaba poniendo cachondo.

El alemán se giró y se apoyó de espaldas en la barandilla quedando frente a mí. Ahora las luces del coche si me permitieron ver su cara. Tenía unos ojos enormes de un azul muy claro y su piel lucía un color tostado que contrastaba con la claridad de su iris. Una perilla rubia enmarcaba su boca con unos labios muy carnosos. Se había abierto la chaqueta y sus pectorales se apretaban dentro de una camiseta blanca de botones. Un bulto bastante grande se marcaba en su cremallera cuando con un sutil gesto se apartó la chaqueta.

Mi paquete en ese momento ya era perceptible, aunque mi polla sólo estaba morcillona su gran tamaño impide esconderla mucho tiempo. Me pareció que sus ojos se dirigieron por un momento a mi entrepierna aunque supuse que esta apreciación era producto de mi calentura. Decidí concentrarme en las estrella y no meterme en líos. Aunque yo estoy bastante fuerte los brazos que se marcaban bajo su chaqueta indicaban que llevaba las de perder si él se sentía ofendido con mis miradas.

Intenté buscar algunas constelaciones que conocía pero mi polla no me dejaba dedicarme a esa tarea y mi mirada se escapaba todo el tiempo hacía el camionero. Creo que él ya se había dado cuenta.

¿ Te gusta lo que ves? – me preguntó.

Sí - contesté tragando saliva - siempre me han gustado las estrellas.

Yo hace unos días vi un cometa con una cola enorme.- siguió, mientras pasaba una mano por su pecho.

Me estaba gustando aquella conversación, aunque no sabía donde quería ir a parar.

Pues yo ya hace días que no veo un cometa - contesté yo – Y menos con una buena cola.

En esos momentos mi polla ya estaba a mil y yo no hacía nada por ocultarlo. Me pregunté si el alemán iba por el mismo camino o sólo quería contemplar las estrellas conmigo. La verdad es que salvo sus palabras no había nada que me indicase que quisiera algo conmigo. Y allí en medio de ninguna parte, sin nadie cerca yo no me atrevía a dar el primer paso.

Pasados unos segundos caminó unos pasos y girándose un poco se desabrochó el pantalón. Me di cuenta que, aunque se había alejado un poco, se había puesto en una posición donde yo podía verlo perfectamente. Se bajo la cremallera y se sacó la polla. Aunque no estaba empalmado tenía un rabo increíble, la luz del coche hacía que su capullo brillase. Se la agarró con una mano y enseguida comenzó a mear. Un chorro amarillo salió disparado haciendo un pequeño charco en el suelo. Eso ya era mucho pues a mí me encanta ver mear a los tíos. Tuve que colocarme la polla dentro del pantalón ya que de lo empalmado que estaba me incomodaba en la postura que estaba. El no paraba de mirarme mientras seguía vaciando su vejiga y de vez en cuando esbozaba una sonrisa. Yo pensé que tenía que aprovechar, así que me levanté y dando unos pasos me coloqué a unos metro de él y también me saqué la polla. Me aseguré de que el pudiese verme desde donde estaba y dejando al descubierto el gordo capullo de mi polla a medio empalmar comencé a mear. La verdad es que no me había dado cuenta pero tenía unas ganas terribles, un enorme chorro salía de mi polla llenándolo todo con ese olor característico. Mi mirada se cruzó con la suya y supe que había acertado, me iba a tirar a aquel camionero.

Dando unos pasos se acercó a mí. Los dos seguíamos meando, auque el chorro se iba haciendo más pequeño porque tanto él como yo nos estábamos empalmando.

¡Vaya polla!- me dijo.- Eso sí es un buen cometa.

Lo mismo digo tío- contesté, pues su polla empezaba a crecer y dejaba adivinar un muy buen tamaño.

Sin decir nada más acercó su mano a mi polla y la puso delante de mi meada. Humedeció sus dedos y sin pensárselo se los llevó a la boca. Realmente el alemán era un cerdo cabrón la mar de caliente.

