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-¿Dónde vas con eso tan grande? Pero mira que eres burro, ¡eso luego es todo semilla y está medio hueco por dentro hombre!
-Perdone la señora, es que últimamente se ha vuelto muy exigente con las verduras- Contestó Luis bromeando. ¿Estos están mejor?
-Hijo, ni tanto ni tan poco, que eso cuando lo pelas se queda en nada- Respondió Rosa y a continuación miró al cielo y dejando escapar un suspiró simuló armarse de paciencia con el desastre de su marido.
-Me parece que los que le gustan a su señora son estos de aquí caballero- La voz correspondía a un minúsculo anciano de voz achacosa, que con una sonrisa alargaba un pepino de tamaño intermedio en dirección a Rosa. –Este sí está justo en su punto, ¿Verdad señora?- Añadió el abuelo orgulloso de su perfecto dominio de los productos de la huerta.
-Sí, sí, justo así, gracias.- Asintió Rosa sonrojándose. – ¿Ves como no es tan difícil?- Reprochó a su marido.
-Es que la juventud ya no sabe de dónde viene lo que comemos- Dijo el simpático abuelete- Ya verá, ya verá como el que trae usted terminará por pensar que la comida sale directamente de la nevera- Añadió señalando la prominente barriga de Rosa que ya se encontraba en la trigésimo primera semana de embarazo.
-Bueno vale, ya me he cansado de que me restreguéis lo inútil que soy. ¿Falta algo más? Tengo ganas de irme para casa- El tono de Luis era ligeramente malhumorado.
- Zanahorias y plátanos.- Le contestó Rosa mirándole seriamente como reproche por su mala educación y a continuación se volvió con una sonrisa para proseguir conversando brevemente con el anciano.
Algunos minutos más tarde Luis regresaba junto a su mujer con dos bolsas y las depositaba en el carro de la compra mientras ella se despedía de aquel vejete deseoso de conservación.
-Bueno, nos vamos.
-Sí, sí yo también me voy para casa. Venga hasta otro día majos y que tengáis mucha salud para criarlo.
-Muchas gracias, adiós- Dijo Rosa con simpatía.
-Adiós- Añadió Luis con todo lo contrario.- Pero mira que te enrollas fácil con todo el mundo Rosa.
-¿No querrás que sea tan antipático como tú?- Contestó su mujer a la vez que le sacaba la lengua en un gesto de burla.
Al día siguiente Luis se levantó como cada mañana a las siete para ir al trabajo, se despidió de su mujer dándole un beso en la frente y la dejo en la cama.
Rosa había dejado de trabajar algunas semanas atrás. La totalidad de su jornada laboral transcurría en pie y se encontraba cobrando la prestación por riesgo durante el embarazo, así que no tenía ninguna prisa por levantarse. No obstante aquel día lo hizo en cuanto Luis salió por la por la puerta.
Acudió a la cocina, puso el tapón en el fregadero, lo lleno de agua y añadió unas gotas de lejía. A continuación buscó las verduras y frutas compradas el día anterior y las sumergió en la mezcla desinfectante durante un buen rato.
Mientras esperaba se dedicó a poner la lavadora y realizar otras pequeñas tareas domésticas al termino de las cuales retiro el tapón del fregadero y dejo que el agua escurriese, acto seguido seleccionó, examinó y secó cada verdura y fruta de forma rigurosa, apartando las que le parecían más aptas y colocando en su lugar de la despensa el resto.
Una vez todo volvía a estar ordenado y en su sitio Rosa tomó los tres vegetales que previamente había seleccionado como más idóneos y se dirigió a su dormitorio con ellos entre las manos. Un pepino, una zanahoria y un plátano fueron los agraciados con el primer premio de la lotería y es que Rosa se había vuelto toda una apasionada de la huerta precisamente coincidiendo con su estado de buena esperanza.
Y no precisamente porque le gustase especialmente comerlas no, aunque ciertamente en su estado procuraba cuidar su alimentación, lo que de verdad le gustaba era proporcionarse placer con ellas.
Todo comenzó hacía más de un año, cuando escuchando la radio durante una noche de insomnio descubrió en el programa de una famosa sexóloga como había mujeres que disfrutaban del sexo con verduras. En concreto se entrevistaba a una mujer casada y con hijos que reconocía sin problema que ella disfrutaba de sus masturbaciones con distintos vegetales, explicaba sin complejos como disfrutaba seleccionándolos, la idoneidad de unos y otros para tal práctica o tal otra e incluso daba consejos –Nunca de la nevera por supuesto- Decía la entrevistada entre carcajadas.
Fue así como al día siguiente se masturbó Rosa por primera vez con un pequeño calabacín que encontró en la cocina. No es que a Rosa no le gustase el sexo con Luis, simplemente era una nueva forma de disfrutar del sexo que no hacía daño a nadie y poco a poco ella también se fue convirtiendo en toda una experta en el sexo con verduras al igual que la señora de la radio.
