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Doble exploración

Doble exploración.



Me siento más que feliz y contenta, pues al fin, tras unas duras pruebas de acceso, tests psicotécnicos y entrevistas varias, he conseguido llegar hasta el final de esa carrera de obstáculos para acceder, a pesar de mi juventud, al puesto de ejecutiva de ventas en una de las empresas más punteras del país; lo que siempre había soñado. Tan solo me queda el último requerimiento, la prueba médica y como gozo de una excelente salud, sé que voy a pasar sin problemas.



Una enfermera, de mediana edad se acerca hasta la sala de espera donde me encuentro. Me mira de arriba abajo:



Usted debe ser Laura. – dice con voz autoritaria.



Sí, soy yo. Venía a hacer la prueba médica…



Sígame. – es su escueta respuesta.



Dándome la espalda, camina delante de mí por un interminable pasillo, adentrándonos hasta el último despacho, que resulta ser la consulta de la doctora jefe, como así he podido leer en cartel que reza en la puerta.



Traigo a Laura Martínez. – afirma la enfermera en su rictus serio dirigiéndose a la doctora, otra mujer de unos cincuenta años que me mira por encima de sus gafas de pasta.



Se me hacen interminables los minutos que se pasa observándome, de arriba abajo, sin despegar la más leve sonrisa al hacerlo. Me siento bastante cohibida, sin embargo intento mostrarme segura y decidida.



Al fin habla:



Laura, siéntese en la camilla.



Su orden no suena muy educada que digamos, más bien todo lo contrario. Obedezco y entregándole el bolso a la enfermera me siento sobre la camilla.



La doctora se pone a hablar con su seriedad inicial como si no se dirigiera a mí, sino haciendo una especie de discurso:



Soy la doctora Ramos, jefa del departamento médico de la empresa y soy la que va a llevar su expediente. No sé si le han informado del tipo de chequeo al que va a ser sometida. Ha pasado todas las demás pruebas de manera brillante, pero le advierto que esta no va a ser banal.



Sí, he pasado todas las pruebas y espero poder pasar esta también – contesto sonriendo intentando mostrar mi simpatía y cierto tono de seguridad.



¿Quién le ha dicho que me interrumpa? – me increpa esa mujer que me ataca con su mirada autoritaria, dejándome totalmente cortada.



Perdón… - contesto desconcertada por ese trato.



Verá, como le estaba contando – continúa - esta prueba es mucho más completa que un reconocimiento médico habitual, porque para este puesto no solo se valora cómo se encuentra usted de salud, sino también si tiene capacidades físicas y psicológicas para desempeñar el puesto de trabajo requerido. ¿Me comprende?



Sí…



Pues bien, créame, cuando le digo que le haremos un examen muy completo es porque espero que colabore con nosotras… Para su tranquilidad le informo que en todo momento será atendida por personal femenino para que no se sienta cohibida en nada, pero necesito su compromiso para realizar el test. ¿Está de acuerdo?



Sí, claro… pero no entiendo muy bien…



Mire: A partir de ahora limítese a contestar sí o no o la pregunta concreta que le haga. ¿Correcto?



Sí, señora.



Bien, confírmeme los datos que tengo: su nombre es Laura Martínez, tiene 21 años, soltera y vive aquí en Madrid.



Sí.



Confírmeme sus medidas: Estatura 170 centímetros, pesa 60 kilos, usa talla 90 de sostén y una 42 de falda. Su cintura son 60 centímetros.



Sí… - vuelvo a contestar con cierta timidez. Tampoco entiendo muy bien para qué quieren mis medidas, aunque pienso que tal vez necesite algún tipo de ropa de trabajo de una marca concreta o algo similar.



¿Usa sostén?



Pues a veces… - vuelvo a contestar algo confusa.



¿Y qué tipo de ropa interior utiliza? – insiste sin mostrar un ápice de sonrisa.



No entiendo muy bien a qué viene esa pregunta porque no le veo ningún tipo de explicación. Se gira hacia la enfermera y esta se dirige a mí en el mismo tono mandón:



¿No ha oído a la doctora? ¿Quiere contestar a las preguntas, por favor?



