DULCE RUBITO
Por la vereda ancha de un barrio cualquiera el chico sonriendo de dientes blancos y fuertes con su carita aun blanquita, una mezcla, ojos celestes enormes, brillantes y a veces con un particular brillo diabólico, se mueve sin temor. Sus dorados cabellos sueltos tirados hacia atrás. No es muy alto, y su edad es confusa, su rostro es aniñado, pero su deseo se parece al de un ser de mucha más edad.
Su colita va y viene no con mucha soltura, pero se nota un movimiento, el movimiento de los chicos que quieren ser perseguidos por hombres. Sus nalgas son prominentes. Redondas. Sabrosas. Busconas.
Rubito es hijo único. Sus padres están separados. Su padre se marcho hace muchísimo tiempo, el aun no caminaba. Su madre lo crio sola. Tuvo algún que otro novio, pero nunca volvió a vivir con un hombre, es mas ahora mismo y hace años vive con ella una tía, la tía Sabrina, que para el ahora que ha crecido es la novia de su madre aunque nunca ella lo blanqueó.
Rubita cruza unos chicos que lo miran y sonríen. Son chicos jóvenes. Lo miran porque tiene una extraña belleza. Su boca es grande y los labios rosados parece que desearan algo. Besos, lamidas.
En la vereda justo a esa hora don Laureano barre. Lo ve venir. Es un hombre que vive solo hace años, desde que quedo viudo. Ha tenido varias mujeres, pero ahora hace años que no convive con nadie.
__Rubito, que lindo venir…__ sonríe el viejo ladino.
__Hola don Laureano…haciendo ejercicio__ lo busca el dulce Rubito
__Hay que mantenerse en forma…uno nunca sabe lo que le depara el destino…se puede encontrar a una belleza de dulzura como tú en cualquier momento…__ la baba del viejo vecino se le nota
__Ay no diga esas cosas don Laureano…estamos en la vereda…__ se sonroja el chiquillo
__Quieres ver las nuevas estampillas que he conseguido…hace mucho que no te muestro mi álbum__ al viejo le brillan los ojitos de zorro
__No sé si tenga tiempo…__ dice el chico mirando su reloj de colores varios. Sus dedos son finos. Las uñas cuidadas.
__Vamos…tu sabes el álbum que tengo, lo extrañas….¿verdad?__ dice el viejo Laureano mirando a todas partes, no viene casi nadie en esta calle.
__Bueno un ratito tengo__ dice Rubito el dulce jovencito. Apenas atraviesa la puerta de la casa que ya conoce, el viejo vecino le pasa la mano por las nalgas.
__Ahhh extrañaba tanto esta cola…eres tan dulce…__ ahora aprieta la carne. El viejo ha dejado a un costado la escoba. Baja su pantalón y aparece un machete que da miedo. Es gordo, grueso, venoso. Semi erecto. Rubito se pone de rodillas. Besa el machete. Lo huele. Lo lame. Todo en secuencias lentas, el viejo se tensa prontamente. Todo lo hace con la boca, con los labios rosados. Pellizca con los dientes suavemente.
El viejo ahoga un grito de placer, la estaca se levanta del todo. Para ser un hombre de esa edad, su verga responde de inmediato. Los huevos que le cuelgan al viejo Laureano son gordos y caídos, el chico dulce los besa, los lame, los respira, eso vuelve loco al viejo que gime, y acaricia la cabeza del jovencito.
__Ahhh Rubito que feliz haces a este viejo…ahhhh, eres mejor que cualquier chica que ha pasado por aquí…__ la lengua del dulce Rubito hace dibujos en la gruesa poronga. La repasa una y otra vez. Hasta que finalmente la hunde en su boquita de dientes perfectos y blancos, la traga entera, lentamente, se ahoga. Tiene arcadas. La saca y la vuelve a engullir. Enseguida el pedazo aquel desborda de saliva. Es un mar. Los ojitos celestes de Rubito se llenan de lagrimas. Son de gusto, de placer, de calentura.
___Ahhh Rubito, nene, que delicia, ahhhh, siii que chupada me das, me gusta como mamas, eres único cachorrito…___ la sabrosa espada del viejo Laureano desaparece en la boca sin fin de Rubito. Que come desquiciado del sabroso alimento de carne que le brinda aquel zángano viejo pelado.
Se quita la camisa y juega con sus pezones de tanto en tanto. Gime. La poronga se pone más dura, más rígida, más erecta, más caliente. El joven y dulce Rubito la come, la toma con las dos manos y la masajea fuertemente, sabiendo que aquel macho no acabara pronto, por eso disfruta, sabe lo que aquel viejo le gusta, sabe por dónde ir, desde hace bastante tiempo.