Por si fuera poco en los últimos tiempos su afición había tomado todavía más fuerza. Afición que casi se había convertido en una necesidad por otro lado, ya que para Rosa el embarazo había venido acompañado de un importante incremento del deseo sexual. Tal y como diría su madre en los últimos meses Rosa estaba más caliente que el rabo de un cazo.
Desgraciadamente para Rosa, de la misma forma su apetito sexual se había disparado con el embarazo. El de Luis había desaparecido casi por completo y se mostraba temeroso de practicar el sexo con su mujer por un estúpido temor de dañarla a ella o a su hijo.
Así pues la dieta del caliente chocho de Rosa se había vuelto completamente vegetariana durante su estado de buena esperanza y esta mañana en concreto estaba totalmente deseosa de tomar una buena dosis de vitaminas.
Al llegar a la habitación abrió el cajón de su mesita de noche y rebuscó entre sus braguitas hasta dar con la caja de preservativos que allí guardaba. Tomo tres condones, uno para cada uno de los tres pretendientes escogidos y tras ahuecar la almohada y colocar los dos grandes almohadones que tenía en la cama contra el cabecero se acomodó lo mejor que pudo, en una posición entre tumbada y sentada que le permitía verse en el espejo de la pared opuesta tal y como a ella le gustaba.
Subió su camisón arrollándolo entorno a su prominente barriga y doblando los rodillas separó sus piernas dejando totalmente expuesto frente al espejo su peludo y caliente coño.
-Joder Rosa, deberías hacer un pensamiento y depilarte el chocho que ya toca.- Pensó para si mientras acariciaba sus labios mayores notando claramente la humedad que ya encharcaba su sexo expectante ante el inminente festín vegetariano.
Rosa se mordía el labio inferior y acariciaba sus prominentes tetas de embarazada con una mano mientras con la otra estimulaba su excitado clítoris que crecía por momentos. Se masturbo durante algunos minutos contemplándose en el espejo hasta que cercana ya al orgasmo decidió reservar este placer para más tarde manteniendo su excitación por todo lo alto.
Llevó su mano a un lado y tomando uno de los preservativos rasgó el envoltorio, luego tomó el pepino cuidadosamente seleccionado, lo enfundó en el condón e hizo un nudo en este de forma que no se saliese y quedase bien tirante. Muchas otras veces había prescindido del uso del profiláctico, pero desde que estaba embarazada su precaución era extrema y además había descubierto que con su uso obtenía una agradable lubricación extra.
Rosa imaginó que aquel pepino era un vigoroso rabo y lo llevó a su boca para rodearlo con los labios como si de un glande hinchado por la sangre se tratase. Mientras con la mano libre soltaba los botones de su camisón liberando y sacando sus gordas tetas para a continuación, sujetando el fruto con su boca, situarlo entre estas y aprisionarlo ayudada por sus manos.
Aquel afortunado vegetal estaba disfrutando de una gloriosa cubana y una mamada al mismo tiempo y Rosa se sentía cada vez más cachonda sintiendo como la humedad comenzaba a deslizarse por sus muslos. Pellizcaba sus gordos y erectos pezones a la vez que imprimía un ligero movimiento de vaivén en sus tetas, encargadas a su vez de trasmitir el movimiento al pepino que se deslizaba por su boca.
Pronto sintió la necesidad de volver a atender a su caliente coño y tomando el pepino lo llevó a su entrepierna comenzando a deslizarlo entre sus hinchados labios mayores. Poco a poco el aventurero vegetal se adentró en aquella húmeda y oscura gruta provocando oleadas de placer a Rosa, que aceleraba y enlentecía el ritmo de las penetraciones a su antojo obteniendo así el máximo deleite.
Su sexo cada vez producía más y más flujo que era arrastrado hacia fuera cada vez que el pepino se retiraba, de manera que resbalaba por su entrepierna humedeciendo la raja de su culo. Rosa pensó entonces en aquel amable vejete que el día anterior había seleccionado precisamente el mismísimo pepino que ahora tenía entre sus piernas y se preguntó que pesaría el buen hombre si supiese donde había terminada su pepino. Imaginó que probablemente el pobre abuelo habría terminado teniendo que visitar el hospital con una taquicardia como mínimo y con aquellos pensamientos se corrió por primera vez.
Una vez recuperada de su primer orgasmo llevó el pepino de nuevo hasta su boca y saboreo el sabor de su sexo mientras buscaba otro preservativo con la mano libre. Soltó entonces a su primer pretendiente que no había perdido ni un ápice de su vigor y tomando a su compañera zanahoria la enfundó en una goma al igual que aquel.
Con la práctica Rosa había llegado a la conclusión de que la anaranjada hortaliza era la mejor para la práctica del sexo anal. El distinto grosor en ambos extremos facilitaba tanto la sujeción por el más grueso como la penetración por el más fino facilitando así la dilatación de su esfínter en la velocidad y medida que a ella le apeteciese en cada momento.
