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Categoría: Maduras

EL BUFETE DEL SEXO

"Carlos y Antonia montan finalmente su propio bufete, con la ayuda de Mari Carmen. La aparición de Susana, una atractiva ejecutiva mejicana, revolucionará su trabajo y las relaciones entre ellos."

 

El período entre que dimitimos de un bufete y montamos el nuestro fue el mejor tiempo de mi vida sexual hasta ese momento. Mantenía relaciones con Mari Carmen y Antonia de amigo con derecho a roce y algún trío cayó alguna vez.

Mari Carmen es de mi edad más o menos y es una chica estupenda y muy guapa, pero su característica más llamativa es que tiene unas tetas enormes, cuidado no he dicho grandes, he dicho enormes. En la adolescencia estaba muy acomplejada con ellas, pero luego se le quitó el complejo y las manejaba como un gran activo de su vida.

Antonia es una belleza próxima a los treinta años, alta, guapa y un cuerpo de locura y aun así, su principal virtud es su inteligencia y su calidad humana. Yo sentía y aun siento auténtica adoración por ella, me había sacado de un problema muy gordo que había tenido en el bufete anterior.

Cuando Antonia y yo constituimos nuestro propio bufete dejamos de follar.

-              Carlos no podemos ser socios y amantes, se pueden mezclar unas cosas con otras y terminar todo mal.

-              Pero Antonia, ¿por qué no?

-              He visto muchas sociedades irse al traste por mezclar los negocios y el sexo.

Antonia en ese tema era inquebrantable, así que lamentándolo mucho tuve que  escoger entre el trabajo y ella, el trabajo era muy difícil de encontrar y además no quería irme de su lado. Afortunadamente seguí manteniendo mi relación con Mari Carmen, aunque ella vivía en otra ciudad y sólo nos veíamos algunos fines de semana o períodos de vacaciones.

Un día me llamó Mari Carmen.

-              Oye Carlos mi jefa directa quiere conocerte.

-              Querrá conocernos a los dos, a Antonia y a mí.

-              A Antonia dice que ya la conoce de temas que han llevado en otro momento entre las dos, pero que a ti no.

-              Vale, pues cuando quieras.

-              Me ha dicho que pasado mañana para comer aquí en Córdoba.

-              ¿Tú estarás también?

-              No puedo, ese día tengo que viajar.

-              Una pena, si fuera el viernes me quedaría contigo el fin de semana.

-              Pues te vienes otra vez el viernes o el sábado, total estamos a poco más de media hora en AVE.

-              ¿Cómo se llama tu jefa?

-              Mónica.

-              ¿Dónde me veo con ella?

-              En el restaurante El Caballo a las dos y media.

-              ¿Cómo es Mónica?

-              Cuarenta y tantos, alta, morena, guapa, media melena y buen tipo.

-              Qué bien.

-              Ya sabes que por mí puedes hacer lo que quieras, pero en el bufete tiene fama de traga hombres.

-              Pues mejor.

-              Acuérdate de lo que te dice Antonia, que te pierdes por la polla, ten cuidado.

-              De acuerdo, pero no te ponga como Antonia, que me ha cortado el grifo.

A las dos y veinte estaba entrando en el restaurante. Pregunté por una reserva a nombre de Mónica lo que fuera, pues no sabía el apellido, y me dijeron que todavía no había llegado, decidí esperarla en la barra y le dije al camarero que me avisara cuando llegase. Unos diez minutos después volvió el camarero.

-              Doña Mónica ya ha llegado. ¿Me acompaña a la mesa?

-              Claro –dije siguiendo al camarero-.

Mónica ya estaba sentada en la mesa hablando por el móvil. Me senté y esperé a que terminara de hablar.

-              Hola Mónica, soy Carlos, encantado de conocerte.

-              Hola Carlos, encantada igualmente. Perdona lo del teléfono pero tenía que cogerlo.

-              No te preocupes.

Mari Carmen la había descrito bien, alrededor de cuarenta años, tenía la belleza morena cordobesa. Ojos negros y grandes, una bonita nariz y unos labios muy carnosos. Llevaba un vestido sin mangas blanco al cuello. Pedimos la comida y ella empezó con la parte de trabajo:

-              Carlos he querido conocerte por dos cuestiones. Por una parte, me gusta conocer a todos los profesionales con los que colaboramos y a ti todavía no te conocía. Y por otra, os vamos a mandar a un importante cliente para que lo asesoréis, nosotros estamos saturados.

-              Estupendo, Antonia se alegrará mucho. Estamos un poco flojos de trabajo. ¿De qué se trata?

-              Es una empresa mejicana que está abriendo una cadena de restaurantes en España. Se trata de que los asesores en temas contractuales, inmobiliarios y administrativos, en varias ciudades de Andalucía.

-              Bien, Antonia tiene mucha experiencia en esos temas.

-              No Carlos, la persona encargada debes ser tú, con independencia de que tú luego cuentes con Antonia o con nosotros.

-              ¿Por qué?

-              Por expreso deseo del cliente, ellos quieren interlocutores masculinos, no femeninos.

-              Qué raro, ¿no?

-              Pues sí, pero el cliente lo ha indicado expresamente así. El próximo lunes irán a vuestro bufete a media mañana. El cliente tiene la sede en Madrid, unas veces se desplazarán ellos y otras lo harás tú, según vayáis acordando.

-              Sin problemas.

-              Ahora cuéntame algo sobre ti. –Me preguntó cambiando de tema-.

-              Poco hay que contar, licenciado en derecho por la Hispalense, máster y doctor también por la Hispalense y todavía con poca experiencia práctica.

-              Esto último no se lo vayas a decir al cliente. ¿Casado?

-              No, ni casado ni novia, no he tenido tiempo.

Cuando terminamos de comer propuso ir a tomar una copa para seguirnos conociendo. Fuimos al bar de un conocido hotel que estaba cerca del restaurante.

-              ¿Has sacado la vuelta del AVE? –Me preguntó-.

-              No, como no sabía lo que podíamos tardar, he preferido dejarla abierta. Cuéntame ahora algo de ti.

-              Académicamente más o menos como tú, pero ya con muchos años de experiencia para mi desgracia.

-              ¿Por qué dices para tu desgracia?

-              Porque los años, para bien y para mal, no pasan en balde.

-              No digas eso que estás espléndida y eres una mujer muy atractiva. ¿Casada?

-              Y divorciada hace ya algunos años.

A esas alturas de la tarde ya estaba claro que había cierta tensión sexual entre los dos y que a los dos nos gustaría resolverla de forma positiva.

