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Categoría: Maduras

Doña Cande, la venerable señora

Doña Cande, la venerable señora



 



SINOPSIS: Las aventuras sexuales de un joven con su madura amante, quien disfrutaba al máximo el mañanero.



 



ECSagardez



La medianoche nos sorprendió viendo la televisión. Un programa de corte político estaba al aire y ambos platicábamos de lo que ocurría en Oaxaca, con el conflicto magisterial, en ese momento. Aunque no lográbamos ponernos de acuerdo, la plática era del todo normal y disfrutábamos de una cena frugal, acompañada de una espumeante taza de chocolate caliente. Ella era una experta en su preparación.



Así transcurrían mis encuentros con doña Cande, la venerable señora que en una ocasión me había salvado de perder una apuesta con un amigo. En ese instante vestía una bata de algodón con un sinnúmero de botones y yo me encontraba, como siempre lo hacía, con un pantaloncillo corto y playera ligera.



La noche era lluviosa y fresca en la ciudad de México. Sin embargo, el toque femenino de doña Cande le daba al departamento un aire acogedor y de grata confortabilidad. Al rato de ver el programa televisivo, ella le cambio de canal y lo dejó en una película algo erótica… Quizá no fue de su agrado porque apagó el aparato…



Continuamos hablando de la política, del acontecer cotidiano, de sus idas al mercado y de mi trabajo, hasta llegar a cosas triviales… La hora se acercaba para irnos al lecho y decidí levantarme del sofá para dirigirme al baño a lavarme los dientes…



Doña Cande hizo lo mismo y no dudó un instante en estirar su mano derecha, mientras orinaba en el WC, para tocarme el miembro que flácido descansaba en su sitio, como pequeño bebé que espera la hora de dormir y entregarse al reposo.



 



II



Terminamos nuestros aseos personales y nos dirigimos como recién casados al dormitorio… Ella buscó en el clóset un cobertor de lana y algodón para cubrirnos del nocturnal frío… Yo tomé un libro del buró y encendí la lámpara para ponerme a leer un rato. Ella, también buscó su Biblia y se puso a hacer sus oraciones…



Luego de slgunos minutos, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, ambos dejamos nuestros libros y apagamos las lámparas… De inmediato su mano descendió lentamente por todo mi cuerpo y la metió bajo mi pantaloncillo, hasta que logró asir mi verga en reposo…



Era su forma de despertar al gigante y éste no tuvo más que irse desperezando con el paso de los segundos, hasta convertirse en un mástil que silencioso emerge del gran océano en que se convierte el placer sexual.



Lo sacó de su prisión y bajó su cabeza hasta engullirlo todo y lamerlo, primero con gran suavidad y luego con desesperante frenesí… En la penumbra de la recámara, no se alcanzaba a ver nada, sólo las sombras chinescas que se reflejaban a través de las cortinas por las luminarias de la calle, eran el testigo de la espectacular mamada que la venerable señora me producía…



La situación a ambos nos estaba acalorando, así que sábanas, colchas y cobertor volaron por los aires para caer en el suelo y la cama se convirtió en un ring, donde en breve comenzaría la función de lo que podía llamarse lucha libre…



 



III



El calor de su boca sobre mi pene y los pequeños resoplidos de Doña Cande me tenían al borde del paroxismo. No se si puse los ojos en blanco o los cerré. Lo que si recuerdo es que estaba gozando al máximo la tremenda mamada que ella me proporcionaba y sólo un ligero gemido salió de mi garganta, señal inequívoca de que estaba próximo a la eyaculación…



Cuando quise apreciar que pasaría cuando le depositara mi sémen en su boca, intenté abrir los ojos, pero los párpados se convirtieron en una loza y no logré hacerlo, porque ella había intensificado sus lamidas y engulló con más fuerza el pene no dando oportunidad a que éste se retirara, sino que le llegaron cinco descargas de leche caliente que sorbió con ansiedad y luego relamió el glande para dejarlo limpio…



 



IV



La sesión apenas había comenzado… Así era doña Cande de golosa. Pero no quise quedarme atrás así que uno a uno le fui aflojando los botones de la bata de algodón y sin muchos preámbulos se la quité para aventarla al piso… No queríamos que nada nos estorbara o se enredara en nuestras piernas…



Debo decir que con la relación existente, doña Cande cambió su ropa interior, ahora usaba corsetería que a ella le parecía más sexi. Aunque en lo personal no me importaba lo que se pusiera… Me agradaba, sobremanera, hacer sexo con ella. Era el mejor receptáculo que podía tener para mis descargas seminales.



