- Mierda -, me dije entre dientes y jadeando cuando vi que se cerraban en mis narices las puertas del tren de cercanías que quería coger. Lo había perdido por segundos y resignada me senté en un banco a recuperar el resuello y esperar el siguiente.
Vivo en un pueblecito residencial en las proximidades de la ciudad y casi siempre viajo en tren para desplazarme al centro. Para no perder el próximo, había salido de casa corriendo y con ganas de orinar, diciéndome que ya lo haría en el tren y ahora estaba sin aliento por el esfuerzo, meándome y además lo había perdido.
La vejiga llena pudo sobre el cansancio y me levante dirigiéndome hacia el otro extremo del andén. Una caseta totalmente aislada y bastante separada del edificio principal de la estación, lindante con una zona sin urbanizar llena de arbustos y malezas, albergaba los lavabos públicos de la estación.
Entré en uno de los cubículos, me levante la falda y me baje las bragas sentándome en la taza. Un ligero ruido, como si algo se moviera entre la espesa vegetación que llenaba la parte trasera del pequeño edificio atrajo mi atención. - Un gato -, pense para mi; pero en eso me fije en un pequeño
orificio que había en la pared por el que se atisbaba el exterior y por el que adivine una figura que se movía. Seguro que había alguien espiándome. Al principio me indigné pero luego una idea me pasó por la mente.
Cuando acabé, me levante tome un trozo de papel higiénico para secarme y simulando que no había percibido nada coloque mi coño junto delante del orificio mientras me limpiaba lenta y esmeradamente separando los labios para dejar ver con todo detalle lo más íntimo de mi sexo. Percibí un jadeo contenido y salí del recinto como si ni hubiera pasado nada, pero con la
intención de pescar in fragante al "voyeour".
Me acerque lentamente por detrás y vislumbre una figura sentada sobre una pila de ladrillos que evidentemente se estaba masturbando. Separé bruscamente las matas que me impedían el paso diciendo: -¿Qué, haciéndote una paja a mi salud?.
Ante mi apareció un mozalbete. Tenía ojos claros, la tez morena, testimonio de un reciente verano, y el pelo castaño, luciendo una hermosa media melena.
En la penumbra daba una imagen con un cierto aire andrógino, incluso asexuado si no fuera por la visión que me ofrecía y que lo hacía enormemente atractivo. Sostenía con su mano una polla ligeramente morena, circuncidada,
erguida y rotunda con unos cojones, rugosos y pequeños, cubiertos de un ligero bello claro, al igual que su cara en la que apenas se insinuaban una barba y un bigote de adolescente.
La sorpresa hizo que su verga perdiera la erección, mientras me miraba con cara de manifiesta sorpresa.
Sonriendo le pregunté:
- ¿Cuantos años tienes? -.
- Dieciocho -. Contestó, musitando entre dientes.
Era evidente tanto que mentía, como que estaba deseando descargar la virilidad juvenil que le bullía en los testículos.
En un arranque de locura, decidí seguir con el juego. Me acerqué a él y levantándome las faldas le dije: - Mira, mira, por mi no te cortes, puedes seguir cascándotela.
El muchacho no reaccionaba, así que alargué mi mano y acaricié aquel sexo que se me ofrecía. Noté como se estremecía, cerraba los ojos y me dejaba hacer. Aquella verga tenía un tacto suave y sedoso, y el bello pubiano y la incipiente pelusa que cubría los cojones me daban la sensación de estar
acariciando a un muñeco de peluche. Yo me iba excitando, no sólo por lo que estaba ocurriendo, si no también por el sentimiento de riesgo, por la atracción por lo prohibido. Me agaché para llevarme a la boca aquel manjar,
pero cuando mis labios y mi lengua apenas habían rozado el glande, reaccionó casi violentamente diciendo de modo cortante y con energía:
- ¡No!, ¡con la boca no!. No me gusta que me llenen de babas -.
Renuncié momentáneamente a continuar por ese camino y seguí masturbándole con la mano.
Me senté a su lado y le dije:
- Acaríciame tu también el sexo -.
Puso su mano sobre mi coño y tímidamente empezó a acariciarme.
- Ahora pon la mano dentro de mi bragas y nota como mi sexo moja tus dedos
-.
Realmente no lo hacía mal para ser un principiante.