-              Te voy a decir una cosa Carlos. Yo creo que a un hombre no se le conoce bien hasta que te has acostado con él y a mí me gustaría conocerte mejor.

-              A mí también a ti, Mónica. Quédate aquí, voy a ver si tienen habitación.

Qué suerte, pensé. Me acerqué a recepción y pregunté. No les quedaban habitaciones libres, pero si una suite. La cogí, me iba a costar un dinero, pero no era cuestión de desaprovechar la ocasión con semejante mujer. Volví a por ella y subimos a la suite.

Tras cerrar la puerta comenzamos a besarnos con un enorme deseo. Me quitó la chaqueta y la dejó caer al suelo. Había comenzado a empalmarse con los besos. La abracé poniendo mis manos en su culo, mientras seguíamos besándonos.

-              ¿Te gustan las mujeres maduras?

-              Me gustan las mujeres y las mujeres maduras me resultan especialmente excitantes.

Se dio la vuelta para que le bajara la cremallera del vestido, cuando lo hice lo dejó caer a sus pies y se volvió de nuevo hacia mí. Llevaba un conjunto de sujetador y tanga blanco de encaje, que la hacía muy deseable. Bajo el sujetador se apreciaban unas hermosas tetas. Me soltó la corbata, me desabotonó la camisa y me la quitó, luego me lamió y me mordió los pezones. Yo me quité los zapatos y me solté el cinturón y el pantalón, dejándolos caer. Estaba totalmente empalmado bajo los boxes. Me senté en un sofá para quitarme los pantalones y los calcetines. Cuando terminé de hacerlo la atraje hacia mí de frente.

-              Eres una mujer muy atractiva –le dije besándole el vientre-.

-              Gracias.

-              Ven aquí –le dije, indicándole que se pusiera de rodillas sobre el sofá con mis piernas en medio-.

Ella lo hizo, me volvió a besar, metió su mano bajo los boxes y me cogió la polla. Yo baje la cabeza y le besé las tetas. Llevé mis manos a su culo y se lo acaricié, luego las subí para soltarle el sujetador. Ella lo dejó caer sobre sus piernas y yo lo eché a un lado. Tenía las tetas muy blancas, contrastaban con el moreno de su piel, las areolas grandes muy rosadas y los pezones muy duros. Se los mordí suavemente y ella suspiró. Su mano se movía suavemente sobre mi polla.

-              Levántate para que pueda quitarte el tanga.

Se puso de pie dándome la espalda. Le besé el culo que lo tenía muy duro, debía ir con asiduidad al gimnasio, y le fui bajando el tanga. Tenía también una parte del culo muy blanco, por la marca del tanga del biquini que debía utilizar. Le di luego la vuelta, tenía un pequeño triángulo de vello muy corto en el monte de Venus y el resto del chocho completamente depilado. Se lo besé y ella volvió a suspirar.

-              Eres preciosa –le dije-.

-              Levántate.

Me levanté y ella ocupó mi sitio, me quedé frente a ella. Cogió mis boxes por la cinturilla y me los quitó, haciendo que mi polla rebotase contra mi barriga. Yo llevaba el vello púbico muy corto. Volvió a cogerme la polla, mirándome a los ojos se la metió en la boca y me cogió los huevos, entonces fui yo quien suspiré sin apartar mi mirada de sus ojos. Mamaba de maravilla y me producía un enorme placer con sus labios y su lengua.

-              ¿Cómo te gusta follar? –Le pregunté-.

-              Mucho y bien, esas son mis únicas condiciones.

-              Entonces como a mí. Vamos a la cama, que me estás poniendo demasiado caliente.

-              Nunca es demasiado caliente –me dijo levantándose-.

Fuimos besándonos hasta el dormitorio de la suite. Nos tendimos en la cama, me incorporé y me puse de rodillas entre sus piernas abiertas. Tenía un chocho grande y un clítoris también grande. Estaba muy húmeda y su chocho brillaba. Me agaché y le pasé la lengua por todo el chocho para terminar jugando con su clítoris. Ella gimió al coger su clítoris con mis labios y puso sus manos sobre mi cabeza.

-              Me gusta el sabor de tu chocho.

Ella seguía gimiendo y moviéndome la cabeza, hasta que dijo:

-              Métemela ya, quiero irme.

-              ¿Pero dónde vas a irte ahora?

-              Carlos, no seas torpe, que quiero irme, venirme, correrme.

Le puse dos almohadas bajo el culo, le subí las piernas a mis hombros y le metí la polla poco a poco, cuando le había entrado del todo comencé a bombear y a sobarle el clítoris. Sus gemidos eran cada vez más fuertes, hasta que gritó:

-              ¡Ya, ahora, ahora, me corro, aaaagggg, sigue Carlos, córrete dentro!

Me corrí a la misma vez que ella, después me tumbé a su lado.

-              Qué intensa y qué larga corrida. –Dijo-.

-              Yo también, estábamos los dos muy excitados.

-              Excitado estarías tú, yo estaba caliente como hacía tiempo que no estaba. –Me dijo y luego me besó en la boca-. Llama a recepción y pide una botella de champán, yo invito. Hay que celebrar el polvo que hemos echado y el que vamos a echar luego.

Llamé y ella se levantó para ir al baño.

-              Ven Carlos, mira que bañera tan fantástica para bebernos el champán.

En efecto, había una bañera tan grande como para que cupieran dos personas cómodamente.

-              Voy a ir llenándola –dijo Mónica-.

Llamaron a la puerta de la suite, cogí un albornoz del hotel para abrir. El camarero dejó la enfriadora y las copas sobre una mesa y se marchó. Cogí las cosas y las llevé al baño. Mónica ya estaba dentro de la bañera. Abrí la botella, serví las copas y le pasé una.

-              Estás todavía empalmado –me dijo-.

-              Me has puesto a reventar.

-              Me alegro.

Entré en la bañera y me puse a su lado, dejando a mano la enfriadora. La besé en la boca.

-              Brindemos por este encuentro tan provechoso –dijo Mónica-.

-              Y porque haya más en el futuro.

-              ¿Fuiste novio de Mari Carmen?

-              Si, éramos dos adolescentes, luego lo dejamos y ahora tenemos una buena amistad.

-              Es una chica estupenda y muy vistosa, ya me entiendes.

-              Claro que te entiendo, de adolescente tuvo problemas con el tamaño de sus tetas, pero ahora está estupenda.

