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Ectasy&agony

~Una gota de sudor nació en la base de su cuello. Ella la sintió aparecer. Primero, como algo en su tersa y delicada piel. Y luego, hacer su recorrido por entre el medio de su delicado y regular busto. La sensación le asqueaba. Ella era una princesa. Ella no podía sudar. Y menos aun gracias a sus esclavos.
Anny estaba sentada, un sillón de cuero que parecía estar en llamas. Su voluminoso y apetitoso trasero, una fuente de calor inmensa, tenía sus piernas entreabiertas para dejar que todo el calor de su vagina, y la fragancia de sus líquidos pudiera ambientar el lugar y excitarla más. Frente a ella, estaban sus dos criaturas, sus dos esclavos, sus dos cosas más preciadas en su vida. Sus propios juguetes sexuales.
Su novio, quien era su amante, su mejor amigo (o eso era lo que él piensa), había perdido la apuesta por el rol de dominante en este día. Pero no lo tildaba de renuente, mas bien, esa perdida, lo hacía esforzarse al máximo, y darle oleadas de placer que Anny no ha sentido en toda su vida. Su novio, un hombre sumamente alto y delgado, no era lo más atractivo en su lista de hombres, pero había algo en el, que ella podía hacer lanzarse al vacio con sus ojos cerrados, y contar con que el ya estará abajo esperándola con los brazos abiertos para atraparla. Tal vez, eso era una definición de amor. Solamente que hoy, ese amor se transforma macabra, perversa y lujuriosamente en lamidas, en chupadas, en gemidos, en sudor, en fluidos, en sexo puro y sin reservas, en sexo animal, que toda mujer desea de vez en cuando en su vida. Sentirse poseída por el placer y la perversión, al menos una vez en su vida. Y su novio se lo estaba regalando en un gran paquete con un enorme y espectacular lazo.
Su otro esclavo, era una amistad de su novio. Durante un tiempo largo, (y doloroso), Anny ha sentido una fascinación por su mismo sexo. Fascinación que creció en obsesión y determinación justo cuando su novio la confeso. El fue tan increíble de escucharla, y aceptarla. Cosa que parece nadie quiere hacer dentro de sus amistades y familiares.
_’Tal vez algún día podamos hacerlo realidad’, dijo inocentemente su novio.
El no sabía que ella lo había tomado al pie de la letra. Literalmente. Y así fue, con tan solo muy poco tiempo de novios y amantes, ella decidió emprender la búsqueda para saciar su apetito sexual. Fueron días duros, más que todo para él, con la confusión de que hacer, como actuar, ¿debía dejarla?, aunque ¿la amaba lo suficiente como para aceptarla?, y de ser así, ¿Qué futuro tiene la relación? Para ella fue el miedo a perder lo más preciado en su vida, perder a la única persona, que si bien no la ama más que una madre a su hijo, si podía entender cada locura, capricho, necesidad, dolor, idiotez, o sentimiento que ella tuviera, y aun así ayudarla al máximo.
El tiempo paso, y el acepto mas y mas la idea, hasta que apareció Mariana.
Una joven inocente, de ojos intensos y profundos, de piel blanca como la leche, una cara de ángel, y un cuerpo de demonia, apareció en las redes sociales de su novio. Solo le tomo unos meses, y a pesar de la incomodidad de su novio de hacer algo con la chica, el amor, y la perversión de ambos los llevaron a corromper a la chica. Y ella, guiada por las nuevas experiencias, termino en un cuarto de hotel, con la puerta con llave, y el lugar para todo el día. Su nombre era Mariana, y a pesar de su edad, sus ojos, y comportamiento en ese instante no eran nada inocentes, todo lo contrario, eran los de una perra sedienta de sexo, de tener orgasmos incontrolables y dejar que Anny y su novio hicieran lo que ellos parecieran mejor con ese precioso y delicado cuerpo.
Un rayo de intenso placer la hizo sacar de sus pensamientos. Su excitación vino de su novio. El estaba lamiendo intensamente su seno derecho, la punta de su lengua recorría diligentemente su areola, dejando trazos brillantes de saliva, para luego pasar rápidamente por su pezón. Anny gimió fuertemente ante tal movimiento, su mente concentrada en el acto, en el ahora, olvidando completamente el exterior. Este sería su día, disfrutaría del amor de su novio, y de la perversión de Mariana.
