Has llegado cansado y muy, muy sudoroso. Me das un beso y te vas hacia el cuarto de baño. Yo te sigo callada con sólo mi bata de baño cubriendo mi recién lavada piel. Recojo la camisa que te has quitado y la aprieto contra mi cara para oler tu sudor , un olor a hierba exótica, fuerte, penetrante, que se hace más intenso y delicioso en el área de las axilas.¡Cómo me gusta el aroma de tu ropa sudada! Desnudo en el cuarto de baño caminas de un lado a otro. Tu circunciso y adormecido cariñoso se balancea con sensual gracia: De lado a lado, de arriba a abajo, golpea tus ingles , y tus aún flácidos testículos se menean también en el vaivén. Te miras al espejo, te afeitas, y yo me quedo admirando tu par de exquisitas nalgas, las que adoro morder, besar y apretar en la cama . Te vas al inodoro, abres la tapa, tomas tu bellísimo juguete y disparas un chorro de dorado líquido en él. Verte hacerlo enciende mucho más mis deseos, me reiteras lo que estar frente un macho de verdad . Pero no quiero tocarte, quiero seguir viéndote en tu diario ritual de baño. Te metes a la ducha, abres la regadera, el agua resbala por tu cuello, te moja el pecho, baja por tu abdomen, y moja tu cariñoso y las que te cuelgan, que se han puesto más duras. Tu piel se eriza, y el agua corre por tus musculosas nalgas y piernas. Tomas el jabón y comienzas a frotarlo vigorosamente por tu erizada piel , tu tetillas están durísimas, aprietas tus nalgas por el frío. Cierras la llave y te concentras en enjabonarte bien. Con el jabón en mano comienzas frotarte el cariñoso durante cierto tiempo; veo que te gusta mucho, que lo disfrutas descaradamente. Tu hermoso juguete empieza a crecer ,crece cada vez más y más hasta ponerse grande y macizo, De solo verlo así tiemblo, y un calor impresionante empieza a abrasarme entre las piernas.¡ Te llega como hasta el ombligo! Tu sigues y sigues enjabonándolo, lo quieres limpiecito y reluciente...y a estas alturas estoy que corro a besarlo hasta el cansancio y luego abrirme de piernas, de espaldas a ti .Y gozar y gozar con él.
Por fin volteas, me miras, y me invitas a tomar de nuevo la ducha contigo. Me aflojo la bata, y esta cae al suelo. Mis senos, que tú llamas “melones” están hinchados, y mis pezones, como dos fresas maduras... y mi entrepierna mojadita; mi ingobernable sexo la ha puesto así de tanto verte, mi hermosísimo amante.
Una vez dentro, abres de nuevo la llave y tu y yo bajo la fría cascada... ya sabes.... ¡Sobran las palabras!