-              Te voy a decir una cosa, Susana, la directora para España de la empresa mejicana, tiene las tetas, por lo menos como Mari Carmen de grandes, sino más. -Arqueé las cejas, porque ya debía tener las tetas grandes-. Carlos ese es uno de los motivos de haberte escogido a ti, imagino que ya estás acostumbrado y no estarás todo el tiempo mirándoselas.

Ahora iba a resultar que me habían elegido para el trabajo por haber tenido una novia tetona.

-              Mónica los hombres no nos acostumbramos nunca a unas tetas como esas.

-              Bueno, al menos no te sorprenderás tanto.

-              Eso si es verdad. Tienes unas tetas muy bonitas, lástima que tengas tanta marca del top del biquini.

-              Yo también lo pienso, pero no me animo a hacer toples.

Llené las copas y luego la besé de nuevo en la boca. Ella me cogió la polla y comenzó a hacerme una paja suavemente bajo el agua.

-              Follas bien –me dijo-.

-              Tú también, eres muy sensual follando.

-              Me gusta mucho el sexo, creo que es la mejor característica del ser humano, follar para divertirse y obtener y dar placer, no sólo para mantener la especie.

-              Me estás calentando otra vez –le dije, por la paja que me estaba haciendo-.

-              Eso pretendo.

-              Eres muy traviesa.

Mónica se movió y se puso a cuatro patas delante de mí. Estaba claro lo que quería. Me puse de rodillas detrás de ella con la polla entre los cachetes de su culo y cogiéndole las tetas. Ella movía su culo de un lado al otro y de arriba abajo masturbándome.

-              Tienes un pedazo de polvo.

-              Lo sé, lo mismo que sé que tengo que aprovechar los años que me quedan de estar así.

Puse la polla a la entrada de su chocho y ella fue echándose hacia atrás hasta que la tuvo entera dentro.

-              No te muevas, deja que marque yo el ritmo. –Me dijo-.

-              Como quieras.

-              Acaríciame el clítoris.

Así lo hice. Ella se movía despacio, pero con mucho recorrido casi hasta sacarse mi polla. Me daba mucho placer. Luego empezó a mover su culo en círculos. Su culo era una preciosidad, le di un cachete y luego otro.

-              Estoy muy caliente Mónica, no voy a tardar en correrme.

-              Yo tampoco. Cuando te vayas a correr apriétame el clítoris y mueve tu mano más rápido. –Esta es una de las cosas que me gustan de las mujeres maduras, que tienen claro lo que les da más placer-.

Siguió moviendo su culo en todas direcciones, hasta que le dije:

-              ¡Mónica ya, me corro, no puedo más!

Hice lo que ella me dijo y noté que ella también iba a correrse.

-              ¡Y yo, no la saques, siiii, aaaagggg, me corroooo, sigue, sigue!

Nos quedamos unos minutos más en la bañera para terminar la botella de champán y luego nos secamos besándonos. Mónica se vistió y ya en la puerta de la suite me dijo:

-              Lo he pasado muy bien, ha sido una reunión muy productiva y por favor no le digas nada a nadie, incluyendo a Mari Carmen y a Antonia.

-              No te preocupes, sé ser discreto. Espero que se repita más veces. –La volví a besar y se fue-.

Me quedé un rato en la cama, después me vestí, pagué el hotel, ella había pagado la botella de champán y me fui a coger el AVE de vuelta a Sevilla. ¡Joder, qué mujer la jefa de Mari Carmen!

A la mañana siguiente le conté a Antonia lo que podía contarle de la reunión con Mónica.

-              Qué raro que sólo quieran tener interlocutores masculinos. –Me dijo Antonia-.

-              Pues sí, a mí también me extrañó mucho.

-              Si eso quieren, eso les daremos. No podemos perder este cliente, estamos apurados de dinero para pagar los gastos del bufete y vivir nosotros.

El sábado por la mañana me fui a pasar el trasnoche con Mari Carmen. Llegué a su casa sobre las doce de la mañana. Mari Carmen había cogido la costumbre de estar desnuda en su casa, lo cual por una parte era muy gratificante, pero por otra me tenía todo el tiempo más caliente todavía.

-              Mari Carmen, te he dicho que estás cada día más buena. –Le dije cuando me abrió la puerta-.

-              Anda ya, si me estoy haciendo mayor. –Respondió ella con coquetería-.

Yo me desnudaba también al llegar a su casa, no tenía mucho sentido que ella fuera desnuda y yo vestido. Ver las grandes y bonitas tetas de Mari Carmen me excitaba tanto, que me pasaba la mayor parte del tiempo empalmado.

-              Iba a ducharme, había pensado que saliéramos a tomar un vino y a comer. ¿Te parece?

-              Claro.

-              ¿Te apetece mirarme mientras me ducho? –Me dijo abrazándome-.

Como he dicho antes Mari Carmen y yo habíamos sido novios de adolescentes unos dos años. En esa época ella estaba tan acomplejada por el tamaño de sus tetas, que no me dejó nunca que se las viera o se las tocara. Mirarla ahora, cuando duchándose se sobaba las tetas, me excitaba tanto, que unas veces terminábamos follando y otras haciéndonos cada uno una paja.

La seguí al baño, ella entró al plato de ducha y abrió el rociador, dejando caer el agua sobre sus grandes tetas. Cogió el gel y se lo fue extendiendo por todo su cuerpo con especial insistencia en sus tetas. Ella actuaba como si estuviera sola en el baño, pero iba dándose vueltas para que yo la viera por todas partes. Cuando ya se había aclarado el jabón, empezó a acariciarse suavemente su depilado chocho, mientras le seguía cayendo el agua por el cuerpo. Yo comencé a hacerme una paja sin poder dejar de mirarla. Ella miraba como yo subía y bajaba mi mano por mi polla y yo la miraba como ella se hacía un dedo con las piernas un poco abiertas. No pude más y entré con ella al plato de ducha para besarla.

-              Sigue haciéndote la paja, me pone mucho mirarte –me susurró-.

-              Y a mí ver cómo te vas excitando cada vez más.

-              Carlos, bésame las tetas.

Le puse una mano en su culo, la atraje hacia mí y comencé a besarle las tetas sin dejar de pajearme. Ella con una mano se abría el chocho y con la otra se acariciaba el clítoris.

-              Me voy a correr, córrete conmigo. –Me dijo-.

Yo aceleré el movimiento de mi mano y tampoco iba a tardar en correrme.

-              ¡Ahora Carlos, ahora, córrete!

-              ¡Aaaagggg! –Grite cuando empecé a correrme sobre su barriga-.

Nos sentamos los dos en el plato de ducha para recuperar el aliento.

