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Soy Doris y a petición de Marta y Andrés les voy a contar algunas historias sexuales de mi pasado más reciente. Voy a empezar contextualizándolos un poco. Actualmente tengo 45 años, pero a pesar de ello me conservo bastante bien. Mido 1.62 metros, mi culo es grande y aún está duro, mis tetas a pesar de no ser inmensas, llevando un buen escote no pasan desapercibidas en ningún lugar, mi cara no es hermosa pero soy de buen ver y mi cabello es negro y liso. Bueno, pues yo me casé con el primer novio que tuve a los 22 años porque me dejó embarazada y mis padres no tolerarían que fuese una madre soltera, pero a pesar de eso y de haber sido siempre una mujer recatada le puse el cuerno 3 veces en todo este tiempo (excluyendo lo ya relatado en esta página) y no podía evitar sentirme horrible tras hacerlo. Durante mi matrimonio, tuve 3 hijos: 2 niñas y un hijo. Carolina, la mayor ya tiene 22 años y un hijo, Paola tiene 19 años y Felipe, que tiene 17 años.
Hace poco más de dos años descubrí que mi esposo me era infiel, pero él me juró que cambiaría y no quería perderme así que lo perdoné y seguimos nuestra relación, pero hace poco más de un año, descubrí que mantenía una relación con una "amiga" mía, así que esta vez fue el final y estoy en el proceso de separación en este momento. Yo vivo con Paola y Felipe (Carolina vive con su pareja y su hijo) y debo reconocer que mi ex esposo sigue dándonos todo lo que necesitamos, por lo cual no estoy obligada a trabajar para mantenerlos aunque de cuando en cuando me gano mi propio dinero, pero mi vida está dedicada principalmente a ser un ama de casa.
Apenas pasadas dos o tres semanas de mi separación con el padre de mis hijos, mi hija iba a salir hacia la universidad y como yo apenas había salido de bañarme aproveché para pedirle que por favor comprara la carne para el almuerzo mientras yo me vestía. Esta no era la primera vez que se lo pedía así que ella salió y yo me quedé en casa. Yo me coloqué un pantalón de sudadera, una camiseta bastante holgada y unos zapatos tenis pues no tenía pensado salir de casa ese día. Como a los 15 minutos que saliera mi hija, sonó el timbre y pensé que seguramente era doña Rosa, la dueña de la carnicería quien se encargaba generalmente de hacer ese tipo de vueltas mientras su esposo seguía en la carnicería atendiendo. Me dirigí a la puerta y la abrí encontrándome una tremenda sorpresa, quien estaba con mi encargo era nada más y nada menos que don José, el esposo de doña Rosa. Era un tipo de unos 45 años, con unas entradas evidentes, barba tipo candado que a mí no me parecía atractivo para nada y quien aún cuando yo estaba casada no dejaba de lanzarme piropos.
Le di un vaso de gaseosa y él lo bebió muy despacio y mientras tanto no dejaba de hablar conmigo intentando coquetear, pero yo era muy seca y no le di oportunidad para que intentara alguna otra cosa conmigo. Finalmente y tras casi 10 minutos, él terminó su bebida y lo acompañé hasta la puerta donde él seguía diciéndome piropos y yo muy seria apenas musitaba palabra. Apenas había pasado un par de minutos cuando escuché el timbre, así que fui a abrir y era mi amiga Ruth
Dejándole claro que don José no me gustaba ni un poquito, hablamos de varias cosas durante toda la tarde y se fue hacia la 1 de la tarde, pues mi hijo pronto regresaría del colegio. Mi día transcurrió con total normalidad, y fui a mi cama a eso de las 9 de la noche. Estaba intentando conciliar el sueño, pero empecé a recordar la conversación con mi amiga, principalmente la que hacía referencia a las bondades como amante que tenía don José. Yo sabía que me deseaba y empecé a imaginarme entre sus manos, sintiendo su miembro, su esperma, estaba calientísima y no pude evitar masturbarme pensando en el carnicero que aquel día había estado en mi casa. Tuve mi orgasmo y agotada logré quedarme dormida.
Al otro día, muy temprano me alisté e hice el desayuno para mis hijos como todos los días. Salí a hacer las compras y llegué a la carnicería donde don José me recibió con la coquetería habitual y yo no podía sacar de mi mente las alucinaciones que tenía con su presunto gran miembro, así que decidí lanzarle miradas coquetas. Llegué a mi casa y me volví a masturbar, pues no podía resistir mi calentura. Al siguiente día, nuevamente la rutina y salir a comprar lo necesario para el almuerzo. Ya había comprado un par de cosas, y luego pasé a la carnicería donde nuevamente don José me recibió con sus acostumbradas atenciones. Ya yo había pagado e iba a recibir el producto, pero llevaba demasiadas bolsas encima así que no fue fácil para mí, de modo que don José se ofreció a ayudarme con las bolsas y acompañarme a mi casa. Yo me sorprendí, pues no quería dejarme llevar, pero sabía que no podía con todas esas bolsas yo sola, así que acepté. En el camino él no dejaba de halagarme y yo no era tan indiferente como antes pero sí trataba de mantenerlo controlado. Al fin llegamos a mi casa y le pedí que dejara los paquetes en la cocina mientras yo le servía un vaso de soda.
