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Dueña de mi hermana y madre (Cap. 6): Esclavas domésticas

Al día siguiente apenas saliendo el sol, las nuevas esclavas quisieran a o no tuvieron que levantarse y arreglarse para presentarse en las casas que debían dejar como espejos, ya que de no ser así, si el Ama recibía una sola queja sin importar de quien, todas sufrirían un castigo ejemplar que no olvidarían. Poco antes de salir a cumplir sus nuevas obligaciones el Ama les advirtió que en caso de intentar escapar sería inútil, ya que los collares además de contar con un sistema electromagnético lo que impide quitárselos, tienen instalados un GPS para que en caso de escapar de todas formas estarían localizadas y el regreso al reino les sería muy doloroso.



Una vez que fueron advertidas las nuevas esclavas fueron llevadas a los lugares donde habían sido contratadas como esclavas domésticas, una por una fueron entregadas a sus patronas y el Ama les dijo que las perras debían y tenían que hacer el aseo en desnudez total y silencio absoluto, todo en 4 horas ya que pasarían a recogerlas y llevarlas a un segundo sitio para continuar su trabajo. Las esclavas se postraron ante sus patronas y besaron sus pies como muestra de agradecimiento por permitirles la oportunidad de limpiar su casa y hacerse cargo de todo.



La patrona correspondiente dio la orden a su esclava para seguirla caminando a cuatro patas hasta llegar donde se guarda toda la jarcería y así empezaran de inmediato la limpieza eficientemente, ya que era mucho lo que debían limpiar antes de que pasaran a recogerlas.



Las esclavas se pusieron a trabajar de inmediato, ya que además de tener poco tiempo para terminar, estaban advertidas que con cualquier queja en su contra iban a recibir su tan esperada reprimenda, por lo que se dieron prisa en el cumplimiento de sus obligaciones eficazmente y en el tiempo establecido. Las casas en que su Ama les había contratado eran casas de muy buena estabilidad económica por lo que le iba a redituar muy buenos ingresos diarios.



Diez minutos antes de que vencieran las cuatro horas contratadas llegó la camioneta a recoger a las esclavas y así llevarlas a cumplir con su segundo turno de limpieza doméstica. Las clienta pagaron estando muy complacidas por el gran trabajo que las esclavas habían dejado ver.



Las esclavas fueron siendo entregadas una por una en las mansiones que debían limpiar sin haber tenido descanso, ya que además de no quedar muy lejos las otras mansiones, al ser esclavas su único privilegio era ganar suficiente dinero para su dueña y por supuesto no hacerse acreedoras al recordatorio que deben esforzarse a cada momento. Fueron dos turnos agotadores para las esclavas, ya que las mansiones demandaban mucha atención de todo tipo.



Al llegar a la mansión de su Ama debieron besarle los pies para poder tener acceso a ella, al acceder se encontraron que sus hijas estaban aun de servicio los pies de su majestad, las niñas saludaron a sus madres y cuando ellas preguntaron a sus hijas que estaban haciendo; las niñas respondieron estamos comprobando el entrenamiento que nos dieron en la mañana y sabes mama no es nada difícil si lo haces con ganas de hacer las cosas bien. En la mañana nos enseñaron como hacer las cosas y ahorita debemos aplicar nuestros conocimientos de la mañana,



Aprendimos que nosotras así como ustedes somos todas inferiores a nuestra Ama y que siempre que nos requiera en su presencia debemos y tenemos que inclinarnos, besar sus pies y esperar indicaciones, por ejemplo en la mañana que hizo calor algunas abanicamos a nuestra Ama, otras le trajeron su bebida fresca y otras más le masajearon los pies, pero saben que mamitas, eso no tiene nada de humillante, al contrario nos sentimos más útiles.



Las mamás al escuchar que sus hijas decían que la esclavitud las hacía sentirse útiles, cómodas y felices no podían creerlo. Ellas llegaron casi muertas de cansancio y al llegar de regreso a casa vieron a sus hijas con una sonrisa por haber trabajado como burras durante todo el día, no podían creer lo que escucharon de boca de sus propias hijas.



Después de escuchar sorprendidas la opinión de sus hijas, se retiraron al bebedero que únicamente estaba autorizado a las perras, enseguida se retiraron a comer su comida de perro y una vez habiendo atendido su hambre y sed pasaron a retirarse a sus jaulas y así poder descansar unas cuantas horas si es que a su alteza no se le ofrecía nada antes de retirarse; únicamente pasaron ante su reina para besarle los pies y desearle una buena noche y poder retirarse a dormir en sus jaulas como las perras que eran.


Datos del Relato
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