Así que esa noche traía un calzón de nylon de color beige y con el estampado de una mariposa en la parte frontal… Así que no le quité la prenda interior y comencé a lamer sobre ella. No pasó mucho tiempo, cuando los suspiros de ella se fueron incrementando, conforme pasaban los minutos…



Su calentura iba en aumento y la prenda se fue humedeciendo más y más, sus fluidos y mi saliva, eran el principal ingrediente para realizar ese fenómeno… Hasta que dejé por un momento las lamidas y subí por su ombligo hasta alcanzar sus senos que colgados por la edad de la señora, aún lograban erectarse sus pezones…



Mi boca se apoderó de ellos y comencé a chuparlos con fuerza, como si intentara que en cada uno de ellos brotara leche materna para terminarme de criar. Pero era lógico que eso sería imposible por la edad de la venerable señora…



Sin embargo, ella parecía gozar de la caricia. En tantos mis manos habían hecho a un lado el calzón y se introducían en la húmeda vagina de doña Cande que respondía con gemidos y largos suspiros a esa caricia…



De nuevo bajé mi boca hasta su vagina, pero ya la había despojado del calzón… Ella pareció agradecer el detalle y abrió más sus piernas, para permitirme seguir explorando ese agujero que ya estaba más que lubricado y ansiso esperaba la penetración de un pequeño misil cárnico…



 



V



Mientras ella había agarrado mi verga para evitar que se debilitara… No tuve más remedio que levantarle sus piernas y colocármelas en los hombros, en tanto el duro miembro se iba introduciendo poco a poco en su vagina… Ambos comenzamos con tímidos movimientos, pero eso sólo era una pantomima de los dos, porque ambos estábamos bien cachondos y ansiosos no queríamos desperdiciar ningún instante…



Enseguida coordinamos nuestros movimientos, los cuales se convirtieron en rítmicos y mientras yo la sacaba para volvérsela a introducir con más fuerza, ella se apretujaba más a mi pelvis, sintiendo como mis testículos chocaban con sus grandes nalgas…



Doña Cande era en verdad una golosa de miembro… La edad no era ningún inconveniente para gozar de su joven amante… Yo la trataba en algunos momentos con delicadeza y en otras como la peor zorra del planeta… Pero sabía de antemano que era algo que le gustaba y disfrutaba a más no poder…



Mis estocadas, conforme pasaban los minutos, eran más firmes… Se la sacaba hasta la punta y la penetraba sin miramiento alguno… Doña Cande sólo lanzaba algunos suspiros y su voz se confundía con un murmullo, cuando exclamaba:



— Así bebé… Así dale a esta vieja… No te zafes ni me la saques… Soy toda tuya… La quiero tener por siempre dentro de mi… No me la saques, condenado bebé



Sus palabras enervaban mis sentidos y mi verga parecía recobrar más fuerza a cada nueva embestida que yo sabía que ella estaba disfrutando…



Habían transcurrido más de quince minutos, cuando exhalé un suspiro y ella estiró sus piernas… La señal que ambos teníamos, doña Cande para que le sobreviniera su orgasmo y yo proporcionándole cuatro o cinco descargas de caliente leche que rebotaban en las paredes de los músculos vaginales de la venerable señora…



Ella apretaba sus piernas y algunos movimientos musculares de su vagina, me conducían al paraíso del placer… Era la prueba de su goce y la forma de exprimir la leche de mi enhiesto pene… Sin duda, una gran delicia ese torrente de fluidos y esperma…



 



VI



Cuando ella bajó sus piernas… Me amoldé al contorno de su cuerpo y dejé caer el mío con todo su peso sobre ella, para fundirnos en un apasionado beso y en donde nuestras bocas mantenían una lucha por terminar… Pero no podían, ya que se confundían nuestros alientos, nuestra saliva y nuestros deseos…



Sí… Esos deseos reprimidos que ella había mantenido ocultos por mucho tiempo, hasta que se había convertido en mi amante y yo para evitar el vivir la angustiante soledad por tener lejos a mi familia…



Doña Cande, en ese sentido, no era celosa, comprendía cuál era su lugar… Y yo podía irme a Veracruz a ver a mis hijos y esposa, sin que al regresar hubiera reclamo alguno… Sabía de antemano que entre mi mujer y yo había sexo… Pero no le importaba porque me tenía por quince días a su entera disposición… Dándole carne fresca y leche caliente a diario.