Sí… pero…



Está bien – aduce la doctora – lo mejor es que suspendamos el examen médico. Pasamos el informe al director y se terminó el problema…



Toda una ola de calor me sube desde los pies hasta la cara, no puedo creerme que me puedan echar para atrás por una absurda prueba médica, entonces intento reponerme y decirle que estoy dispuesta a contestar a todas sus dudas, al fin y al cabo, no puedo llegar a imaginar que pueda perder el puesto de trabajo por ese maldito test médico.



Bien, prosigamos.. – añade la doctora con su inmutable mueca seria – ¿Qué braguitas usa?



Bueno, depende, unas veces braguitas y otras, tanga.



¿Tiene novio o pareja? – añade como una autómata.



Sí… tengo novio.



¿Cada cuanto tiempo tiene relaciones sexuales con él?



Trago saliva, pues no me acabo de creer ese tipo de preguntas, pero no quiero hacerla enfadar nuevamente. Vuelvo a pensar durante unos segundos para qué coño pueden querer saber eso, pero al final lo suelto con vergüenza, pero con seguridad al mismo tiempo.



Pues, depende… dos o tres veces por semana más o menos. – apunto.



¿Solo?



Bueno… sí…



¿Practica el sexo fuera de la pareja?



¡No!...



Verá, quizás se pregunte por qué le hago estas consultas y es posible que le puedan parecer alejadas del terreno médico, pues nada de eso, pues son importantes para saber su grado de satisfacción personal, sin él no podremos contar con sus servicios.



Yo… estoy satisfecha con mis relaciones… - añado totalmente fuera de juego.



Ya, pero no vale con estar satisfecha, señorita Martínez, sino completamente satisfecha y cubrir todas sus necesidades, las físicas, las psíquicas, las sexuales… Usted puede creer que se encuentra bien, que es feliz, que no arrastra problemas a su terreno laboral, pero nosotras tenemos que estar completamente seguras de eso. Su trabajo le absorberá mucho tiempo y no puede venir medianamente contenta sino llegar al trabajo concentrada, única y exclusivamente en él. Es necesario que su vida personal no afecte a la profesional.



Sí, sí, lo entiendo…



Bien, entonces continuemos. ¿Hace felaciones a su novio?



Perdón… ¿cómo dice?



¿Que si se la chupa? – lo dice como si fuera lo más normal del mundo.



Eso me parece demasiado. No veo ni medianamente lógico que me pregunte aquello, pero la enfermera interviene:



Estamos esperando su respuesta, señorita Martínez…



Pues sí, alguna vez.



Anote enfermera – ordena la doctora a su ayudante - Y dígame, ¿Cómo lo hace? – añade.



¿Cómo hago qué?



¿Cómo se la chupa, mujer, que va a ser?



Pues lo normal.



No me entiende. A ver, ¿Se introduce su pene completamente, juega con su lengua con él, chupa todas sus partes, succiona sus testículos, se traga su semen?



Estoy totalmente hecha un lío, no comprendo nada, pero después de la advertencia de mi nivel de satisfacción, intento contestar con algo de mentira. Es cierto que alguna vez le hago mamadas a mi chico, aunque intento mostrar mi lado más entregado, creyendo que es eso lo que buscan de mí.



Sí, lo hago.



Bien, eso está bien. Descríbame detalladamente como lo hace… por favor no se sienta cohibida. Díganos también qué siente su pareja cuando lo hace.



Trato de poner en mi mente que esas mujeres que me incomodan son auténticas profesionales y que van a intentar sacar conclusiones del mismo tipo, así que me envalentono y les cuento.



Me gusta jugar con su miembro, primero lo acaricio suavemente y noto como va endureciéndose por momentos. Normalmente nos besamos cuando le masturbo y sé cómo ponerle a tono. Luego bajo con mi boca por su tórax, su ombligo y acabo arrodillada frente a su sexo, que comienzo a besar suavemente



A partir de ese momento me pregunta por nuestras relaciones íntimas, si mi novio está satisfecho, qué postura utilizamos habitualmente para hacer el amor, qué lugares y cosas por el estilo. Todas me parecen totalmente inauditas para ese tipo de examen y que voy contestando, algo exageradamente, pero tengo que hacerlo, mi puesto de trabajo no puede estar en juego por ese tipo de cuestiones.