En un primer momento la deslizó por su vagina. Luego moviéndola hacia abajo arrastró parte del abundante flujo por la raja de su culo para llevarlo hasta su rosada puerta trasera, la cual comenzó a acariciar suavemente provocándose un agradable cosquilleo que poco a poco consiguió distender su esfínter. En menos de un minuto la punta de la zanahoria había atravesado ya el anillo de su culo y se introducía lentamente en el recto de Rosa explorándolo con suaves movimientos circulares que le provocaban gran placer.
Empujó aquella raíz hasta que prácticamente quedó alojada en su totalidad, la sujetaba con la punta de los dedos por el extremo más grueso moviéndola suavemente dentro de su culo. Volvió a coger entonces a su buen amigo el pepino con la mano que le quedaba libre y lo llevó hasta su encharcado conejo, lo restregó un par de veces y en tan solo unos segundos lo volvió a tener incrustado en su sexo.
Rosa disfrutaba enormemente de aquellas dobles penetraciones que ella misma se propinaba. Le encantaba sentir como ambos falos se encontraban y luchaban entre si únicamente separados por la fina tela que separaba sus dos cavidades más íntimas.
-Ding dong.- Era el timbre de la puerta, pero Rosa no le hizo ningún caso pues aquello era lo mismo de cada mañana, cartero, correo comercial, etc. Algún otro vecino abriría.
Así pues Rosa no interrumpió para nada lo que se tenía entre manos y se dispuso a seguir disfrutando de su afición más secreta, pero aquel día el timbre no pareció calmarse tan fácilmente.
-DING DONG, DING DONG, DING DONG, DING DONG.
-Pero será capullo el muy hijo de…- Esta vez Rosa sí paró de masturbarse molesta con el inoportuno timbre y la cosa no quedó en eso si no que fue a peor.
-¡Bzzzzz! ¡Bzzzzz! ¡Bzzzzz!- El móvil también se había conjurado en su contra y corría zumbando por la mesita de noche.
Rosa dejo escapar su amado pepino y alcanzó el teléfono con la mano. Era la cara de Marga la que aparecía en la pantalla del móvil. Deslizo el dedo para aceptar la llamada y se llevó el teléfono a la oreja.
-Dime Marga.
-¿Dónde andas hermanita?
-Pues en casa. ¿Dónde quieres que este?- Contestó ligeramente irritada.
-En ese caso no estaría mal si le abrieses la puerta a tu hermana pequeña. ¿No te parece?
Al sentir aquellas palabras rosa dio un respingo y casi sin darse cuenta empujo la zanahoria que todavía aguantaba con sus dedos en su culo, de forma que esta termino por perderse por completo en el interior de su recto.
-Eh claro, perdona pensaba que era el pesado del cartero.
-Pues venga mujer, que me tienes aquí plantada como un pasmarote.
-Ya voy, ya voy.
Rosa finalizó la llamada y nerviosa se levantó de la cama pensando en que hacer. No tenía excusa para hacer esperar más tiempo a su hermana, así que, suponiendo que en la habitación sus secretos estaban seguros, salió de esta y cerró la puerta sin más.
Abrió la puerta de la portería a Marga y mientras esperaba a que esta llegase a casa abotonó su camisón y lo recompuso lo mejor que pudo. Fue solo entonces cuando cayó en la cuenta de que aquella zanahoria había quedado alojada en su culo, pero se hallaba ya sin tiempo de reacción.
-¿Se puede? Pregunto Marga abriendo la puerta y entrando a casa.
-Claro, claro mujer. Estás en tu casa, ya lo sabes.
Rosa se había quedado petrificada en medio del recibidor, ahora no podía dejar de sentir a su amiguita jugueteando en su recto y trataba de disimular lo mejor que podía. Marga se acercó y dio dos besos a su hermana mayor y a continuación acarició su prominente barriga.
-¿Cómo están mi primer sobrinito y mi hermana preferida?
- Que tonterías tienes, si soy tu única hermana. Tu sobrino cada día más revoltoso, creo que va a ser un culo inquieto al igual que su tía.- Contestó llevándose las manos a la barriga y poniéndolas sobre la mano de su hermana.
-Ja ja, ya verás, seguro que nos llevamos divinamente.
-¡Seguro! ¿No tienes clase hoy?- Preguntó Rosa extrañada por la presencia de su hermana.
-Se terminó el cuadrimestre, esta semanita la tengo libre- Contesto Marga con una gran sonrisa. –¿Me invitas a desayunar? ¡Estoy hambrienta! -Marga se dirigió a la cocina y como si realmente estuviese en su casa se dispuso a prepararse el desayuno con total naturalidad.
Las dos hermanas se llevaban doce años y mientras que Rosa era una madura mujer de treinta y dos añazos Marga apenas tenía veinte tiernos añitos. No solo en la edad se diferenciaban, la mayor rubia y la pequeña morena, Rosa la tranquila y Marga el torbellino, la mayor clásica en el vestir y la pequeña más desenfadada, pelo largo, pelo corto. En definitiva un sinfín de contrates.