 



VII



La madrugada nos había sorprendido y sólo bastó un ligero movimiento para que ambos nos acomodáramos en la cama matrimonial y nos dormimos profundamente…



El tic tac del reloj seguía su curso… No se cuanto tiempo pasó… Pero fue ella, quien despertó a causa del frío de la noche y levantó las cobijas para taparme como si fuera yo su bebé… No quería que me resfriara, porque su interés radicaba en tenerme en las mejores condiciones físicas para responderle en la cama…



Sus atenciones se centraban en prepararme exquisitos y nutritivos alimentos, licuados de leche y algunos postres que ella misma preparaba con sus delicadas manos de donde sobresalían una uñas, siempre pintadas sólo con brillo… Toda una exquisitez de señora a pesar de su edad que ya frisaba por los 60 años…



El reloj despertador sonó a las 6:45 horas… Y no hubo mucho que hablar… Me besó en la boca y buscó con su lengua la mía, la cual se engarzó sin ninguna reticencia… El ósculo que me proporcionaba se volvió duradero y más apasionado…



Su mano descendió por debajo de las cobijas, hasta alcanzar mi miembro… Yo estaba desnudo del todo, así que no le fue difícil tomarlo con sus manos para despertarlo también de su ligera impavidez. Cuando sintió que los 18 centímetros de gruesa carne estaban en todo su apogeo… Metió su cabeza y con su boca lo engulló en forma total…



De inmediato su caricia lingual se volvió salvaje y nadamás se escuchaban algunos ruiditos guturales, como si la desesperación por no soltarlo se volviera una obsesión por perderlo…



 



VIII



De nuevo doña Cande tiró todas las cobijas al piso y sin que yo hiciera movimiento alguno, se montó encima de mi y dirigiéndolo con su mano derecha se lo fue clavando poco a poco hasta que mi verga desapareció totalmente en su vagina…



Subía y bajaba con gran destreza… Sus músculos vaginales se retraían y expandían con desesperante inquietud… Mi miembro se sentía halagado de sentir esa forma de coger que tenía la venerable señora… Hasta que ella convirtió su jineteo en algo que no esperaba…



Comenzó a hacer movimientos circulares en su cintura, sin apaciguar el masaje que me proporcionaba con sus músculos vaginales… Era para mi la gloria sentir como ese agujero no presentaba deterioro por el tiempo, sino era algo que cualquier joven adolescente envidiaría, por la destreza con que manejaba el tiempo y el espacio en la cogida…



El frotamiento en mi verga me estaba llevando por el torbellino del placer y yo descendía sin buscar de donde asirme porque no había tiempo para eso… Mi mente estaba en blanco totalmente… Había perdido la noción del tiempo, sólo de sentir como la vagina de doña Cande seguía en su accionar con desesperante pasión…



Poco a poco volvió a tomar las cosas con calma y sus movimientos de sube y baja se volvieron normales… Hasta que de nuevo emprendió una gran velocidad y con el roce de sus labios superiores mi enhiesta verga no tuvo más que escupir gran cantidad de leche caliente…



En tanto ella siguió el movimiento pese a mi eyaculación, para dejarse caer sin misericordia sobre mi pelvis y al hacerse su propio harakiri, su orgasmo llegó con fuerza, lanzando un ensordecedor grito que debió retumbar en todo el edificio donde vivíamos…



Fue algo espectacular… Ella sola se había autoflagelado, valga el término… Pero sólo fue, como me lo dijo después, que ella disfrutaba más haciendo el mañanero… Debido, pues, a los sueños eróticos que luego la asaltaban durante la noche…



 



IX



Se levantó y gruesas gotas de esperma con fluidos femeninos se conjugaron y escurrieron de su vagina, para recorrer su entrepierna… El espectáculo era por demás impresionante… La venerable señora era toda una experta y mientras tomaba mi playera para limpiarse los fluidos, aprovechó para bajar su cabeza y engullirse mi verga para lamerla y dejarla reluciente de limpia…



La venerable anciana se metió a bañar… Mientras me tapaba y me decía:



— Duérmete otra vez… Te despierto a las diez de la mañana para que te arregles y te vayas a trabajar… No deseo que estés fatigado… Te quiero en buena condición física mi amor



No me quedó más que sonreir por la expresión y sólo me apoltroné en la cama, para entregarme a los brazos de Morfeo.



 



X



No se ni cuanto tiempo pasó… Pero desperté cuando una exquisita mano se levantaba por la parte central y buscaba con desesperación mi verga… La tomó y comenzó a juguetear con ella, como si estuviera masturbándome, jalaba el prepucio hacia arriba y hacia abajo… Lo cual provocó la respuesta esperada por doña Cande…



Sólo me dijo:



— Ya amor… Son las diez



Desperté y me limpié los ojos llenos de lagañas… Pero al observar hacia abajo… La humedad de una boca se encontraba en posesión de mi miembro… La venerable señora estaba chupando, golosa, su más preciado caramelo…



 



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Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 9
  • Votos: 1
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