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Me sentí perdido al ingresar al sex shop, era un mundo desconocido para mí, mi ex jamás me había permitido usar estas cosas, además era nuevo en este juego de dominación que sin querer se había iniciado con Silvia, si bien había visto por curiosidad videos porno al respecto, había cosas que me sabían demasiado bizarras.
Salí de ese sitio con un gran paquete bajo el brazo, y mi tarjeta de crédito en rojo, algunas vergas de juguete, ropa para mujer en látex, esposas, unos plugs anales de distintos tamaños, un latiguillo y varias cosas más que tal vez nunca usaría.
Confieso que esa noche, antes de dormirme me masturbé solo observando lo que había comprado y asumí que poco a poco, mi secretaria empezaba a ser el motor de mi vida, porque mis pensamientos se centraban en ella y sin quererlo todos mis problemas empezaban a quedar en segundo plano.
Esa mañana la llamé temprano, le pedí que se sentara frente a frente, ella se vio sorprendida, nunca se había sentado en mi oficina, su lugar era de pie frente al escritorio, le pedí que me escuchara con atención, le dije abiertamente
Basta del jueguito de los errores, es muy excitante, pero tengo daños colaterales, tus ‘errores’ terminan trayendo luego problemas que debo solucionar, con mi ex, con mi madre, con los bancos… quiero que seas nuevamente esa secretaria ejemplar que fuiste en los primeros tiempos…
Ella permanecía en silencio, como siempre lo hacía, proseguí
Te prometo que, si logras volver a la secretaria que fuiste, la recompensa será mayor, te lo prometo…
Su única respuesta fue una sonrisa en sus labios, esa sonrisa que te regala un niño cuando le obsequias un chocolate, así que solo se retiró y fue a hacer sus cosas.
Una semana después mi secretaria había cambiado, volaba como un avión, admirable, así luego de pensarlo volví a llamarla, y le dije
Bien Silvia, soy un hombre de palabras, cumplo mis promesas, has sido muy fiel y obediente, así que te mereces un premio
Abrí uno de los cajones de mi escritorio donde guardaba celosamente una cajita envuelta en celofán con moño fucsia, se lo entregué y le dije
Toma, esto es para empezar, si te portas bien habrá más, quiero que lo uses…
Ella tomó el obsequio adivinando un perfume, o alguna alhaja, pero menuda sorpresa se llevó al abrirlo y encontrar en su interior un plug anal pequeño, como para comenzar, ella me miró sorprendida y dijo
Señor Heller… yo nunca usé estas cosas… es que…
Me incorporé y apoyando los nudillos en el escritorio le dije alzando la voz y cortando sus palabras
Vas al baño ya y lo usas… si?
Silvia bajó la mirada y la seguí con la mía hasta perderla en la puerta del baño.
Pasaron unos minutos y ella salió, con la caja vacía y me dijo
Listo señor, ya le hice caso…
No dijo nada más y fue derecho a sentarse a su escritorio, me quedé con una pizca de duda, mezcla de excitación y desconfianza, realmente ella tenía ese juguete incrustado en su culo como lo había visto en tantos videos? acaso mi secretaria podía ser tan sumisa y puta al mismo tiempo? O solo jugaba para que yo la imaginara y me hiciera la película? Cosa que de por si estaba sucediendo…
Me quedé sentado en la silla de mi escritorio, solo observándola a través del vidrio de mi despacho, tratando de adivinar lo que había en su mente, Silvia estaba concentrada en sus actividades diarias, y yo solo imaginaba ese juguete metido en su esfínter….
Mis problemas me trajeron a la realidad, una cosa llevó a otra y mis ocupaciones me devoraron…
Estaba cenando mientras miraba una película encasa, el móvil empezó a sonar, vi que era ella, me pareció raro, nunca llamaba a menos que se tratara de algo urgente, atendí
Hola?
Buenas noches Señor Heller, disculpe la hora, espero no haberlo importunado…
No… no… estaba cenando… dime Silvia… que sucede?
Verá… no se enfade conmigo… es que tengo muchas ganas de ir de cuerpo… y necesitaba pedirle permiso para retirar su regalo….
Ah! mierda… pero que mujer… yo me había olvidado de ese plug, y jamás hubiera imaginado que mi secretaria hubiera esperado una orden mía para retirarlo, y me sentí una mierda, esa no era mi intención, pero me sentí una mierda, aunque también me tenté a reír…
Solo le aclaré que en adelante no llevemos estos juegos al extremo, que lo dejemos para ‘horarios de oficina’, no quería perturbarla las veinticuatro horas…
Los días siguieron, los jueguitos de la regla y el plug anal también, los castigos habían cambiado a recompensa y poco a poco Silvia se volvía más predispuesta a todo.
Así una mañana le propuse un trueque, ella me entregó el plug anal y yo le día a cambio uno de mayor diámetro, ese día en el sex shop había comprado varios, como una mamushka rusa, y poco a poco iría aumentando, sin prisa, sin pausa, y si ella no ponía un freno, pues yo no lo haría.
