Metí a ambos machos a la casa como la putita de que soy, uno en cada cuarto con la verga bien dura, yo la hija más pequeña de la casa, le iba a dar placer a cada uno pero a la vez, yendo de un cuarto a otro, al ritmo de una puta que quieren que la exploten.
Ambos machos poseían una verga dura y venosa, el segundo más oscura y un poco más gruesa, los cabalgue como una diosa, me levantaba y corriendo entraba al cuarto de al lado a volver a cabalgar, en varias pasadas ya mi frente estaba reventada de sudor, no podía parar y me encantaba ese ritmo de demonios.
Luego ambos me pusieron en cuatro patas para darme con bronca porque yo suplicaba de esa manera, sacaron su rabia, yo caminando hacia cada cuarto con el culo partido veía como me esperaban para volver a embestirme como bestias, unos auténticos toros, que me lamian hasta mis pies hediondos de tanto sudor, auténticos machos calientes.
Ya abierta, mi concha empezó a acabar a chorros en ambas camas, mis gemidos traspasaban de habitación a habitación, por lo que al llegar al otro cuarto cada macho me esperaba con la verga más dura que antes y pajeandosela aún más duro, clavaban y clavaban con ganas, sus bolas eran un explosión para mi culo, solo quería que me llenen.
Así fue que primero la verga más morena deposito su leche en toda mi panocha, mientras descargaba su leche yo limpiaba su frente de sudor con todo el amor posible, seguí por el otro, ya con leche adentro debía seguir aguantando más depósitos lácteos, y sí que explotaba bien llena me dejaba mientras yo al contrario del macho anterior secaba su pecho bien sudado y arañado por mis uñas de gata.
Ambos polvos en simultáneo fueron un lujo, una experiencia que repetiría cada día de mi vida, lástima que es la casa de papa y mama.