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"Matilde es una veterana de cincuenta y tantos, educada a la forma tradicional y antigua. pero nunca es tarde para pegar un cambio en la vida..."
Hola a todos. Mi nombre es Mati, con i latina; en realidad me llamo Matilde, pero todo el mundo me conoce como Mati. Soy una cincuentona divorciada, como tantas que hay en este país. Tengo 54 años y nací en aquella España dura, gris, peculiar y a la vez inocente que conocemos todos los que vivimos el franquismo. Nada que ver con los tiempos de ahora…
Crecí en una familia de clase media-baja, educada en un ambiente tradicional, estudié en un colegio de religiosas, y desde siempre se me enseñó, pues mi padre lo aseveraba, que la mujer en la vida tenía un papel secundario; es decir, el hogar, atender a los padres y suegros ancianos, criar la prole, ¿recordáis aquello de “críen hijos para el cielo”?, y agachar la cabeza ante cualquier tormenta…
Cuando acabé el bachiller con las monjas me enviaron un tiempo a coser y hacer manualidades con una modista, una costurera vieja, era muy usual en aquellos tiempos. Conocí por aquella a mi primer novio y el único, joven e ingenuo como yo, pues cabrón como mi padre se volvió después. Nadie nos había hablado ni explicado nada de sexualidad, ni había los avances anticonceptivos de hoy día, e insisto en que la España de mi época nos había hecho muy ciegos, muy ignorantes, y muy inocentes...
Así que cuando me doy cuenta ya camino hacia el altar con el ramito de flores y el vestido blanco que tuvieron que modificar por la zona del vientre para disimular un poco. Resumen: una bofetada de mi padre al enterarse, el silencio y la mirada agachada de mi madre, la cara de imbécil de mi novio, que no le dio tiempo a “pirarse”, como decís los jóvenes de ahora, pues ambas familias lo retuvieron… Y ahí voy con el traje blanco disimulándome el bombo, pues dije el “sí, quiero” preñada de cinco meses…
A veces pienso que entre ellos se arreglaron para joderme bien la vida. Puta que los parió a todos…
El cerdo de mi marido, ya menos inocente, se lio en la fábrica con una compañera de trabajo 23 años más joven que él. No es que él sea Richard Gere, es que ella le estaba comiendo el sueldo. Un día llegó y me anunció que me dejaba y se iba con ella, que yo ya estaba vieja y fea. Echó cuatro trapos de ropa en una maleta, olía a anís como un cerdo, y ya en la puerta se despedía con una mueca burlona. En aquel momento yo no supe si cortarme las venas o comerme un puñado de pastillas… Pero me dije: “por una vez en la vida, tienes que hacer algo por ti misma…” Y entre lágrimas de rabia le apliqué una tremenda patada en los testículos, que no se le debe haber olvidado a día de hoy. Y casi de rodillas, bajó la escalera como pudo, con la maleta arrastrando, el muy mierda…
Bonita mi vida, ¿verdad?; ahora que ya me conocéis un poco, viene lo más difícil, describirme físicamente. Aunque a mí el espejo me refleje normal a mi vista, mis amigas dicen que estoy muy guapa para mi edad. Pero la edad pasa factura a los que no somos de Hollywood, y yo tengo 54 muy batallados. Soy de estatura media y de complexión fuerte, lo que vulgarmente los hombres dirían una “jamona”. Tengo los pechos grandes, aunque un poquito caídos, los realzo con ciertos sujetadores, y tengo las caderas anchas y redondas, no en vano he sido madre dos veces. No tengo varices ni estrías en las piernas, que aún conservo bonitas, y luzco con pantys y faldas por encima de la rodilla. También camino bien en tacones. Soy de pelo castaño en origen, que traigo veteado, y conservo una bonita dentadura, que aún es toda mía. Mis amigas dicen que sonrío muy bien, aunque mi rostro refleja las facciones, pequeñas arrugas y cierta mirada de cansancio, evidencia de los 54.
No obstante, ha de ser así. Yo no concibo tener mi edad y tener una cara infantil, tersa y pueril como la de los niños, es algo artificial y antinatura. Por eso, jovenzuelos que me estáis leyendo, asimilad y conformaos con vuestras madres como son y están. No necesariamente tienen porqué parecerse, nada tengo en contra de ellas, a la Basinger o a la Kidman.