Otro gemido más por las atenciones de su novio, y Anny podía sentir algo saliendo de su seno. Lo habían inventado hace unos años en Europa, pero el consumo estaba restringido en América. Un amigo de su novio se lo había conseguido por pedido especial, diseñada en principio para tratar problemas de nauseas en mujeres embarazadas. Se descubrió un efecto secundario, en el que las mujeres comenzaban a lactar días después de haber tomado el medicamento. En Europa había pasado las pruebas de comercialización, y eso le bastaba a su novio para que Anny las tomara. Ahora, en medio de la excitación, Anny comenzaba a lactar. La expresión de asombro de Mariana, y la de gusto de su novio eran inigualables, cuando Anny comenzaba a emanar leche de sus senos. Mariana se quito de inmediato del seno de Anny, asustada volteo hacia su novio. Ella estaba por decir algo, cuando vio como el novio se alimentaba felizmente del seno de Anny, como sus ojos tenían una mirada tan bella, tan provocativa, tan inocente, que de inmediato Mariana se dedico a hacer lo mismo. Si el novio disfrutaba esa leche, entonces ella también. Mas leche salía de sus senos, y Anny sentía que moriría. La sensación de la leche recorriendo los conductos de sus senos, ese líquido tibio saliendo hacia la boca de su novio, que ligeramente presionaba con lengua la punta de su pezón, haciendo que chorros ligeros, pero intensos de leche salieran para su boca. Mariana estaba en la misma faena, y pesar de no poseer la misma habilidad del novio, lo compensaba con determinación y esfuerzo. A Anny le incomodaba un poco el trato de Mariana, pero en sus ojos podía ver el deleite de probar su leche, así que dejo que aprendiera con sus senos. Un poco de dolor no haría daño alguno. Mientras tanto, su novio parecía más y más extasiado con su leche. Sus besos se habían transformado en chupar ansiosamente su seno. De vez en cuando apretando un poco el seno, solo lo suficiente como para que mas leche saliera. Anny no lo resistía más. Sus líquidos en su vagina le decían que necesitaba algo más que lamer sus senos para llegar al tan deseado orgasmo. Su deseo insaciable le hacía pedir a gritos que le consolaran a su vagina. Su excitación creció más al poder experimentar, alguien que jugara con sus senos, mientras alguien jugaba con su vagina.
Anny alejo con esfuerzo a su novio de su seno. La cara que tenia de ansias por seguir alimentándose de su princesa, todavía presente. El la miro, y ella con tan solo un gesto, hizo que su novio entendiera, y supiera que hacer. Luego fue el turno de Mariana, un trabajo doblemente forzado por separarla de su seno. El hilo de saliva y leche que se formo entre su boca y el seno, llenando de perversión y lujuria a Anny aun más. Con tan solo un rápido y violento movimiento, Anny comenzó a besar a Mariana. Si esa leche que les daba de comer tan rica, ella también debía probarla. La primera vez que Anny beso a Mariana, fue su primer beso con una chica. Y de inmediato se mojo su ropa interior. Fue algo mecánico e inmediato. Por un momento sintió vergüenza y miedo, vergüenza porque su novio se lo había dicho anteriormente. Ella era bisexual, así ella pensara lo contrario, o lo tratara de ocultar diciendo que seguía confundida. Miedo, porque no sabía que pasaría después, después de que le diera el veredicto a su novio. De declarar que le gustan las mujeres. De que adora sus besos. Sus caricias. De que se moriría por tener sexo ardiente y apasionado con una de ellas. Pero había algo en Mariana que parecía ser la pieza de encaje que necesitaba Anny y su novio. Tal vez, y solo tal vez, ella podía saciar la sed lésbica de Anny, sin hacer que su novio la dejara.
Una lagrima, de alivio y amor salió de su ojo. Un cristal que contenía la información de cómo Mariana podía estar con los dos. De disfrutar la compañía de su novio y de ella. Tal vez, mas bien, probablemente, como un secreto para todos. Pero serian ellos tres los que vivirían el secreto. Amándose entre los tres.
Ya Anny había besado a Mariana antes. Pero la lujuria y el deseo de probar su propia leche hicieron que la sensación la hiciera llegar a unos pasos del orgasmo. Todo en ella era absoluta y celestialmente distinto a lo que había sentido en su vida. Los besos de su novio eran increíbles, apasionantes, asombrosos. Pero los de Mariana, o mejor dicho, los de otra mujer eran fuera de este mundo. El roce de sus labios tan delicados, su piel tan suave, su lengua tan delicada, moviéndose en concierto con su boca, la hacían llegar al cielo, y bajar. Anny parecía estar besando a una nube. La textura suave y esponjosa de los labios de Mariana la hacían gemir fuertemente, su cara tan tersa, tan limpia. A pesar de las gotas de sudor, y de varios cabellos pegados firmemente por ese liquido refrigerante, Anny no sentía más que placer. Ella se sintió libre de toda culpa al besarla. Algo tan delicioso y tan espectacular no podía ser malo. Jamás. Y la leche que quedaba en la boca de Mariana paso a la degustación de la lengua de Anny. Y Anny dio otro paso más hacia su orgasmo. La leche era sorprendentemente dulce. De una textura ligera y bastante liquida, como si estuviera bebiendo agua. La leche, su leche, era un néctar demasiado apetitoso. La saliva y la leche se entremezclaron en esas dos femeninas bocas, mordiéndose, chupándose, lamiéndose. Olvidando cualquier rastro de pena y renuencia. Anny y Mariana se besaron como si estuvieran destinadas a besarse. Como si hubieran estado distanciadas por el tiempo y el espacio, ese cuarto de hotel, las reunía, y con esos apasionados besos, sellarían su destino de ser una sola alma, en dos cuerpos distintos.