-              Somos unos pajilleros pervertidos y me encanta –me dijo-.

Terminamos de ducharnos y de vestirnos y salimos a comer. Era temprano y nos sentamos primero a tomar un vino en una terraza.

-              ¿Qué tal la reunión con Mónica? –Me preguntó Mari Carmen-.

-              Muy bien, parece una mujer muy competente.

-              Y lo es.

-              Me dijo que nos ibais a enviar a unos clientes mejicanos para que les asesorásemos en algunas ciudades.

-              ¡Qué bien para vosotros, creo que es un buen cliente!

-              ¿Tú los conoces?

-              Sí, han estado varias veces en el bufete, aunque yo no he estado en ninguna reunión con ellos.

-              ¿Quiénes son los que han estado?

-              Un hombre llamado Mario, que creo que es el director de expansión internacional de la empresa y una mujer llamada Susana, que es la directora de la empresa en España. Por cierto y para que yo lo diga, vaya par de tetas que carga. No voy a decir que las mías se queden pequeñas, pero yo creo que sus tetas son todavía más grandes.

Las tetas de la tal Susana debían de llamar la atención, porque tanto Mónica como Mari Carmen me las habían comentado al hablar de ella.

Pasamos una tarde-noche muy agradable y regresé a Sevilla para comer con mis padres. Cuando volví a mi apartamento, encendí el ordenador y tenía un correo de Mónica con información sobre los clientes y lo que querían de nosotros. La empresa se llamaba RESMEX (Restaurantes Mexicanos), al parecer tenían una muy buena implantación en su país, y en general en toda América, y estaban empezando a implantarse en Europa. En España habían escogido diez ciudades, entre ellas Sevilla, Málaga-Costa del Sol y Bahía de Cádiz, que eran el objeto de nuestro trabajo. Nuestra misión era asesorarles en la elección de locales, contratos de compra, proyectos técnicos, licencias,…etc. Me pasé el resto de la tarde intentando enterarme algo de esos temas.

Por la mañana del lunes estaba un tanto inquieto por dos cuestiones, el cliente podía ser muy importante para nosotros y, por tanto, era una responsabilidad grande para mí causarles una buena impresión y, por otro lado, por las tetas de la tal Susana, ya sé que puede parecer frívolo, pero qué hombre no estaría inquieto con lo que me habían dicho sobre ellas. A las doce más o menos llamaron a la puerta, habíamos quedado que Antonia los recibiría, se presentaría y los acompañaría a nuestra pequeña sala de reuniones.

-              Carlos ya han llegado, están en la sala de reuniones.

-              Gracias Antonia, a ver si va todo bien.

Entré en la sala de reuniones y había dos personas de pie, un hombre que debía ser Mario mirando hacia la puerta y una mujer de espaldas mirando por la ventana y hablando por el móvil. El hombre se vino hacia mí extendiendo el brazo para saludarme.

-              Buenos días soy Mario, director de expansión internacional de RESMEX.

-              Encantado soy Carlos, socio del bufete.

-              Perdone a Susana, pero ha tenido que coger el teléfono, era una llamada importante desde México.

-              No se preocupe, por favor, siéntese.

-              Gracias -dijo Mario sentándose, yo me quedé de pie hasta que Susana terminara de hablar-.

A contraluz en la ventana percibía una bonita forma de mujer. Llevaba una camisa blanca entallada y una falda estrecha roja por encima de la rodilla, que le hacía un culo de ensueño. Mediría sobre un metro sesenta, pero calzaba unos zapatos rojos de tacón de más de diez centímetros. Por fin se despidió de con quién estuviera hablando, colgó y se volvió hacia nosotros. ¡Carajo qué tetas! No pude evitar quedarme mirando semejante delantera. Llevaba la camisa muy cerrada, pero el volumen de sus tetas luchaba contra la tela de la camisa y contra sus botones. Tenía todavía más tetas que Mari Carmen. Me recordó a las actrices pechugonas de los años sesenta y setenta, Sofía Loren, Raquel Wells, Anita Ekberg y otras así, pero creo que con más tetas todavía.

-              Perdóneme pero tenía que atender la llamada. Soy Susana, responsable en España de RESMEX. –Dijo extendiendo el brazo para darnos la mano-.

-              Encantado soy Carlos, socio del bufete. No tengo nada que perdonar. Por favor, siéntese.

Tenía el pelo negro, no castaño oscuro sino negro, largo, cogido en una coleta muy tirante, los ojos también negros y grandes, la piel morena, una bonita nariz y una boca grande de labios carnosos pintados de rojo. Era una mujer muy atractiva y lo sabía.

-              Si le parece empezamos, pues antes de las dos tengo que coger el avión a Madrid, para emprender el regreso a México. –Dijo Mario-.

-              Por supuesto –le contesté-.

-              Imagino que ya le han informado de nuestra voluntad y de nuestras necesidades.

-              Sí, pero por favor, díganmelas ustedes directamente.

-              Adelante Susana –le dijo Mario-.

-              Nuestra empresa, la mayor cadena de restaurantes de calidad de México, quiere implantarse en España. Entre las ciudades que hemos elegido están Sevilla, Málaga-Marbella y Bahía de Cádiz, Jerez, Puerto de Santa María y el propio Cádiz. Nuestra idea es abrir tres restaurantes en Sevilla… -mientras hablaba yo le miraba disimuladamente las tetas, que me tenían subyugado- dos en Málaga y uno en Marbella y uno en cada una de las ciudades que le he dicho en la Bahía de Cádiz.

-              Sabía las ciudades, pero creía que era sólo uno en cada una de ellas.

-              No, queremos montar una red de restaurantes, como hemos hecho ya en otros países.

¡Qué pedazo de mujer! Pensé mientras ella seguía explicándose.

-              Entonces nosotros nos encargaríamos de nueve restaurantes en total. –Le dije-.

-              Así es.

-              Perdone que les haga dos preguntas. Normalmente en estos procesos de expansión o la empresa contrata a su personal para que los gestione o se lo contrata a una consultora de forma centralizada.

-              En efecto, pero nuestra empresa no quiere cargarse con personal propio para la expansión del que después tendría que prescindir y no queremos contratar a una sola consultoría y poner todos los huevos en la misma cesta. –Me contestó Susana-. ¿Y la otra pregunta?

-              ¿Por qué escogen un bufete pequeño?

-              En general, no queremos trabajar con bufetes grandes, llevan demasiadas cosas y no recibimos el servicio que necesitamos. En particular a ustedes porque nos han sido recomendados. ¿Satisfecho?

