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DOS VIEJOS DIVERTIDOS
Esta historia ocurrió cuando yo tenía unos dieciocho. Recién andaba correteando por las calles del pueblo todo el día y eso me gustaba mucho. Me metía aquí y me metía allá. Andaba por todos los recovecos y siempre hacía algunos mandados para unas familias y para otras.
En aquel pueblo desolado, todos me conocían. Crecí en las calles donde todo era seguro y tranquilo y nadie te hacía nada, salvo que vos quisieras.
Me criaron mis abuelos, lamentablemente mi abuela había muerto hacía tiempo ya, pero yo tenía un hermoso recuerdo de ella. Siempre fue muy buena conmigo.
Mi abuelo hacía lo que podía conmigo. El nunca volvió a tener mujer, éramos los dos solos, porque sus otros hijos se habían marchado lejos y los nietos estaban en otros países.
En casa de mi abuelo generalmente se reunían algunos amigos de el, ya que era muy sociable. Jugaban cartas hasta altas horas de la noche. Yo andaba siempre fisgoneando. Todos los viejos amigos del abuelo me conocían y yo a ellos.
El asunto empezaba a veces un viernes y terminaba un sábado a la mañana, perdían el control del tiempo, aunque claro, casi ninguno tenía alguna tarea fija que hacer, todos estaban jubilados o pensionados. Tenían tiempo de sobra.
De esos viejos los más divertidos y charlatanes eran Jaime y Elvio. Dos pares que se las traían. Ellos hablaban siempre de cosas que habían hecho en su juventud. Siempre llegaban temprano a casa del abuelo y se iban los últimos. Ellos tampoco tenían mujeres y andaban casi siempre juntos, aunque no vivían en la misma casa.
__¡Como estas Albert!__ me saludaba Jaime apretándome contra su pecho.
__¡Bien Jaime!__ decía yo
__¡Sabes que mañana te necesito ciertamente!
__¡No hay problema!¿a qué hora dices tú?
__¡Tipo tres de la tarde, es para limpiar la piscina!¡Llévate ropa cómoda!
__¡Listo, Jaime, dalo por hecho!__ él se rió mostrando una dentadura perfecta para su edad. Me acarició la cabeza y en eso llegó a la casa Elvio, saludando a todos con abrazos efusivos y cariñosos.
Al otro día estaba en la casa de Jaime a las tres de la tarde. Me recibió como siempre con una sonrisa de oreja a oreja, andaba en una bermuda floreada que llegaba hasta casi los tobillos. Preste atención a su cuerpo, bastante fuerte para la edad, algunas arrugas y estrías en su vientre, que no era abultado, solo un poco inflado. Los brazos se mantenían fuertes, sin colgajos.
En eso llegó Elvio, que por supuesto entró como pancho por su casa, me tomo de los hombros por detrás y me dio un apretón bastante fuerte, además de cariñoso. Como sin querer me mordió el cuello, a modo de saludo. Riéndose.
__¡Albert, querido, como estas, listo para el trabajo!__ dijo de un tirón
__¡Si, claro!__ dije yo, que también estaba con unas bermudas no tan largas y con la remera en un hombro, sin ponérmela. La deje en un rincón del parque sobre unos bancos que había allí.
Empezamos a limpiar la pileta que tenia hijas y ramas amontonadas y caídas y el agua estaba bastante verde.
Ayudados con la bomba fuimos sacando todo y limpiando aquella piscina que volvía a ser de uso humano.
Cerca de tres horas después el trabajo había sido terminado. El agua limpia empezó a fluir hacia la pileta que lentamente comenzó a llenarse.
Nos sentamos en algunas reposeras bajo frondosos árboles verdes. Chorreábamos sudor, cuerpos olorosos, Elvio tenía un pecho ancho y con algunos vellos que se notaban perfectamente mojados, algunas gotas le caían del cuello hacia abajo. Hasta yo que no era de transpirar estaba mojado entero.
__¡Tomemos unas cervezas amigos!__ dijo Jaime y se perdió unos momentos para traer bebidas frías. Enseguida empezamos a beber sedientos. Empezaron a sonar exclamaciones y suspiros, agradeciendo aquellas bebidas heladas, refrescantes y necesarias.
__¡Esto va a tomar tiempo para llenarse!__ comentó Elvio
__¡Si quieren pueden ducharse!__ invito Jaime
__¡Podría ser!__ dije yo
__¡Pero claro ya sabes donde está el baño!__ dijo Jaime y me levanté rápidamente, para dirigirme al baño. Entre rápidamente en la ducha y me di un baño muy profundo y detenido, ya cuando salí de allí no llevaba el bóxer que estaba totalmente empapado y l que había lavado y llevaba en la mano para tender en algún lado.