Físicamente era evidente que eran hermanas, pero mientras que el cuerpo de Rosa mostraba la voluptuosidad propia de la treintena el de Marga era mucho más grácil y estilizado, casi todavía el de una adolescente.
-¿Me sacas la leche de la nevera hermanita?- Preguntó la pequeña mientras cogía un vaso.
-No queda, coge otro cartón bajo el fregadero.
En realidad aquello no era cierto, pero Rosa comenzaba a sentir como su amiga zanahoria quería volver a salir al exterior y prefería evitar cualquier tipo de movimiento que pudiera facilitarle las cosas.
-Ok sin problema- Contestó Marga agachándose a por la leche.
-¿Cómo te han ido los exámenes entonces?
-Buenoooo, hubo uno que se me resistió un poco, pero el resto bien. A finales de semana creo que ya los sabré todos.
Rosa, cada vez más nerviosa, apretaba su culo intentando retener la zanahoria mientras Marga se servía la leche y rebuscaba en los cajones algo que comer.
-Seguro que son buenas. Ehh, los cruasanes de chocolate que te gustan están en el último cajón.
-¡Gracias! ¡Cómo me cuidas hermanita! ¿Quieres tú?
-No, no yo ya he desayunado-
Rosa cada vez estaba más incómoda, el sudor corría por su frente y el esfuerzo para mantener la zanahoria era cada vez mayor.
Mientras Marga, ajena a lo que le pasaba a su hermana mayor, abrió la bolsa de los cruasanes y llevándose uno a la boca le propino un soberano mordisco que hizo que el chocolate del interior saliese por el extremo opuesto dejándola el tiempo justo para apartase evitando así mancharse, pero no que este cayese al suelo.
-Joder que bueno esta esto, no te preocupes que ahora mismo lo limpio. ¿Seguro que no quieres?
-Ya te he dicho que no- Contestó Rosa con gran nerviosismo mientras sentía como las piernas comenzaban a temblarle.
-Bueno hija, tampoco hay que ponerse borde.
Marga arrancó un trozo de papel del rollo de cocina y agachándose a los pies de su hermana se dispuso a limpiar el chocolate que tan torpemente había derramado.
Rosa sintió como le abandonaban las fuerzas y la cabeza de la zanahoria comenzaba a asomar a través de su ano. Entonces, en un último esfuerzo para intentar retener la hortaliza, se recostó contra la pared de la cocina y contrajo su culo con todas las fuerzas que le quedaban.
Fue sin duda un error de cálculo. Una vez que la cabeza de la zanahoria había salido al exterior nada que no fuese empujar desde fuera podía volver a llevarla dentro. Bien al contrario, la propia forma de cono de esta, junto con el resbaladizo condón provoco que la contracción del esfínter impulsase directamente al exterior a la escurridiza umbelífera que cayó al suelo golpeándolo con un ruido sordo y quedando a escasamente un palmo de distancia de Marga que limpiaba el chocolate de su cruasán.
-¿Pero qué?
Marga alargo su mano y tomó la caliente zanahoria del suelo sin comprender lo que acababa de suceder. La examinó durante unos segundos preguntándose como había llegado una zanahoria enfundada en un condón hasta el suelo de la cocina de su hermana mayor y cuando por fin comenzó a comprender que aquello se le acababa de caer a Rosa giró lentamente su cabeza hacia arriba para mirar a su hermana con los ojos abiertos como platos.
Rosa por su lado al sentir que la zanahoria abandonaba su cuerpo respiró en un primer momento aliviada, pero enseguida tomo conciencia de la situación y sintiéndose terriblemente avergonzada cerro los ojos mientras sentía como la sangre acudía en tropel a su rostro.
-¿Rosa? ¿Qué es…?
Las lágrimas acudieron a los ojos de Rosa que sintiéndose abochornada salió corriendo de la cocina dejando a Marga todavía agachada en el suelo.
-Espera Rosa...
Tras unos segundos de estupefacción Marga salió corriendo tras su hermana y encontró a esta llorando junto a la ventana del salón.
-Qué vergüenza, que vergüenza.- Era lo único que Rosa decía entre sollozos.
-¿Pero por qué? No pasa nada, es normal mujer.- Le dijo su hermana pequeña mientras la abrazaba desde atrás apoyando la cabeza en su espalda e intentando consolarla.
-Pensarás que soy una guarra y más estando embarazada- La pena de Rosa era inconsolable.
-Que no tonta. ¿Qué te crees que eres la única que necesita darse un gusto de vez en cuando o qué?-Preguntó Marga en tono bromista intentando quitarle hierro al asunto.
-Es que verás, tu cuñado…- Rosa todavía respiraba de forma entrecortada por el llanto.- Luis lleva tres meses sin tocarme y yo, y yo.
-Y tú no eres de piedra hermanita. ¿Verdad? Este cuñado mío no sabe lo que se pierde. Con lo buenorra y calentorra que está mi Rosa.
Mientras decía esto Marga comenzó a sobar a su hermana mayor bromeando e intentando que está se relajase y perdiese la vergüenza.