-              Una última pregunta, ¿por qué no quieren a mujeres como interlocutoras?

-              Eso ya es una decisión mía no de RESMEX. Soy una mujer muy competitiva y muy exigente y no me gusta trabajar con otras mujeres. ¿Satisfecho ahora?

-              Totalmente.

Mario no hacía otra cosa que mirar el reloj y en ese momento de la conversación dijo:

-              Lo siento pero debo marcharme o perderé el avión. Para todo lo que necesite hable con Susana, ella es la responsable de todo en España.

-              Perfecto.

Le acompañé a la puerta del bufete, nos despedimos y volví a la sala de reuniones.

-              Una cuestión de intendencia, ¿comemos juntos? –Le pregunté a Susana-.

-              No puedo, he quedado para comer con el propietario de unos locales que nos podrían interesar.

-              ¿Cenamos entonces?

-              Sin problema, no me gusta cenar sola y así seguiremos hablando.

-              Perfecto, pasaré a buscarla donde me diga.

Me dio la tarjeta de un muy buen hotel.

-              A las ocho, ya sabe que los mexicanos somos de cenar temprano.

Seguimos la reunión y a las dos dijo que se tenía que ir o llegaría tarde a la comida. La acompañé a la puerta y confirmamos lo de la cena.

Fui al despacho de Antonia.

-              ¿Qué tal ha ido todo? –Me preguntó-.

-              Muy  bien, quieren abrir nueve restaurantes y no tres.

-              Estupendo, el triple de trabajo. Por cierto, vaya pedazo de mujer.

-              Y que lo digas, he quedado con ella para cenar y seguir hablando.

-              Cuidado con la polla, no la vayas a liar.

-              Antonia no seas pesada con ese tema.

A las ocho menos cinco estaba esperando a Susana en la recepción del hotel. Bajó a las ocho en punto. Venía vestida de manera más informal, pantalón vaquero muy ajustado, camisa también vaquera igualmente ajustada, con los suficientes botones abiertos como para mostrar el principio del canal de Suez que le formaban sus tetas, y zapatos negros de mucho tacón.

-              Me he vestido más informal para cenar, estoy harta de tener que llevar la imagen de ejecutiva.

-              Por mí perfecto.

La llevé a un restaurante próximo al hotel. Cuando nos sentamos ella pidió un margarita y yo me sumé a su elección. Ella me pidió que nos tuteáramos. Cenamos hablando del trabajo y cuando terminamos nos ofrecieron una copa, ambos tomamos tequila.

-              Debe ser duro empezar a vivir en otro país. –Le dije-.

-              No te creas, he pedido yo venir aquí.

-              ¿Un ascenso?

-              No, más bien un descenso en la empresa. Acabo de salir de un divorcio traumático y quería poner tierra de por medio.

-              Conocías ya España.

-              Sí, cuando trabajaba en otra empresa estuve algunos meses aquí.

-              ¿Y qué te pareció?

-              Al principio me extrañó, incluso me escandalizó un poco, las costumbres europeas son muy diferentes a las mexicanas, pero luego me gustó la liberalidad de la sociedad, la libertad para formar pareja sin tener que pasar por el altar, la libertad con el sexo y el desnudo, los matrimonios homosexuales, la escasa influencia política de la iglesia y tantas cosas diferentes.

Era una mujer deslumbrante, yo luchaba por mantener mi mirada en su cara, pero sus tetas producían un magnetismo sobre mis ojos difícil de evitar.

-              ¿Te parece si tomamos una copa en otro sitio? –Le propuse-.

-              Bueno, pero sólo una, mañana temprano tengo que volver a Madrid.

Pagué y nos levantamos, cuando la seguía para salir del restaurante, pude observar más detenidamente su poderoso culo embutido en aquellos vaqueros. Era bastante respingón y con unas nalgas más grandes que pequeñas. Cuando llegamos al sitio, también próximo a su hotel, después de pedir otros dos tequilas, ella dijo que tenía que ir al servicio a retocarse el maquillaje. Cuando volvió se había soltado otro botón de la camisa y el magnetismo de sus tetas sobre mis ojos subió notablemente.

-              No deber ser fácil ser ejecutiva en Méjico.

-              En México nada es fácil, salvo que seas muy rico, que no era el caso de mi familia.

A su lado podía verle el inicio de sus tetas y el borde superior de su sujetador, negro con encajes. Empezó a costarme mucho trabajo apartar la vista de esa imagen.

-              Carlos no tengo problemas con que me mires los pechos, estoy más que acostumbrada y comprendo la atracción que sentís los hombres por ellos.

-              Perdona Susana, no he pretendido ser grosero.

-              Y no lo has sido, cargo con estas tetas desde los dieciséis años, tengo treinta y siete y estoy muy orgullosa de ellas y de lo que ellas han hecho por mí.

Terminamos la copa y la acompañé de regreso al hotel. Cuando nos íbamos a despedir me preguntó:

-              ¿Te gusto?

-              Claro que sí Susana, eres una mujer deslumbrante, que gusta a cualquier hombre y no sólo por tus pechos.

-              ¿Quieres subir?

Me acojoné vivo, estaba deseando besar y acariciar a aquella mujer. Me acordé de las advertencias de Antonia, pero no podía decirle que no.

-              Lo estoy deseando. –Le contesté por fin y empecé a empalmarme sólo de pensar que iba a estar con semejante monumento-.

Entramos en el ascensor del hotel con otra pareja que se bajó antes que nosotros. En cuanto se cerraron las puertas nos abrazamos y nos besamos en la boca. Retomamos la compostura hasta llegar a su habitación. Ya dentro, apoyados contra la puerta, volvimos a abrazarnos y a besarnos. Notaba sus tetas apretándose contra mi pecho. Ella metió una pierna entre las mías y apretó su muslo contra mi polla, que estaba ya completamente empalmada.

-              Déjame que te desnude –me dijo-.

Miraba ya sus tetas con total descaro, mientras ella soltaba los botones de mi camisa y me la sacaba de los pantalones, luego me soltó el pantalón y lo dejó caer al suelo, yo me descalcé. Volvimos a besarnos, le agarré el culo y la apreté contra mí. Luego soltó los botones de mis boxes que cayeron al suelo, quedándome totalmente desnudo. Estaba tan caliente que me dolía la polla de lo dura que le tenía.

-              Déjame que ahora te desnude yo a ti. –Le dije-.

-              No, siéntate en el sofá y mira como me desnudo para ti.