Anny se alejo de Mariana, y con sus manos, coloco las manos de Mariana en sus senos. Ella ya sabía que tenía que jugar con ellos. Luego volteo hacia su novio. Su expresión de lujuria, perversión, y celos eran palpables en su mirada. El también quería disfrutar, el también quería hacerla sentir extasiada. Anny señalo con su mano a su novio que se pusiera en cuatro, y fuera hasta su vagina. Mariana sintió como el novio se colocaba entre sus piernas, para ponerse de frente con la vagina de Anny.
Una ola inmensa de placer golpeo a Anny, cuando su novio introdujo de un solo golpe la lengua en su vagina. Era una sensación desbordante. Su respiración se entre corto, cerro sus ojos con fuerza, y grito con fuerza. Estaba teniendo un orgasmo. Uno intenso, uno poderoso, uno sin barreras. Todo su cuerpo se sentía pesado, como si estuviera bajo el agua. Chorros de leche salían de sus senos cada vez que Mariana los movía, chorros largos y finos, que caían por todas partes, y con la cara de Mariana llena de placer y curiosidad por saber que tan lejos podrían llegar. Su novio penetrándola con la lengua. De vez en cuando moviéndola de arriba hacia abajo, en círculos también, tocando las súper-sensibles paredes de su vagina, y tocando su punto G. Anny se sentía exhausta, quería quitárselo a ambos de encima, de descansar un instante. Pero el placer era una droga potente, y quería ver que tan lejos podía llegar, cuantos orgasmos podía tener sin parar, además de que el orgasmo había sido tan fuerte, que no podía mover ni un musculo. Tan solo gemir y llorar del placer. Anny estaba como una muñeca de trapo, moviéndose ante los movimientos de sus senos por Mariana, y de la penetración que le hacia su novio con la lengua.
Una sensación nueva de placer surgió de su cuerpo cuando sintió que su novio se comenzaba a dedicar en su clítoris. Ella le había dicho desde hace mucho tiempo le había mostrado como y donde tocarlo. Y el diligentemente, o perversamente, busco las maneras de excitarlo. Cierto día lo intento, y las oleadas de placer la invadieron de tal forma que sus piernas temblaban involuntariamente. Hoy, hoy estaba muy débil para decir que no. Hoy estaba solo para sentir. Al diablo con sus estatus de princesa, hoy era día de caer en lo más bajo del placer, de ser una zorra de la indulgencia, de probar lo prohibido, lo tabú. De correrse cien veces si era posible, de quedar bañada en sudor y fluidos al lado de sus dos amantes. Su novio lo presionaba, lo movía de un lado a otro, y a veces jugaba con el de manera rápida. Sus piernas no paraban de temblar, y sus ojos se abrieron hasta más no poder. Gemidos, gritos, gruñidos, ella no sabía qué hacer, la sensación era demasiado intensa. Sus manos se volvieron puños agarrando con fuerza el sillón. Sus piernas comenzaron a temblar, esto era demasiado, debía detenerse, debía parar a su novio, ella no lo soportaría. Mariana vio lo que quería hacer Anny, y de inmediato abrió sus piernas, para que Anny no cerrara las suyas. Tomo sus manos de la muñeca, y las aguanto fuertemente, con cuidado ella acomodo sus senos con los de ella y los presiono firmemente, pero con sumo cuidado y procedió a besarla. Anny había dejado de ser la princesa, para convertirse en la esclava. En ser ella quien se dejara abusar, el objeto sexual de sus amantes. La boca de Mariana era exquisita, pero Anny estaba demasiado tensa. El placer no la dejaba más que gemir, y dejar que Mariana lamiera su boca dejando gruesos hilos de saliva alrededor de sus labios. Anny sentía algo intenso que se construía dentro de su cuerpo. Su cuerpo era el medio en el que el placer transitaba. Sus piernas cansadas y adoloridas del esfuerzo, sus manos todavía luchando, eran el presagio de algo intenso. Ella quería gritar, escaparse, abandonar ese lugar tan oscuro, pero Mariana no la dejaba, y su novio le empujaba cada vez más a ese lugar. Su lengua se movía con tal rapidez, y con tal violencia que su clítoris estaba hinchado y rojo, cuando cambiaba a su mano, la intensidad aumentaba. Su mano se movía más rápido, su chocaba con su clítoris que estaba en punto crítico. El placer iba creciendo exponencialmente, hasta que por fin Anny tuvo el orgasmo más intenso de su vida. El grito fue ancestral, como si un demonio había gritado desde lo más profundo de sus entrañas. Su cuerpo convulsiono terriblemente, la leche en sus senos escaba a chorros, y sentía como la humedad de su vagina salía sin control.
Mariana y su novio se detuvieron. Claramente satisfechos de su labor. Anny se había quedado dormida instantáneamente. Su cuerpo todavía con espasmos, y sus senos haciendo brotar leche sin ningún estimulo. El orgasmo había sido más que suficiente para dejar esos senos tan suculentos botar su delicioso néctar.
Cuando Anny despertó, se encontró con la sorpresa de que su novio y Mariana se estaban besando apasionadamente. Anny sintió una puntada de celos al observar como su novio la tocaba, como sus enormes manos recorrían el cuerpo de Mariana, como masajeaban sus senos. Como jugaban con su vagina. Y ultimadamente, como Mariana disfrutaba de cada una de las caricias de su novio.
