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DON SANTOS, EL CURANDERO 2
Pasaron unos días cuando aparecieron por aquellos lares una madre con su hija. Les abrí la puerta. La mujer entró, era joven y de buenas formas según pude apreciar.
La hija venía con cierto rostro de dolor y descompostura.
__Buen día, ¿Me podría atender don Santos?__ dijo la mujer un poco afligida
__Buen día. Ya le aviso, señora, creo que la podrá atender__ conteste yo mientras me encaminaba hacia la habitación que don Santos tenía preparada.
El estaba sentado en el sillón que había acondicionado para ese fin. El mismo que nosotros habíamos probado. Era por cierto muy cómodo.
La madre entró con la chica. Vi el rostro de don Santos y la baba se le caía. Se le iluminaron los ojos perversos.
__Ven siéntate aquí a mi lado__ le dijo a la chica de rostro angelical.
__Se siente mal hace días, le molesta la panza__ comentó la madre. Don Santos la miro y vio en ella a una joven mujer. El vestido amplio, aún así le marcaba unas tetas prominentes y prometedoras. La cintura ancha pero no exagerada.
__¿Le han hablado de mi?__ preguntó el viejo pícaro
__¡Sí señor, muy bien!__ dijo la mujer
__¿Y tu niña, has oído hablar del viejo Santos?__ preguntó sonriendo
__Sí señor, mis padres han hablado muy bien de usted.
__Bien, bien…ustedes saben que mi forma de curar es particular, digamos…__ diciendo esto don Santos acarició la barbilla suave de la chica. La mujer observó y tragó saliva.
__¿Así es que te duele la panza?
__Sí señor…
__¿Cual es tu nombre?
__Laura don, mi nombre es Laura…
__Lindo nombre…Ahora te daré un té para que tomes, ¿Si?__ entonces el viejo se puso de pie y fue hasta un aparador que había en la amplia habitación. Allí el viejo sirvió una tacita. Y se acercó otra vez. Tomo asiento al lado de la chica.
__¡Bébelo criatura, se toma natural!¡Bébelo!__ la mujer sentía un calor que le estaba subiendo por la piel. El viejo mirando a las dos mujeres se aflojó el cinturón de su pantalón. La chica miró. La mujer también. La chiquilla terminó de beber. Dejó el pocillo en la mesa pequeña.
__¡Estas un poco mejor!
__Sí.
__Bien entonces ponte de pie…
__¿Ahora?
__Sí, sí ahora…__ la chica se puso de pie.
__Bueno lentamente, quítate el vestidito, por favor…__ la chica miró a la madre y la mujer asintió con la cabeza. Sudaba. El vestidito cayó al piso. Solo quedó con un calzoncito rosa.
__Ahora ven y siéntate aquí__ diciendo esto se señalo su rodilla. La chica se sentó allí. El viejo empezó entonces a hacer unos pequeños masajes en el vientre de la mujercita. Está empezó a cerrar sus ojos, como transportada a otra parte. Su respiración comenzó a acelerarse. La madre la miraba y se mojaba los labios. En ese momento el viejo tomó una de las manos de la chica y de forma lenta y precisa la fue llevando y la metió por donde quería. La chica sintió el instrumento duro que allí palpitaba. Se aferró a el. Lo tocó un rato. El curandero guiaba las acciones.
__¡Ohhh!!¡Con esto te sentirás mucho mejor!!__ gemía el viejo.
Ya había bajado el pantalón hasta las rodillas y el gigantesco vergón estaba en su máximo esplendor. La mujer se relamió al ver aquel objeto que su hijita acariciaba con la mano. El viejo guió su mano hasta las gordas pelotas. En tanto, el estaba acariciando las tetitas que iban saliendo orgullosas en el cuerpo que se iba contoneando.
__¡Ahora debes tomarlo con tu boquita como si fuera un chupete!!__ la chica se metió golosamente el mástil en su boquita rosada. Con su lengüita mojaba aquel pedazo. La madre no aguantaba ver aquello. Con sus dedos llegaba a su vagina mojada y se acariciaba. Los hundía. El viejo la miraba. La boca tragaba y el amasaba las nalguitas jóvenes de la chica. Despacio fue rozando la conchita de Laura. Sintió la humedad. Sus dedos acariciaban el clítoris pequeño, en desarrollo. La chiquilla sentía las corrientes eléctricas que sacudían su cuerpo. Para ella era algo nuevo. Las molestias habían desaparecido. Solo sentía los temblores que recorrían todo su cuerpo y la hacían gozar.