Me senté como ella me indicó. Tenía un nudo en el estómago. Ella se alejó de mí y lentamente fue soltándose los botones de la camisa, al terminar se la dejó puesta, luego se soltó los botones y la cremallera del pantalón, se dio la vuelta y se los bajó, llevaba un tanga de hilo negro y tenía un culo precioso, sus nalgas, grandes y prominentes, absorbían el tanga. Se apoyó en la cama de espaldas a mí para quitarse del todo los pantalones y se volvió a poner los tacones. Todavía de espaldas a mí se quitó la camisa, dejándola caer al suelo. El sujetador, debido al tamaño de las tetas de Susana, era bastante ancho por la espalda. Se dio la vuelta, estaba preciosa. Las copas del sujetador difícilmente le cubrían las tetas de las areolas para abajo, tenía una pequeña barriguita de lo más atractiva, el tamaño del triángulo del tanga hacía presagiar que debía recortarse bastante el pelo de su coño, sus piernas, sobre aquellos tacones, se veían preciosas. Nos miramos a los ojos.

-              ¿Te gusta lo que ves? –Me preguntó-.

-              Me vuelve loco. Eres una mujer preciosa.

-              Pues todavía no has visto lo mejor –me dijo acercándose a mí y dándome luego la espalda-. Suéltame el sujetador.

Me temblaban un poco las manos, me costó trabajo por los muchos gafetes que tenía, pero se lo solté. Ella lo sujetó sobre sus tetas y se alejó de mí. Yo no podía estar ya más caliente. Deseaba abrazar, acariciar, besar, lamer y morder el cuerpo de esa mujer. Se volvió de frente a mí y dejó caer el sujetador, tratando de cubrirse las tetas con las manos, pero era imposible, sus pequeñas manos escasamente le tapaban las areolas y los pezones. Eran unas tetas firmes muy redondas. Se veían enteras morenas, sin marcas de bañador o biquini. Tuve que empezar a sobarme la polla para tratar de aliviar la tensión que soportaba. Finalmente bajó sus manos dejándome ver unas areolas grandes marrón claro con unos pezones también grandes muy carnosos. Ya no pude aguantar más y me levanté para abrazarla y besarla.

-              Eres una mujer preciosa. –Le dije antes de besarla en la boca y agarrar su culo, que lo tenía duro y apetitoso, para pegarle la polla al vientre-.

Después de besarnos unos minutos, le di la vuelta para poder sobarle las tetas, encajar mi polla entre sus abundantes nalgas y besarle el cuello.

-              Uuuummm, me gusta mucho estar así. –Me dijo moviéndose suavemente de un lado a otro-.

Me puse en cuclillas para bajarle el tanga y besar su culo, después le di la vuelta para ver y besar su chocho. Llevaba el pelo muy corto y perfilado tipo brasileño, le besé el monte de Venus, mientras la apretaba contra mí con mis manos puestas en su culo.

-              ¿Te gustan las cubanas? –Me preguntó-.

-              Ahora me gustan más las mejicanas.

-              Tonto, me refiero a las pajas cubanas.

-              Perdona, lo que pasa es que ahora en España ha dado por llamarlas pajas rusas.

-              ¿Quieres que te haga una?

-              Todavía no, me correría inmediatamente y quiero estar mucho más tiempo contigo.

Me incorporé y volví a besarla, Susana me cogió la polla y los huevos con sus manos.

-              ¡Uuuummm, qué bueno! –Exclamé-.

Le sobé fuertemente sus nalgas y ella respondió apretándome más la polla y los huevos.

-              Por favor, ponte a cuatro patas sobre la cama mirándome, quiero ver tus tetas en esa posición. –Le pedí-.

Lo hizo. Sus enormes tetas le colgaban cerca de un palmo. Ella levantó una mano de la cama para acariciarse sus tetas sin dejar de mirarme, tuve que sobarme de nuevo la polla. Me acerqué a ella y puse mi polla a la altura de su boca, ella dejó de acariciarse las tetas para cogerla y lamerme el capullo, luego tiró para atrás de la piel y me descapulló. Tenía la polla brillante del líquido preseminal que había segregado. Ella se la metió en la boca y yo empecé a sobarle sus tetas.

-              Fóllame ya –me dijo-.

Me puse detrás de ella también de rodillas sobre la cama y empecé a rozar mi polla por su chocho, lo tenía muy mojado. Después se la fui metiendo lentamente, hasta que mis huevos toparon con su coño.

-              ¡Aaaaggg, me gusta que me follen en esta posición, acaríciame el clítoris!

Llevé mi mano a su clítoris, era grande y estaba muy salido. La visión de su culo mientras bombeaba dentro de ella me gustaba mucho. Con la otra mano le cogí su coleta y tiré de su cabeza hacia atrás.

-              Susana estoy muy cerca de correrme.

-              Yo también. Córrete luego sobre mis tetas. ¡Sigue Carlos, sigue follándome, Aaaaggg, me corro, ahora, sigue, sigue! ¡Ven aquí! -Me dijo poniéndose boca arriba en la cama-.

Me puse sobre ella, me cogió la polla y la dirigió a sus tetas, mientras me sobaba los huevos.

-              ¡Córrete ahora, córrete vamos!

Comencé a lanzar chorros uno detrás de otro hasta llenarle sus tetas. Luego me tumbé en la cama junto a ella.

-              ¡Qué barbaridad Susana, cómo me has puesto de caliente!

-              Y tú a mí, hace tiempo que no me corría con tanta intensidad.

Nos quedamos un rato quietos y en silencio, luego le dije:

-              Cuéntame más cosas sobre ti.

-              No hay gran cosa que contar. Me desarrollé muy pronto como mujer, en mi fiesta de los quince años ya tenía unas hermosas tetas que eran la envidia de mis amigas y la tentación de los chicos, pero que a mí me producían un cierto complejo, que sólo me duró hasta que me di cuenta que mis tetas iban a ser un rasgo destacado de mi personalidad. Desde la pubertad supe que era una mujer pasional, siempre me ha gustado el sexo. Tuve mi primer contacto sexual a los dieciséis años, cuando le hice una paja a un chico, mientras le dejaba que me viera y me sobara las tetas.

Susana hablaba boca arriba con la cabeza sobre dos almohadas y yo la escuchaba mirándola de lado, apoyado sobre un codo. Se veía preciosa, sus tetas desbordaban su cuerpo. Mientras hablaba había empezado a acariciarme la polla, que seguía empalmada.

