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DULCE RUBITO 3

DULCE RUBITO 3

 

Dulce Rubito camina entre la gente, sin mayores traspiés, solo algunas miradas furtivas y sin escándalo. Solo un chico más meneando sus caderas de manera exagerada aunque no tanto.

Sus nalgas llamativas, eso sí, pero algún que otro susurro, en el oído del chico que ya estaba acostumbrado a que alguien, generalmente hombres, le dijeran cositas sabrosas, aunque a veces subidas de tono. Cosa que a él le agradaba sobremanera.

Entro en el consultorio médico. Solo había un señor mayor sentado de forma tranquilo, esperando. Rubito después de saludar se sentó en uno de los asientos del lugar, y en eso salió el doctor  y llamo al señor que entro rápido a la consulta.

Rubito quedó solo. Mirando para todos lados, no le gustaba esperar mucho.

Todo era silencio y tranquilidad. Rubito iba cada dos semanas al consultorio. El doctor, un hombre de unos cuarenta años, necesitaba de él, más que Rubito del doctor.

Estaba sumergido en sus pensamientos cuando del lado de la casa, una puerta marrón, se abrió y apareció un señor de unos sesenta, tal vez un poco más, que lo saludo amablemente.

__Hola cómo estas…__ dijo el señor

__Bien  y usted__ contesto correctamente Rubito ampliando su boca con una gran sonrisa.

__Yo bien y ahora que te veo a ti mucho mas…__ dijo el viejo señor sentándose al lado del chico.

__Ohh pero que amable señor…

__¿Sabes quién soy?

__No señor__ dijo y volvió a sonreír

__Soy el padre del doctor…

__Ah Encantado…

__Eres un chiquillo muy lindo sabes…__ lo halagó el hombre poniendo una mano sobre la pierna de Rubito que velozmente entro en combustión

__Ohh que amable, gracias…

__Sabes que me gustaría besarte…__ fue directo al grano

__Ah pero bueno, yo…

__No seas arisco…__ dijo el hombre y llevo su mano a la verga de Rubito que ya estaba entrando en calentamiento

__Ves que estas duro y no sabes como estoy yo…__ dijo el hombre viejo tomando una mano de Rubito para llevarla a su entrepierna, mientras tanto, se escucho el sonido de una puerta que se abrió abruptamente, entonces las manos volvieron a su lugar.

__Cuando salgas de la consulta, abre esa puerta, hay un pasillo, a la segunda puerta a la izquierda, ahí te estaré esperando, no me falles…__ dijo el viejo y se levanto desapareciendo del lugar.

__Rubito pasa ven__ dijo el doctor desde la puerta sin ver nada de lo que había sucedido con su padre.

Rubito un poco confundido con lo sucedido, entró. Allí estaba el doctor de pie con su tremenda verga en la mano, ya dura, le sonrió al chico que se puso de rodillas, viendo semejante pedazo, y prontamente con la boca empezó a tocarlo, chuparlo, la dureza del perno era increíble.

__Ohh chico que boca tienes, hoy será rápido me esperan, ahhh, ahhh si, sácame la leche, ahhh__ las manos acariciaron los huevos de toro, y en tanto tragaba aquel pedazo, Rubito se metió los dedos en su ojete, acariciándose.

La boca de Rubito tragaba la vara sin piedad, chupaba, esperando el néctar del doctor

__Ohh no sabes como esperaba tu visita, ahhh, ahhh cada vez lo haces mejor…ohhh sigue, sigue…__ gozaba de la mamada que recibía aquel doctor de barrio. Rubito, buscaba aire, luego, lamía, el ojo  de la manguera babeaba, rígido el machete, agradecido de las caricias que le daba aquel mamon tremendo que era ese chico, ese diablillo.

Los dedos del dulce tragón, acarician las bolas colgantes del doctor, caliente, vibrando, esas caricias ardían en el cuerpo del médico sacado, alzado.

__Ohh cariño, siii ya viene, te voy a dar la lechita que esperas, trágatela toda, quiero que la tragues toda, y no dejes nada, ahhh, ahhh, siii__ la abundante catarata de semen golpeó la campanilla del chico ahogándolo, casi llevándolo a vomitar, pero Rubito estaba acostumbrado a eso. No dejo escapar una gota. Siguió con la verga en la boca, aun dura, sacando las gotas ultimas. Besaba aquel instrumento del placer. Limpio la cabeza del pene. Lo dejo brillando, el doctor lo dejo colgando fuera de sus pantalones y el dulce Rubito se fue poniendo de pie.

