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Categoría: Confesiones

El anuncio (4) El plan.

Desperté y apenas puedo describir lo que sentía. No podía moverme del dolor. Era como tener agujetas en el culo. No quería moverme de la cama porque temía el momento de ponerme en pie y caminar. A pesar de eso la sensación de haber sido desgarrada había desaparecido. Al parecer los músculos de mi esfínter habían aguantado la penetración mejor de lo que pensaba. Aún así había sido brutal para mi ano. Pero lo peor era lo que yo sentía por dentro. Me sentía culpable, una vez más, por haberme entregado así a un extraño. Él árabe había sido muy contundente al sodomizarme y me humilló lo que pudo. Era un cabrón, desde luego. Pero ¿yo que era? Prefería no juzgarme tanto porque entre remordimiento y remordimiento, entre dolor y dolor me sorprendía a mí misma recordando, con total sinceridad, que también disfruté de cómo me había follado aquel tipo. Sin duda estaba atrapada por mi obsesión por el sexo anal.
Aquel día no me moví de la cama. Lo pasé durmiendo. A la noche cogí un poco de hielo y me lo puse en la zona. A modo de investigación me saqué una foto de la zona con mi Polaroid. El aspecto era terrible. No había heridas por fuera, en apariencia, pero estaba irritadísimo, completamente rojo. Empecé a llorar. Cogí crema y me la puse. Me quedé dormida. El día siguiente me dolía mucho menos y me levanté a tomar algo. Sólo tomaría zumos porque lo último que quería comprobar era si resistiría el ir al retrete y así cumplía mi segundo día de dieta. Tardé tres días en sentarme después de aquella noche. Pero no sufrí desgarro alguno. Al menos físico. Mentales tenía muchos desgarros. Especialmente porque pese a la humillación recibida seguía deseando ser sodomizada de nuevo aunque no tenía prisa por ello. Durante toda esa semana no tuve actividad sexual de ningún tipo. Y comí muy ligero para evitar dañar la zona. No hubo problema ninguno. Estuve estudiando y cuidándome. Poco a poco iba creciendo en mi interior la idea de vengarme. Así que diseñé un plan.
Empecé por comprarme varios elementos: enemas (los usé desde entonces a diario antes de mis actividades de sexo anal –es muy recomendable-) y la vaselina dilatadora (que, como se suele decir, es mano de santo). La idea era preparar mi ano para una nueva embestida de aquel descomunal falo. Pero, esta vez, el control sería mío.
De modo que lo “entrené” con mis dedos. Introduje tres (cosa que hacía tiempo ya lograba sin necesidad alguna de lubricante) y los apretaba con los músculos de mi ano. Cuando me di cuenta de que el control del esfínter era total probé a darlo más de sí e introduje un cuarto dedo. Esta vez, por precaución, recurría al lubricante dilatador. Conseguí introducir los cuatro dedos de mi mano derecha completamente en el interior de mi culo. El pulgar me servía como tope. Y volví a probar a apretarlos con fuerza con mi esfínter.
Durante una semana entera la rutina fue la misma. Antes de cenar me aplicaba un enema. Iba al baño y me aseaba. Me tumbaba sobre la cama sólo con el camisón y echaba el lubricante dilatador en los dedos de mi mano derecha. Siempre entraban con facilidad y fui reduciendo la cantidad de crema con el paso de los días. Al quinto día no necesitaba apenas crema y la prueba resultó. Entraron, apreté mi esfínter y tuve que sacar rápidamente los dedos doloridos y enrojecidos. Ya era dueña de mi cuerpo y eso no sólo me alegraba sino que empezó a excitarme. Aquella noche me estuve masturbando más de una hora y hasta logré dos orgasmos anales.
La mañana del viernes estaba muy decidida y lo llamé por teléfono. De modo que volvimos a quedar esa noche en su casa.
Y así pasé pacientemente las horas previas al encuentro. Excitada, nerviosa y deseosa. A eso de las siete de la tarde me puse manos a la obra. Me fui al baño y me apliqué un enema. Eso me daría más control de mi esfínter (sobretodo el interior) y prevendría cualquier falta de higiene si a él le daba por volver a lamer mi ano (cosa que, desde luego, deseaba más que nada).
Al fin llegó la hora. El taxi me esperaba en la puerta y tardó poco en llevarme a Lavapiés. Una vez allí me dirigí a su portal y llamé al telefonillo.
-¿Sí?- dijo la voz en el aparato.
- Soy yo-
Me abrió la puerta y subí. Allí estaba vestido de manera muy parecida al día anterior. Me senté y estuvimos charlando un rato. Sacó un poco de licor y ambos bebimos. Yo, por los nervios, empecé a beber demasiado y me sentí mareada y excitada.
Así empezó a acercárseme y a acariciarme. Me besó el cuello mientras me acariciaba la espalda, los brazos y la nuca. Empecé a desvestirme, Estaba muy mojada.
Se acercó a mi oído y me susurró:
-¿quieres que te de por culo otra vez?
Yo respondí con un débil gemido y asentí con la cabeza. El sonrió y se bajó la cremallera.
-Hoy serás una niña buena y me la chuparás ¿verdad?
Abrí los ojos como platos y me levanté, ofendida.
- No voy a hacer eso. Ya te lo dije. No me gusta chuparla.
Él se enfadó y también se levantó.
-¡Eres una egoísta, tía! ¿sólo quieres gozar tú? El otro día te lo hice yo a ti ¿te crees mejor que yo?
Me puse nerviosa y comprendí que aquello no llevaba a nada bueno.
- No es por ti. Es que no me gusta hacerlo.