-              Estudié administración de empresas. En la universidad casi todos los chicos y gran parte de los profesores me rondaban seducidos por mis tetas. Los hombres con los que tuve relaciones me pedían siempre que les hiciera una paja cubana. Me aficioné a hacerlas, me gusta sentir una buena polla dura entre mis tetas y el semen caliente cuando el hombre se corre sobre ellas. Durante mis estudios mis tetas me ayudaron a mejorar algunas notas con algunos profesores maliciosos.

Empecé a sobar de nuevo las tetas de Susana. Efectivamente, su poder de atracción podía ser enorme para cualquier hombre. Eran muy suaves y las tenía muy calientes.

-              Cuando empecé a trabajar me abrieron muchas puertas entre mis jefes, aunque también me las cerraron entre mis jefas y las esposas de mis jefes, por eso no quiero trabajar con mujeres.

-              Bueno, yo conozco a mujeres que también quedarían seducidas por tus tetas y mujeres que no les importa que las tengas así de grandes.

-              Alguna ha habido que ha querido tocármelas y besármelas, pero hasta ahora casi no he tenido relaciones con mujeres, me gustan demasiado los hombres, aunque no descarto que en algún momento pueda suceder. Me casé joven, demasiado joven tal vez. Mi esposo y yo pasamos unos primeros buenos años juntos, hasta que él se volvió muy celoso y aunque alguna razón tenía para estarlo, se puso insoportable y nuestra convivencia se volvió difícil.

Me puse sobre ella, la besé en la boca y luego fui bajando hasta terminar en sus tetas. Tenía la polla como un leño, me la cogí y empecé a darle golpes con ella en los pezones, que los tenía erectos y duros.

-              Me gusta mucho que me hagan eso –dijo ella cogiéndose las tetas y apretándoselas-. Si sigues así vas a tener que cumplir de nuevo.

-              Por mí encantado.

Eché un brazo hacia atrás y puse mi mano en su chocho, ella abrió las piernas, ahora no estaba mojado, estaba empapado.

-              Pon tu polla aquí –me dijo señalando en medio de sus tetas-.

La puse y ella la aprisionó entre sus tetas, sin dejar de acariciarle el clítoris me fui moviendo adelante y atrás, mientras ella movía sus tetas en círculos.

-              ¿Te gusta cómo te la hago? –Me preguntó-.

-              Me hace sentir en la gloria.

-              Sigue acariciándome que quiero correrme de nuevo.

Desde luego era una experta en pajas cubanas.

-              Susana no voy a aguantar mucho más.

-              Yo tampoco, tienes unos dedos mágicos.

Seguimos así un poco de tiempo más, hasta que el dije:

-              ¡Susana me voy a correr!

-              Lo sé, yo también.

Me corrí sobre su cara y sobre su pecho y ella se corrió gritándome que no parara de acariciarle el chocho. Para entonces eran más de las dos de la madrugada, ella tenía que salir temprano de viaje y yo tenía bastantes cosas que hacer al día siguiente. Nos duchamos juntos, me vestí y quedamos en hablar por teléfono próximamente.

Si se enteraba Antonia de lo que había pasado, no iba a estar muy contenta conmigo, pero era imposible decirle que no a una mujer como esa.

El método de trabajo que habíamos establecido era que RESMEX buscaba los posibles locales, ya que eran ellos los que sabían las características que debían tener y la ubicación donde los querían. Después nos remitían los que iban seleccionando y nosotros estudiábamos si podían tener algún problema.

A los quince días de empezar a trabajar con ellos, nos habían remitido varios locales y nosotros les encontramos problemas a todos. Unos tenían problemas de embargos, otros de titularidad, otros de imposibilidad del uso,…etc. Después de enviarle varios informes a Susana con los reparos, me convocó en Madrid para tener una reunión.

-              Carlos me gustaría que nos viéramos mañana por la tarde.

-              De acuerdo. ¿A qué hora?

-              Yo no puedo antes de las seis de la tarde.

-              Sin problemas, me quedaré a dormir en Madrid.

-              No hace falta que cojas hotel, mi casa es lo bastante grande como para que te quedes a dormir en ella.

Al día siguiente estaba en las oficinas de RESMEX un poco antes de la hora de la reunión. Me recibió una secretaria, muy guapa por cierto, que me pasó a una pequeña sala de espera. Cinco minutos después me dijo que la acompañara al despacho de doña Susana, entré y la secretaria cerró la puerta. Susana me recibió con un beso en la mejilla.

-              Hola Carlos me alegra verte de nuevo.

-              Igualmente Susana.

Llevaba más o menos la misma ropa de la primera reunión que mantuvimos. Estaba tan guapa como siempre y sus tetas seguían siendo un portento.

-              Carlos he querido reunirme contigo porque las cosas no van nada bien y quería tu opinión.

-              De acuerdo, ¿qué pasa?

-              Como sabes en Andalucía no hemos conseguido nada todavía. Sé que no es culpa tuya, sino todo lo contrario, te agradezco la exactitud de tus informes y las cautelas que tomas. En todo caso, no llevamos más que dos o tres semanas trabajando. El problema está en otras ciudades en las que llevamos más de tres meses, tampoco hemos tenido resultados positivos y encima por culpa de la falta de rigor de los asesores han estado a punto de engañarnos dos veces. Ha tenido que ser el propio notario el que nos ha desvelado los problemas que había. Cuando hemos conseguido algún local adecuado y sin problemas, se nos han adelantado a comprarlo.

-              Vaya, lo siento.

-              Mario, el directivo al que conociste, está empezando a impacientarse conmigo. No sé dónde está el problema.

-              ¿Quién os facilita los locales?

-              Normalmente, una agencia inmobiliaria que han seleccionado en central, pero también algunos propietarios directamente.

-              Los que yo he estudiado venían de la agencia.

-              Sí, vamos creo que sí.

-              ¿Qué comisión os cobra?

-              Un cinco por ciento.

-              Pues cambia de agencia. Por la comisión que os cobra, antes de presentaros los locales tendría que estudiarlos, no limitarse a poneros en contacto con los propietarios.

-              Me lo tienen que autorizar en México.

-              Respecto a los asesores que han metido la pata, cámbialos primero que nada. Que te engañen con los locales, es mucho peor que no conseguir locales.

-              Tienes razón. Vamos a dejar el trabajo por hoy, estoy cansada y necesito relajarme.

Nos fuimos andando desde las oficinas de RESMEX hasta la casa de Susana.

-              He tenido suerte con la casa que he alquilado. Es céntrica, está muy bien y tiene una terraza grande.

Efectivamente, el edificio tenía muy buena pinta. Cuando nos montamos en el ascensor empezamos a besarnos de forma muy apasionada.