__Ohhh así come, come mi bebito, ahhh ya hacía tiempo que no venías a comer mi poronga, ahhh criatura del demonio, ohhh si si sigue…__ con los dedos finos el chico juguetea con las bolas del hombre, que gruñe, suspira, da unos pequeños lamentos casi inaudibles.
Rubito, el dulce, ha sacado su remera, y lentamente afloja sus pantalones cortos, se ha quitado las ojotas que llevaba. Ahora sin dejar de besar y chupar se ha quitado su pantaloncito, ha quedado al descubierto su ojete opulento, deseable. Se acaricia, hunde un dedo en su agujerito.
__Ven, déjame que me siento en el sofá__ dice el viejo Laureano y se quita finalmente su pantalón quedando desnudo como el dulce Rubito que sigue de rodillas. El viejo ve que el chico mete sus dedos en el trasero y su poronga mas se calienta.
Vuelve a comer y a lamer, besa los huevos del vecino calentón, el viejo se abre de piernas un poco más, deja ver su agujerito limpio. La lengua de Rubito llega hasta allí, el viejo se retuerce de placer y lujuria. Cree que morirá en ese momento.
La lengua se demora en el anillo. Juega. Sabe que al viejo macho le gusta, lo pone a mil.
El dulce Rubito sabe usar la lengua muy bien. Las bolas del viejo se endurecen gordas y a punto de estallar.
Su propia verga está parada, muy alzada, la toca de vez en cuando, pero le gusta mucho mas atacar la espada del viejo vecino que gime a más no poder.
__Arghhh, espera un poco, Rubito, espera…ven, ven aquí, súbete a mi boca… dame tu culito, dámelo que quiero chuparte…__ el dulce jovencito se abre de piernas y se monta a los bordes del sillón en donde está sentado el viejo Laureano, abre las nalgas hermosas, se las abre para que el viejo pose su lengua con avidez y lujuria. Escarba, repasa, arranca gemidos.
El viejo con sus manos abre bien las nalgas. Con la lengua perfora, juguetea. De vez en cuando repasa los huevos del chico. El anillo del jovencito se va dilatando, es como si floreciera por las caricias de aquella salvaje lengua.
La potente herramienta de don Laureano se bambolea, loca, sin control. La boca del viejo come deliciosamente aquel manjar, aquel anillo que él conoce y hace tiempo que no disfrutaba. El dulce Rubito se contorsiona, se lamenta, suspira y lloriquea.
La boca del hombre viejo chupa, succiona como hambriento, el deseo es volcánico, es urgente. Las manos del viejo pellizcan, soban, las hermosas nalgas del dulce chico. Que se queja, balbucea, se masajea los pezones lampiños y erguidos.
En un momento el viejo Laureano, quita la boca del anillo baboso del joven, respira, busca oxigeno.
__Vamos Rubito, ven aquí, quiero que tomes posesión de este fierro que es para ti…__ dice mientras se toma su vara y la masajea.
__Quieres que me siente en tu poronga gruesa…viejo perverso…
__Ven quieres, te quiero poseer…quiero penetrarte…__ el chico se acerca a la espada. La estaca está mirando al techo, imponente. El viejo escupe en su mano y unta el orificio expectante y entregado al deseo.
Rubito se va sentando, abriéndose las nalgas golosas. La cabezota de la poronga del viejo se apoya en la entrada. El chico se deja caer, enterrándose la pijota lenta, va entrando, el viejo juega con su garrote, el chico gime, gruñe, se agarra fuerte de los hombros del macho, la poronga se va perdiendo, perfora, penetra, el chico sube y baja, sube y baja, gozando.
__Ohhh querido, que culito hermoso, ahhh, eres tan estrecho…
__Ahhh papi me partes con tu grueso garrote, ay, ay, pero me gusta mucho, no quiero que lo saques…ahhhh___ se queja el jovencito sin dejar de subir y bajar por el garrote del viejo Laureano que gime también, excitado, caliente, perdido en ese ojete que se le brinda.
Apura las subidas y bajadas, larga en tanto su leche el chico sobre el estómago del hombre, que ayuda con sus dedos, para que termine de acabar el jovencito.
Sabe que esas apuradas lo harán acabar, el viejo muerde sus dientes, aprieta las mandíbulas fuertes, siente que convulsiona, su cuerpo se estremece y empieza a llenar de leche la cola del chico, del dulce Rubito que traga con su ojete todo aquello que el viejo le da.
Dulce Rubito acaricia la pelada del hombre y le da besitos, hasta que la porción de carne va saliendo sola del estuche. Cataratas de semen salen del ojete del chico.
Se besan profundamente. El chico siente como caen los borbotones de semen pegajoso.
Se despiden, luego de que Rubito se ha lavado en el baño del hombre.
No sabe cuándo volverán a encontrarse pero si sabe que lo harán.-