DULCE RUBITO 6
Bajo en la casa del señor Bruno. Un caserón imponente. Estilo colonial. Su cara estaba luminosa, esperando cumplir con los deseos del señor Bruno, alguien que conoció a través del padre del doctor. El viejo Román se lo había presentado en una reunión que tuvieron hacia casi un mes.
Allí el señor Bruno quedó prendado de aquel muchachito de ojos celestes, piel tonificada, hermosas nalgas, una preciosura de chico. Capaz de calentar a cualquiera.
La puerta se abrió, un jovencito casi tanto como él, vestido de blanco, le hizo señas para que pasara.
__El señor Bruno me ha dicho que tome esta cajita y me siga…__ dijo el joven moreno.
La cajita era dorada, Rubito la tomo en sus manos y siguió al joven. Entraron en una enorme habitación. Con cortinados de otro siglo, pero eran muy lindos de color rojo.
__Bueno en un momento vendrá alguien, le sugiero que se ponga cómodo y que vea lo que hay en esa cajita, permiso__ dijo el chico y se marcho cerrando la puerta enorme tras de sí.
El dulce Rubito abrió la cajita dorada y allí había una hermosa prenda diminuta, una preciosa tanguita de color borra vino con unos pequeños volados, era hermosa. No tardo en quitarse la ropa y colocarse esa diminuta tanguita, que en seguida se le perdió en el ojete, un hilo dental era lo que cubría el agujerito del deseo.
Se miraba en el espejo con sus cabellos rubios, una imagen de un ángel del demonio. La tanguita metida en medio de la zanja, resaltando sus carnes divinas.
Se veía con sus imponentes nalguitas, firmes, duras, deseables, su excitación de pronto crecía. Amén de que con el recuerdo de su primer amante, su primo, se había puesto a mil, ya su pija buscaba levantarse, muy caliente.
La puerta se abrió, el señor Bruno con una amplia sonrisa y su larga boquilla, avanzo a recibirlo.
__Ohh que belleza, que belleza, Rubito, eres un efebo divino, esa te queda pintada…
__Le parece señor Bruno…__ dice el chico mirándose y contoneándose.
El hombre lo mira tragando saliva y mueve su fino bigotito de dandi. La bata que tiene colocada el hombre es brillante, emana un rico y dulce perfume, se nota recién bañado y acicalado.
__Acércate chiquillo…quiero besarte…__ dice el hombre suavemente. Rubito se acerca al hombre que lo toma de los hombros desnudos, los acaricia, acaricia el cuello y los pezones del chico que gime y suspira agachando la cabeza en señal de sumisión. Toma la barbilla del joven y se acerca, toca los labios, los roza con la lengua. Luego abre la boca y traga la de Rubito que se entrega, con las manos, aprieta las nalgas.
Suspiran. Se chupan las lenguas. Rubito siente la dureza del hombre. Toma una manito del chico. Y la lleva a su poronga perfumada, que larga un aroma limpio, perfumado, duro, rocoso.
Lentamente el chico se arrodilla, abre la bata, surge el pedazo. Lo besa. Lo lame. Lo atiende como si fuera un palo supremo. Lo chupa, y el hombre comienza desgarradoramente a gemir, a resoplar de la calentura.
__Ohhh que boca tienes bebe…que ángel…__ lentamente comienza a chorrear saliva, a humedecer el pedazo. La vergota desaparece en la boca tragona de Rubito. Va y viene dentro de la caverna caliente.
Se atraganta. Se ahoga, le produce arcadas pero sigue con la vara férrea y potente en la boca. La saca busca aire y la vuelve a tragar sin desperdicio. El macho vibra y mientras se acaricia los pezones gordos, hinchados, duros.
Lo deja hacer unos cuantos minutos, de repente, el señor Bruno. Hace que se detenga. Le quita el palo de la boca y lo invita a que se ponga de pie y lo toma de la mano llevándolo a una enorme cama que se encontraba ahí.
La verga del chico estaba dura y la tanguita se notaba húmeda del líquido pre seminal.
__Espera dulce Rubito, tengo una sorpresita para ti y para mi… una fantasía que tengo hace años…
__Uhhh que será…
__Te va a gustar, ya verás…mi cariño…hermoso…eres tan caliente…__ el señor Bruno con su vara bamboleando, se dirigió a la puerta y la abrió.
