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DOS A UN TIEMPO

"Una mujer sumida en la monotonia de su aburrida vida, despierta de forma bestial al sexo y la depravación."

 

Yo estaba esperando el autobús que cada día a la misma hora me llevaba a casa después de mi jornada de trabajo, ese día me sentía especialmente cansada y no solo del duro día que había tenido en el hospital donde trabajaba como enfermera, sino que estaba cansada de mi vida en general, una vida monótona en la que todo, salvo la identidad de los personajes era igual cada día al anterior y al siguiente, y nada excitante ocurria desde hacía mucho tiempo. Mi autobús venía con retraso.

Esto significaba que además de estar esperando mas tiempo, lo cual ya era un castigo por los incómodos zapatos de tacón que llevaba, encima el autobús vendría lleno por lo que no encontraría ningún asiento y tendría que hacer el recorrido de pie.

Veinte minutos después de su llegada habitual divisé a lo lejos el autobús y como había imaginado estaba lleno, subí los tres escalones saludé con desgana al conductor al que ya conocía de vista por las veces que había cogido el mismo transporte y a duras penas avancé unos metros colocándome como pude entre una señora mayor que protestaba porque la gente no pasaba al fondo y un par de estudiantes de arquitectura que hablaban sobre una asignatura de su carrera, de la cual yo no sabia nada de nada.

A los pocos minutos de haber arrancado el autobús sentí un leve roce en mi fina falda, roce al que no presté la más mínima atención, el autobús iba completamente lleno y esas cosas eran normales, de hecho, ni siquiera miré hacia detrás, pero unos segundos después el mismo leve toque se repitió y a causa de mi cansancio esta vez si miré como si fuera a matar a alguien, el enfado que se manifestaba en mi rostro cambió de inmediato cuando vi al hombre que tenia a mis espaldas, tenia unos treinta y cinco años, debía medir un metro ochenta y cinco, su apariencia era corpulenta, su piel morena al igual que su pelo y sus ojos negros te atravesaban de una forma que un escalofrío me recorrió el cuerpo y me hizo de inmediato apartar la vista de aquella impresionante figura que estaba justo detrás de mi espalda y que me había mirado con una cara deseo como hacia mucho que ningún otro hombre me había mirado.

El tercer movimiento no se hizo esperar, esta vez fue mas intenso, noté perfectamente como la mano de aquel desconocido se había deslizado suave pero firmemente por mis glúteos, una mezcla de indignación y de nervios afloraban en mí, por mi mente había pasado armar un alboroto en el autobús y decirle a la cara cuatro cosas, pero yo no era la clase de mujer que hacia eso, ni siquiera era, (pensaba yo entonces), la clase de mujer a la que un desconocido sobara en un autobús, yo solo era la típica persona que pasaba completamente desapercibida por todos sitios y aquel tipo no tenía pinta de necesitar tocar ligeramente el culo de una del montón ya que seguro que mujeres increíbles se tirarían de inmediato en sus brazos, además no pude evitar cierto grado de excitación que se manifestó en mis pezones que se endurecieron en pocos segundos.

Por un momento pensé en pasar hacia el interior aprovechando que en una parada algunas personas se habían bajado, pero quedé paralizada en la misma postura en la que estaba, y al entrar nuevos viajeros el hombre avanzó unos leves pasos situándose justo detrás de mí, tan cerca que podía sentir como mi espalda y su pecho se tocaban, y llegando a notar su duro pene con los acelerones y los frenazos que daba el conductor.

De nuevo la misma sensación, esta vez, no podía echarle la culpa a la cantidad de gente que había, la mano de aquel hombre estaba recorriendo mi culo de un lado a otro, acariciándolo lentamente, no pude articular palabra, mi cuerpo temblaba mitad miedo y mitad lujuria y mis pezones se endurecieron otra vez.

Aquella fuerte mano bajo un poco mas recorriéndome los muslos entre mis piernas y noté como el se pegaba a mi con fuerza de tal forma que parecía querer atravesarme con su enorme pene allí mismo.