Ese hombre es de ella, de nadie más. Ninguna mujer, por apetitosa y buena que estuviera se lo iba a arrebatar. Esos besos eran de ella, ese cuerpo su pertenencia, y su pene exclusivo de ella. Esa erección tenía su nombre en toda la extensión de su grueso y poderoso tronco. Anny sonrió, porque vio que su novio todavía tenía puesto su bóxer. Ese sentimiento de confianza y amor hacia ella la hizo quererlo aun mas. No importa que tan rica fuera Mariana, su novio quería que fuera Anny quien le diera los mejores e intensos orgasmos.
Su novio la tenia acostada, dándole un espectacular sexo oral. Anny todavía se preguntaba como él se había hecho tan experto en dar oral. Como podía mover su lengua larga y flexible dentro de su vagina. Mariana no estaba acostumbrada a esos placeres, y se movía frenéticamente, gimiendo y chillando en el proceso, apretándose los senos con fuerza para sentir más placer aun. Anny se acerco por detrás de su novio, y comenzó a morderlo. Ella sabía que eso le encantaba. Que lo mordiera en todo su cuerpo con fuerza. Y ella lo adoraba, era tan apetitosa esa espalda, tan suave, tan provocativa, que solo podía desear comerla. Ella lo mordió cerca del cuello, en la espalda baja, en las nalgas, sintiendo la suavidad de ellas con la tela del bóxer. Su novio se detuvo, y se levanto. Mariana y Anny lo observaron confundidas por un segundo. Hasta que Anny vio la expresión de su novio y sabia lo que debía hacer.
Anny empujo su novio al sillón. El cuero todavía caliente y lleno de fluidos del orgasmo de Anny, y junto a Mariana se abalanzaron a él cómo dos animales sedientas de sexo. Juntas, como un equipo lujurioso, comenzaron a lamerlo y a besarlo. Anny llevaba la batuta y Mariana simplemente la seguía. Ambas empezaron lamiendo sus orejas, haciendo sonidos perversos, haciendo que su novio se estremeciera del placer. Luego bajaron hasta su pecho y comenzaron a morderlo. Mariana lo hacía con suavidad y pasión, y Anny con fuerza y rabia. Dándole un toque agridulce a la sensación. Luego comenzaron a lamerle los pezones. Su novio solo hacia gemidos de desesperación. El no podía seguir aguantándose más. Necesitaba de su medicina. Pero Anny y Mariana lo harían cuando ellas quisieran. Ahí estuvieron por minutos, cuando Anny comenzó a lamerle las axilas. Mariana observo extrañada como Anny hacia gemir a su novio con fuerza. La cara de desesperación del novio motivo suficiente para ella también lamerlo. El novio solo podía sentir y gemir, esa era su labor. Su recompensa. Anny decidió que el ya tenía suficiente y lo hizo levantarse. Su delgadez pronunciando bastante su altura. Su figura deleitando a Anny. Ella no sabía si le gustaba a Mariana, y no importaba, su novio era de ella, todo le pertenecía a ella. Anny comenzó a lamerlo desde la base del cuello, bajando por su abdomen hasta llegar a su bóxer. La erección que tenía era fuera de lo normal, y su humedad empapo gran parte del bóxer, dejando un ligero brillo en la cabeza del pene. Anny lo observaba cuando comenzó a chupar esa humedad. Mariana subió nuevamente y comenzó a lamerle los pezones. Esa chica tenía una fascinación con los pechos, decidió Anny. Su novio gemía ligeramente, y las observaba de manera aprobatoria. Luego Anny hizo bajar a Mariana, para que observara el pene erecto de su novio. Anny se acerco hasta él y de un tirón bajo los bóxers.
El pene de su novio la golpeo debajo de la barbilla, y ella gimió en deseo. Nunca lo había visto de esa manera, tan erecto, tan apetitoso. Mariana si parecía más asustada con verlo. Anny sonrió al ver esa expresión, porque sabía que pronto cambiaria en una de adicción al sexo. Anny lo observo por otros instantes. La piel que cubría su cabeza se había corrido, y podía verse toda roja y brillante. De su orificio salían líquidos, cayendo en gotas largas y suculentas. Y se podía notar claramente como palpitaba. Anny lo tomo con una mano, y la sensación la hizo mojarse. No podía esperar metérselo, sentir toda esa firmeza dentro de ella, penetrándola, haciéndola suya. Pero decidió esperar, ella quería que Mariana le diera la primera probada. No lo hizo sin sentirse un poco celosa, pero ella quería compartir sus juguetes con ella, especialmente el mejor de sus juguetes.
Con un gesto hizo que Mariana se acercara a él. Ella sabía que debía metérselo en la boca. Era algo que sucedería, quisiera o no. Ella solo podía decidir si hacerlo por las buenas, o por las malas. Mariana lo observo mientras se acercaba a él, palpitando, deseoso y desesperado por atención y cariño. Anny observaba todo, vigilante, y decidió esperar a ver que decidía Mariana.