__¡Ohhh!¡Pequeña bien, así, hazlo así!! ¡¡Tienes que tragar todo, sabes!!
__¡¡Sí, si señor, síiii!!__ decía la chica un poco atragantada. Notó que el tamaño aumentaba un poco más. Era como si se inflara y de allí empezó a salir un líquido espeso y viscoso que trataba de tragar. Eran chorros fuertes y el viejo gruñía y apretaba su cabecita contra el aparato y ella tragaba y tragaba. En tanto la madre sabiendo lo que pasaba daba estertores lujuriosos y hundía sus dedos en su concha inundada de jugos.
La chica despegó la boca de la verga de don Santos y respiro agotada. La misma seguía arriba. Esto observó la mujer. No aguantando más se arrodillo frente al hombre. Pasó su lengua despacio. El viejo se retorció de placer. Algunas gotas todavía asomaban por la punta del pene. La golosa mujer tragó la pija como antes lo había hecho la hija que miraba recostada sobre el sillón.
__¡Eres un ejemplo para tu niña!!¡¡Ohhh eres tan buena mujer!!__ la mujer se tragó las bolas del hombre. Don Santos gemía. La mujer se aferraba a la verga y chupaba las pelotas. Su lengua viboreaba en ellas y luego se metía las mismas de a una en la boca amplia. El vestido de la mujer cayó al piso. El viejo atrapó las tetas. La mujer sentándose en el sillón se las ofreció. El viejo las beso. Las mordió. Los pezones de la mujer se levantaron rápidos, hinchados, duros.
La mujer sollozaba de calentura. Las manos del viejo apretaban. Pellizcaban. La madre de Laura gemía. El viejo mordía el cuello. Llegó a la boca de la mujer. Se besaron. Las lenguas se cruzaron. El viejo chupaba esa lengua. La mujer suspiraba. Era fogosa y muy caliente. Laura entre tanto había tomado otra vez la verga del viejo y se la había metido en la boca. Le impactaba que aquella poronga no se cayera rendida. Lo que no sabían era que el hombre era muy fogoso. Y le encantaba el sexo.
El viejo acomodó a la mujer de tal forma que quedó acostada y se metió entre las piernas de ella. La lengua del curandero abrieron camino dentro de aquella vagina hecha sopa. Laura seguía agarrada a la pija del viejo y lamía las bolas. El viejo llegó al anillo de la mujer. Lo acarició con su lengua. Lo chupo. Los gritos de la mujer retumbaban en la habitación. Laura observó como su madre gozaba con aquellas caricias. El viejo hurgó con un dedo en el culito de la mujer que movía las caderas ardiendo.
El viejo por fin, subió a la mujer, la penetró, golpeando con sus bolas en la entrada de la concha de la misma. Esta mordía las orejas del viejo. Arañaba la espalda. Laura seguía metiendo su lengua en las pelotas del curandero que sabía que mucho mas no podría aguantar la embestida caliente de aquellas dos salvajes del sexo. Como pudo atrajo a la chica y con su lengua llegó a los pechitos sabrosos y jóvenes. La rubiecita gemía descontrolada. Sin darse cuenta se fue sentando en la cara de la madre y está lujuriosa comenzó a meter la lengua en la cuevita virgen de la niña. Laura empezó a correrse como si sufriera una convulsión interminable. La mujer no sacaba la lengua de aquella vagina fresca y joven. El viejo comenzó a largar leche dentro de la mujer y los tres se quedaron prensados en un abrazo interminable. Pasados unos minutos los cuerpos se empezaron a acomodar. La mujer pidió permiso para ir al baño. Allá se lavó lo mejor que pudo. Luego paso la chica.
Una vez acomodadas, la mujer miró al viejo don Santos y sonriéndole le prometió que volverían por allí y que le enviarían gente para que les diera su remedio. El viejo agradecido.