__¿Dónde puedo tenderlo?__ pregunté y Jaime y Elvio sonrieron.
__¡Eres un chiquillo muy prolijo y hacendoso!__ bromeó Elvio
__¡Déjalo allí nomás luego lo tiendo yo!
__¡Como quieras Jaime, no quiero molestar!
__¡Tu no molestas chiquillo!
__¡Siéntate y bebe, toma otra refrescante!__ invito el dueño de casa sonriendo. De a uno se fueron marchando a tomar una ducha reparadora.
__¡Ahhh me siento como nuevo!__ comentó Elvio que había sido el último en irse.
__¡te sientes mejor eh, viejo bribón!
__¡Por supuesto!
__¡Con Albert nos reíamos por tu fama de viejo sucio!
__¡No creas esas cosas Albert, nada más alejado de mi!¡dile Jaime, dile, no me hagas quedar mal!
__¡Tranquilo Elvio, no pasa nada!__ dije yo relajado y un poco mareado, nos reíamos de cualquier cosa que charlábamos. La hora fue pasando y las cervezas también.
__¡Deberíamos comer algo!__ propuso Jaime
__¿Quién cocina?__ pregunto Elvio
__¡Hago algo rápido!__ y se levantó en un instante
__¿Te quedas Albert?
__¡Si por supuesto!__ dije sin moverme del lugar. El atardecer caía de forma plomiza. El agua subía en la piscina. Aunque no llegaba ni a la mitad del borde.
Elvio fumaba y admiraba mis tetillas. Rozándolas. Y haciendo que se pusieran muy duras.
__¡Ohh mira son juguetonas, se alzan rápido! __ comentó riendo y bebiendo otro poco de cerveza. Sus propios pezones también se veían hinchados y creo que pensé que aquel hombre estaba un poco cliente y yo empezaba a sentirme así también.
En eso Jaime nos llama a comer. Entramos en la cocina de Jaime, bastante cómoda. Había un aire fresco allí dentro. Empezaba a levantarse una leve brisa muy linda. El ventilador ayudaba a que aquello estuviera tan fresco.
Comimos una fritura muy rica. Sin dejar de beber. Ellos eran buenos bebedores. Yo no me quedaba atrás a pesar de mi juventud.
En el vértigo de aquella noche extraña para mi, aunque no tanto, Jaime y Elvio se desafiaron a jugar unas pulseadas, yo me reía a carcajadas.
Los dos hombres se enfrentaron y pusieron sus fuertes brazos aún , sobre la mesa. Trenzaron sus manos y empezaron a hacer fuerza de un lado y otro. Sus frentes prontamente empezaron a manar agua de sudor.
__¡Límpianos Albert!¿qué esperas chiquillo?__ arrojo sin pensarlo dos veces Elvio. Tome un repasador que encontré y repase las frentes de los hombres riéndome, y rozando sus espaldas anchas en aquel proceso, que se torno agotador, por el solo hecho de ir de un lado a otro.
Quedaron en un empate, riendo como locos. Y yo sentado despatarrado después, aún sus pechos chorreaban agua.
__¡Sabes una cosa Albert!__ comentó Jaime
__¿Qué cosa?
__¡Días atrás en una charla que no recuerdo ni porque salió…Elvio decía que tienes una cola de niña muy linda!¿alguna vez te la vio este bribón?
__¡Creo que nunca!__ dije sonriendo
__¡Entonces!¿Nos dejarás ver chiquillo?__ preguntó Elvio
__¡Si vamos, muéstrala!__ arengó Jaime. Aquello dos viejos divertidos me habían puesto a mil con los roces y tocamientos sin querer, y aunque nunca había estado con hombres viejos, me dije porque no, porque ya sabía adónde íbamos con todo eso.
Me puse de pie, y lentamente fui bajando mi bermuda, mostrando de forma lenta el nacimiento de mis nalgas duras y regordetas y provocativas, con el agujerito ya baboso y caliente.
Observé las caras de Jaime y Elvio y se reflejaba claramente el deseo y la calentura cuando quede en pelotas. Les mostraba el ojete de varias formas.
__¡Ven, acércate, Albert!__ dijo Jaime y sacando una silla. Hizo que me clocara de rodillas y sacara la cola hacia atrás. La acarició, observando, su respiración agitada comenzaba a hacerse ori.
__¡La verdad que tenías razón Elvio…la cola de este chico es soberbia, y tan suave, tan linda, ohhh, la verdad es que me calientas mucho Albert!__ dijo dándome un suave chirlo y luego abrió los cachetes y paso por primera vez el dedo por mi anillo que deseaba ya ser vierto. Mi pija se iba levantando. Elvio en tanto se acercó por delante con su rabo inflamado por demás. Moviéndose, lo acercó a mi boca.