-¡Que tonta eres! Estate quieta anda, que me haces cosquillas.
Rosa se retorcía intentando librarse de su hermana. Se dio la vuelta con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro, pero sin que las lágrimas dejasen de brotar de sus ojos. Sujetó a su hermana de las manos para evitar que siguiese haciéndole cosquillas, pero clavó la mirada en el suelo y sin atreverse a mirarle a los ojos.
-¿De verdad no piensas mal de mí?- Haciendo pucheros cual niña pequeña.
-Que no tonta, de verdad que no.
Marga se llevó las manos de Rosa a la boca y las besó fuertemente. Luego las soltó y puso las suyas en las mejillas de su hermana donde enjuagó las lágrimas que corrían por estas. Solo entonces alzó Rosa su mirada cruzándola con la de su hermana que la miraba con una dulce sonrisa condescendiente. Por la actitud de ambas bien parecía que las edades se habían intercambiado y era la menor la que ejercía ahora de hermana mayor.
-¿Ya está? ¿Se te ha pasado el sofoco?
-Un poco- Contestó Rosa algo más calmada.
-Entre hermanas no tenemos que tener secretos ni porque avergonzarnos de nada. ¿De acuerdo?
-Sí, de acuerdo. Perdóname, habrás pensado que soy una niña pequeña.
-Para nada, de verdad. Olvidado queda este berrinche.
Marga sujetó la cara de Rosa entre sus manos y besó dulcemente la frente de su hermana, Rosa por su lado cerró sus ojos al sentir los labios en contacto con su piel y sonrío reconfortada.
Entonces, prácticamente a cámara lenta, los labios de Marga abandonaron la frente de Rosa y sujetándola por la barbilla levantó ligeramente la cara de su hermana que mantenía aún los ojos cerrados, la contempló durante unos segundos, ladeó la cabeza y volvió a acercarse a su rostro hasta que los labios de ambas se juntaron en un beso que pilló totalmente desprevenida a Rosa.
Los ojos Marga se cerraron mientras que los de Rosa, totalmente paralizada, se abrieron como platos.
Rosa era totalmente incapaz de moverse mientras que el beso de Marga se hacía más intenso por momentos. Su mano izquierda sujetaba el rostro de su hermana mientras que la derecha bajo hasta posarse en el pecho izquierdo de Rosa para comenzar a acariciarla de una forma que era de todo menos fraternal. Su boca se abría buscando la complicidad de la de Rosa, succionando y saboreando los labios de esta.
Rosa no lo había visto venir. El lesbianismo de Marga era de sobras conocido y aceptado por toda la familia, pero aquello escapaba totalmente a cualquier cosa que pudiera haber imaginado.
-Marga, Marga cariño. ¿Qué estás haciendo?- Rosa permanecía estática incapaz de rechazar a su hermana
Marga apenas tomo aire para dejar escapar una única palabra.
-Besarte.
-Pero, pero Marga, soy tu hermana.
El tono de rosa mostraba más inseguridad que decisión, tan poca decisión como con la que intentaba apartar la mano de Marga de sus tetas.
-Precisamente porque eres mi hermana- Contestó Marga que aprovechaba las palabras de su hermana para deslizar su lengua entre los labios de esta.
-Nena, para por favor, para que me estoy poniendo muy rara.
- Lo que te estás poniendo es cachonda- Susurraba Marga mientras intentaba morder el labio inferior de su hermana.
Marga estaba totalmente fuera de sí, había sacado una de las tetas de su hermana del camisón y la magreaba pellizcando aquel pezón que se endurecía por momentos. Rosa retrocedió un paso, pero no consiguió separarse de Marga quien avanzó a su vez comenzando a recorrer con su boca el cuello de su hermana.
-Para Marga, ¡PARA!.
Rosa consiguió alzar su voz haciendo que Marga se detuviese. La hermana pequeña se separó de la mayor lo justo como para mirarse ambas a la cara y con gesto serio preguntó.
-¿Estás completamente segura de que quieres que pare?
-Ay, no sé Marga, no sé ni yo lo que quiero.
A los oídos de Marga aquella respuesta les sonó a un “Sigue por favor, no pares” en toda regla y sin dudarlo se volvió a lanzar a por la boca de su hermana quien, completamente pasiva, no opuso la menor resistencia a que la lengua de Marga entrase en su boca.
Poco a poco la actitud de Rosa se hizo menos pasiva, pequeños gemidos comenzaron a escapar de su boca y sus labios se tornaron también en participes activos de aquel beso. Viéndose correspondida Marga se volvió aún más atrevida y pronto ambas tetas de su hermana se hallaban fuera del camisón para deleite de sus suaves manos que las acariciaban de forma lasciva.
-Que tetas más ricas tienes, no sé si voy poder a dejarle algo a mi sobrino- Dijo abandonando la boca de su hermana para contemplar las dos grandes tetas que sostenía en sus manos.
- ¡Que burra eres! ¿De verdad te gustan? ¿No crees que parezcan feas así?