- Entonces márchate.
Se acercó a la puerta y la abrió. Me coloqué la ropa y me dispuse a marcharme. Pero me sentía fatal. Agarré la puerta y empecé a salir. Pero me paré antes de estar en el descansillo. Me tragué mi orgullo y le miré.
- Está bien. Lo haré.
Él sonrió, me cogió la mano, cerró la puerta y me llevó a la cama.
- Buena chica.
Me sentó y se puso de pie delante de mí.
- Tranquila.
Se bajó de nuevo la cremallera y buscó dentro su pene. Y lo sacó. Aquello era monstruoso. Era la polla más grande que había visto. Ya he contado que las pollas no me gustan en sí mismas. Y suelo evitar hasta mirarlas. Pero cuando he dio a los sex shop a por le lubricante he mirado las carátulas de las películas porno y nada se parecía a aquello. El empezó a acariciársela y a masturbarse despacito. Yo no quitaba el ojo de encima. Para calmarme cogí el vaso de licor que había junto a la mesilla y lo bebí. Me vino perfecto.
Cuando dejé el vaso en su sitio me cogió esa mano y la puso sobre su polla. Me hizo acariciarlo. Estaba dura y caliente. La rodeé con la mano y apenas abarcaba su diámetro. Era muy gruesa. Y pensar que había tenido metido ese monstruo en mi culo hacía unos días me resultaba tan aterrador y morboso como pensar que iban a volver a sodomizarme con él. Entonces puso la mano en mi nuca y acercó mi cabeza a su polla.
- Ábrela.
Tenía el glande brillante, de color granate y no muy ancho. Fue lo primero que mi boca tocó. Tenía un sabor dulzón. Sin duda había lavado con un jabón perfumado no hacía mucho. Tenía claro que esa noche me obligaría a chupársela.
Abría más la boca y él la introdujo hasta mi campanilla. Empecé a sentir náuseas y arcadas. Temiendo lo peor la sacó de mi boca. Y, menos mal, porque aquello me estaba ahogando. A parte del asco que me daba chupar una polla.
-Lámela, preciosa.
Entonces le miré como suplicando piedad. Pero rápidamente comprendí que no tendría perdón para librarme de aquella repugnante mamada. Empecé a pasar la lengua. Como nunca lo había hecho me sentía torpe. Pero a él no le importaba. Disfrutaba humillándome. Me tenía casi de rodillas delante de él chupándole su descomunal polla. Estuve tres minutos chupando pero ya no pude más. Y así se lo dije.
-Ya, por favor. No más.
Me miró con desprecio y asintió con la cabeza.
- Vamos a empezar. Bájate las bragas y prepara tu culo.
Así lo hice. Busqué en mi bolso y saqué el lubricante dilatador. Bajé mis pantalones y la tanga (negra esta vez) y eché un buen pegote en mi mano. Con dos dedos embadurné mi ano por dentro y fuera. En un minuto ya tenía el esfínter dilatado y dispuesto para ser invadido por aquella descomunal polla por segunda vez. Le miré y me puse de rodillas sobre la cama dándole la espalda.
- Ponte sobre las manos.
Así lo hice. Me agaché y me puse a estilo perro. Él separó más mis piernas y acarició mis nalgas. Enseguida encontró mi ano y comprobó su dilatación con dos dedos que metió hasta el fondo de un tirón gracias a la cantidad de lubricante que tenía. Sin esperar más apoyó su glande en la boca de mi culo. Presionó y metió el glande de una vez. Así lo dejó unos diez segundos mientras movía sus caderas para ensancharla. Cuando lo consideró oportuno empujó su polla de caballo ensartándome por el ano. Me quedé sin aire. Era tan grande como la recordaba. Estaba arrepentida de haber bebido tanto porque aquel semental me sodomizaba a su capricho sin que yo pudiera ejercer el más mínimo control. Durante cinco minutos bombeó mi culo inmisericordemente. Poco a poco y pese al calor que sentía, empecé a tomar posesión de mi cuerpo. Cogí aliento y le dije:
-Para un segundo... aaahhh. Mmmm. Quiero probar una cosssa... hhhh.
El sudor me empapaba la cara que debía estar rojísima.
- métemela... mmmm entera y ... déjala dentro paradita.
El árabe, completamente desconcertado obedeció. Metió su rabo hasta el fondo de mi vicioso ano. Entonces yo apreté con fuerza el esfínter interior abrazando su glande y él emitió un gemido. Lo relajé un poco y le dije.
-aah a ahora... sácalo despacit despacito... mm-
Y así lo hizo mientras yo apretaba los músculos de mi culo alrededor de su polla mientras lentamente dejaba mi cueva trasera. Él gozaba como un cabrón. Le oía y le sentía. Hasta se emocionó y me azotó las nalgas.
Cuando noté que sólo quedaba su glande por salir de mi recto giré la cabeza y le miré. Estaba sudando como un cerdo y gozando mientras me daba por el culo. Apreté aún más fuerte mi esfínter externo (la práctica de los últimos días ayudaba) y hasta ayudé juntado mis nalgas y tensando los glúteos.
Entonces con un violento movimiento de cadera le hice gritar de dolor porque le retorcí la polla de tal manera que se quedó pálido. A mí también me dolió, lo admito. Pero él cayó rodando al suelo. Rápidamente me puse los pantalones, los zapatos y cogí el bolso mientras aquel cabrón permanecía inmóvil en el suelo, llorando. Me di la vuelta, le miré y le escupí.
- ¡Jódete, hijo de puta!
Y me marché sin volver a saber nada de él.
Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 5.82
  • Votos: 49
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