__¡Ya sabes que hacer Albert!__ dijo imperioso y metí el bocado en mi boca tragona. El se arqueó y gimió, Jaime metió dos dedos en mi ojete implosionado y babeante.
Comencé a gemir y lloriquear.
__¡Ohhh Albert eres un mamon increíble…no haberlo sabido antes chiquillo!__ susurro Elvio acariciando mis cabellos. Jaime en tanto con su lengua se abría camino en colita fogosa y semi abierta, chorreando de su saliva sádica y perversa. Chupaba mi culito como si fuera una fruta deliciosa, se sentían los suspiros y gruñidos de aquel macho geronte.
__¡Tienes unas colita preciosa Albert!__ expresaba alzado Jaime y luego se hundía sin remedio en la profundidad del agujero.
__¡Ohh estamos perdidos con este chiquillo Jaime, es una putita hecha y derecha!
__¿Tu abuelito no sabe que tiene esta hembrita en la casa?__ preguntó Jaime en un alto de sus chupadas en mi ojete.
__¡Creo que no,…ahhh. … no lo sé…mmhhhh!!__ volvía a comer la tranca venosa de Elvio que empujaba hasta las bolas, que a veces agarraba y tironeaba, el hombre aquel tenía unas bolas grandes y colgantes. Llegaba con la boca hasta ellas para comerlas con devoción, oyendo como aquel macho gruñía salvajemente. Jaime seguía devorando mi ojete con tanta encarnadura que mi verga estaba pronta a escupir sin siquiera ser tocada. Colgaba del ojo un jugo pegajoso y largo, mis huevos iban a estallar de placer, aquellos dos eran de temer, bravíos y sabían gozar a un chico como yo.
Elvio sacaba su juguete de mi boca y lo golpeaba unos instantes en mis mejillas y volvía a hundir su daga en mis fauces abiertas.
Jaime empezó a restregar su pedazo por mis nalgas, las pasaba, ardientemente. Golpeaba suavemente y luego más fuerte. Yo sentía esa carne jugueteando en mis carnes, no se acercaba todavía a mi agujerito dilatado y perdido, deseando que me metiera su herramienta de una buena vez.
__¡Estas incomodo aquí Albert, vamos a ponernos más cómodos!__ expresó Jaime dueño de la casa y de la situación caliente que se vivía allí.
Mis rodillas estaban rojas. Pude ver el juguete que Jaime llevaba entre las piernas y no estaba nada mal.
__¡Sabes que quiero cogerte, tengo unas ganas!__ decía Jaime y mordía unos de mis hombros. Elvio iba delante de nosotros. Moviendo su culo y diciendo barbaridades. Su vergota bamboleaba un poco menos tiesa que hacía unos momentos pero también quería hundirla en mi trasero deseable.
Entramos al cuarto y Jaime me giro de pie como estábamos y me beso en la boca de manera ardiente. Caliente. Pellizco mis nalgas dejando una nueva marca y un dedo se precipito hasta el fondo de mi agrandado ojete.
Elvio chupo mis pezones unos momentos y también tomo mi verga y la masajeo unos momentos en que me hizo gozar de manera tremenda. Yo me sacudí tremendamente sofocado y sudando y gimiendo de placer, babeando, sentí como mi colita era penetrada de apoco por Jaime, que me daba su poronga por detrás.
__¡Ohhh que lindo culito tienes Albert…eres una tremenda puta, ohhh, me aprietas tan bien, ohhh, si, eres una gatita salvaje…¿te gusta?
__¡Ahhh, si Jaime, dame tu verga, ohhh eres un salvaje calentón, ay, ay, que pijon tienes!!__ me taladraba ferozmente, apretando mis pezones, Elvio hacía que con mi mano me prendiera a su pedazo de carne erecto y poderoso, duro como piedra. Mordía mis labios. Apretaba mis bolas.
__¡Ahhh te voy a llenar el culito de leche, ahhh, si, si, ahhh, ya viene, ya viene!!__ gemía Jaime acelerando sus embestidas y aferrándose desesperado a mis caderas, bombeando, bombeando y gruñendo fue largando una catarata de semen en mi colita cliente. Tragué y tragué con la cola toda la leche que el vejete deposito dentro de mí.
__¡Ohh que dulce putita eres Albert…ohhh que culito de ensueño, ahhh!!__ susurraba buscando aire el viejo Jaime mientras sacaba su casi dormido pijón.