Los pechos de Rosa eran lo que cabía esperar de una mujer en su estado. En los últimos meses habían ganado un par de tallas, areolas y pezones habían crecido también tornándose más oscuros y las venas se marcaban ahora claramente bajo la piel transportando los nutrientes allí donde eran necesarios. En definitiva aquellas tetas eran todo lo suculentas que debían ser en aquellas circunstancias.
-Yo diría que parecen deliciosas.
Marga continuaba amasando las tetas y sus dedos juagan con los enhiestos pezones mientras las contemplaba con apetito.
-¿En serio? ¿No será que sigues siendo una bebe? Umm, por favor ten cuidado, están muy sensibles
Marga pellizcó suavemente uno de los pezones a la vez que presionaba la voluminosa teta entre sus manos, una pequeña gota de leche se formó en la punta del pezón indicando que estaba a punto para su labor justo en el momento en que Rosa dejo escapar un leve gemido de entre sus labios.
Aquello fue demasiado para Marga que se lanzó a devorar aquellas tetas lamiéndolas y chupándolas con frenesí.
-Mmm, me haces daño bruta. Suave, más suave, ummm.
Rosa experimentaba dolor, sí, pero también una gran excitación y placer al mismo tiempo y en mayor intensidad. Pronto sintió como las caricias de su hermana conseguían humedecer tanto sus tetas de forma directa como su entrepierna de forma indirecta.
-Que ricas umm, no sé porque mi cuñado no le hace caso a esta maravilla.
-Ufff, me está dando mucho calor Marga, los bebes no maman así.
Rosa acariciaba la cabeza de su hermana animándola a seguir mamando de sus tetas mientras que Marga, cada vez más caliente y atrevida, había llevado una mano bajo el camisón de la hermana para comenzar a acariciar su peludo sexo.
-¿Que me haces? ¿Qué me estás haciendo?- Preguntó Rosa al sentir aquellos dedos recorriendo sus labios mayores y adentrándose entre estos.
Marga abandonó las tetas que tanto le gustaban y beso nuevamente a Rosa con pasión mientras sentía como se le mojaba la mano con la que exploraba el sexo de su hermana, pero aquel no era el único chocho húmedo y caliente del salón. Ella misma estaba totalmente empapada y notaba como su tanga se humedecía y pegaba contra su depilado coño.
Se moría de ganas por tener más, por sentir más, así que retiró la mano del sexo de Rosa y sujetando a esta por el brazo estiró de ella al tiempo que abandonaba su boca lamiendo de sus labios.
-Ven. Vamos a la cama, ya no lo aguanto más.
Rosa se dejó arrastrar sin rechistar hasta su habitación donde Marga la situó junto a la cama antes de tomar su camisón y estirar del hasta sacárselo por la cabeza mostrándose Rosa colaboradora en todo momento. Dio un paso hacia atrás y contempló satisfecha a su hermana antes de comenzar a desnudarse ella prácticamente arrancándose la camiseta.
Sus pechos, casi adolescentes, quedaron al descubierto pues ni el sujetador estaba hecho para ella ni a decir verdad le hacia ninguna falta. Seguidamente y siempre mirando a los ojos a su adorada hermana mayor se llevó las manos a la cintura y en un único gesto bajo leggins y tanga y tras quitarse sus zapatillas se deshizo de ellos.
-Qué bonita eres- Dijo Rosa.
La hermana mayor acercó su temblorosa mano al firme pecho de Marga, rozando su duro pezón con los dedos, mientras que esta llevó su mano a la mejilla de Rosa para acariciarla cariñosamente.
-Porque me parezco a ti- Contestó Marga sonriente y tomando la otra mano de su hermana la guio hasta posarla en su depilado sexo.
-Eso no es verdad, casi ni parecemos hermanas.
Rosa notaba la humedad de la raja de su hermana en la yema de los dedos y sentía como su propio sexo lubricaba mojando su poblada pelambrera. El corazón le latía con fuerza y notaba la sangre corriendo por sus venas, palpitando en sus sienes y haciendo hervir su caliente sexo. No acababa de comprender como había llegado hasta allí, pero ya había decidido que lo deseaba y lo necesitaba tanto como el respirar.
Marga deslizó la mano que tenía sobre el rostro de su hermana y bajando por su cuello la llevó hasta una de las grandes tetas de Rosa. Abandonó la mano que se mantenía ya por si sola explorando su entrepierna y tomó uno de sus pechos para acercarlo así hasta el de Rosa y comenzar a restregar ambos pezones entre ellos.
Mirando a Rosa directamente a los ojos dejó caer un pequeño hilo de saliva sobre los erectos pezones de ambas y estos lo agradecieron deslizándose entre sí con mayor facilidad.
-Que cachonda me estás poniendo Marga, necesito córreme, necesito hacerlo- Rosa ya había perdido toda la vergüenza.
-¿En serio? ¿Cuánto hace que no te comen el coño en condiciones Tata?
-¡Demasiado! Joder, ni siquiera sé si lo han hecho alguna vez en condiciones.