La boca de Mariana se abrió un poco, y sacando un poco su tierna lengua, probó el líquido que emanaba del pene. Su expresión fue de temor, luego a una de curiosidad, y luego a una de adicción. Anny lo vio todo y decidió probarlo por sí misma. Ella fue un poco más lejos y comenzó a chuparlo con fuerza, su lengua dando vueltas hasta donde podía para estimularlo. Era un poco grande para su boca, y solo podía mover su lengua por partes. Pero eso bastaba para probarlo, sentir como los líquidos pasaban por su tronco para salir por el orificio. Los líquidos eran dulces, mucho más que lo que ella había probado antes, y decidió seguir chupándolo. Siendo egoísta y malcriada, ella quería todo ese trozo de carne para ella sola. Pero no duro mucho pues recupero sus sentidos, y dejo que Mariana aprendiera, si pretendía ser el amante de los dos, a como darle medicinas a ella y a su novio.
Al principio, Mariana comenzó lamiendo la cabeza. Su carita inocente era algo que excitaba a Anny y a su novio. Mariana era un poco más baja que Anny, por lo que su boquita tampoco era la adecuada para manejar un pene como el del novio. Los gemidos del novio eran constantes, a medida que Mariana lamia con destreza el pene. No era muy distinto a una chupeta, solo que debía hacerlo de manera más perversa y sexual. Incluso encontró el nervio que mando rayos de excitación al novio. Justo entre la cabeza, y el tronco del pene. Un trocito de tejido que era literalmente un botón de excitación y placer. Anny entendió que la pequeña chica se estaba volviendo toda una experta, y aun cuando era su primera vez. O tal vez eso era lo que ella afirmaba. De inmediato se coloco detrás del novio y con sus manos comenzó a masajearle los testículos. Esa bolsita era tan curiosa al tacto, y tan erótica para Anny. Mientras lo masajeaba, se agacho y metió su cara en su trasero, dándole un tratamiento de beso negro. Cuando Anny pasó su lengua, sintió como las piernas del novio temblaron, y un fuerte gemido salió sin escrúpulos de su boca. Anny sonrió. Le encantaba tener el poder sobre él, el poder de hacerlo estremecer de esa manera. Cuando Anny se canso de besarlo ahí, se coloco de frente para encontrarse con que Mariana trataba con todas sus fuerzas engullir el pene. Gran parte de la cabeza aparecía y desaparecía frente a sus ojos. Mariana giraba la cabeza, la inclinaba, para poder con su lengua, lamerlo todo dentro de su boca. A veces se lo sacaba de la boca, dejando hilos gruesos de saliva y fluidos. Sus pequeñas manos masturbándolo con velocidad y determinación, mientras que lo veía fijamente, estudiándolo, viendo la expresión descuadrada de placer. Anny no podía permitirlo y se lanzo al ataque. Moviéndola bruscamente a un lado, Anny empezó a dar el mejor esfuerzo para chuparle el pene a su novio. Sintió un poco de indignación al saber que la técnica de Mariana era mejor. Su boca un placer erótico. Toda una vagina en la cara. Anny recurrió a sus armas pesadas. Con sus senos, comenzó a masturbarlo. La leche regándose por toda su entrepierna y pene. Mientras bajaba, Anny se lo metía en la boca, lo chupaba un poco, y se lo sacaba para seguir usando sus senos. El novio estaba en el cielo, y de no ser así, en el mejor de los infiernos, placer intenso y puro para toda la eternidad. Mariana también quería seguir probándolo. Su cuerpo destinado por esos momentos a recibir y dar placer. El sabor de la leche de Anny le había dado un efecto nocivamente adictivo. Y ahora con el sabor de pene en su boca, Mariana no quería mas nada sino tener sexo, y lo quería ahora. Con movimientos ligeros, ella se acerco a Anny, poco a poco tratando de intervenir para seguir disfrutando de ese pene. Anny veía la intención de la pequeña zorra, y decidió compartir, siempre y cuando se portara bien. Anny se acomodo para que entre ella y Mariana pudieran besarse mientras tenían al pene en el medio. Dos lenguas revoloteando en la cabeza y tronco de su pene, el novio estaba estupefacto y anonadado. Dos lenguas y cuatro labios tratando de besarse, luchando apasionadamente por besarse, con un pedazo de carne en el medio. La expresión del novio era inigualable, y predecible también. El tratamiento que le estaban dando era increíblemente largo para su resistencia, y ningún pensamiento podía dejarlo escapar del calor que se acumulaba dentro del novio. Estaba por llegar, y solamente detenerse le calmaría ese inevitable desea. Solo que detenerse, no existía en la bocas de los tres.