Entro un enorme hombre, colosalmente negro, brillante, oscuro, tremendamente musculoso, daba miedo, totalmente desnudo, con huevos como toro, y una serpiente entre sus piernas que daba temor y curiosidad y excitante calentura.
__Y esta belleza…mmmmm, por favor…__ exclamo el dulce Rubito
__¿Te gusta lo que ves?
__Me encanta señor Bruno…__ dice Rubito a diez centímetros de aquel nubio hermoso, musculoso, con un antifaz que cubría su rostro. La serpiente del negro se mueve, cabecea. Se acerca al chico a una señal del señor Bruno que sonríe lamiéndose los labios.
__Bésala, Rubito, besa esta serpiente preciosa…__ los labios del jovencito se acercan al animal hasta tocarlo y comienza a besar la cabeza morcillona, renegrida, la besa con pequeños piquitos. Luego empieza a subir por la extensa negrura, el animal se pone de pie, se lanza hacia adelante, inquietante, irrefrenable, con una fuerza poderosa que todo lo puede. El deseo es imposible de detener.
El señor Bruno a un lado del negro tremendo, pellizca los pezones erectos de ese macho, los acaricia, el negro solo mueve su cabeza, no gime, no suspira, nada sale de la garganta del imponente macho.
La boquita de Rubito está tratando de tragar lo más que pueda aquel pedazo desafiante. Su verga está a punto de reventar por la calentura. Come la poronga del negro. La siente muy rígida, muy rocosa ya, chorreando saliva.
__Quiero que te coja de frente, acuéstate Rubito, mi dulce cariño, acuéstate y corre la tanguita, ahhh, que lindo culito tienes, deja que él lo vea, deja que vea ese hermoso agujerito que te va a penetrar, pero primero, te voy a poner esta cremita, déjame hacerlo, así, ahhh que lindo hoyo que tienes me vuelves loco…__ el señor Bruno unta el ojete del chico, penetra con sus dedos el culito de Rubito que suspira y gime.
Una vez que está preparado el negro se arrima, apoya su pedazo y la pasea por las nalgas del jovencito, la golpea en ellas y se siente la dureza, la calentura de ese pedazo.
Rubito sube las piernas hasta los hombros del macho que solo respira cada vez con más profundidad. Empuja la serpiente viva y poderosa, entra, Rubito lloriquea y gime profundamente alzado, enloquecido, de tener semejante pedazo en la cola. Se abre cada vez un poco más, entra el enorme macho negro. Empuja. Otro poco, otra porción de poronga se hunde en el ojete de Rubito, el señor Bruno se coloca en la cabeza del joven para ver esa imagen increíble. El señor Bruno se acaricia los pezones que los tiene muy duros, tiene mucha calentura, sus ojos observan como tiene las piernas abiertas el jovencito y la manguera entra, totalmente.
El negro penetra, horada, con sus gruesos dedos pellizca los pezones alzados del joven, y a veces amasa la pija y las bolas. Lloriquea el efebo abierto de par en par, la serpiente va y viene por el túnel.
Le leche de Rubito salta con poderosa fuerza que mancha el pecho del negro, el macho solo recoge con los dedos y se lo come mostrando los blancos dientes y su lengua roja gozando plenamente. Las bolas del macho nubio siguen golpeando las nalgas del chico.
__Ohhh mi cielo que lindo regalo de tu lechita, ahhh ahora te daré la mía, quiero que la tragues, que tomes todo lo que te doy, ahhh, ahhh, ahhhh__ larga la leche el señor Bruno, tragando todo queda unos minutos el dulce Rubito mientras sigue recibiendo el pedazo de carne en su culo gozoso.
Apura el enorme macho, se toma fuertemente de las nalgas del chico, las marca con sus fuertes dedos, su pedazo de carne se inflamaba un poco más, el ojete se estira, es ahí cuando el negro bufa, gruñe, y escupe una catarata de leche que desborda prontamente el túnel ensanchado de aquel jovencito que goza de la espada negra, que sigue escupiendo leche pegajosa. El señor Bruno cubre la boca del joven en un estruendoso beso, se intercambian sabores, el negro continua de pie empujando su vara y dejando escapar los últimos chorros. Deja que su pedazo se vaya desinflando dentro del anillo del chico que sigue abriendo la boca y tragando la lengua feroz del señor Bruno.
Luego se une la boca del macho negro y entre los tres estarán un rato intercambiando salivas y lenguas.
Prontamente las porongas estarán nuevamente de pie y empezará otra ronda.-