Charlamos un rato y yo no podía alejar de mi mente mis pensamientos y solo esperaba que saliera para masturbarme nuevamente en su honor. Él ya iba a terminar su bebida y no sé por qué, llevada por mi calentura le pregunté
Con total naturalidad se puso de pie y sacó su pene flácido y envuelto en una mata de pelos. Como si nada, empezó a masturbarse frente a mí y poco a poco empezó a crecer su verga, y yo me calentaba cada vez más
Yo estaba masturbándolo y él de pronto se acercó a mi boca y me besó, y antes de darme cuenta yo había ubicado mi lengua en su boca. Yo lo seguía besando sin soltar un solo segundo su duro pene, y él ya empezaba a amasar mis nalgas con gran deseo. De pronto, él me giró y me pegó a él estrellando su pene en mi espalda y desabrochando y bajando mi pantalón. Yo ya había agarrado su pene nuevamente y lo acariciaba cuando él metió su mano bajo mi ropa interior mientras me besaba el cuello. Nos estábamos masturbando mutuamente y mi concha estaba empapada, aunque él parecía indiferente ante la situación. En un suave movimiento, él hizo que yo me recostara en el sofá y con habilidad me quitó los zapatos, las medias, el pantalón y la tanga para luego introducir su lengua en mi conchita. Él estaba haciendo un trabajo genial con su lengua y sus dedos y en poco tiempo logró que yo gimiera y gritara como una loca al sentir la llegada de mi orgasmo. Don José succionó hasta la última gota de mis jugos mientras yo no paraba de suspirar.
Estaba yo allí cuando vi a mi amante buscar en su pantalón un condón que rápidamente se puso y yo sabía lo que se venía. Abrí bien mis piernas y él se introdujo lentamente en mi conchita y yo sentía cómo aquel pene forrado en látex se abría paso dentro de mí. Debido a mi humedad, no fue muy difícil que me lo enterrara entero, y así lo hizo para luego mover su cadera introduciendo y sacando su miembro de mi chochito. Yo me levanté la blusa y el sostén para sobarme las tetas, y él me bombeaba cada vez con más fuerza. Él no tardó en quitarme definitivamente la ropa y empezar a morrear mis tetas y besar mis pezones, eso sí sin dejar de penetrarme. De pronto, él se tiró en el sofá y me pidió que lo montara, y yo gustosa accedí. Me levanté, y me senté sobre su miembro lentamente mientras don José me succionaba las tetas. Empecé un sube y baja lento sobre su falo y él no dejaba de jugar con mis senos, lo cual me estaba calentando cada vez más. Fui acelerando mis movimientos hasta que sentí que llegaba mi segundo orgasmo, que fue más profundo y largo que el primero y fue acompañado por un par de espasmos. Don José ahora era quien llevaba la batuta de la penetración agarrándome por la cintura pues yo estaba totalmente debilitada. Tras un par de minutos y cuando recuperé un poco de energía, me puse de pie, le retiré el condón, me arrodillé entre sus piernas, lo masturbé y luego lamí su duro pene. Apenas estaba empezando mi mamada cuando él me dijo
Lo hice levantar, me acosté en el sofá, y llené de saliva la comisura de mis tetas para que luego él se sentara sobre mi vientre y pusiera su bello miembro entre mis pechos. Empezó a follar mis tetas y yo gozaba al sentir aquel pedazo de carne en mi torso, y pasado un par de minutos él dijo
Él tomó su ropa, se vistió afanosamente y salió por la puerta con prontitud. Mientras tanto, yo yacía en el sofá con el semen de mi amante corriendo por mi torso. Me quedé allí unos 15 minutos descansando un poco y me levanté con el semen ya seco y pegado a mi cuerpo. No me eché ni una gota de agua, solo tomé mi ropa, me vestí y empecé a hacer el almuerzo sintiendo el olor a esperma de don José brotar de mi pecho. Llegaron mis hijos e hice mis labores como si nada hubiese pasado pero sabiendo que el semen de el carnicero estaba en mi cuerpo. Aquella noche, lamía mis dedos, los pasaba por mi pecho y los volvía a lamer y podía sentir el amargo sabor del semen de aquel hombre que me había recordado los placeres del sexo. Desde aquel día, fueron más los encuentros con don José, a quien siempre le pedía regar su leche sobre mí, pues lo recordaría durante todo el día.
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