- ¿Con lo guapo que eres, lo bien que acaricias y esta polla tan bonita, las chicas se pelearan por hacerte cosas como éstas? -.
- Es la primera vez que me lo hacen -. Dijo tímidamente.
- No me lo puedo creer. ¿Qué no sales con chicas ni vas a las discotecas? .-
Continué yo sorprendida.
- Si. Bailamos bien apretados, nos besamos en los sofás, yo las acaricio como te lo estoy haciendo a ti. Pero enseguida comienzan a temblar y a gemir y se marchan dejándome tan caliente que tengo que acabar en el lavabo haciéndome una paja o viniendo aquí, como hoy -.Confesó casi con vergüenza.
Habíamos dejado de estimularnos y él estaba allí explicándome sus problemas sexuales de adolescente.
- En mis tiempos a las que hacían esto las llamábamos "calienta braguetas", pero la mayoría de nosotras hace 25 años estábamos deseando tener a nuestro alcance una buena polla como la tuya para pasarlo bien. Déjame que te enseñe unos cuantos trucos para que no vuelva a pasar más. Piensas que estás en una fiesta con una chica.- Le dije yo, con un cierto aire maternal.
No contestó, le tomé la mano y se dejo llevar. Puse su mano en mi sexo, con los labios separados y le pregunté:
- ¿Notas ese bulto, como un botón que tengo sobre la entrada de mi vagina?-
- Si. ¿El clítoris, verdad? -. Pregunto con curiosidad
- Veo que por lo menos anatomía si que os enseñan en el instituto. Mójate los dejos con saliva y frótamelo suavemente.
Se llevó los dedos a la boca y después de humedecerlos, empezó a acariciarme el clítoris.
- ¡Ummm! Que bien que lo haces -. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. -Mejor todavía que la saliva, mete los dedos en la vagina y muévelos lentamente
hacia dentro y hacia fuera haciendo pequeños giros.
Que gran alumno había encontrado.
- Nota como mi sexo te moja la mano y vuelve a estimularme el clítoris con
tus dedos lubrificados con mi jugos -.
Obedeció prontamente y yo me acercaba al orgasmo y así se lo hice saber:
- Yo estoy muy cerca de gozar. En este momento has de coger la mano de la chica y ponerla sobre tu verga y hacerle saber que sólo seguirás si ella también te masturba. No falla, no hay mujer que este punto sea capaz de echar marcha atrás -.
Estaba visiblemente excitado, su polla volvía a estar tiesa y yo comencé a acariciarle los huevos mientras le masturbaba. Nuestros ritmos de acoplaron perfectamente y yo tuve un orgasmo breve pero intenso y maravilloso.
El había cerrado los ojos e instintivamente tenia en su boca sus dedos impregnados de mi, se notaba que estaba en el séptimo cielo. Nuevamente me agaché sobre él y tome su verga con mis labios. Ahora no puso ningún reparo, estaba apunto de llegar al final y se corrió en mi boca en pocos instantes.
Que placer sentí al notar mi boca llena con aquel semen cálido y juvenil que brotaba a borbotones incontenibles de aquel sexo vigoroso e inexperto.
- ¿No te da asco?-. Me dijo mirándome a la cara con lo ojos muy abiertos.
- ¡No!, has de aprender a sentir placer con todo aquello que lo cause a tu pareja. Además la boca es un gran órgano sexual. Todos nuestros sentidos han de participar. Todo lo que me has hecho con los dedos se puede hacer con la lengua lamiéndome el clítoris y los labios y metiéndome la lengua en la vagina. El olor y el sabor del sexo de una mujer excita a la mayoría de los
hombres. Tu mismo te has chupado instintivamente los dedos que habías metido en mi coño -. Le conteste yo sonriendo con la boca todavía llena con el sabor de su semen.
- Yo esto lo había visto en revistas y siempre había creído que era cosa de putas, pero que la gente normal no hacia estas "guarradas".
- Pues como ves estabas equivocado, yo no soy una puta y lo he hecho porque sabía que te gustaría (no conozco ningún hombre que no le vuelva loco que le chupen la polla) y para mi ha sido placentero porque lo ha sido para ti. Las únicas precauciones con el sexo son los embarazos y las enfermedades y para eso hay dos fórmulas: los condones y el sexo con personas conocidas.
- ¿Pero ni hemos usado condón ni me conocías antes? -. Añadió.
