DOS POR UNO, DOBLE PLACER
Hacía dos semanas que mi novio me había dejado y me encontraba muy deprimida. Le había pillado follando con otra en nuestra propia cama, así que después de discutir, me fui de casa a vivir con un par de amigas.
Ellas son pareja, pero a mi nunca me ha importado que sean lesbianas, siempre he sido muy liberal para esas cosas, aunque no me gusten las chicas. Cuando me vieron llegar con las maletas, se pusieron muy contentas ya que no les gustaba nada mi novio, y me ofrecieron su casa encantadas.
Como decía, ya habían pasado dos semanas y mis amigas decidieron salir conmigo para animarme. Ellas suelen ir a pub’s de ambiente, pero esa noche fuimos a un pub donde hay tanto heteros como gays y lesbianas.
Estábamos en una mesa apartada bebiendo unas copas, cuando ellas se levantaron y se pusieron a bailar, dejándome ahí sentada. De repente se me acercaron dos chicos, uno mulato y otro inglés, que sin mediar palabra, se sentaron cada uno a un lado, pidieron unas copas y me invitaron a otra. Yo la acepté sin ni siquiera mirarles, no dejaba de pensar en mi ex novio y en lo que me hizo.
Los chicos empezaron a hablar en inglés entre ellos (y yo no entendía nada, solo deseaba que volvieran mis amigas), luego el mulato pasó su brazo por encima de mi hombro acercándose un poco más a mi. Fue entonces cuando me fijé en él. Moreno, con el pelo corto muy negro y los ojos marrones intensos; unos labios jugosos con dientes blancos como perlas. Su camisa gris pegada, le marcaba los abdominales y su brazo musculoso me agarraba con fuerza y firmeza. Un cosquilleo invadió todo mi cuerpo.
Él lo notó, sonrió y acercando su boca a mi oído me dijo en español su nombre y el de su amigo. Él se llamaba Alex y el rubio inglés Robert.
Observé a Robert, rubio con los ojos de color azul intenso, su boca pequeña y con labios super finos no lo hacía tan atractivo como Alex, pero tenía mucha más musculatura que él, se notaba que se pasaba horas y horas en el gimnasio.
Me sentía intimidada por esos dos hombres a mi lado. Encima estaba algo arrepentida por haberme puesto tan sexy. Llevaba una mini vaquera, que me llegaba justo por debajo del culo, una camiseta ceñida roja con tirantes y un gran escote, unos zapatos de tacón alto de color rojo; mi melena pelirroja larga y lisa que me llegaba hasta la cintura y maquillada para la ocasión.
Lo único que pude decir fue mi nombre, pues Robert pasó su mano por mi muslo izquierdo cada vez subiendo un poco más; mientras Alex comenzó a besarme y a lamerme la oreja y el cuello sin que pudiera resistirme a ello. Vi a mis amigas que se acercaban desde la pista de baile y, cuando me vieron tan bien acompañada, me dijeron adiós con la mano y se marcharon sonriendo. Pero yo en el fondo tenía miedo, no les conocía de nada y además eran dos!!
Robert llegó hasta mi tanguita y empezó a acariciarme por encima; Alex metió su cálida mano bajo mi camiseta, tocando mi ombligo y subiendo a mis pechos desnudos (ya que no llevaba sujetador), mientras me decía que estuviera tranquila, que me relajara porque ellos me iban a hacer disfrutar.
Alex mimaba mis pezones con mucha suavidad, mientras que me besaba en la boca, metiendo su lengua, rozando el cielo de mi boca y jugando con mi lengua. Robert me lamía la otra oreja, me mordía el lóbulo y me besaba el cuello.
Me estaban excitando mucho, pero no quería estar allí delante de todo el mundo, quería irme a un sitio privado y se lo dije a Alex. Él se lo dijo a su amigo y ambos se levantaron, agarrándome cada uno de una mano y saliendo del pub. Me llevaron hasta su coche, ellos se sentaron delante y yo detrás. Alex conducía y Robert no paraba de mirar hacia atrás y sonreírme. Yo estaba asustada, iba en coche con unos desconocidos y no me atrevía a decir nada, pero el morbo y la excitación que tenía podían mas que mi voluntad.
Llegamos a un lujoso hotel y, mientras subíamos en el ascensor, ellos me tocaban sin parar. Alex las piernas y el culo, Robert los pechos y me dio un morreo que me dejó sin aliento.
En la habitación, había una cama enorme y dos botellas de cava puestas a enfriar en un cubilete con hielo. Alex me sirvió una copa que me la bebí casi sin respirar. Ellos se miraron y rieron. Y lo comprendí todo, eran pareja pero también bisexuales y esa noche yo era su juguete sexual. No se porqué, pero en vez de irme de alli, me quité la camiseta, dejando mis grandes enormes pechos al aire. Ellos se desnudaron completamente, mostrándome sus monumentales penes erectos. Alex lo tenía enorme, largo e hinchado que parecía que le iba a explotar. El de Robert, un poco más pequeño, también era lo bastante gordo como para hacerme vibrar.