Anny se coloco junto a Mariana frente al pene. Con una de sus manos, y con una de las de Mariana, las dos comenzaron a masturbarlo hasta que el novio no pudo más. Un chorro grueso de semen golpeo a Anny en la cara. El líquido blanco estaba completamente caliente, y eso la hizo mojar más. Sí, que se siga corriendo, que se corra hasta que quede completamente seco, que expulse toda la leche que estas dos súcubos deseaban a gritos. Otro chorro fue hacia Mariana, cayendo dentro de su boca abierta. La muy zorra la tenia así desde hacía unos momentos, y con la lengua afuera. Definitivamente ella era una perra adicta al sexo. Así salieron otro, y otro chorro más. El novio estaba cumpliendo el deseo de Anny, correrse hasta que no quede nada dentro de su cuerpo. Fueron 6 chorros gruesos de semen los que expulso. La mayoría aterrizando en la cara de Anny. Mariana después de probar y degustar el chorro de semen que le toco, enseguida fue a limpiarle la cara a Anny con su lengua. Ella parecía tan concentrada, tan empeñada en probar el semen del novio, que no había nada que pudiera evitarse. Incluso cuando la lamia, Mariana gemía con cada pasada de su lengua en la cara de Anny. Anny estaba renuente. Desde hacía mucho tiempo, el había deseado que ella tragara su semen, que lo degustara. Por lo menos una vez, solo una vez, y si no le gustaba, pues no se haría de nuevo. Pero he aquí a Mariana, una chica que era su primera vez en toda su vida sobre estas cosas, y estaba degustando el semen que su novio tan desesperadamente quería que Anny probara. Mariana parecía disfrutarlo. Así que Anny se le acerco para besarla. Saliva y semen se mezclaron en dos bocas tan tiernas y suaves que parecían fusionarse en una sola boca, un solo cuerpo, una sola alma. El sabor era único. Algo que ella no podía identificar. Un sabor que era distintivo, que solo se le podía aplicar a él. Era dulce y característico. Pero como su novio le había dicho comentado, cuando ella le pregunto a que sabían los orgasmos de ella. Era un sabor, una textura, una consistencia característica. Algo que solo se disfrutaba desde el principio. Un gusto adquirido.
El novio estaba exhausto, sentado de nuevo en el sillón, observando como Anny y Mariana se besaban, disfrutando del espectáculo mientras ellas intercambiaban su semen con sus bocas provocadoras. Sin embargo, la erección no desaparecía. Tampoco el deseo. Su libido parecía estar por las nubes. Tal vez había sido la pastilla que tomo horas atrás. De procedencia que ni el mismo sabia, un compañero de la universidad le había asegurado horas y horas de placer intenso. Que de correrse, podía seguir erecto por horas. Anny lo había escuchado decir eso. Y estaba maravillada con que la tomara.
Por un rato más siguieron las dos princesas con sus apasionados besos. Sus cuerpos húmedos y brillantes de sudor. Hasta que Anny se volteo hacia el novio. Ella solo estaba jugando con Mariana, dándole un respiro al novio para poder tener sexo. Todo lo anterior había sido un preámbulo, un juego para el evento principal. Anny estaba más que lista. Y por ello se acerco a su novio, y abriendo las piernas, se acomodo para recibir su recompensa. Anny se lo introdujo en un solo y limpio movimiento. La sensación de tener un pene erecto otra vez dentro de ella, la hizo llegar de inmediato. El gemido fue instantáneo y bastante sonoro. Era demasiado rico. Sentirse llena de su novio. Demasiado precioso, bello, espectacular. Entre lágrimas comenzó a mover su cintura. Oleadas de placer inundando sus sentidos. Al principio comenzó lento, sentándose fuertemente sobre su novio, haciendo que la penetrara lo más profundo posible. Sus uñas estaban sobre su espalda, marcándolo dolorosamente. Sus gemidos venían acompañados con órdenes de que la penetrara más y más. Llegando rápidamente a otro orgasmo cuando su novio la penetro al máximo con su erecto pene. Anny se recostó de su novio. Pero ya ella había abierto una caja de Pandora, y él no se detendría hasta que la erección se acabara. Su novio la tomo firmemente por las piernas, y comenzó a moverse rápidamente. Eso trajo de nuevo a la vida a Anny. Sus senos en un vaivén constante por las entradas y salidas del pene de su novio. Anny quería recompensarlo colocando con cierto esfuerzo, uno de sus senos en la boca de su novio. El con gusto lo acepto y comenzó a chupar. El ritmo había bajado, para permitir que pudiera chupar el seno. Pero se mantenía constante. Anny parecía llegar por tercera vez. Segunda vez que llegaba por la penetración de su novio y su juguete tan delicioso. Su novio también parecía estar al límite, por lo que ella se esforzó lo más que pudo para llegar con él. Juntos, como amigos y amantes que eran. El Rey y su Princesa. Anny sintió, mientras se corría, como su novio lanzaba chorros y chorros de semen dentro de ella. La sensación era aun más increíble. El semen tan caliente, dentro de ella, la hacía llegar a lugares inesperados. Por un principio sintió terror, pero recordó que la pastilla también le daba una seria infertilidad. Podía correrse, pero su semen estaba lleno de espermatozoides muertos. Por lo que no había razón de preocuparse. Anny volvió a recostarse de su novio. La experiencia demasiado intensa. Para ambos. Sudando, gimiendo y disfrutando del calor y piel de los dos. Pero Mariana también quería lo mismo.
Cuando el novio se percato, Mariana tenía su cara entre sus piernas y el trasero de Anny, intentando fútilmente en probar de esa unión con su lengua y boca. El hizo que Anny volteara, y los dos se enternecieron. La corrupción había sido completada. Transformaron una niña inocente y madura, en una perra sedienta al sexo, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el sexo. El novio se quito gentilmente a Anny de encima, y la sentó en el sillón. Luego hizo que Mariana hiciera su primer sexo oral a una chica. A una princesa como Anny. Ella debía dar lo mejor de sí.
