Esto del amor es algo como jodido. Y no es que yo quiera descubrir nada nuevo a estas alturas, en sentimientos ya como que debe de estar todo inventado, pero si me paro a pensar en el transcurso de mi vida solo me sale pensar que esto del amor es algo como jodido. Tú cuando te enamoras tienes una idea, quizá muy simple pero es tu idea al fin y al cabo, entonces todo va sobre ruedas. Uno, dos o quizá tres meses las cosas más o menos discurren en un plano aceptable, te quieren y quieres, no hay mucho más que pensar y sí mucho que experimentar, mucho que descubrir.

Un buen día que nunca está señalado en el calendario, todo empieza a torcerse, hay dudas, hay problemas y el día a día empieza a ser una losa, un ahogo. A ti te empieza la neura de que quizá no estás a la altura o la neura de que quizá necesita controlarte, o la neura de que siempre te reprocha y es muy probable que a ella le empiece la neura de que tienes demasiadas neuras. Y ya está el lío montado. Luego todo es un traspaso de opiniones hasta que finalmente un buen día decides que ella no puede ser la persona que tanto ansias, que tres meses no significan gran cosa en el contexto de toda una vida y es en ese momento en el que sacas del bolsillo la palabra mágica ¡sexo! y todo encaja. Fue sexo, solo sexo, me atraía, no significó nada te dices, te repites, te repites y te repites. Y con tu gran palabra prendida del pecho decides que hay que dejar claras las cosas cuanto antes, no sea que ella se emocione y piense lo que no es, porque solo fue sexo, te repites con convencimiento, solo sexo, no hubo más y lo que esmás importante ya no habrá más.

Pero claro, ir donde ella y decirle oye mira solo has sido para mi un coño con patas pues no queda bien, sobre todo el que no queda nada bien eres tú, que pasarías en tres coma dos segundos de ser ese tío guay y especial o ser un cabrón o en su defecto el grandísimo cabrón que la ha utilizado, así que decides atacar la situación desde la perspectiva de la filosofía barata pero siempre a mano para situaciones complicadas y te vuelves existencialista, todo sea por no quedar tan mal y te salen frases como "yo soy así y no cambio" "me gustan demasiado las mujeres" o esa tan socorrida de "soy demasiado poco para lo que tú te mereces". Y de esa forma mientras sueltas esa retahila de excusas tontas que ella asume con dignidad y cabeza baja pero sin creérselas mucho, al fin y al cabo solo le estás diciendo adios y eso es muy fácil de entender, pero tú cada vez te vas encontrando mejor, más aliviado, incluso llegas a pensar lo buen tío que eres por saber salir con dignidad de tal "problema". Y en ese punto es el que termina la historia. Ella te grita algún insulto o se pone a llorar y tú, pues tú ya hace tiempo que has desconectado de su enfado, ya no escuchas solo andas mirando de reojo el reloj para ver cuando te puedes ir.

Todo termina, dos besitos y no te voy a ver, eso piensas tú ¿de verdad eres tan cabrón? eso se preguntará ella. Pero... qué sucede si ella no se resigna a tan barata literatura y te pide que al menos quedéis como amigos? Ahí tío es en donde la has cagado. Porque tú sabes bien que de amigos nada, sabes perfectamente que no podrías aguantar tres segundos a su lado sin que se te levantara el guerrero pidiendo guerra, claro todo era sexo, te repites, y como tampoco te has planteado nunca con ella ese tipo de relación de hoy duermo contigo sin follar y mañana te escucho sin follar pues de repente te recorre un sudor frio, las piernas te tiemblan, las manos te sudan y apenas con un hilito de voz alcanzas a decir: sí, sí, claro, somos amigos, por supuesto, ya, ya nos veremos. Y ese ya nos veremos, sabes que no es ninguna mentira pues llevas razón, un día de nuevo la verás, quizás en otra vida, quizás en otro cuerpo o quizás con otro nombre y en otra ciudad, pero tú un día la verás, claro que sí, estás convencido de ello.

Y tan contento que te quedas. Sin embargo la vida no prosigue segun tus planes. Un buen día te levantas por la mañana y estás pensando en ella, otro día sales a la calle y crees ver a alguien que te la recuerda, otro día ves la tele y resuena por todas partes su nombre. ¿Qué sucede? te dices aturdido, cómo es posible que te acuerdes de alguien que no alcanzó como "sexo" ni tres meses de tu vida? Y entre preguntas y preguntas tratas de olvidar, será algo pasajero te dices, será nostalgia que se pasa y claro que se pasa, se pasa y se pasa, como en un pasapuré, nostalgia triturada de tanto pasarla y pasarla. Y de repente una mañana te levantas más cabreado de lo normal, no es que hayas pensado en ella es que has soñado con ella!! y eso ya te desbarata todas tus ideas, todos tus grandes convencimientos de que solo fue sexo y te vas abocado a intentar pasar el día sin mosquearte contigo mismo por lo mucho que piensas en ella y lo imbecil que fuiste al decirle adios como si no significara nada para ti. Y si solo era sexo ¿qué puñetas haces pensando en su sonrisa?.

El problema se agrava porque tratando de huir de tus "pensamientos" mantienes una cómoda relación con otra mujer que no te complica la vida y te dejar ser tú mismo, ser tú mismo, cuando ya no sabes ni quién eres, ser tú mismo algo que ansias desde hace mucho tiempo y algo que no tienes desde el mismo tiempo que hace que lo ansías. Ser tu mismo, pero ¿cómo ser tu mismo si ya no te pertenece el corazón? Y así llegamos al final de este realista cuento. Un final continuo que se prolonga en la frase por cojones que te olvido, vamos que sí, tú solo eras sexo, joder! pero cómo te echo de menos! y en ello sigues, en asumir esa frasecita de los cojones. Y ahora os preguntaréis: qué tiene de cuento que un hombre explique que ha descubierto que estuvo enamorado?, qué tiene de cuento analizar a través de una experiencia lo que es tenerle miedo a amar? o que tiene de cuento darse cuenta de que todos los hombres pensamos de igual manera?? Esto del amor es algo como jodido. y me pregunto yo: ¿pero qué tiene de cuento esta historia? Pues no tengo respuesta para ello, porque realmente no sé si será cuento o no que esto tan masculino dicen las malas lenguas que ha sido capaz de escribirlo: una mujer.