Tengo un hijo y una hija, muy monos los dos. Ambos llevaron bastante mal la separación. Los veo poco, están por otras provincias, él trabajando en una empresa y ella estudiando en una universidad.
A la que veo a cada poco es a Bárbara. Bárbara es mi amiga , hace muchos años. Es una mujer también divorciada de cincuenta y tantos, con la que salgo con frecuencia. Es muy rubia y bien parecida. Es más extrovertida y liberal que yo, y también más optimista. Cuando me separé, me pasé los tres primeros meses tomando antidepresivos y llorando en mi casa. Luego pasé otros tres viendo la tele sin saber ni que veía y consumiendo alcohol, yo que nunca había bebido, y ahí fue donde me enganché un poco. No es que esté cirrótica, pero desde entonces acá me gusta beber. Despacito, paladeando, me gusta el calor relajante que me proporciona la bebida, cualquiera que sea, sobre todo las copas. Me gusta ese suicidio lento y placentero, esa sensación…
A los seis meses Bárbara tomó medidas, dijo que aquello no podía ser, estar allí encerrada y deprimida. Me obligó casi por la fuerza, sin ningunas ganas, a salir con ella. Me llevaba al cine, a las tiendas, a tomar un café, a pasear, a las fiestas locales y cercanas, y a mil sitios más. Así comencé a mejorar, a superarlo y a hacer una vida más o menos normal...
Muchos fines de semana salimos a divertirnos y distraernos un buen rato. Salimos al atardecer, picamos algo por ahí, una especie de merienda-cena, y luego vamos al cine muchas veces para acabar casi siempre a las tantas por los pubs, alguna discoteca de esas de desgüace, algún garito… Una vida totalmente nueva para alguien tradicional como yo…
Aquel día salimos salimos de una discoteca a la que vamos muchas veces, que nunca recuerdo el nombre. A Bárbara también le gusta beber y a ambas aquel día se nos había calentado el paladar con el ron añejo con refresco de cola. Habíamos tomado unos cuantos cubatitas y salimos del local cogiéndonos un poco una a la otra, por si acaso. No es que estuviésemos como cubas, pero sí un poco más perjudicadas que otras veces. Yo me apoyaba en ella un poco, llevaba una falda blanca ceñida a las caderas y los zapatos de tacón me estaban haciendo algo de daño. Nos dirigíamos al coche de Bárbara. Aquella noche habíamos bailado un poco, como siempre, por cortesía más que nada, con un calvo, un bigotudo, un jubilado, un ebrio que apenas se tenía en pie, y Bárbara con un jovencito, yo pasé del tema, que debía andar buscando mamá madura y que Bárbara se lo comía con los ojos. No la critico, pero yo educadamente lo rechacé…
Cuando vamos llegando al coche de Bárbara nos damos cuenta de que no podemos irnos. 200 metros más allá en la calzada por la que forzosamente tenemos que salir vemos ropas fluorescentes, luces, agentes y colapso de vehículos. Hay control de alcoholemia y no estamos en condiciones de jugárnosla, según estamos hoy…
-Mierda,- dice Bárbara- hoy ya no nos vamos hasta que amanezca…
-Vaya lata. Vamos a sentarnos en un banco. Yo necesito descansar un poco.
-Tengo una idea mejor. –Dice ella con un brillo en los ojitos- Te llevaré a conocer un sitio del que nunca te hablé. Está ahí, un par de calles más abajo. Una noche es una noche…
-¿Qué sitio es ése?
-El Androx. Un local de alterne para mujeres, lleno de chicos guapísimos. Yo necesito un arreglito. Y tú probablemente más que yo…
-¿Un club de prostitutos masculinos o algo así? No sé si me parece buena idea…
-Claro que sí, joder. ¿Qué tengo que explicártelo por escrito? Nunca te hablé de ello, pero yo me escapo aquí con frecuencia. Ya verás que muchachos tan monos. Hoy es un día especial…
No me apetece especialmente, pero Bárbara me toma del brazo y yo la acompaño sin protestar. Estoy demasiado espesa y aturdida para llevarle la contraria y discutir...