-              Tenía muchas ganas de estar contigo de nuevo. –Le dije-.

-              Yo también de estar contigo, me encuentro un poco sola.

El piso estaba muy bien, grande y con una bonita decoración.

-              Has tenido más suerte con tu piso que con los locales.

-              Pues sí. Le he dicho a la asistenta que deje algo preparado en la terraza para cenar. No sé si tengo más hambre o más ganas de follar. –Me dijo antes de besarme-. Aunque creo que deberíamos cenar primero para coger fuerzas.

-              Cómo quieras.

-              Perdóname un momento que voy a ponerme cómoda.

Me dejó en el salón y ella desapareció por una puerta que parecía dar a un pasillo. Me dediqué a mirar las cosas que había en el salón y luego me senté en un sofá. Ella volvió con una fina bata de casa, por encima de las rodillas, de color rojo.

-              ¿Te apetece un margarita? –Me dijo al entrar en el salón-.

-              Claro.

Mientras preparaba la jarra de margarita me pegué a ella por detrás. Me pareció que no llevaba nada bajo la bata.

-              ¡Uuummm, que bueno que ya estés así! –Me dijo al notar mi polla erecta entre sus nalgas-.

Salimos a la terraza, en un lado había una amplia tumbona.

-              ¿Tomas el sol aquí? –Le pregunté-.

-              Me gusta tomar el sol desnuda, lástima que sólo puedo hacerlo los fines de semana. Me aficioné la otra vez que estuve en España. Es un placer casi inigualable.

-              Yo quiero aficionarme, una amiga, que tiene unas tetas casi como las tuyas, es nudista y me está metiendo el gusanillo.

-              ¿Te refieres a Mari Carmen, la abogada de Córdoba?

-              Sí, ¿la conoces?

-              Me la han presentado antes de alguna reunión.

Nos sentamos a tomarnos el margarita en la mesa de la terraza. Sus grandes tetas luchaban contra la fina tela de la bata en la que se señalaban sus pezones, que debían estar ya erectos.

-              Parece una chica muy simpática y muy capaz. –Me dijo refiriéndose a Mari Carmen-.

-              Y lo es. ¿Con ella tampoco podrías trabajar?

-              Creo que con ella sí. Cuando nos presentaron, hubo una especie de corriente de solidaridad entre nosotras por razones evidentes.

Yo no conseguía que se me bajase la erección y me dolía la polla contra el pantalón.

-              ¿Te importa si yo también me pongo cómodo? –Le dije-.

-              Claro que no, perdóname te lo tenía que haber ofrecido. Ven y te doy un albornoz.

Nos levantamos y la acompañé dentro del piso, cruzamos el salón y salimos por la misma puerta que ella lo había hecho antes. Entramos en un dormitorio que no parecía el principal, de un armario sacó un albornoz y me lo pasó. Se sentó en la cama mirándome mientras yo me desnudaba.

-              Me gusta el cuerpo de los hombres jóvenes. –Dijo-.

-              A mí me gusta el cuerpo de las mujeres maduras.

Yo seguía con la polla como un palo. Me puse el albornoz, que era incapaz de disimular mi erección y volvimos a la terraza a seguir tomando el margarita.

-              Una vez, estando en la universidad, después de cenar en la cantina, me di cuenta que no tenía dinero para pagar la cuenta. –Empezó a contarme-. Me solté un botón más de mi camisa, fui en busca del mesero y se lo dije. Me miró descaradamente las tetas y me contestó que olvidaría la cuenta si le dejaba hacerse una paja mirándome las tetas. Miré hacia su entrepierna y tenía un bulto tremendo. Le contesté que de acuerdo, pero que sólo podría mirar. Me condujo al almacén de la cantina, encendió la luz y cerró la puerta. Me senté sobre unas cajas y despacio me quité la camisa y me saqué las tetas del sujetador. –El relato de Susana me estaba calentando todavía más de lo que ya estaba-. El hombre se bajó los pantalones, tenía la polla a reventar y empezó a hacerse una paja mirándome las tetas. Me excitó que aquel hombre estuviera así de verme las tetas.

-              Ábrete la bata –le pedí-.

Susana lentamente se soltó el cinturón y dejó sus tetas al aire. Yo me abrí también el albornoz, descubriendo mi polla y empecé a hacerme una paja mirándola.

-              ¿Te excita verme las tetas tanto como al mesero?

-              Creo que a mí me excita todavía más. Sigue con la historia, por favor.

-              Sí, pero a ti quiero ser yo quien te haga la paja, ven aquí.

Me levanté y me puse de pie en frente de ella. Susana me cogió la polla y empezó a mover su mano derecha, mientras que con la izquierda se sobaba las tetas.

-              El mesero tenía una polla no muy larga, pero sí muy gorda, tanto que no podía cerrar la mano sobre ella. Respiraba muy fuerte y se le veía muy alterado. Creo que trataba de prolongar el momento de correrse, para así seguir viéndome las tetas. Tras unos minutos aceleró el ritmo de su paja y tras soltar un grito empezó a correrse a grandes chorros sobre el suelo. Lanzó por lo menos seis o siete y estuvo otro par de minutos sobándose tras correrse. Cuando terminó de sobarse la polla, metí mis tetas en las copas del sujetador, me puse la camisa y lo dejé en el almacén. Yo me había puesto tan caliente que tuve que meterme en el aseo a hacerme un dedo.

-              Susana, me voy a correr –le dije-.

-              Córrete sobre mis tetas, me encanta sentir el semen caliente sobre ellas.

Apreté sus tetas con mis manos para juntárselas más.

-              ¡Ahora Susana, sigue no pares, sigue, sigue!

Empecé a soltar chorros que se estrellaron contra sus tetas, mientras seguía apretándoselas. Noté que Susana se estaba corriendo también, pero de una forma muy especial, como si estuviera en un trance. Me apoyé en la mesa.

-              ¿La historia es cierta o te la has inventado? –Le pregunté cuando recuperé el aliento-.

-              Totalmente cierta desde el principio hasta el final.

-              Pues me ha puesto como una moto.

-              Me ha excitado tanto contártela mientras te hacía una paja y me sobabas las tetas, que me he corrido sin tocarme.

-              ¿Por qué me la has contado?

-              Porque he visto que necesitabas correrte y me apetecía contártela.

Susana se levantó y volvió a los dos minutos.

-              Tenía que limpiarme, no iba a cenar así.

Empezamos a picar algo de lo que había sobre la mesa.

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Datos del Relato
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