Levantando un poco el trasero. Mariana podía sentir el pene erecto del novio, tocando su clítoris y vagina. Tanteando el lugar adecuado para penetrarla. Ella tenía un poco de miedo. Desde que lo probó en su boca, sabía que era grande, y que sería dificultoso penetrarla. Miedo comenzó a nacer dentro de su corazón. Sabía que el novio no tendría compasión, que la penetraría con salvajismo. Ella ya lo había presenciado cuando se lo hizo a Anny. Y a pesar del deseo de disfrutar como Anny, ella sabía que no tenía la experiencia de ella. Mariana se detuvo y sus ojos se abrieron al máximo al sentir que el novio comenzaba a penetrarla. Era una sensación increíble. Mariana estaba toda excitada, y su vagina estaba hecha agua. Solo quería sentirlo dentro de ella. Su vagina palpitaba fuertemente, y Mariana sabía que no solo su mente deseaba por ser penetrada, sino su cuerpo también. Ya no bastaba con la lengua del novio, ni con sus largos y flexibles dedos. Sino algo más grueso, más grande, más largo. Algo que la llenara completamente, que no pudiera moverse sin sentirlo dentro de ella.
El novio fue entrando a paso lento, pero firme y constante. Con cada milímetro, Mariana sentía como las paredes de su vagina se llenaban con el pedazo de carne de aquel hombre, aquel macho, aquel semental. La sensación era indescriptible, aquel pene la estaba llevando al cielo en un cohete, incluso más rápido que eso. Y la traía de vuelta aun más rápido. Milímetro a milímetro. Centímetro a centímetro. Mariana sentía placer intenso, puro y sin barreras. Su mente se nublo, sus sentidos se unieron para hacerla sentir en éxtasis y deseo. Mariana tenía su cara descuadrada del placer, su boca ligeramente abierta, y con gruesos hilos de saliva cayendo de su mandíbula. Ya no estaba lamiendo, ya no besaba, ni chupaba la vagina de Anny, solo estaba idiotizada por el placer, ni siquiera un sonido, solo movía su cuerpo ligeramente, buscando una posición cómoda para su cuerpo, pero con el pene del novio siempre adentro. Anny sonrió macabramente, y la dejo seguir drogada, seguir en las nubes.
El novio la acaricio, su cuerpo moviéndose despacio hacia Mariana. Con cada movimiento ella gemía fuertemente, parecía que estaba a punto de llegar, pero en ese mismo instante, el orgasmo se detenía por unos segundos más, dejándola con las ganas. El novio entonces el tomo por la barriga con un brazo, y con el otro, la aseguro por sus senos. Con un susurro en el oído, ella asentó. Ya le estaba dando el permiso de moverse, de tener sexo con ella, de completar el final de su demacración, de su profanación, su corrupción.
El novio comenzó a moverse lentamente. Sacándolo casi todo y volviéndolo a meter. Mariana podía sentir las paredes de su vagina contrayéndose y expandiéndose con cada empujada. Ahora si estaba en el cielo. Su boca se había hecho agua, no salían palabras, sino hilos de saliva. El novio intensifico su trabajo y salieron sonidos de la boca de Mariana. Eran gritos de placer, de deseo, de lujuria. El pene entrando y saliendo de su mar de líquidos que era su vagina, con velocidad, con fuerza. No había cuartel en esta penetración, el novio había olvidado cualquier rastro de caballerosidad en su alma, solo quedaba la necesidad de penetrar a una chica inocente, de tomar su virginidad como un trofeo, y pisotearlo. Mariana sentía el roce del pene con su vagina y solo podía sentir placer. Era algo tan hermoso, precioso, tan perfecto que no quería que terminara nunca. Quería sentirse así toda la vida, a cada instante, cada segundo, cada hora, día, semana, mes y año. Mariana se sentía tan en paz con ella misma. En el ojo de la tormenta que era esa penetración, ella no le importaba el mundo, no le importaba su nombre, sus alrededores, si tenía que reflexionar sobre esta experiencia, o si que hará al siguiente día. Si el mundo se iba al demonio, pues ella dejaría que se fuera al demonio, a ella lo que le interesaba era este momento. Solo era ella y el novio. Anny estaba en algún lado, ella lo sabia pero no le importaba hacerlo todo el día con su novio, con ser la otra, la amante, la que solo sirviera como un objeto sexual. Todo con tal de ser penetrada como este instante.