Vale, señorita, casi hemos terminado por hoy. Pasado mañana vaya usted a esta dirección, porque una compañera mía le hará una exploración completa. Vaya en ayunas y no practique sexo durante estas próximas 48 horas.



Salgo de aquella consulta totalmente desconcertada, pero con la profunda convicción de que el puesto tendrá que ser mío a toda costa. Me ha entregado una tarjeta con la nueva dirección a donde tengo que acudir dentro de 2 días para una nueva exploración y me ha extrañado de nuevo que me diga lo de no tener sexo en dos días. Creo que esta gente está un poco loca, pero bueno, pronto pasará todo.



Cuando llego a casa, me doy cuenta que al desnudarme he mojado mis braguitas, señal de que aquella entrevista y la situación tan inaudita me han excitado más de lo que hubiera cabido esperar, pero creo que ese morbo que rodea toda la exploración y la conducta de ellas dos, me ha provocado algo raro en todo mi cuerpo.



A los dos días acudo a la nueva consulta, situada al otro lado de la ciudad, pero perteneciente a la misma empresa. Del mismo modo me encuentro a dos mujeres en la consulta. Una es la doctora que me va a hacer la exploración física y junto a ella, otra mujer mayor, que imagino hace las veces de enfermera. Otra pareja, parecida a la anterior.



Desnúdese y túmbese en la camilla. – me ordena la doctora sin tiempo a nada y con la misma rectitud que su colega de días atrás.



Otra vez me siento cohibida y extraña por ese trato tan serio y poco amigable. Sin embargo sigo pensando en la suerte que he tenido de pasar todas las pruebas, de lo bien que me ha salido todo que ahora no quiero, bajo ningún concepto que por una tontería, todo se me venga abajo.



¿Dónde me puedo desnudar? – pregunto, mientras busco un biombo, un vestuario o algo parecido.



¿Dónde va a ser? Aquí. ¿Hay algún problema?



Entiendo que tengo que despojarme de la ropa delante de ellas dos, pero que no están haciendo otra cosa más que mirarme fijamente, sin ningún tipo de pudor, mientras yo estoy muerta de vergüenza. Suelto los botones de mi blusa mirando al suelo, pero al mismo tiempo fijándome por el rabillo del ojo como ambas mujeres me observan con detenimiento. Suelto mi falda y la dejo caer por mis muslos. Me quedo de brazos cruzados y las miro levantando ligeramente los ojos y no la cabeza, pues sigo muy cortada.



¡Desnúdese del todo! – apunta la enfermera que tiene ojos de viciosa.



¿Toda la ropa? – vuelvo a preguntar.



Creo que de todas las veces que he acudido a una consulta, nunca me he sentido tan violenta como ahora, incluyendo las de mi ginecólogo, que es hombre… pero que siempre me había tratado con enorme respeto y permitiéndome guardar cierto margen de intimidad. La cosa ahora es bien distinta, me siento cohibida y extraña,



Me quito el sujetador, sintiéndome atacada por sus miradas, a pesar de no ser capaz de levantar la mía para comprobarlo. Posteriormente deslizo las braguitas por mis piernas, quedándome desnuda… más desnuda que nunca.



¡Túmbese! - es la nueva orden reiterativa de la doctora.



Obedezco cerrando mis ojos, pues se que de abrirlos descubriré sus miradas clavadas en mi cuerpo, lo noto sin verlo.



Unas manos empiezan a recorrer mi cuerpo, en una especie de examen clínico en principio, aunque luego esos mismos dedos no parecen estar auscultándome precisamente sino, sobándome de manera totalmente descarada e impúdica. Abro los ojos y descubro que ambas estaban enfrascadas en mi cuerpo: una observándome entre mis piernas, dirigiendo concentrada sus ojos a mi sexo y tomando notas, mientras la otra, sin guantes, me acaricia la cintura, los pechos y el comienzo de mis caderas en un sobeteo de los lindos.



