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Categoría: Maduras

El bombón de la cafetería

Este es mi primer relato y espero que os guste. Podría catalogarlo en “infidelidades” o “sexo con maduras” y he elegido la segunda opción. Es real, lo único que cambiaré son los nombres, seremos Mikel y Laura.



Soy un hombre de 40 años, casado, 1,77 de altura con la tableta muy marcadita debajo de su correspondiente barriguita, un tío muy normal. Laura es una mujer de 49 años, que se cuida mucho y que habitualmente va al gym. Metro y medio mal medido como le suelo decir en broma. Delgada, con unos ojos muy llamativos y un culo muy bien formadito (me llamó la atención desde el primer momento).



Laura y yo coincidíamos a menudo desayunando en la misma cafetería antes de entrar al trabajo. Hablábamos de lo típico que se habla a las 7:30 de la mañana, cotilleos, prensa rosa, futbol... Un día le pedí el facebook y me lo dio aceptándome como amigo enseguida. No hace mucho salió la noticia de que Leticia Sabater se había reconstruido el himen y ensanchado la vagina y esa noche le envié el enlace y nos estuvimos cachondeando largamente vía messenger. A partir de ese momento empezamos a chatear a menudo y a profundizar en nuestras vidas. Nos tirábamos todo el día chateando, sacándonos de nuestras casillas y provocándonos. Incluso llegamos a quedar a tomar algún café fuera de nuestro local habitual. La cosa no iba a mayores, a pesar de que Laura me preguntaba si lo que quería era acostarme con ella y yo lo negaba y le insistía que no. Ella por su parte me decía que nunca se acostaría con un tío casado.



Las conversaciones se prolongaban hasta altas horas de la madrugada, nos vacilábamos, buscábamos contradicciones en los mensajes del otro, hablábamos de experiencias sexuales y así pasaban los días hasta que una noche le dije que sí, que me gustaría acostarme con ella. Tras esta confesión seguíamos coincidiendo en los cafés y disimulábamos como si nada pasase entre nosotros.



Culpa del verano o del destino o simple casualidad, yo me quedaba una semana solo en casa, de “Rodríguez”. Propuse a Laura ir a cenar a una pizzería y aceptó. Los días anteriores fueron raros, llenos de nerviosismo y también de múltiples masturbaciones pensando en ella y en lo que a mí me gustaría que ocurriese y que tenía más o menos claro que no ocurriría.



Llego el día, me quedé solo y concreté la cita con Laura para pasar a buscarla en moto, dar una vuelta, tomar algo y cenar. Me afeité, me duché y me masturbé pensando en ella. Me vestí, cogí la moto y fui en su busca. La tarde noche transcurrió con total normalidad, dos amigos que quedan para cenar y punto. Después la llevé a tomar un café a un local en el que nadie nos molestaría. Estuvimos tranquilos y muy a gusto. Le di un pequeño masaje y estaba realmente relajada cuando de repente, se levantó de la silla en la que estaba y me pidió que la llevase a su casa. Llegó la hora de despedirnos y a diferencia de días anteriores se quedó abrazada a mi. 



Los siguientes días volvimos a quedar y todo fue por los mismos derroteros. El tercer día, después de dejarla en casa seguimos chateando, y le dije como me hubiese gustado abrazarla, estrujarla entre mis brazos y besarla, pero que no lo había hecho por respetar su decisión de no tener nada con un hombre casado. 



El miércoles amaneció como siempre, café matutino y mensajes a lo largo de todo el día, y en uno de ellos fue Laura la que me propuso quedar a cenar. Acepté sin dudarlo. Me dio varias opciones y me preguntó que me apetecería cenar a lo cual le respondí: TE QUIERO COMER A TI. DE ARRIBA A ABAJO, ENTERITA. Me salió del alma y me di cuenta que no había vuelta atrás. Si ella seguía queriendo quedar a cenar acabaríamos en mi casa y de lo contrario no quedaríamos ni para un café pero Laura insistió en que quedásemos a cenar, diciéndome que lo haría con vino para armarse de valor. Se me abrió el cielo, eso era un SI, era que quería que la comiese enterita, era un ¡Quiero acostarme contigo Mikel! 



