DULCE RUBITO 2
Rubito viene de la calle, entra zumbando y distraído, escucha voces. Se acerca a la cocina de la casa. Cruza la puerta.
__Hola Rubito, mira quien esta de visita…__ dice la madre con un brillo en su sonrisa especial
__Hola Rubito como estas tanto tiempo___ dice el sacerdote que sonríe mostrando los dientes hechos y un hilo de baba que se le escapa por la comisura de los labios sedientos.
Rubito se acerca al sacerdote, lo besa en la mejilla siente la rugosidad de la barba.
__Como esta señor…
__Señor, señor, Rubito, que hay confianza chico…como has crecido…estas hecho un hombrecito muy lindo…__ dice el hombre y acaricia la barbilla del jovencito.
__Has visto Martín, es hermoso mi hijo…__ comenta feliz la madre. Rubito queda al lado del sacerdote de unos cuarenta y tantos años, maduro ya, alto, de brazos fuertes. Viste una camisa blanca impoluta, se ve su cuello de sacerdote y lleva unos pantalones de vestir gris fino de primavera.
__Sabes que Martín ha venido a unas reuniones en la diócesis y me ha pedido refugio por unos días, a lo que por supuesto le he dicho que si…__ mientras la madre de Rubito habla, el cura, baja la mano de la cintura del chico hasta las nalgas, las soba distraídamente, haciéndose el tonto. Rubito se deja hacer. Conoce muy bien al hombre. Es más lo conoce por ser uno de los primeros que disfruto de su culito aun casi virgen por aquel entonces.
Lo pellizca con total descaro, mientras mira fijamente a la madre de Rubito que hace ademanes y habla sin parar.
Llega la hora del almuerzo. Comen y siguen conversando de bueyes perdidos.
Luego el sacerdote debe irse. Rubito piensa que pasara de noche cuando vuelva aquel macho que tanto lo ha hecho gozar en años anteriores. Se da un buen baño durante la tarde, ultimando los detalles de su cuerpo.
Recuerda cuando alguna vez llego a la capilla y aquel hombre ubicado en la caseta donde los peregrinos se arrepentían de sus pecados, Rubito entro en aquel lugar y Martín, el sacerdote, ya lo esperaba con su garrote firme y duro, de rodillas Rubito lo mamaba de manera placentera y feroz. Hasta sacarle toda la leche, entre gruñidos, suspiros y gemidos.
Así también como aquel día en que lo clavo sin miramientos en el viejo campanario. El sacerdote andaba limpiando el viejo lugar y hasta allí llego Rubito buscando su ración de carne. Rápidamente el hombre bajo los pantalones del chico, apoyándolo contra una pared y de pie lo ensartó con su gruesa vara, haciéndolo gozar hasta lo infinito y gozando el mismo de aquel culo de locura que empezaba a gustar a los hombres.
Se entre durmió recordando aquellos bellos momentos y su verga dura de a poco fue reposando junto con su cuerpo incansable.
__Despierta Rubito…__ entre sueños escuchó la voz de Martin. Cuando abrió los ojos por fin, la figura del sacerdote estaba ahí, vivida, real.__ Tu madre se ha ido a cenar con amigas…nos ha dejado comida hecha… ¿quieres comer?
Los ojos de Rubito se van aclarando. Ve el rostro del cura sonriente. Lo tiene sentado al borde de su cama. Ahora reacciona. Siente un pinchazo en su cuerpo, caliente, su mano sin pensarlo se dirige a los genitales que bien conoce. Aprieta y sonríe. El paquete está inflado, lo soba, disfruta ver el rostro del macho que se transfigura.
El cura se acerca más al joven y busca la boca, lo besa de manera irresistible, chupa la lengua que le ofrecen. Los calores le ganan todo el cuerpo, atlético aun, siente el fuego por dentro, su animal busca salida.
__Mira como me pones…ya estoy duro…Rubito…ahhh__ besa otra vez al chico, se chocan las lenguas. La vergota aparece en escena, venosa, gorda, como la recuerda Rubito, goteando ya del ojo sensual.
La manito que aferra el garrote aprieta fuerte, muy fuerte, sintiendo que esta como roca. Rápidamente se quita la ropa el cura vicioso y desesperado. El chico prontamente empieza a comer el garrote, que como dije antes, ya saltaban de él, pequeñas gotas de pre semen.
Busca en su intento girar el cuerpo del chico y al quitar las sabanas que lo cubrían se encuentra con que está completamente en bolas y con una erección de caballo. Pero eso no lo detiene y busca el agujerito al rojo vivo de Rubito que gime y se contorsiona, quedando en un hermosos 69, el chico con la barra de carne en su boca y el sacerdote Martín con la lengua abriendo el anillo del jovencito caliente.