Como yo no quería ser menos y, porque realmente me gusta, detuve mi meada y puse mi polla en la trayectoria de su chorro. Me salpicó la ropa pero daba igual, después me cambiaría. Sentir el calor de su meada en mi capullo hizo que la polla se me pusiese totalmente tiesa. Sus ojos se clavaron fijamente en mí y con un par de espasmos acabó de mear. El también la tenía ya dura y desafiante.

 

Esto es muy caliente- dijo- me encantan las meadas.

¿Ah sí? - pregunté- Así que eres un guarrete .

Sí, pero veo que tú no te quedas atrás – me dijo con una sonrisa burlona.

Me pasó una de sus manos por la nuca y acercando su boca comenzó a besarme. Su lengua recorrió mis labios y se introdujo suavemente en mi boca. Me estaba dando el morreo de mi vida, era delicado pero a la vez muy intenso. Mi mano buscó su polla y comencé a acariciarla. Aunque era un poco más pequeña que la mía tenía un buen tamaño, sobre todo su enorme capullo que estaba totalmente descubierto. Él con su robusta mano me pellizcaba un pezón mientras con la otra me acariciaba el cuello. Su boca dejó la mía y se dirigió a una de mis orejas. Realmente era un experto con la lengua, sus lameteos en la oreja y las caricias en mis pezones me hacían suspirar como un loco.

Me susurró al oído si nos ibamos a su camión. La verdad es que aunque yo no lo sentía hacía frío. Me agarro de la mano y nos dirigimos al camión. Me dijo que iba de vuelta a Alemania y que llevaba el camión vacío. También dijo que se llamaba Hans y que hacía el viaje una vez a la semana.

Sacó una manta de la cabina y abriendo la parte de atrás me invitó a entrar. Era como una enorme caja de color plateado y tenía varias luces en el techo. Nos lo íbamos a pasar bien allí. Extendió la manta en el suelo y sacándose la chaqueta y la gorra se acercó de nuevo a mí. La luz del camión me permitió verlo bien. Tendría mi altura, 1.70 o así. Su pelo comenzaba a ralear en la coronilla pero eso no le restaba atractivo. Realmente era muy guapo, y los músculos que asomaban por las mangas de su camiseta me hizo suponer que estaba realmente cachas.

Eres muy guapo -. Me dijo, y comenzó a besarme de nuevo.

La verdad es que sí soy bastante atractivo. Aunque no soy muy alto tengo un cuerpo muy proporcionado y todos mis músculos se marcan bajo mi blanca piel. Soy pelirrojo y todo mi vello corporal es de color muy claro, haciéndose de un color rojizo más intenso en mi pubis, en mi pecho y en mis axilas. A mis 26 años siempre había tenido bastante éxito entre las mujeres y también entre lo hombres. Mi polla es larga pero, sobre todo, es muy gruesa y mis huevos cuelgan como dos pelotas de ping pong dentro de su peluda bolsa.

Hans sacó mi camiseta dejando al descubierto mis pectorales cubiertos de ensortijado vello. Su lengua dejó mi boca y dejando un húmedo surco recorrió el camino hasta uno de mis pezones. Con suaves mordiscos endureció mis pezones al máximo mientras con sus manos me sobaba el culo. Desabrochó mi cinturón y lentamente me sacó los pantalones. Me quedé sólo con mis bóxers ck que ocultaban a duras penas la enorme erección de mi polla. Hans fue bajando lentamente por mi vientre hasta que su boca comenzó a humedecer mi capullo a través de la fina tela. Yo estaba en la gloria. Su lengua recorría la silueta de mi polla y sus dedos, que había introducido por la pernera de los calzoncillos, acariciaban suavemente mis pelotas. Me dio la vuelta y mordiendo mis glúteos comenzó a bajarme los calzoncillos. Con sus manos separó mis cachetes y su lengua recorrió centímetro a centímetro toda la raja de mi culo varia veces para ir a detenerse en mi agujero. Aunque soy activo, una de las cosas que más me gustan es que me coman el culo y Hans lo hacía de cine. Introducía la punta de su lengua rítmicamente mientras su perilla me rozaba el perineo, mi polla no paraba de expulsar líquido preseminal. Después de un rato la boca de Hans volvió a mi polla. Humedeció con su lengua todo mi pubis y se tragó mis pelotas una a una mientras me pajeaba suavemente. Mis gemidos llenaban de ecos el camión. Cuando acabó de saborear mis huevos subió por mi tronco y su lengua se entretuvo jugando con el agujero de mi capullo mientras sus labios me hacían caricias en el prepucio. Con suavidad comenzó a tragarse mi capullo. Como mi polla es muy gruesa a veces no consiguen chuparla sin que los dientes me arañen, pero Hans lo hacía a la perfección. ¡Joder! Era un mamón tremendo. Poco a poco se metió mi rabo en la boca mientras con su lengua no dejaba de acariciarme el capullo. Al cabo de un rato la tenía toda dentro. Vaya tragaderas tenía el alemán. Yo estaba a tope, así que decidí pasar a la acción.