Sentí correr el río de leche en mis entrañas, Elvio sin pensárselo dos veces apoyo mi cuerpo en la cama y de costado metió su ariete duro y rocosa, aprovechando lo dilatado y abierto que estaba entró veloz y veloz serruchaba pellizcando y apretando mis tetillas erguidas y regordetas.
Rozó con sus dedos mi verga y me fui acabando y largando leche en sus dedos, el aprovechó y me los daba de comer, los chupe uno a uno hasta dejarlos limpios. Apretó mis bolas hasta vaciarlas, mientras me daba bomba con su herramienta parada, taladrando y gimiendo y haciéndome lloriquear como niña, muy puta, muy caliente.
__¡Ohhh chiquillo que ricura eres….tienes un culito del demonio, no…no puedo resistirme a él…ahhh, me gusta mucho!__ me largaba en los oídos Elvio sin dejar de bombear mi cola. Con mis manos abría un poco más mis duras nalguitas, para que la penetración fuera plena, fuera completa. Así las bolas de Elvio se chocaban con las medias lunas, sedientas de verga y pasión.
__¡Dame un poco tu boquita Albert!__ decía Jaime y me metía su lengua molusca para nadar dentro de mi boca altamente lujuriosa y desbocada. Chupaba esa lengua, la disfrutaba.
Elvio empujaba y serruchaba apretando cada vez más mis tetillas duras. Jaime no quería quedar fuera, acercó sus pezones gordos para que los chupara y mamará, así lo hice, parecía un bebe hambriento, succionando y arrancando gemidos de aquel machote viejo, pero aún potente y muy sexual.
Elvio hizo que me sentara en su pedazo. Así lo hice y empecé a cabalgar en tanto el viejo me mordía los hombros y el cuello y Jaime se atragantaba con mi pija buscando que volviera a la vida. Aquellos dos viejos eran muy atrevidos y sensuales. Disfrutaban del sexo tanto como yo. La barra de carne me sometía y Elvio pellizcaba mis tetillas, las aprisionaba entre sus dedos jugando.
Jaime jugaba con mi verga que se levantaba nuevamente, se ponía dura en la boca de aquel macho sediento. Yo gemía como putilla perdida. Enloquecido con aquel pedazo en mi cola ardida. Explotada de carne y jugos, que se volvían una crema. Elvio empujaba y yo no sabía cuánto mas resistiría. Iba y venía en mi ojete espumoso y re caliente.
El concierto de voces, suspiros y gemidos, abundaban en aquella nochecita en que se había ido transformando el día. Yo poseído por aquellos dos vejetes. Uno con su machete duro en mi cola y el otro sobando y mamando mi verga a punto de acabar otra vez. Era mucho delirio. Mucho deseo, mucho goce para un ser humano sensible como yo.
Elvio volvió a tirarme en la cama, está vez subió mis piernas a sus hombros, levantando bien mi ojete. Clavo su espada hasta el fondo y volvió a taladrar su perno una y otra vez, haciendo que gimiera y lloriquear mucho más, con más potencia, pidiendo más verga, más y más.
__¡Ohh cariño, voy a…acabar…ahhh…ya, ya, ya viene, ohhh que culito de hembra tienes…mi putita…sabrosa…ohhh, si…mi putita….ohhh!!!__ y entre esos gemidos y bufidos fue lanzando interminables chorros de una crema potente y pegajosa, enloqueciéndome a mí que largaba leche otra vez para todos lados. Su inflamada espada bien clavada en mi ojete rebalsado. Palpitante. Latí dentro de mi cola. Se quedó allí algunos minutos y luego su víbora salió chorreando líquidos para todas partes. Cayó a mi lado casi en un desmayo. Jaime limpiaba mi pija aún erecta. Comiendo todo el néctar que había salido de allí.
Esa noche fue una noche increíble de sexo hasta el amanecer. Aquellos dos viejos eran unos salvajes, hasta en un momento me cogieron los dos a la vez. Eran dos increíbles amantes. Me hicieron gozar como una perra. De allí en adelante al menos una vez por semana nos encontrábamos para tener encuentros sexuales de lo más salvajes e intensos.
Igualmente debo contarles que aquel amanecer primero en que volví a casa con el ojete rozagante de leche, escuche unos ruidos que me parecieron extraños y a esa hora. El abuelo era de buen dormir. Me fui acercando guiado por los ruidos que se fueron transformando en lloriqueos y gemidos, al menos a mi me lo parecieron. Muy despacio me acerqué al cuarto del abuelo y corrí la puerta entreabierta.
Mi sorpresa fue grande porque vi al chico de los vecinos, al menor, subido a horcajadas del abuelo y con su verga bien clavada en las entrañas, sollozando como puta y pidiendo por más, pero esa es otra historia.-
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