La baba de la boca del sacerdote penetra en los pliegues del túnel del joven Rubito que se relame con la vara del macho, tragándola sin piedad, bebiendo ya todo los juguitos que va largando antes de la gran explosión, pero no quiere que eso pase, entonces arremete con las bolas que están gordas, llenas, abundantes.
El cura hunde un dedo profundo y comienza a sacar y meter. Con velocidad, con voracidad, con pasión. Los gemidos se van intensificando. Mete dos y hasta tres dedos, en el elástico anillo del chico que se retuerce y lloriquea cada vez más fuerte, haciéndose sentir, La vara del cura no se cae, sigue firme, tan dura, tan rocosa.
Rubito vuelve al mástil y le da pequeños mordisquitos, suaves besitos, sobre todo en el ojo de aquel pez venoso, grueso, hermoso.
__Ohhh como me gusta tu verga, me encanta mucho, es tan linda
__Quiero meterla dentro tuyo…
__Bueno ¿y qué esperas?
Rubito se coloca veloz en cuatro patas. Martin el cura se coloca detrás y roza con su pedazo el anillo deseoso del muchachito. Rubito espera, gime, respira hondo y aceleradamente.
El pedazo de carne se apoya en la entrada y empuja, de forma suave, ardiente, sin llegar a la desesperación. Va entrando. Va poseyendo a aquel chico caliente y sensual. Lo pierde. Perfora. Se toma de los pezones de Rubito que ya lloriquea de manera contundente. Siente que su cuerpo vibra. Se retuerce en el encuentro de esa serpiente que ya se pierde dentro del túnel, horada, explora, recuerda.
__Ohhh que culito precioso tienes mi amor…es increíble…como me gustas…__ dice el cura apurando las embestidas. Gozando de aquel cuerpo que conoce tan bien. Su virilidad va y viene dentro del ojete dilatado. Suspiran los dos, gruñen. Muerde el cura la oreja. La chupa y llega hasta el cuello y la nuca.
__Ahhh papi cógeme así, métemela así, así, no dejes de cogerme.
__Ohhh me encanta tu culo…desde siempre… te lo voy a llenar con mi leche… ahhh me vuelves loco…__ se aferra a las caderas. Besa la espalda del chico que saca mucho más su colita ardiente y penetrada. El macho serrucha, bombea, presiente que su leche no tardará en saltar, en inundar el ojete de Rubito, que es lo que espera, que es lo que desea.
Martín, el cura, serrucha. Siente que su herramienta se inflama, se engorda mucho más. Sabe que va a estallar. Quiere llenar el ojete de ese chico con su descarga. Le da velocidad. Apura las embestidas. Ya viene, viene la descarga. La leche sale. Abundante. Pronto su acabada chorrea. Desborda el ojete de Rubito que gime y su propia acabada sale y empapa la sabana celeste de su cama. Quedan un rato pegados, sudan, la poronga del sacerdote, empieza a bajar. La saca del ojete dilatado y babeante, siguen saliendo jugos, del precioso anillo.
__Que cogida me has dado…__ comenta suspirando Rubito
__Tu me vuelves loco…__ dice el cura acostado al lado del chico
__Igualmente te vuelvo loco pero no vienes casi nunca por la ciudad…
__Se hace difícil, o es que no quisiera, si fuera por mi estaría día por medio vendría aquí…estoy tratando de que me vuelvan a enviar a esta ciudad…
__Se que te movieron de aquí porque tuviste algunos problemitas con chicos, precisamente…
__Habladurías…
__¿Tú dices?
__Esta as que claro…tú estas aquí porque quieres, nadie te abuso y eres mayorcito, como lo eras cuando empezamos esto…
__Oh si yo no hablaba de mí…__ el cura se acerca al joven y estampa un beso profundo y largo a la boca del jovencito. Rubito accede sin protestar, dando por terminada la charla. La mano de Rubito se acerca al pedazo que está dormido, lo acaricia, lo toca, sabe que lentamente ira reaccionando, el lo hará reaccionar.
__Ahora ¿sabes qué?__ dijo con una sonrisa enorme en su boca el dulce Rubito
__¿Qué cariño?__ pregunta el hombre
__Te voy a chupar la pija hasta sacarte la leche otra vez…__ diciendo esto, fue bajando, hasta llegar al machete. Lo tomo en su boca, poco a poco fue creciendo, irguiéndose. Empezó a mamar al macho que gemía ansioso y caliente, muy caliente.-