Hans se incorporó y mientras me besaba de nuevo yo comencé a desabrocharle la camisa. Unos enormes abdominales aparecieron ante mí. Eran como dos enormes montañas coronadas por pequeñas cumbres de chocolate. Una escasa mata de pelo rubio aparecía en medio de su pecho y se dirigía hasta su ombligo. Realmente tenía un torso de película, debía de pegarse unas sesiones increíbles en le gimnasio. Rodeé uno de sus pezones con mis labios mientras desabroché sus pantalones. Vaya sorpresa, Hans no llevaba ropa interior. Abrí su cremallera y su polla saltó hacía arriba totalmente empalmada. Terminó de sacarse sus pantalones mientras yo seguí entretenido con sus pezones. Volví a besarlo mientras con mis manos acariciaba nuestras dos pollas juntas. Su húmeda polla regó de líquido preseminal mi pubis.

Quería sentir esa polla en mi boca ya, así que me arrodille y su apetitoso rabo quedó delante de mi cara. Era una polla preciosa. Tenía un capullo enorme totalmente descubierto y que se alzaba desafiante delante de mí. Un recortado vello rubio rodeaba dos grandes pelotas que se apretaban contra la base de su pene. No pude resistirme más. Sujetando su polla con mi mano enterré mi nariz entre sus pelotas. Joder, olía de fábula. Con mi lengua saboreé sus pelotas recogiendo las gotas de sudor que se enredaban en sus escasos pelos. Mientras acercaba mi boca a su capullo una de mis manos se adentró en su culo. Descubrí que Hans tenía su agujero ya totalmente dilatado. Me tragué centímetro a centímetro su pollón. Aunque era un enorme trozo de carne mi boca está acostumbrada, así que no me costó mucho tragármela entera. Hans sujetó mi cabeza y comenzó a follarme la boca a un buen ritmo, creo que estaba aún más caliente que yo. Mis dedos entraron con facilidad en su culo y comencé a follarlo sin descanso. Ahora eran sus gemidos los que lo llenaban todo. Enseguida sacó su polla de mi boca y dándose la vuelta me dijo:

Fóllame, por favor- susurró - Fóllame ya.

Claro – le dije mientras azotaba una de sus nalgas – Voy a romperte este enorme culazo

Acerqué mi lengua a su esfínter y disfruté un rato del sabor de su gruta. Sólo tenía unos cuantos vellos rubios que rodeaban su palpitante agujero

Venga tío – suplicó – clávamela ya.

Sin pensarlo dos veces me escupí en la polla y la puse a la entrada de su agujero. Comencé a empujar suavemente pero la verdad es que entraba con facilidad. Parecía que el alemán estaba muy acostumbrado a recibir amigos por la puerta de atrás. Empujó hacía atrás y se la metió hasta la mitad. Un pequeño grito escapó entre sus labios.

¡Joder¡ - dijo- menudo rabo. Eres como un caballo

Ya te dije que iba a romperte el culo- contesté- pero creo que te gusta, ¿verdad?