-Jajaja, eso lo soluciono yo ahora mismo.
Marga tomo a su hermana por los brazos y empujándola suavemente la invitó a tumbarse en la cama. Cosa que Rosa hizo sin rechistar, pero teniendo que abandonar con cierto disgusto el delicioso coñito que empapaba los dedos de su mano.
Pronto la menor de las hermanas avanzó gateando por la cama, entre las piernas de Rosa que se abrían para recibirla y comenzó a recorrer la cara interior de sus muslos llenándolos de besos. Al llegar a la altura de las ingles el aroma del coño de su hermana le inundó las fosas nasales y no pudo resistirse a la necesidad de restregar su nariz por el húmedo felpudo fraterno sintiendo el cosquilleo del vello púbico en su cara.
-Cómeme el chocho Marga, cómeme el chocho que estoy ardiendo.
Rosa casi suplicaba y su hermanita pequeña estaba deseando complacerla. Marga se ayudó con las manos para abrir aquel coño que se mostraba rosado, caliente e inundado por un espeso flujo que pronto se dedicó a recoger con la lengua. Comenzó a lamer aquella raja deslizando su lengua de abajo arriba, chupó los labios y succionó el hinchado clítoris transportando a su Tata al mismísimo cielo.
-¡Que gusto! Umm ¡Que gusto! Sigue cariño, no te pares, comete el coño de tu hermanita.
La hermana mayor se retorcía y gemía de placer mientras la pequeña le comida el chocho con auténtica desesperación, saboreándolo e intentando llevar a su boca todo el néctar que destilaba aquella otra rosa de entre sus pétalos.
Marga, que era toda una experta en el noble arte de comer coños, se dedicó a lamer y succionar el clítoris de su hermana mientras penetraba el peludo chocho con los dedos. Ayudándose de su perfecto conocimiento de la anatomía femenina y sabiendo lo que a ella misma le proporcionaba más placer buscó en el interior de las paredes de aquella cueva el punto justo donde estimular para conducir a su hermana al mejor orgasmo que pudiese imaginar.
-¿Qué me haces nena? ¿Qué me haces que me estás matando de gusto? Uffff.
Marga no podía contestar, estaba demasiado ocupada procurándole placer a su hermana, placer que era también el suyo pues disfrutaba golosa del sabor de aquel coño mientras hacía chapotear sus dedos en el charco de su interior. Su propio flujo le resbalaba por unos muslos que frotaba entre ellos intentando procurarse alivio.
Rosa estaba a punto. No podía seguir resistiendo aquello sin correrse, pero en medio de tanto placer una sensación algo incomoda comenzaba a preocuparla y es que Rosa se corría, sí, pero también tenía la sensación de estar a punto de mearse y no creía poder resistir más.
-Para Marga, para por favor- Pero Marga ni la escuchaba. –Para Marga que me meo, para que se me escapa.
Marga, lejos de apartarse al oír aquello, puso todavía más énfasis en lamer y pajear a su hermana en busca de un premio que no estaba dispuesta a dejar escapar.
-Para que me meo, para que me corro, que me meo ummm, que me corro sigue, sigue que me corrooo aghhh.
Una vigorosa contracción recorrió el sexo de la embarazada y con ello un gran chorro de líquido salió despedido a presión de su sexo. Las contracciones siguieron en un intensísimo orgasmo, su coño apretaba los dedos de Marga y le salpicaba la cara con una deliciosa mezcla de flujo y orina al mismo tiempo. Marga pegó cuanto pudo la boca al chocho de su hermana para saborear aquel manantial que brotaba de su entrepierna en medio de temblores extremos y no se despegó hasta que poco a poco Rosa se fue relajando y recobró el control de su cuerpo.
-Ay madre mía, como lo he puesto todo. Marga creo que me he meado, me he meado de gusto, lo siento.
-¿Qué lo sientes? ¿Qué es lo que sientes? Me ha encantado.
Marga se despegó de la vagina de su hermana y esta pudo ver como su rostro amanecía con una brillante sonrisa tras la montaña de su barriga. Su cara estaba empapada y salpicada de humedad que ella misma recogía con la mano para llevársela a la boca.
-¿En serio?
-Joder me tienes el coño chorreado, mira.
Marga se puso en pie sobre la cama y caminando sobre esta llegó hasta donde descansaba la cabeza de su hermana. Allí se sujetó al cabecero y poniéndose en cuclillas situó su coño a escasos centímetros del rostro de Rosa.
-¿Estas muy caliente cariño?
Rosa llevó la mano hasta el abierto y depilado coño de Marga pudiendo comprobar su humedad, así como acariciar el hinchado clítoris que lo presidia.
-Joder Rosa, estoy que me subo por las paredes-
Se dejó caer unos centímetros plantándole el conejo directamente en la boca y Rosa no se resistió a besarlo y a recorrerlo con su lengua mientras su hermana pequeña cerraba los ojos y abría la boca dejando escapar un gemido de alivio.