- Tienes razón, me he arriesgado porque un muchacho inexperto como tú en principio no es probable que te trasmita ninguna enfermedad y en cuanto a los embarazos, no me las metido.
- Oye, que es eso de muchacho inexperto -. Dijo levantándose indignado. Su polla quedo a altura de mi cara y yo le bese el glande con un beso sonoro que hubiera pasado por inocente a no ser por el sitio.
Se arrodillo y coloco su cara entre mis piernas y sin darme tiempo a reaccionar apartó mis bragas hacia un lado y empezó a con unos lengüetazos largos suaves sobre mi coño.
- Si no quieres no tienes por que hacerlo. No has de demostrarme nada .- Le dije con voz entrecortada.
El aprendiz de hombre me estaba poniendo cachonda con gran maestría. Separó con gestos inseguros los labios de mi sexo y continuo jugando con su lengua en mi clítoris y la entrada de mi vagina. Oleadas de placer empezaron a recorrer mi cuerpo y le pedí que me mordisqueara suavemente el coño.
- Si quieres que siga, has de dejar que te folle. Recuerda tu primera
lección - Me dijo mirándome a la cara y riendo.
Acepte su reto y seguí:
- Segunda lección: No follar sin condón. No quiero que me preñes, pero como eres un alumno avanzado te enseñare otras cosas.
Me levanté y me di la vuelta, quitándome las bragas del todo y poniendo mi culo al alcance de su boca.
- Hazme en el culo lo que me hacías en el coño con la lengua y mientras lubrifica bien tus dedos con mis jugos. No tengas miedo, métemelos todo lo dentro que puedas y muévelos sin parar.
Con su lengua en mi culo y sus dedos en mi coño creí enloquecer.
- Así, así, no pares. Ahora méteme los dedos en el culo, primero uno, luego dos y al final prueba con tres.
Era un gran alumno. En un santiamén tenía los tres dedos dentro de mi recto y con la otra mano me acariciaba el clítoris sin que nadie se lo hubiera dicho.
- Ahora un último detalle -. Añadí yo entre gemidos. - Ponte delante de mi que te la ensalive bien.
Deposite abundante saliva en su glande y la repartí con mi boca y mi lengua por toda su polla de piel suave y tersa, mientras le decía, que apenas se me entendía,:
- No se te ocurra correrte todavía -.
Le quedo la verga dura y reluciente después de mi trabajo y añadí.
- Ahora fóllame pero por el culo -.
No se hizo rogar, sentí como su glande pasaba mi esfínter sin dificultad, como seguía avanzando con energía y como sus pelotas suaves y aterciopeladas topaban con mi trasero.
- Muévete, al principio poco a poco y ves acelerando tus movimientos -. Le expliqué.
Siguió mis instrucciones al tiempo que ponía su mano en mi coño y alternaba las caricias en el clítoris con sus dedos entrando en mi vagina.
- ¡Oh! cariño, eres genial -. Gemía yo mientras el me trabajaba el culo y el coño con una maestría inesperada.
Se corrió dentro de mi y el notar como su esperma caliente manaba a presión de su sexo y me llenaba, fue la señal que disparó mi orgasmo.
Quedó agarrado a mi espalda con su juvenil e incansable verga todavía en mi interior.
- ¿Qué tal? -. Le pregunté.
- Maravilloso -. Contesto en voz baja y evidentemente cansado por el esfuerzo.
- Ahora ya sabes lo que nos gusta a las mujeres y como conseguirnos.
Me puse las bragas, me arregle la falda y salí de aquel escondrijo dejándole con los pantalones bajados, secándose la polla y posiblemente pensando en lo sucedido sin acabar de creérselo. La verdad, yo tampoco me lo creía.
Ya en el andén, vi como otro tren se marchaba en dirección a la ciudad y decidí volver a casa. No estaba dispuesta a seguir esperando y además necesitaba bañarme y descansar.
Unas semanas después me cruce en el paseo del pueblo a mi joven e improvisado amante, que paseaba agarrado de la cintura de una chica de su edad con un tipazo y unas tetas formidables. Me miró a los ojos sonriendo y me saludo como si me conociera e toda la vida.
Me volví para verlos pasear. El le mordisqueaba el cuello y las orejas mientras le sobaba el culo y ella se dejaba hacer con evidente satisfacción de pasear con un chico tan guapo y que marcaba un paquete impresionante.