Por supuesto tío. Métemela hasta el fondo

No se si sus palabras eran una orden o una súplica pero yo estaba allí para complacerlo. Empujé un poco más y, de pronto, su esfínter cedió y enseguida mis pelotas estuvieron chocando con su culo. Después de unos segundos comencé a follarlo y Hans empezó a jadear como un loco. Se la sacaba hasta el capullo y volvía a meterla con fuerza mientras con mis manos pellizcaba sus duros pezones. Las piernas de Hans comenzaron a flaquear, así que decidí cambiar de postura. Él se tumbó en el suelo, yo puse sus piernas en mis hombros y de un solo empellón se la volví a meter. Mientras seguía con un buen ritmo comencé a pajearlo; Hans, a su vez, me pellizcaba los pezones y me acariciaba los abdominales.

Yo no iba a aguantar mucho tiempo, así que se lo dije y él me pidió que me corriera en su boca. No iba a negarme, claro. Así que la saqué de su culo y poniéndome a horcajadas de Hans se la metí en la boca. Él comenzó a chuparme el rabo con ansias y pronto me llevó al orgasmo. Con un enorme grito vacié mis pelotas en su boca. Varios chorros de espesa leche llenaron su boca, aunque algo de mi corrida se escapó por la comisura de sus labios. Cuando mis espasmos finalizaron, me incliné y recogiendo los restos con mi lengua los llevé a su boca enredándonos en un nuevo morreo.

Ahora te toca a ti- dije, mientras retrocedía para acercarme a su polla.

Sí, chúpamela- dijo Hans- aunque a mí lo que me gusta es otra cosa.

Pide lo que quieras- continué yo mientras me introducía su capullo en la boca.

Quiero que me mees- pidió Hans

Claro tío. Me encantará hacerlo

La verdad es que sí me apetecía. Nunca lo había hecho aunque la idea me volvió loco. Me coloqué sobre sus muslos y sujetándome la polla que ya comenzaba a ponerse dura de nuevo. Me concentré y segundos después empecé a orinar encima del alemán. Primero dirigí el chorro a su pecho y cuando Hans abrió la boca supe que quería que siguiese subiendo. Acerqué mi polla a su boca y Hans comenzó a chuparla mientras comencé a mear de nuevo. Era lo más cachondo que había hecho en mi vida y el camionero estaba como loco. Mi meada se escapaba de su boca mojándolo todo. Yo aproveché para masajearle los pectorales humedeciéndolos con mi propia orina. Era una guarrada, pero una guarrada súper caliente.

Me voy a correr – gimió Hans.

Sí tío córrete para mí- le pedí.

Saqué mi polla de su boca y aproveché los últimos chorros que me quedaba para regar el rabo y las pelotas del alemán mientras él se pajeaba. Justo cuando mi chorro caía sobre su capullo Hans comenzó a correrse como un caballo. Menuda corrida. Varios chorro salieron disparados chocando con su estómago. Pronto me incliné y me tragué de nuevo su cipote saboreando los últimos chorros de su corrída mezclados con mi propia orina. Con mis dedos recogí los restos que quedaban en su pecho y los llevé a su boca. Después comenzamos a besarnos de nuevo mientras nos fundimos en un fantástico abrazo.

Había sido uno de los mejores polvos de su vida y la tierna mirada de Hans me hacían pensar que también fue uno de los mejores de la suya.

Me dijo que iba a quedarse a pasar la noche en ese área de descanso. Por supuesto yo dije que también había interrumpido un largo viaje para descansar ahí un rato, aunque lo cierto es que la casa de mis amigos estaba sólo a un par de kilómetros. Hans me dijo que si quería podía dormir con él en el camión y, claro, no pude negarme. Aunque precisamente dormir no fue lo que hicimos durante toda la noche.

Espero volver a "descansar" así con otro de los muchos conductores que recorren nuestro país porque la verdad es que ahora no puedo cruzarme con un camión sin tener una enorme trempera.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
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