Rosa lamia agradecida aquel delicado chochito mientras su mano buscaba a su amigo el pepino que hacía ya un buen rato había dejado abandonado sobre la cama. Una vez que dio con él, besó el coño de su hermana y apartándola lo suficiente con una mano le planto el pepino con la otra justo en el medio de su raja.
- Ahora veras que bien niña.
-¿Que me haces Rosa?
-Hacerte gozar a ti también.
Rosa deslizó varias veces el pepino entre los labios vaginales de Marga que se abrían a su paso humedeciéndolo y preparándolo para la inminente penetración. Buscó el ángulo idóneo y lentamente hundió aquel grueso vegetal abriéndole tanto el coño como la boca por la que dejó escapar un gemido.
-Ummm, si fóllame hermanita.
Marga se llevó la mano derecha al clítoris y comenzó a estimularlo a la vez que su hermana aceleraba el ritmo del clorofílico mete y saca. Necesitaba correrse y necesitaba hacerlo ya, acarició su hinchado botón del placer con la yema del dedo corazón y ni pudo ni quiso retener el orgasmo por más tiempo. Un torrente de placer recorrió su cuerpo goteando literalmente sobre la cara de Rosa que, al darse cuenta de que su hermana se estaba corriendo, retiró el pepino y contempló extasiada las contracciones de aquel joven sexo.
-Joderrrrr que gusto, ummm-
Marga todavía temblando plantó su coño sobre la boca de Rosa y esta recorrió la raja saboreando el azucarado néctar producto del reciente orgasmo.
Tan pronto la hermana pequeña logró relajar su cuerpo buscó la mano de Rosa y arrebatándole el pepino se encamino a los pies de la cama.
-¿Que vas a hacer?
-Follar… ¡FOLLAR!- Contestó casi con desesperación.
Se tumbó en la cama de lado, entre las piernas de Rosa y en sentido opuesto a esta. Deslizó una de sus piernas bajo la de su hermana formando con la otra una perfecta tijera. Entonces se llevó el pepino a la entrepierna y comenzó a introducirlo en su lubricado sexo. Una vez dentro se contorsionó en la cama hasta situar el otro extremo del verdoso dildo a la entrada del poblado coño de Rosa que abrió los ojos de golpe al comprender lo que se proponía.
Marga se abrazó a la pierna de su hermana como si de una perrita en celo se tratase y empujando con su propio cuerpo clavó el pepino en el chocho de Rosa hasta que este desapareció devorado por ambos sexos. El peludo coño de Rosa y el depilado sexo de Marga se aplastaron el uno contra el otro entremezclando sus jugos.
Margarita y Rosa, Rosa y Margarita. El perfecto ramo de flores quedo así unido mediante un único tallo.
Marga comenzó a apretarse con intensidad contra el sexo de Rosa y a contonear sus caderas haciendo que el pepino se deslizase en el interior de ambas arrancándoles gemidos de placer.
-Umm, sí nena no te pares, fóllame así, que rico, lo necesito.
Rosa se acariciaba las tetas y pellizcaba los prominentes pezones mientras intentaba tomar aire con la boca abierta y con los ojos cerrados se concentraba en la follada que su hermana la estaba dando. Marga se retorcía entre los muslos de la embazada y se abrazaba con fuerza a esta besándole, casi mordiéndole, en la pantorrilla.
Durante varios minutos ambas hermanas se retorcieron en pleno contacto mutuo. La atmosfera de la habitación se llenó de gemidos y olor a sexo mientras ambas buscaban con ahínco un orgasmo compartido con el que calmar su calentura.
-Sigue mi niña, sigue me estas matando de gusto, sigue que estoy a punto de correrme. Consiguió decir Rosa entre gemidos.
-Vamos Tata, córrete conmigo, córrete con tu hermanita pequeña para que sepas lo que es correrse a gusto.
Marga se clavaba cada vez con más fuerza contra el coño de Rosa hasta que esta anunció entre suspiros que estaba llegando al orgasmo.
-Ayyy, que me corro, que me corro niña.
Con un último empellón Marga apretó su sexo contra el de su hermana y así, coño contra coño, ambas se corrieron cerrando los ojos y abriendo sus bocas dejando escapar gemidos de placer. Las contracciones de ambas abrazaban aquel improvisado y ecológico doble consolador y una mezcla de flujos se deslizó entre sus muslos apagando el fuego que las abrasaba.
Poco a poco sus cuerpos se fueron relajando y sus agitadas respiraciones recobraron el ritmo normal mientras ambas seguían aún unidas por un único falo.
Rosa ronroneaba como una gatita satisfecha a la que su amo acaricia.
Marga se abrazó dulcemente a la pierna de su hermana con una relajada sonrisa en los labios y los ojos cerrados. Dispuesta a descansar durante un buen rato y en un estado de relax absoluto pronunció entonces las palabras que desencadenarían en la cabeza de su hermana un nuevo terremoto.
-Umm. ¡Que gustazo! Verás cuando se lo cuente a mamá.
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