Alex se acercó a mi y me arrojó boca arriba sobre la cama, tirando de mi falda para quitármela, quedándome solo con el tanguita de hilo negro. Robert se puso de rodillas a mi derecha en el borde de la cama y cogiéndome del pelo, acercó su polla a mi boca y la empecé a chupar con deseo mirándole a los ojos.
Mientras, Alex ya me había quitado el tanga y había empezado a lamerme la rajita con muchas ganas y demostrando la experiencia que tenía. Me lamía el clítoris, luego me penetraba con su lengua, rozando todos mis pliegues. Me introducía los dedos, acariciando mi interior. Yo, a su vez, me metía el miembro de su amigo todo lo que podía, lamiéndole la punta, los huevos, manoseándole todo lo que podía. Hasta que no pude más y sentí que todo mi cuerpo estremecía de placer, llegando al primer orgasmo de la noche.
Jadeando y toda sudada, me di cuenta de que Alex se había levantado y se había puesto justo a mi izquierda, como su amigo, para que le chupara su enorme tronco. Robert, sin perder ni un minuto, se puso encima de mi y me penetró hasta el fondo. Di un gritito por la sorpresa y él, riendo, comenzó a moverse lentamente metiendo y sacando su pene.
Alex me tenía agarrada por la barbilla y me introducía su cosa hasta el fondo de la garganta, provocándome algunas arcadas. Me estaba follando literalmente la boca marcado por el ritmo que imponía su amigo que había empezado a darme fuertes embestidas. Así estuvieron cerca de diez minutos, mi vagina estaba roja y bastante irritada, pero había conseguido alcanzar el clímax un par de veces.
Robert salió de mi interior y me puso boca abajo, estilo perrito. Alex se apartó y me pidió que no me moviera. Los dos entraron en el baño. Pasó un minuto que me apareció eterno pero en el que no me moví ni un milímetro, cuando ambos salieron con un bote en la mano y ambos penes todavía erectos. Al principio no supe que era, hasta que me di cuenta de que era vaselina. Les dije que no lo hicieran, no quería que me penetraran por detrás, lo hice una vez con mi ex y me resultó muy doloroso. Alex me dijo que no pasaba nada, que me relajara, que lo estábamos pasando muy bien y no debía estropearlo ahora. Me levanté de la cama y salí corriendo hacia la puerta, pero Robert me agarró por la cintura y me levantó en el aire, llevándome de nuevo a la cama. Yo me resistía, pero ellos eran mas fuertes y me ataron a la cama de pies y manos en posición perrito. Ya no podía hacer nada.
Robert separó mis nalgas, mientras Alex sacaba una buena porción de vaselina y me la untaba en mi agujerito introduciendo dedo a dedo. Luego colocó su punta en él y de un empujón la metió hasta el fondo con tanta potencia que sus huevos chocaron con mi clítoris inflamado. Grité con fuerza por el dolor que noté, sentí como su viga me había llegado hasta las entrañas y me partía en dos.
Comenzó a moverse despacio, notando como mi culo se resistía y le impedía el paso. Robert, se puso a mi lado, observando mi cara contraída con los dientes apretados del dolor y, tapándome la nariz para que abriera la boca para respirar, me metió su miembro para que se lo chupara de nuevo.
Alex se movía cada vez más rápido. Entraba y salía sin dificultad, mi orificio se había acostumbrado a él y el dolor que sentí al principio se convirtió en un ardor tan intenso que me recorría todo el cuerpo causándome un leve placer. Él introdujo tres dedos en el frasco de vaselina que estaba encima de la cama y poco a poco los fue metiendo en mi culo sin sacar su polla. Intentaba dilatarlo aún más y así siguió hasta que le cabían todos los dedos de su mano.
De repente paró, llamó a su amigo que seguía con su pene en mi boca, y éste se puso también detrás de mi, se lo untó de vaselina y me lo enterró en el ano sin que Alex lo sacara de ahí. Habían conseguido encajarme sus dos enormes pollas por mi pequeño agujerito que ahora estaba super dilatado.
Se movían al compás, cuando uno la metía el otro la sacaba, sin salirse del todo, cada vez más y más rápido, haciendo que mis nalgas botaran sin parar y mis pechos brincaran con cada arremetida. Me dolía mucho, era una sensación de tirantez en el culo y en la vagina, me estaban partiendo en dos. Gritaba, aullaba, berreaba, gruñía… pero a pesar de todo, me gustaba. Gozaba de cada embestida, de sentirme sometida, utilizada, de ser su juguete sexual. Y sin poder evitarlo, llegué al clímax una vez más.
Ellos jadeaban y gemían, ya no podían mas y, sacando a la vez sus pollas de mi culo; se puso cada uno a un lado de la cama y eyacularon sobre mi espalda, mi pelo y mi cara. Yo abría la boca para recibir el semen que no paraba de brotar de sus miembros.
Después reinó el silencio, ellos me soltaron y caí rendida sobre la cama, ellos se tumbaron a mi lado y por encima de mi cabeza, se acercaron y los dos se dieron un dulce e intenso beso en los labios.
Si, muy bueno. Yo te haría lo mismo que ellos o mas, escribeme guapa. Un beso donde mas te guste.