Enfermera, ¿Nota usted algo de humedad? – pregunta la doctora.



No, aun no… - contesta la otra.



Yo sigo estirada y tensa. Las manos siguen tocándome por todas partes, unas veces en el cuello, otras cerca de mis axilas, algunas veces colándose entre mis muslos…



¿Algún cambio? – insiste en preguntarle a su ayudante.



No, nada.



De repente uno de los dedos de la doctora, desprovistos de guantes, se cuela en mi sexo sin darme tiempo apenas a reaccionar… el suficiente para incorporarme sentada sobre aquella camilla.



Pero ¿Qué hace? – pregunto asustada y totalmente confusa.



Señorita, túmbese… necesitamos seguir explorándola…



Pero es que esto…



No sé si la doctora Ramos le puso sobre aviso, pero necesitamos conocer las distintas reacciones de su cuerpo. – alega la doctora, sin cambiar su gesto.



Esto me parece demasiado. – insisto.



Tiene que dejarnos trabajar, de lo contrario, tendremos que suspender el examen médico.



Me limito a callar una vez más, totalmente resignada a que aquellas viejas, se están sobrepasando conmigo y que de algún modo ese es el único billete que tendré que pagar para acceder a mi nuevo puesto.



Una vez tumbada de nuevo y cerrando mis ojos, dejo caer mis brazos entregada a sus manos. Esta vez ya no solamente son las manos de la doctora las que me acarician, sino que noto que la enfermera está comenzando a acariciar mis tobillos, a rozar suavemente mis pantorrillas.



Ahora, ahora, doctora… se está mojando. – anuncia entusiasmada la enfermera.



Está claro que mi cuerpo a pesar de esa extraña situación está reaccionando a sus estímulos, siento una sensación anormal por todo mi cuerpo y naturalmente es inevitable que eso se escape de mi control. Su trato, sus palabras y sus caricias están provocando una sensación de placer muy difícil de controlar. Ellas, lejos de detenerse, están continuando con sus manoseos, pero cada vez más intensos.



Continúo con mis ojos cerrados, intentando por todos los medios concentrarme en un punto en blanco, en algo que se aleje de ese lugar, en mi familia, en mi novio, en cualquier cosa que me pueda distraer de sus palpamientos, pero no puedo remediar sentir como todo ese calor me va invadiendo sin parar.



Los dedos de la doctora siguen acariciando mis pechos, adentrándose entre ellos, dibujando sus formas con toda una serie de caricias sensuales, lo que provoca que mi excitación siga en aumento. Intento pensar… intento decirme a mi misma que aquello está mal, que no es normal lo que me está sucediendo, sin embargo, no soy capaz, sigo inmovilizada y cada vez más atraída por esos tocamientos.



Está más mojada, doctora – vuelve a apuntar la asistente.



De repente suena una llamada en la puerta y ambas se detienen en sus quehaceres con mi cuerpo, que noto temblar en cada una de mis respiraciones. Sin levantarme giro mi cabeza hacia la puerta, cuando hacen acto de presencia la Doctora Ramos y su enfermera. Esta vez, no intento cubrir mi desnudez cuando ambas se me quedan mirando con tanto detenimiento. Ya puestas… me da igual una pareja de pervertidas que doble pareja…



¿Y bien? – pregunta la doctora Ramos a su colega.



Bueno, estamos probando los estímulos y son aparentemente normales. – responde esta.



¿Pero aun estamos así? A ver señorita Martínez… díganos ¿Cómo se siente?



Intento pronunciar unas palabras incorporándome ligeramente apoyada en la camilla sobre mis codos, pero noto mi garganta seca y apenas suena una voz ronca.



Pues me siento muy extraña…



Bueno, es normal, como le dije el otro día, esto no es una exploración normal. Desde la dirección de la empresa nos están pidiendo cuales puedan ser sus reacciones ante los problemas y un estudio nos dice que una de las mejores maneras de comprobarlo es colocarla en situación límite, en un ambiente ajeno al laboral, para ver cómo reacciona por impulsos… y qué mejor que los impulsos sexuales para descubrir su verdadera personalidad, sus verdaderas reacciones. ¿Me comprende?



