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Categoría: Confesiones

El Autolavado

Lo conocí en un auto lavado mientras esperaba a que lavaran mi coche. Estaba leyendo no sé qué mugre sobre la corrupta familia presidencial mexicana cuando se me apareció muy galán con sus jeans roídos y su camiseta sucia de tirantes. Mi primera reacción fue verlo detenidamente, escanearlo de arriba a abajo deteniéndome en el bulto medio, qué buen paquetote, me dije. Mugroso, sudado con sus naturales músculos marcados, sus atractivos bíceps, su cabellera un poco rubia sucia y desordenada. Inmediatamente llamó mi atención y yo llamé la suya. Es sólo cuestión de que yo quiera para llevarme este semental a mi casa y follarmelo a placer. No sé, como que llevarme a casa a un total desconocido no se me hace lo más prudente, sobre todo en México.

En fin, cavilo mis opciones mientras lo sigo observando a ratos esporádicos, tampoco quiero ser tan obvia. Lo estoy asustando, no sé por qué los hombres se sienten tan intimidados a mí una vez que ven mis ojos, se supondría que tener unos ojos hermosos sería una ventaja, no en mi caso, en demasiadas ocasiones los varones se alejan de mí una vez que me les planto enfrente y los miro a los ojos. Afortunadamente este chico creo que está venciendo sus temores y comienza a acecharme como el buen macho latino que parece ser. Este chico me gusta pero debe darse prisa pues mi auto está casi listo, están terminando de secarlo y no falta mucho para que me lo entreguen.

Caigo en la cuenta de que el chico no es un cliente al que le están lavando su coche, no, es parte del negocio, parece ser una familia mexicana grande, quizás varias familias entrelazadas de hermanos y primos compartiendo el mismo techo que es casa y negocio al mismo tiempo.  Parece que es su día de asueto pero decide darle él mismo los últimos toques de perfección a mi auto. Ya sabe que ese Corolla gris es mío. Muy bien, se está esforzando en darle los últimos detalles a mi auto mientras observo miradas de entendimiento entre sus hermanos o primos o lo que sean de él. Ya se enteraron que me quiere a mí mientras yo finjo estar leyendo esta estúpida revista. Ja, si supieran todos estos que sé perfectamente lo que pasa y lo que trama el galán este. El galán se dirige hacia mí, sudado, fuerte, sus bíceps húmedos de sudor fresco, me incorporó, es hora de continuar el juego o de darlo por terminado antes de que empiece. Le voy a dar una oportunidad, me urge ya una buena cogida y encontrarme un amante de cabecera, no me han cogido bien desde que llegué a este país hace ya tres meses.

Ya está tu coche, lo quieres ver?

Le digo que sí aunque la verdad es que lo estoy viendo, ni que fuera ciega, pero entro al juego y permito que me muestre mi coche. Me señala un ligero raspón y me dice que puede arreglarlo para que no se vea tanto. Le digo que es muy amable y que sí, que arregle eso, pero la verdad es que no hay ningún raspón, lo único que hay es un chico bastante varonil que no me quita los ojos ni de mis piernas ni de mis pezones que comienzan ya a marcarse por sobre mi playera. Qué bueno que me salí con poca ropa de mi casa, me digo a mi misma, mis ojos se dirigen instintivamente a su bulto que ha empezado a crecer descomunalmente y a él parece no importarle ya. Que cosota tan deliciosa se le marca. Me le acerco como para verlo trabajar de cerca, quiero verle la polla y mientras no paro de sonreírle. Me estoy percatado de que estoy realmente cachonda, húmeda, lasciva, quiero que este macho me posea aquí y ahora frente a todos, de repente caigo en la cuenta de que la única polla que me he metido en tres meses ha sido la de mi vecinito Álvaro pero eso fue sólo un par de minutos antes de que se viniera y sólo sirvió para dejarme más caliente. El chico me dice que se llama Ángel, yo me llamo Amanda, le contesto mientras nos estrechamos las manos. Noto que sus manos son firmes y fuertes, me las imagino hurgando en mi interior. Me pregunto cómo será este chico en la cama y algo me dice que debe ser candela pura, un manjar para cualquier chica. 

Seguimos hablando de tonterías frente a frente, mis pezones ya están lo suficientemente marcados como para que media clientela ya no me quite los ojos de encima. Empiezo a sacar dinero de mi monedero en un intento por irme porque a estas alturas sé que si no me voy ahorita ya no me iré pues nuestros sexos se están llamando. Ángel me toma de la mano y me dice que no es nada, que no es necesario que pague, el tacto de su mano en mi cintura desata un relámpago de deseo en mí.  Ahora ya sólo sé que a este macho yo me lo follo ahorita y mis ojos empiezan a buscar algún hueco en el negocio que me permita desfogarme con él. Ángel parece percatarse de lo que sucede en mí, me toma firmemente de la mano y me muestra el camino hacia un vehículo que parece abandonado dentro del negocio familiar. Me introduce en el coche que afortunadamente está como metido debajo de un manzano y bloquea la vista de los clientes al menos parcialmente. Inmediatamente después se saca la polla del pantalón y empieza a meneársela frente a mí. Es un pedazo de carne absolutamente hermoso, recto como casi ninguno y blanco como la leche. Quedo hipnotizada ante el espectáculo y decido dejar que pase lo que quiero que suceda. Ángel me tira el short con fuerza y escucho que la tela se desgarra, me coloca de perrito y me deja ir de un solo corte. Qué delicia dios mío, toma mi cuerpo y se  masturba con él, siento sus severas estocadas como si fueran mi paraíso, su boca no me besa, en vez me succiona, me chupa, me babea, escupe mis senos y me los lame desaforada mente, me aparte de sí y me penetra por la boca mientras introduce su lengua a mi vagina como si quisiera traspasarme. Me dice cosas que oigo pero no escucho, escucho la palabra puta y me prendo más, ya perdió la cuenta de cuantas veces me he venido pero deben ser muchas porque no logro detener el culeo de mi cintura. De repente, en un momento, mi amante me desatornilla con un movimiento brusco, dirige su animal hacia mi cara y me avienta una violenta lluvia de esperma que deja mi cara empapada de su amor.

Me limpié con lo que pude, me vestí con lo que me quedaba de mi ropa hecha jirones y salí corriendo hacia mi casa a toda velocidad. Mi aspecto era el de una muchacha a la que le habían metido una mega cogida

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