Y con el correr de los días el jueguito se hizo excitante, porque yo me pasaba pensando y pensando, como era posible que esa chica estuviera sentada ocho largas horas con ese juguete en su trasero, como si nada, como si fuera lo más natural del mundo, y no solo eso, me preguntaba cómo podía abstraer su mente de todo eso, como podía servirme un café, arreglar un negocio, hablar por teléfono, atender un cliente con una sonrisa, y tantas cosas más adaptándose a un libreto, como podía, porque yo no podía hacerlo… y me desvelaba imaginando, y solo me masturbaba…
Y no conocía sus límites, así que fui por ellos, llegó el intercambio por el tercer dildo, más grande, se lo di con la esperanza que se negara, que objetara, pero no, como de costumbre, caminó hacia el baño sin decir palabra, con la caja correspondiente.
Diez minutos más tarde volvió a mi lado, me devolvió la caja, la abrí y comprobé que me devolvía el de menor tamaño, el que estaba usando hasta ese momento, perfectamente lavado y esterilizado…
Y seguí con los cambios, más y más grande, es risueño, pero lo que ustedes imaginan era lo que yo imaginaba, porque a decir verdad yo nunca había visto nada, solo imaginaba su esfínter dilatado, pero solo eso…
Llegamos al más grande, y era realmente grande, cinco o seis centímetros de diámetro, era mi última jugada, estaba agotando mi stock, y ella volvió a ganar, y en algún punto me sacó de eje, pero qué diablos le pasaba a esta chica, estaba más loca y enferma que yo? cual era el jugo? Que es lo que buscaba? que había visto en mi? si le daba un zeppelín… se lo metería en el culo también? solo porque yo lo pidiera?
Y si me mintiera? Y si solo estuviera jugando conmigo? y si estuviera haciendo un papel de payaso? Ahhh!!!! Me sentí fatal, y me enojé con ella en mis pensamientos…
Recordé que más de una vez le había mirado el trasero al salir de la oficina, tratando de notar la base del plug bajo la ajustada pollera, pero nunca pude ver nada, recordé que más de una vez traté de observarle algún gesto de incomodidad, pero nunca había notado nada… conclusión… me estaba engañando…
Minutos más tarde volvió a mi despacho con la caja bajo el brazo, como de costumbre, pero esta vez, cuando se disponía a regresar a su escritorio le dije en un tono superado
Silvia, esperá por favor, tengo que hablar con vos…
Ella me hizo caso, como de costumbre
Como se sientes esos juguetes en tu trasero?
Bien señor Heller
Bien… y no te molesta, no te duele…
Yo me acostumbro…
Si claro… y sabes qué? no creo nada de tus mierdas…
Ella no dijo, nada, bajó la mirada y empezó a refregarse sus transpiradas manos, en ese momento perdí el control y solo actué por instinto animal, me paré y fui de su lado, la puse sobre el escritorio, en posición para azotar sus glúteos con la regla, pero esta vez solo subí con premura la pollera, tenía un culotte negro de encaje, no dude en bajarlo sin pensar en las consecuencias…
El enorme culo de mi secretaria lucía entre las nalgas la base roja del enorme plug que atravesaba su esfínter...
Recobre la cordura, solo volví meditando a mi sillón, me senté, la miré, ella, como si fuera un títere se subía su ropa interior y se acomodaba la pollera, pregunté
Por qué lo haces?
Como no hacerlo… usted es mi amo, y yo estoy obligada a cumplir su voluntad…
No dije nada, que decir… yo nunca había propuesto ningún juego, ni disciplina, nada de nada, deduje que, si yo estaba enfermo, Silvia estaba más enferma que yo…
Pasaron unos días, y esa regla no escrita se siguió cumpliendo, con la misma firmeza…
Al año de permanencia a mi lado, decidí cambiar algunas cosas, el juego con mi secretaria de reglazos en el traste y dilatadores anales parecía estancado, y ella vivía en una eterna tranquilidad, que ella fuera tan sumisa me sacaba de eje, jamás proponía, jamás me sorprendía, así que decidí cambiar las reglas de juego, mi deseo y mi orden para ella era ese… que me sorprendiera.
Como muestra de mi dominio le regalé un collar en lazo negro, bien ajustado a la garganta, con una medalla redonda de gran tamaño, con las letras SH labradas, en clara alusión a ‘Señor Heller’, que era la forma en que siempre me llamaba, supuse que, si cualquiera preguntara, ella podría decir que la S se debía a Silvia, su nombre, y le H, bueno, ese era su problema.
Ahora bien, cualquiera que entendiera de juegos de amos y esclavas, hubiera sabido de que se trataba, por las dudas, en el reverso le hice grabar ‘La perra del Sr. Heller’
Silvia solo dejó que le ajustara la medalla al cuello, y captó cada una de mis ideas, idea que pondría en práctica en no mucho tiempo, se avecinaba una reunión para mí, con mis clientes, y ella jugaría sus cartas…
CONTINUARÁ
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