Estuve a punto de emitir un gemido que ahogué a duras penas y en ese preciso momento sentí como aquella masa que había tenido tan cerca se separaba sin avisar, volví la vista atrás y estupefacta contemplé como aquel hombre con cuerpo de atleta y con los ojos mas increíbles que nunca me habían mirado estaba a punto de bajarse del autobús, no lo pensé ni un momento, corrí hacia la puerta pero a causa de los muchos viajeros tardé mas de lo que hubiese deseado, grité al conductor que esperase un momento y entre empujones logré abandonar el lugar y plantarme en mitad de la calle, miré a un lado y a otro y no veía a la persona que me había conseguido excitar de aquella forma y apesadumbrada comencé a andar lentamente hacia mi casa y a prepararme para un largo camino ya que su parada estaba todavía bastante lejos de allí.

Cuando llegué a la primera esquina, mis ojos no podían creer lo que veían, el, estaba allí, apoyado en un coche con sus enormes brazos cruzados y mirándome con una media sonrisa que me desconcertaba, casi no podía mantenerme de pie no había ni un solo músculo en mi cuerpo que no estuviera en tensión, me acerqué lentamente intentando mantener una compostura femenina y cuando estuve delante de él, intenté hablarle pero la mano de aquel hombre fue directa a mis labios y no dejó que sonido alguno saliera de mi boca.

De nuevo me miró fijamente y no pude mantener su mirada y terminé agachando la cabeza, él me cogió sin mediar palabra del brazo y entró en un piso cercano mientras yo no tuve fuerzas para negarme si es que en algún momento quise hacerlo.

Él llamó el ascensor y los dos entramos en aquel espacio reducido, yo no era capaz de levantar la cabeza y enfrentarme de nuevo a aquellos ojos negros, él puso levemente la mano bajo mi barbilla y me obligó a mirarlo y comenzó a acariciarme la cara, el ascensor se paró en la planta séptima y ambos lo abandonamos, se dirigió a la puerta A de la planta e introdujo la llave en la cerradura.

Tuve ganas de huir, no sabía como había llegado a esa situación, si un día antes alguien me hubiera contado que estaría en la casa de un desconocido a solas con él sin que ni siquiera supiera su nombre no habría parado de reírme en un mes, pero lo cierto es que allí estaba yo, entrando en un piso con alguien con el que no había intercambiado ni una sola palabra.

Avancé por el estrecho pasillo hasta llegar al salón principal de la casa y las manos de aquel hombre me cogieron con firmeza mis pechos desde atrás mientras nuestros cuerpos se fundieron en uno, su lengua y su boca paseaban por mi cuello y creí que iba a desmayarme de la sensación que mi cuerpo estaba sintiendo en aquel momento.

Mientras me llevaba a su cuarto me quito la blusa y me desabrocho el sujetador quedando desnuda de cintura para arriba y una vez dentro de su alcoba me dejo caer en la cama de espaldas situándose de rodillas delante de mí, me subió la falda y comenzó a besarme y a morderme los glúteos y un momento después me dio la vuelta y a bajarme mis bragas.

Yo no podía creer lo que estaba pasando, me sentía desarmada, de mi boca sólo salían gemidos de satisfacción y me había abandonado a aquel maravilloso hombre que me había transportado a un mundo de sensaciones que yo pensaba no existía.

Una vez que me había bajado las braguitas me sentí indefensa, y cuando la cabeza de mi amante se acercó a mi clítoris, un rubor me recorrió de abajo a arriba incrementándose cuando sus dedos me perforaron por primera vez.

Estaba al borde del orgasmo, ese misterioso ser me manejaba con firmeza y haría cualquier cosa que él me pidiera, no podía mas iba a correrme, no podía controlar mi cuerpo que se movía en continuos espasmos cuando de repente el paró, levantó su cabeza y me miró con cara de satisfacción. Yo estaba completamente avergonzada, pero sin mas descanso me levantó y me sentó en una mesita que estaba cerca de la cama, me volvió a abrir de piernas y se metió en medio mientras me besaba sin darme tregua, paró un instante, para desabrochar los pantalones, y sacó el pene más duro, grueso y grande que yo jamás habia visto ni siquiera en fotos o películas, las venas se le marcaban en la piel como si quisieran reventar y su enorme cabeza brillaba como un espejo morado por la inmensa presión de su erección.