Los segundos se transformaron en minutos, primero 2 minutos, luego 4, luego 10, y así hasta llegar a casi 30 minutos. Media hora penetrándola salvajemente. En cuatro, de lado, ella sentada sobre él, frente a frente. El novio estuvo penetrándola sin detenerse. Mariana no sabía cuántas había llegado, tal vez dos veces, tal vez tres veces. No sabía, ni le interesaba siempre y cuando siguieran llegando más intensos que el anterior. Por media hora el novio no se detuvo, excepto para cambiar de posición. A la final ella estaba cabalgando su pene, metiéndoselo y sacándoselo a destajo. Sus ojos estaban llenos de lujuria. Hasta que el novio no aguantaba más. Estaba por correrse, y Mariana lo supo de inmediato. Ella empezó a moverse más rápida y salvajemente de lo normal, hasta que se sentó de golpe en el pene del novio, haciéndolo correrse de inmediato. El no podía moverse, tan solo dar espasmos donde chorros de mas semen invadían el útero de Mariana. No supo cuantos fueron, pero si sabía lo rico que se sentían. El calor del semen la invadió por completo. El novio solo gruñía y gemía con fuerza a medida que se corría dentro de Mariana, llenándola de sus líquidos hasta la última gota. Mariana se mantuvo encima de el por otros minutos, moviéndose lentamente, ordenándolo para tratar de sacarle las últimas gotas de esa leche tan espectacular.
Mariana se fue hasta Anny y acomodándose las dos, comenzaron a rozar sus vaginas juntas. Intercambiando líquidos y semen de sus violadas vaginas. Un beso tan apasionado como el que podrían darse con sus bocas. Anny y Mariana se corrieron juntas, la perversidad del momento y placentera sensación del acto, muy poderoso para sus destruidas mentes. El novio las observaba con lujuria, el acto demasiado afrodisiaco para su mente. Su erección seguía sin bajarse, y su libido seguía en niveles que le harían dar un ataque al corazón. Se sentía exhausto, como si hubiera corrido a toda marcha alrededor del mundo. Pero la lujuria lo llevaba a dar otro paso más, a cometer otro acto de perversión, otro segundo de corrupción en el cuerpo de esas dos esclavas sexuales.
El novio las acomodo una encima de la otra. Anny arriba, Mariana abajo, y las dejo besarse. Sin cuidado, les abrió las piernas a ambas, y comenzó meter su pene entre las dos. Los tres gimieron al unísono. El novio por tener dos vaginas aplastando su pene. Y Anny y Mariana, por sentir un pene rozando fuertemente sus clítoris. Anny comenzó a presionar sus pechos con los de Mariana para hacer que la leche saliera a chorros finos y tibios. Ambas moviéndose por la inercia de la fuerza del novio, que las movía cada vez que metía su pene entre las dos. Sus clítoris, sumamente hinchados, solo hacían mandar rayos y centellas de placer. Haciéndolas mojar intensamente. De vez en cuando Anny restregaba sus líquidos con los de Mariana con sus pequeñas y delicadas manos, para que el novio tuviera el camino libre para seguir penetrándolas. Así siguieron por una hora.
Mariana fue la primera en correrse. Su cuerpo convulsionando, y su voz quebrada mostrando los indicios claro de una intenso orgasmo. Unos minutos después fue Anny. Sus lágrimas características de éxtasis, cayendo en la sudada y destruida cara por el sexo de Mariana. Sin embargo, ella también quería compartir un último momento de éxtasis con el novio. Aquel que les había permitido todo esto, que las había llevado al cielo y de vuelta. El también merecía el mismo placer que ellas. Unos 15 minutos más tarde, el novio se estaba corriendo. Sus gruñidos y exhalaciones acordes con los últimos chorros de semen que salían de su enardecido pene. Los chorros llegaron hasta los senos de ambas. Incluso hasta la barbilla de Mariana. El novio entonces se dejo caer a un lado de ellas. Y mientras caía, el sueño y el cansancio se hacían depredadores de él. Para cuando cayó, ya estaba dormido. Todo en tan solo unos segundos. Mientras tanto Mariana y Anny se lamian el semen de sus sudorosos cuerpos. Cuando terminaron, se acercaron al novio, quien sorprendentemente todavía seguía erecto para cuando lo movieron boca arriba. Su cara tenía una expresión de relajación absoluta y total. Anny se acerco a él, y comenzó a acariciarlo y besarlo tiernamente. Una última recompensa por sus servicios, quedándose dormida al rato, su cabeza en su pecho, escuchando su corazón latir, y haciéndola caer en el mismo sueño que el. Mariana en cambio, entendió el momento de amor y cariño que allí sucedía, y se dedico a lamer y chupara hasta el cansancio el pene del novio. Degustando ese apetitoso pedazo de carne y piel, hasta que la erección desapareció, y Mariana se recostó sobre hasta quedarse dormida también.
Los tres dormidos, descansando. Sus cuerpos en completa paz y armonía. Su destino sellado en ese lugar. En ese cuarto de hotel, que se había convertido en un abismo de placer, lujuria y perversión. De ahora en adelante nada será igual. Y si Mariana decidía seguir este camino, o seguir por otro. No importaba, pues había cumplido las fantasías de una pareja que era corrupta, enferma y perversa. Pero que a pesar de toda esa oscuridad, se amaban con la intensidad de mil soles. Que habían dejado atrás reglas y normas que les impedían ser libres. Ella dormiría feliz, porque fue parte de algo que nadie en el mundo lo vivió como ellos. Donde cumplió el deseo de paz de uno, y sacio la perversión y lujuria de otro. Durmió tranquila porque brindo paz, amor y tranquilidad en un solo momento de lujuria, pasión y sexo. Un momento que solo puede describirse como “penetrante”.

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