A ratos el ron añejo me repite en las narices. Llegamos a la puerta del local, entramos, avanzamos un pequeño pasillo y nos acomodamos en un pequeño reservado de sofás y una mesita. Está semioscuro y a un lado hay un mostrador a dos bandas, con forma de ele. Hay unas cuantas personas; chicas y mujeres de todas las edades y aspectos y unos cuantos chicos todos muy bien parecidos. Un camarero nos atiende, yo pido una tónica, no quiero más alcohol. Bárbara pide otro cubata, con un par de ovarios. Bueno, ella soporta la bebida mejor que yo…
Rápido se nos acerca un chico rubio, de cara aniñada y aspecto como anglosajón. Nos saluda y se sienta en el sofá junto a Bárbara. Ella le recibe con un buen morreo.
-Mira, Mati, éste es Kevin. Nos conocemos hace tiempo, ¿verdad, nene?-
El chico me saluda con dos besos que yo recibo con cierta desgana. Luego se acurruca junta en el sofá junto a ella. La falda se le ha subido bastante al sentarse. Él, de manera profesional, acaricia sus rodillas por encima del panty. Ella, ya lanzada, amasa su paquete por encima de la bragueta de su pantalón. Yo vuelvo la vista hacia el mostrador y sin intención me cruzo la mirada un instante con un chico moreno, muy sexy él. Es jovencito también, delgado y fibrado. Aparto la vista, avergonzada; se parece muchísimo a mi hijo…
-Hey, ¿qué te pasa? Parece que hayas visto un fantasma. Búscate compañía agradable. Hoy hemos venido a pasarlo bien. Y alegra esa cara. El morenazo que estabas mirando tiene un buen polvo. Llámale que se acerque…
-Bárbara, no seas payasa. Ese chico parece hermano gemelo, un clon, de mi hijo Marcos. Fíjate, si son casi idénticos; el mismo bronceado, hasta parece que vayan al mismo peluquero y al mismo gimnasio…
-Mejor, ¿no? Más morbo si se parece. Échale imaginación, qué excitante… Follarte a un chico que se parece mucho a tu hijo. Tu niño Marcos está buenísimo. Cuando he ido a tu casa y él estaba allí siempre me apeteció que me hiciera un arreglito… Huuummm…
-Decididamente Bárbara, hoy estás hecha una payasa, o estás borracha como una perra. Bueno, eres mi amiga, no te tendré en cuenta lo que me digas. Además hoy no estoy en condiciones de discutir, ni me apetece hacerlo. La bebida me está pasando factura…
Bárbara llama con un gesto al morenazo y éste viene donde nosotras. Ella le cuchichea algo al oído y él sonríe. Luego abre su cartera y le abona una cantidad de euros, no sé cuántos exactamente, que él va a llevar a la caja. Luego vuelve a nuestro sofá.
-Disfruta, Mati, querida. Estás invitada. Hoy hay que rematar bien la noche.- El rubito ya la ha puesto caliente como una yegua, introduciendo la mano y el brazo por debajo de su falda. Conoce su oficio. Ella tampoco se corta milímetro ni pierde el tiempo, metiéndole la mano por dentro del pantalón para poder engancharle mejor la polla. En cierta manera la imagen me excita, aunque tengo algo de migraña. El moreno se presenta y comenzamos a hablar algo, cómo estás, eres muy guapa y bla, bla, bla, me va susurrando una serie de protocolos al oído. Yo le sonrío y me dejo llevar. Ahora que le observo de cerca puedo apreciar mejor el gran parecido con mi hijo; el mismo pelito negro engominado de puntas, la misma sonrisa, la misma carita. Acaricio su pelo mientras siento en mis pantys el tacto eléctrico y suave de su mano ascendiendo por mis muslos. No me resisto, estoy vencida…
-Vamos los cuatro a una habitación- Dice Bárbara. El brillo de sus ojos y su cara me muestran que va salida como una yegua. Nos levantamos y avanzamos los cuatro por un pasillo poco iluminado. Ella y el rubito van delante. Detrás, Rober, como me ha dicho que se llama el morenito, me lleva cogida de la mano…
Entramos en una hermosa habitación con dos camas un poquito separadas. El rubito va desnudando a Bárbara, mientras ella lo soba sin parar, la muy caliente. Entonces, yo le digo a mi moreno adoptivo: -Nene, ve despacito y suave conmigo, que estoy un poco ebria y mareada…
-Tranquila, preciosidad…-Me dice él- Tú relájate y déjate llevar. Yo me ocupo de todo…