Llegó la hora, la recogí, fuimos a cenar al sitio elegido y entre nosotros había una tensión inexistente hasta ese momento. Yo bebía un refresco y ella una copa de vino como había dicho. Terminamos de cenar y cogimos la moto. Ninguno decía nada. La moto iba hacia mi casa, como guiada por un piloto automático, sus manos se sujetaban a la altura de mi tripa y cuando la conducción me lo permitía acariciaba y sujetaba sus manos intentando relajarla y relajándome yo. Aparcamos la moto y subimos a mi casa.



Leyendo otros relatos ahora sería el momento en el que uno toma la iniciativa y empieza el frenesí, pero en mi caso eran todo nervios de adolescente, nervios de no saber qué hacer.



No habíamos tomado café y le pregunté si le apetecía uno, me dijo que si y según se preparaba el primero la besé, nos besamos. Besos dulces, nerviosos, besos de tanteo…Mientras se preparaba el segundo café nos fuimos al salón y la escena era muy cómica. No sabíamos si sentarnos, quedarnos de pie, abalanzarnos el uno sobre el otro o qué hacer. Nos abrazamos y seguimos besándonos. Me senté en el sofá y Laura sobre mis piernas, seguíamos besándonos llenos de nervios, dulcemente pero nuestras lenguas empezaban a buscarse. Entonces Laura me propuso que continuase con el masaje que le di hacía unos días. Nos dirigimos a la habitación y tras chocarnos varias veces llegamos a los pies de la cama sin dejar de besarnos y abrazarnos. Empezamos a acariciarnos. Quité la camiseta que llevaba Laura, solté su pantalón y deslicé mis manos por sus piernas ayudando al pantalón a descender. Tuve problemas con sus sandalias y ella me ayudó a quitárselas.



La habitación estaba iluminada por una tenue luz del pasillo pero aun así pude observar su maravilloso y deseado cuerpo,  cubierto por un bonito conjunto negro de ropa interior. Continuábamos de pie junto a la cama sin dejar de besarnos y acariciarnos. Acercando mi boca a su oreja le propuse que se tumbase boca abajo lo cual hizo rápidamente. Me quedé mirándola, mejor dicho admirándola. Fui al armario a coger crema para darle el masaje y disfrutar de su cuerpo. Encendí la luz del servicio para admirarla mejor. 



Me senté junto a ella y dejé caer un poco de crema por su espalda. Estaba muy tensa y nerviosa. Mis manos fueron masajeando su espalda y sus piernas y poco a poco Laura se relajaba y disfrutaba del masaje. Con una mano la masajeaba, con la otra me iba desnudando. Me quedé en ropa interior mientras mis manos recorrían sus piernas de arriba a abajo y subían por el interior de sus muslos. Había llegado el momento de dar otro paso. Mi lengua y mis labios empezaron a recorrer el maravilloso cuerpo de Laura, desde los tobillos, subiendo milímetro a milímetro. Recorrí con mi lengua el tanguita negro y subí por la espalda, besándola y lamiéndola, llegando hasta el cuello, momento en el que mi dura no, durísima polla entro en contacto con su culo. No nos movimos. Ambos disfrutábamos tanto de los besos como del contacto de nuestros cuerpos.



Me tumbé a su lado. Me miro, se giró y nuestros labios se fundieron en un apasionado beso. Nuestras piernas se entrecruzaron quedando mi muslo contra su caliente y húmeda entrepierna. Nuestras manos descubrían nuestros cuerpos y entre beso y beso le susurraba. Le decía cuánto la deseaba, cuánto me gustaba su cuerpo, cuánto me gustaba su olor. Eso la excitaba. Laura me dijo que ella era una sosa y que no hablaba, momento que me vino de perlas para saborear su cuello y decirle que de sosa nada, que tenía un ligero toque salado. Fui bajando poco a poco y repitiendo el mismo comentario sobre que no era sosa. Seguí bajando por su estómago lamiéndola, saboreándola y besándola. Poco a poco me acerqué a su entrepierna. La rodee y descendí por las piernas. No deje ni un milímetro sin saborear. Solo me faltaba meter mi cabeza entre sus piernas y devorarla.



Me puse sobre ella y sonriéndome le dije:



YO: Eres una mentirosilla. De sosa no tienes nada. ¿O acaso se me ha olvidado alguna zona por probar????



LAURA: Siiiiiiiii.



YO: ¿Cuál?



LAURA: Esa zona en la que ahora mismo se apoya tu durísima polla.