Entonces, situando su punta a la entrada de mi encharcada raja, me atravesó con el, grité de placer y el siguió con movimientos fuertes, uno tras otro, penetrándome más y más al mismo tiempo que me besaba el cuello y me pellizcaba ahora con fuerza los pezones.

En la habitación sólo se me escuchaba a mí que no podía parar gritar pidiendo mas, quería más de aquello que él me estaba dando, quería que no se acabara nunca, hacia tanto tiempo que nadie me hacia sentir así de deseable, hacia tanto tiempo que no sentía aquel inmenso placer. Él disminuyó el ritmo un poco, me miró sonriendo y yo le correspondí con la sonrisa mas seductora que supe conseguir, me bajo de la mesa y me puso de espaldas mirando a la puerta.

Estando en esa postura, de repente ví un hombre joven, desnudo que estaba apoyado en la puerta del dormitorio, su cara revelaba una excitación increíble y no tuve la menor duda de que se había estado tocando mientras a mi me hacían el amor, pués un larguísimo pene así lo demostraba por su enorme erección. Intenté zafarme de las manos de mi desconocido amante, que me sujetaba por los brazos, pero el me cogió con fuerza, mientras aquel hermoso joven, digno, de la portada de cualquier revista de moda masculina, se acercaba a nosotros.

Se plantó delante y me miró de arriba abajo con una sonrisa maliciosa que me asustó, pasó la mano por mi cara y se deslizó por mi cuello hasta llegar a mis pechos. Intenté escapar de nuevo pero me mantenían bien agarrada, aquel joven comenzó a besarme y mientras yo pensaba no, mi cuerpo volvió nuevamente a rendirse, era increíble, nunca se me había pasado por la cabeza tener una relación con más de un hombre al mismo tiempo, por muy atractivos que estos fueran, pero lo que estaba sintiendo mientras el me besaba los pezones nunca lo había sentido antes, lo hacía con tal mezcla de dulzura y de pasión, que con ningún hombre, ni siquiera con el que ahora me estaba sosteniendo por los brazos, había llegado a niveles parecidos.

Me tumbó en la cama se puso encima y comenzó a deslizarse frotando su durísimo pene contra mi empapados labios y mi endurecido clítoris. Entré en extasís, me estaba volviendo loca, el orgasmo estaba de nuevo a punto de hacerme estremecer pero nuevamente paró y dándome la vuelta, me hizo sentar a horcajadas sobre su candente falo que se hundió en mí como un cuchillo en la mantequilla.

Empezó un mete y saca vertiginoso que me hizo estremecer en un rompedor orgasmo. No habían terminado las incontables ondas de placer de recorrer mi cuerpo de arriba abajo cuando sentí en mi dilatado sexo la presión de algo grande, caliente y duro que empujaba abriendose camino poco a poco a lo largo de aquella polla que seguía aún alojada en mi sexo, penetrándome hasta llegar a tocarme el cuello del utero. Nunca creí que me dilataría hasta el punto de admitir ambas pollas en mi interior.

Sentía que iba a reventar, pero de placer, un placer que me inundaba hasta el último cabello de mi cabeza cuando ambos penes empezaron a moverse dentro de mi al unísono. Sentir como aquellas duras vergas entraban y salían de mi coño era una sensación nueva.

De pronto empecé a sentirme inundada por una riada de caliente semen que con la fuerza de un grifo empezó a golpearme en lo más profundo de mí, lo que disparó en mi interior el más brutal orgasmo que jamás habia sentido y que seguro nunca sentiré. Quedé desvanecida de la misma fuerza del orgasmo y cuando desperté aquella pareja tan misteriosa que había conseguido llevarme a sentir cosas que jamas hubiera imaginado, habian desaparecido dejándome empapada en mis jugos y los de ellos y aún temblando de puro extasis.

Me levanté como pude, me puse la ropa y abandoné el piso dolorida pero más satisfecha que nunca habia estado. En el momento que el ascensor llegó, yo no sabia bien lo que había sucedido pero lo que si tuve claro fue que aquel día lo recordaría perfectamente y lo diferenciaría de todos aquellos monótonos días que habían ocupado últimamente mi vida.

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