Ese día había sido largo. Ya muy entrada la noche. Don Santos me llamo a su cuarto.
__¡Si don Santos!
__Necesito que hagas unos masajes ¿Puede ser?
__¡Como no don Santos!!
Estaba acostado solo en calzoncillos. Me daba la espalda. Tomé el ungüento que tenía preparado el curandero para este menester y comencé a darle suaves masajes en la espalda. Yo estaba sentado al costado de su largo cuerpo. Mis dedos recorrían la nuca y los omoplatos de el viejo curandero que suspiraba entrecortadamente.
__¡Hoy me hicieron pomada! ¡La madre y la hija te diré que eran un volcán!!
__¡Así que las gozo bien!!
__No imagine nunca en esta edad gozar tanto del sexo, que quieres que te diga, ¡¡Ahhh sigue así!!!__ mis dedos se clavaban en la carne. Llegué a sus nalgas y el suspiro un poco mas fuerte. Yo estaba muy caliente. Mi verga estaba como roca. No aguante mas y subí a la cama. Tal vez era lo que el esperaba. Me puse a horcajadas rozando sus nalgas con mi fierro caliente.
El solo suspiraba. Comencé entonces a besarle la nuca. El sentía cosquillas. Pero yo sabía que tenía la verga como yo. Dura y fuerte. Era realmente caliente. A pesar de su edad siempre estaba caliente y predispuesto para el sexo. Apoyaba mi instrumento en su zanja. En un santiamén quedé desnudo. Mordía las orejas del hombre. El siempre de espaldas. Gemía y se movía muy poco.
Con mis manos amasé sus nalgas. Las apretaba. Lentamente quité su calzoncillo. Bese sus nalgas. El se dejó hacer. Lamí aquella carne que me sofocaba. El ya estaba ardiendo tanto como yo.
__¿Que pretendes conmigo?__ preguntó como jugando. Se dio vuelta. Y llegué a sus tetillas endurecidas. Las mordí. Las chupé. Arranqué suspiros de placer, un placer que aquel semental nunca había sentido antes. Me acarició la verga. Sus manos atraparon mis bolas endurecidas y las palpó. Mi gozo era total. Al fin llegó con su boca a tragar mi enardecida pija. La metió en su boca. Dulcemente comenzó a chupar. La saliva bañaba mi pene. Tragó mis bolas. Las fue comiendo, sintiendo que yo estaba al rojo vivo. Acomodándome despacio entró con su lengua en mi anillo. Lo revolvió. Lo abrió. Besó mis nalgas jóvenes. Volvió a besarme el aro. Mis ronquidos eran bestiales. Estaba a punto de colapsar de deseo y calentura. Finalmente me atravesó con un dedo. Yo ayudé para que su dedo me entrara lo más posible. Dando vueltas quedé con su vergota en mi boca. Lo bañe de saliva, mientras el seguía jugando con mi cola abierta.
Después en un momento fue entrando con su pistón. Mi fogosa cola lo recibió a gusto. Mis gemidos se oían en medio de aquel lugar perdido. El me daba su verga, me la enterraba. Sentía su aliento en mi oído. Mordía mi carne. Y me bombeaba, más rápido. Mas despacio, aceleraba, frenaba, se quedaba quieto y podía sentir el latir de su poronga dentro de mi. Yo con mi culo lo apuraba. Lo atacaba. El sacaba su verga y la volvía a enterrar. Mi culo largaba jugos que bañaban su pija y volvía a clavarme sin piedad. Como nunca había pasado mi semen casi sin tocarme saltó de la verga. Gozaba de aquel curandero que me cogía. Yo largaba leche sin parar. El me besaba el cuello. Me apretaba las tetillas. Apretaba mis muslos. Acariciaba mis huevos. Yo me agarraba a sus piernas que se tensaban.
Así fue como empezó a acabarme. Sentía su líquido correr por mi canal. Llenarme. Sus gritos y los míos se mezclaron. Me abrazó fuertemente desde atrás. Así me tuvo un rato. Después sacó su pija de mi interior, me dio vuelta y nos besamos hasta quedar dormidos.-
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