YO: Uuuuuuuummm. Pues eso no puede ser. Debería probar y asegurarme de que no seas sosa.



No dudé ni un segundo y me tiré en plancha entre sus piernas. Recorrí con delicadeza sus ingles. Recorrí el borde de la tela de su tanguita y di pequeños golpecitos en la zona que suponía estaba su clítoris. No andaba lejos ya que su respiración se agitaba y su cuerpo respondía a esos pequeños golpes. Mis manos se apoyaban en su estomago y las suyas descansaban sobre las mías. Pasé mi lengua por su rajita por encima del tanga. Estaba caliente y mojado, hasta mi nariz llegaba su dulce olor. Dulce por llamarlo de alguna manera, un olor que no se describir. Un olor maravilloso, olía a sexo, a pasión, a deseo, a excitación. Busqué su clítoris sobre la tela, moví mi lengua y una contracción de sus piernas me indicó que lo había encontrado. Sus manos agarraban las mías y las apretaban.



Liberé una de mis manos y con delicadeza, mientras mi lengua lamía sus ingles, aparté el tanga hacia un lado. Ante mi aparece un poco de vello púbico y un coño brillante, con sus labios hinchados y un palpitante clítoris asomando de ellos. No aguantaba mas sin saborearlo y mi lengua lo recorrió entero. Desde la mojada entrada a la vagina, pasando por los labios hasta el clítoris. Mi lengua lo golpea, mi lengua lo acaricia. La muevo de todas las maneras posibles buscando la que mas le guste. Escuchando y sintiendo todas y cada una de sus reacciones.



Tan pronto lo lamo, como lo agarro entre mis labios, como lo golpeo con mi lengua. Laura se estremece. Su respiración cambia a cada momento dejándome muy claro (inconscientemente) qué le gusta mas y que le gusta menos. No sé el tiempo que pasé entre sus piernas ni me importa. Disfrutaba saboreándola. Disfrutaba haciéndola gozar. Disfrutaba de su sabor.



Laura me agarro de la cabeza haciéndome subir. Nos besamos. Nuestras lenguas se acarician, chocan y pelean con pasión y desenfreno. Mis brazos se apoyan en la cama para no poner todo el peso de mi cuerpo sobre el de Laura. Ella rodea mi cuello con sus brazos y sus piernas rodean mi cuerpo. La sensible punta de mi dura polla acaricia el hinchado clítoris de Laura. Movemos nuestras caderas buscando el mayor roce y contacto posible. Laura se cuelga de mi cuello, gimiendo en mi oído y yo susurro en el suyo.



YO: Me encanta sentir tu clitoris. Me encanta hacerte gozar. Me encanta tu sabor y como respondes a mi lengua y a mis labios. Te deseo y deseo sentirme dentro de ti. 



Y diciéndole esto último muevo mi cadera buscando la entrada a su vagina. La penetro lentamente. Disfrutando la sensación de placer que me produce y disfrutando del placer que le produce a ella.



La penetre suavemente hasta que toda mi durísima polla estuvo en su interior. Los dos nos quedamos quietos disfrutando del momento. Sus músculos vaginales se contraían. Su respiración era entrecortada. Me empecé a mover, intercalando movimientos suaves y rítmicos con embestidas duras y salvajes. Laura gozaba y yo con ella, y solo acertó a decir dos palabras:



LAURA: Susúrrameeeeee, háblameeeeeee



Hice lo que me pidió y mientras la penetraba le hablaba, le susurraba. Sin dejar de hacerlo cambiábamos de postura. Una tras otra. El famoso misionero, ella tumbada boca abajo, ella sobre mi, sentados en la cama. La cogí en volandas y la empotré contra la pared de la habitación para acabar Laura con las manos sobre la cama y yo detrás suyo penetrándola (nada de sexo anal) hasta que me corrí. Serían tres horas pero que nadie piense ni que soy supermán ni inagotable. Solamente el ritmo y las paradas entre postura y postura lo permitieron.



Tras la ducha la lleve a casa. Este es mi primer relato y fue nuestra primera vez. No fue la última vez al igual que espero no sea mi último relato.



Espero que a pesar de no tener sexo, orgasmos y corridas a tutiplén os haya gustado como a mi escribirlo y recordarlo.



Dar las gracias a Laura por ser ella la que me ha animado a escribirlo y compartirlo.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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