Nunca había visto a Bárbara desnuda del todo, solo en bikini, cuando vamos alguna vez a la playa. La verdad es que conserva un cuerpazo envidiable, la muy perra, y es de mi edad. Dos tetazas grandes y bien puestas, un estómago duro aún, (ella se cuida, hace mucho ejercicio) unas caderas curvadas y unas piernas bien hermosas, perfectamente depiladas. Me quedo observando su cuerpo mientras mi muchachito me va desnudando a mí, tranquilamente. Luce algo de vello en el coño, que parece tener bastante grande, y que el rubito, ya metida la cabeza entre sus piernas se apura a trabajar, aplicándole profesionales y certeros lengüetazos. Ella gime de gusto sin parar…
Mi “muchacho adoptivo” me ha desnudado y tumbado en la cama. Me ha besado la boca y el torso un rato, y luego se ha concentrado en mamarme los pezones que se me han puesto durísimos. Ahora tengo su cabeza entre mis piernas y siento su lengua húmeda y profesional darme gusto en el coño. Vuelvo mi cabeza a la cama de al lado y observo a Bárbara. Ha cogido la polla del rubio y tirándole de la piel hacia abajo, tensándole a tope el frenillo le está dando una brutal mamada. Parece poseída de algún demonio. No imaginé que fuera tan caliente, la muy puta, y eso que hace años que la conozco. Yo por mi parte no voy a chupársela a mi chico. Es que tampoco puedo. El alcohol palpita de vez en cuando en mi estómago, y no quiero liarla. A ver si terminamos la fiesta en paz. Además según los chupetazos que le está metiendo Bárbara a la pollaza del rubio, parece que la esté chupando por ella y por mí, por las dos…
Voy a describir ya como acabó anoche la situación, pues ahora tengo una buena resaca y los recuerdos algo confusos. Mi “chico adoptivo”, (la madre que me parió, pero mira que se parece a mi hijo) ya me está follando bien. En cada embestida, está atlético y folla de muerte, veo venir contra mí su paquete compacto de abdominales y sus pectorales rematados con unos preciosos pezones que yo pellizco. Siento su buena polla entrar en mí y sus testículos duros golpear en mi vulva. De vez en cuando le indico que vaya un poco más suave, y él me sonríe. Me está gustando pero no estoy disfrutando del polvo como me gustaría. Estoy borracha como una peonza. No volveré a beber, lo juro…
En la otra cama, el rubio de músculos de acero le pega unas cabalgadas brutales a Bárbara. Ella grita de placer como una loca, parece estar fuera de sí. Yo ignoraba que fuera tan caliente. Contemplarla me está afectando y excitando…
Cuando acabamos, mientras nos estábamos vistiendo, ella viene y me abraza un poco. Me clava un morreo en mi boca. Yo me quedo inmóvil, no reacciono, y su boca húmeda se entretiene un ratito en la mía. Me has sorprendido, pero tranquila, Barbarita, no te lo tomaré a mal. Al fin y al cabo me has hecho pasar una buena noche...
Nos despedimos de los dos chicos y abandonamos el local. Le echo una última mirada a mi morenito, y me vuelvo a decir a mí misma: “Coño, pero mira que se parece a mi hijo…”
Llegamos al coche y el control de Tráfico ya se había marchado. Arrancamos y un rato después Bárbara me deja a la puerta de mi casa. Me despido agradecida de ella…
Hoy me he levantado y ahora mismo estoy sentada en la cocina, acompañada de una jarra de agua y la cafetera. A ver si consigo calmar un poco esta resaca y este dolor de cabeza. Observo el almanaque y, oh sorpresa, ¡si hoy mi aniversario de boda…!
Tal día como hoy hace más de 30 años era una idiota preñada, dando el “sí quiero” a un cerdo capullo, escoltada por toda una familia de indeseables, inocente y desubicada, amarrada y por inercia…
Y hoy de madrugada, 31 años después, celebro tan “memorable” fecha, borracha en un puticlub de machos, jodiendo como una perra a medio metro de mi amiga Bárbara, con el ron subiéndome cerca de la garganta, mientras me folla un clon gemelo, un doble de mi hijo, y luego mi amiga hasta me da un morreo con saliva…
Aunque pensándolo bien, no estuvo nada mal. Esta noche cuando ya me haya despejado, voy a llamar a Bárbara para duplicar la celebración. Iremos a tomar algo por ahí, (hoy un poquito menos, claro) y luego iremos al club Androx, con su rubio y con mi morenito adoptivo… Huuummm…
Así que, Bárbara, ve preparándote…
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