Sus rostros se encontraron y el beso profundo no tardo en llegar. Las lenguas se disfrutaron por unos momentos. El doctor apretó las nalgas del joven que lo volvían loco.

__Ahhh  tengo que irme ya…no puedo seguir…voy a extrañar estas nalgas hasta que vuelvas…eres un ángel…__ se lamento el doctor mientras se guardaba su pedazo y se acomodaba las ropas. Rubito saludo y salió del consultorio, cerrando la puerta tras de sí y por supuesto que abrió la que el viejo le había dicho.

Recorrió el pasillo y golpeo la puerta a la izquierda tal como le habían pedido. Una voz le indico que entrara y pues entro, caliente como una brasa.

El viejo estaba en pelotas con una vara rígida, Rubito la observo y la baba comenzó a caerle. Quería esa verga, pero el viejo o tomo de los hombros y lo sentó hasta el borde de una mesa. Allí hizo que se apoyara en el borde. Saco las ropas del chico. La verga dura de Rubito salto hacia adelante y el viejo se la metió veloz en la boca, empezando a mamar, y Rubito empezó a gemir. El viejo padre del médico estaba hambriento. Estaba muy caliente, tan caliente como el hijo.

__Ohhh que bocaza tienes, ohhh me vas a hacer acabar…__ suspiraba Rubito

__No vas a acabar ahora, te lo prometo:::__ dijo el hombre mayor sacándose la verga del chico de la boca.

De pronto saco la pija de su boca y girando el cuerpo del dulce Rubito, abrió las hermosas nalgotas del jovencito, y sin pensarlo dos veces su lengua penetró el anillo del chico que se retorcía, caliente. Apoyado contra la mesa. Las manos del viejo abrían ansioso las nalgas y dejaban a la luz el hermoso ojete abierto y dispuesto a recibir del chico que tenía allí.

Le encantaban las colitas de los jovencitos, las deseaba fervientemente. Era casi religioso, el deseo, la pasión, la calentura, siempre se la provocaban los chicos, como Rubito, que gemía y movía su culazo para que el viejo jugara con su lengua allí.

Repasaba la raja, la línea divisoria. Salía del hueco profundo y mordía las carnes de las nalgas rozagantes, frescas, jóvenes, firmes. Las chupaba, parecía por momentos que quería deshacerlas, para hacerlas suyas.

El machete del viejo estaba tan rocoso y firme, que se parecía a un jovencito virgen. La vergota del viejo era gruesa, firme, bastante larga.

Rubito alcanzo a manotearla y la sacudía y la apretaba, cosa que al viejo le encantaba.

__Te gusta mi verga chiquilín, dulce, chiquilín…ohhh cariño…aprieta…ahhh así, como te voy a coger…¿eso quieres?...dime niñato, ¿eso quieres?

___Siii quiero tu pedazo dentro de mí, papi, por favor, métemelo, no aguanto mas de calentura, hazme tuyo…me gusta tanto que me cojan…soy un vicioso…ahhh___ gemía el dulce Rubito en tanto el viejo le repasaba con los dedos los pezones.

El viejo apoyo el machete de carne, lo repaso por el agujero una y otra vez, la verga crecía mas y mas, se inflaba, rocoso, empujo, un poco, otro poco, la flor se abría a cada empellón, Rubito, dulcemente lloriqueaba como nenita, caliente, con el placer nublándole los  sentidos.

El viejo padre del doctor, metió todo su poronga, empezó a serruchar, a bombear, el ojete se inflamaba de placer, luego del pequeño dolor del principio.

__Ohh que culito tienes niñato, que lindo, hermosos…ahhh__ el viejo giro nuevamente el cuerpo del jovencito y colocándolo de frente y con las piernas abiertas sobre la mesa lo volvió a penetrar sin respirar casi. Hundió la vara, la saco y volvió a meterla, arrancando suspiros del chico que gemía y lloriqueaba, pidiendo más.

Saltaba la leche del chico, el viejo apretaba las mandíbulas y empujaba un poco más, iba y venía dentro del chico hasta llenarlo de la pegajosa leche del macho, los gemidos aumentaron y la catarata inevitable inundo el cuerpo del jovencito y chorreo por la mesa, cayendo al piso. El viejo cayó sobre el cuerpo del chico unos momentos, luego salió de él con su machete chorreando, tomo la mano del jovencito y lo llevo a la cama.

__Por cierto mi nombre es Román__ dijo le viejo

__Yo soy Rubito…__ luego el viejo lo cogió hasta entrada la noche.-
Datos del Relato
  • Autor: MARIO
  • Código: 67735
  • Fecha: 28-02-2024
  • Categoría: Gays
  • Media: 0
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  • Lecturas: 672
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