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"Hola, soy Lola y hoy les quiero contar sobre la vez que hice un trío en un avión con dos desconocidos..."
Me presento, soy Lola, tengo 20 años y vivo en Argentina. Mido 164cm, tengo el pelo castaño muy clarito y largo. Mi culito está bien formado por el ejercicio pero lo que más llama la atención son mis enormes tetas. Soy muy blanca y mis pezones rosas enloquecen a cualquiera.
Lo que les voy a contar ahora sucedió el año pasado cuando yo volvía de un viaje al exterior. Mi avión salía de París a Buenos Aires, el vuelo duraba unas 13 horas. Los asientos eran de a tres y a mí me tocaba el del medio. Como en Francia hacía calor, ese día yo llevaba una pollerita negra que no me tapaba del todo, una camisa blanca y tacos. Para cuando subí al avión, los asientos a mis lados ya estaban ocupados.
Del lado de la ventana, un hombre de negocios vestido de traje que tipeaba en su computadora, serio. Del lado del pasillo, un chico joven, de veintitantos, que miraba su celular distraído. Cuando llegué, puse mi maleta de mano en el guardaequipaje de arriba, lo que hizo que se me levante la pollera. Sentí los ojos del chico más joven clavados en mis muslos. Una vez acomodada la valija, tuve que pasar por arriba de él para llegar a mi asiento, y no perdí la oportunidad para darle una buena vista de mi culo, rozándolo con su rodilla. Me senté y me puse cómoda, con las piernas ligeramente abiertas. Las primeras horas del vuelo transcurrieron tranquilamente. Aproveché para dormir varias horas. Llegada la noche, sentí ganas de ir al baño. El chico dormía, así que pasé sin más. Al caminar por el pasillo vi cómo todos en el avión dormían. Nosotros estábamos al fondo, bien ubicados en una esquina. Como nadie estaba despierto decidí abrirme un poco la camisa para liberar mis grandes tetas. Las masajee y jugué con ellas unos segundos. Volví a mi asiento, pero al pasar por arriba de mi compañero, pasó algo inesperado. Mientras pasaba por arriba de él, puso una de sus rodillas entre mis piernas. Estaba ahora despierto. Lo miré sorprendida. Tenía una gran erección, y verla me puso muy caliente.
No hizo falta decir nada. Me senté arriba de él y comencé a frotar mi culo en su bulto. Puso sus manos en mi cintura para pegarme más a él, mientras yo sentía cómo mi tanga empezaba a mojarse con mis propios fluidos. Subió sus manos a mis pechos, los agarró desde atrás y los acariciaba y apretaba, jugando con mis pezones. Me hizo un gesto para que me levante un segundito y mientras él sacaba su grueso pene del pantalón, yo aproveché para revisar que nadie estuviera despierto cerca. Él me corrió la tanga y al sentarme puso la punta ya mojada de líquido preseminal en mi vagina. Empezó a frotarla contra mi clítoris y a llenarla de mis fluidos, hasta que de repente la metió y se me escapó un suspiro. Su verga era más larga que gruesa pero se sentía muy bien.
Comencé a saltar despacito mientras el desconocido me cogía ahí mismo, frente a todos. Yo estaba completamente fuera de mí, quería más, me excitaba muchísimo que alguien que no conocía me estuviera cogiendo así. Me sentía una putita muy obediente, moviéndome a su ritmo. Estaba tan metida en el asunto que me asusté cuando una mano tomó la mía y la llevó a su pene. Era el hombre del asiento del otro lado, al que habíamos despertado por el movimiento y los suspiros. Me miró a los ojos y no hizo falta que diga nada. Se sentó en el que era mi asiento mientras yo seguía cabalgando de espaldas al chico. Con mi mano empecé a masturbarlo y él empezó a pasear sus dedos por mi clítoris. La tensión de no poder gemir me estaba volviendo loca. La pija del hombre era más gruesa, estaba bien depilado y muy duro. Se paró, era alto y fuerte. Me agarró de la cintura y me puso en cuatro en los asientos. Ahora era él quien me penetraba mientras yo le chupaba la verga al chico, que tenía sabor a mis fluidos. Él me agarraba del pelo y hundía su pija jugosa en mi boca mientras el otro me daba muy duro. Me sentía toda una puta y me encantaba. Las cuatro manos recorrían mi cuerpo, me agarraban las tetas, me apretaban el culo y me daban suaves nalgadas para no hacer ruido. Me estaban cogiendo con la pollera levantada, la tanga corrida y la camisa abierta. El hombre empezó a masajear mi ano, introduciendo un dedo ensalivado y después dos. Yo sentía que en cualquier momento iba a explotar con esa triple penetración. Sacó los dedos y cambió de agujero, metiendo su grueso pene en mi culo. Yo no pude evitar gemir, haciendo que el chico metiera toda su pija en mi boca, hasta la garganta. Mientras el hombre me rompía el orto, el chico me cogía la boca muy fuerte.
El más joven fue el primero en correrse, se vino en mi boca y me llenó de su leche calentita. Yo, encantada, tragué hasta la última gota y le limpié bien la verga con la lengua mientras el hombre me agarraba de la cadera para penetrarme más y más fuerte y rápido. Él me acabo adentro de mi culito, y cuando sacó despacio su pija pude sentir cómo brotaba el semen de mi propio ano y comenzaba a chorrear por mis piernas blancas. Descansamos unos segundos, cada uno se sentó en su asiento. Ellos recuperaban el aire mientras yo me pasaba la mano por las piernas intentando juntar semen para saborearlo. Esto calentó al hombre, que me agarró y me hizo limpiarle la verga con la boca. Una vez listo eso, me senté con las piernas abiertas.
El chico me metió dos dedos mientras el hombre empezó a acariciar mi clítoris empapado. Ambos me agarraban las tetas, el hombre mordisqueaba suavemente un pezón mientras que el chico succionaba como un bebé. Susurré que estaba por correrme y el chico empezó a besarme para ocultar los gemidos, mientras el hombre frotaba sus dedos más fuerte. Tuve un orgasmo tremendo, mis fluidos llenaron todo. Me quedé un rato sentada de piernas abiertas en ese asiento de avión, con las piernas goteando semen y fluidos mientras los dos hombres me seguían acariciando las tetas suavemente. Luego de acomodarnos bien intercambiamos números y quedamos en volver a vernos alguna otra vez en Buenos Aires…
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