Sí… pero es que nunca había vivido nada así…



Lógico, no tiene nada que temer, pero también tiene que tener en cuenta que este puesto requiere máxima responsabilidad y le van a poner en un brete en más de una ocasión, seguramente mucho menos explícita, pero sí mucho más grave para la empresa y va a tener que salir airosa de ella. Veamos… ¿Qué siente cuando acaricio su pecho?



La mano de la doctora Ramos copia los movimientos que hizo su compañera segundos antes, centrándose en mi pezón derecho, que inevitablemente se endurece cuando las yemas de sus dedos lo pellizcan.



Me siento rara… por un lado algo violenta y por otro, noto mucho gusto…



Bien, eso es buena señal… ¿Y ahora, qué siente?



Esta vez su pellizco se hace más intenso, casi doloroso, sin embargo, el placer es mayor que el dolor y de mi garganta sale un apagado gemido.



¿Se siente excitada? – vuelve a preguntarme.



Creo que sí.



Creer no es suficiente… necesito ponerla en esa situación.



Esta vez, mientas su mano continúa estimulando mi pezón, la otra sigue una dirección recta, desde mi otra teta, hacia mi ombligo, pasando sus dedos por los vellos de mi pubis y alcanzando ligeramente el comienzo de mi sexo.



¿Y ahora?



Ahora algo más… - contesto, al tiempo que me tumbo por completo de nuevo.



Bien, señorita, imagino que usted no es lesbiana, pero nosotras tampoco lo somos, simplemente hacemos nuestro trabajo y solo pretendemos llevar a cabo una prueba de ensayo sobre su conducta, es de vital importancia. ¿Le gustan las mujeres?



Creo que no…



Necesito saber una respuesta más clara. – insiste sin dejar de acariciarme.



Es que no lo sé.



Bien… desnudémonos todas. – ordena la doctora.



Cuando abro mis ojos, no puedo creer lo que estoy viendo: Las cuatro mujeres, se van quitando la ropa, una tras otra, hasta quedar completamente desnudas, como lo estoy yo en este momento. Sigo tumbada pero mis ojos ahora están abiertos como platos.



Bueno ¿Qué le parece? – me pregunta la señora Ramos.



No sé…



Entiendo que no somos jóvenes y que quizás nuestros cuerpos no son tan bonitos como el suyo, pero necesito solo saber si siente algún tipo de atracción.



Sí… creo que sí…



Bien, sigue sin ser directa. Veamos, cierre los ojos por un momento y escuche lo que le voy diciendo.



Las manos de la doctora vuelven a sobar mis tetas estrujándolas entre sus dedos, acariciándolas de forma que es inevitable sentir un intenso placer, después no puedo verlo, pero advierto que ha ordenado al resto de sus compañeras que hagan lo mismo y de pronto me encuentro con cuatro pares de manos acariciando cada uno de los rincones de mi cuerpo. Una me acaricia las piernas, otra, los brazos, la doctora sigue centrada en mi pecho y la última hace giros suaves sobre mi pubis, acercándose por momentos a mi rajita que noto cada vez más mojada.



Imagine que no se encuentra en este lugar, piense que no está en una consulta con nosotras cuatro, concéntrese todo lo que pueda y póngase en la situación que más le guste, quizás que sean cuatro hombres con los que sueña, los que le están tocando, que ellos la desean con la misma intensidad que usted a ellos…



Sí… - digo casi en un susurro.



Nuestras manos están buscando aplacar su sed de sexo y multiplicarla con más y más placer… ¿Lo siente?



Sí… lo siento…



¿Le gusta cómo le acariciamos?



Sí…



¿Está excitada? – vuelve a preguntar esta vez con la voz suave.



Sí…



¿Cuánto?



Mmmm… mucho…



Estoy viendo la imagen tal y como ella me ha estado diciendo, me he creído vivir una situación distinta a la real o quizás confusa, la estoy viviendo mucho más de lo que yo creo, intento pensar que no son ellas quienes me estan acariciando, sino cuatro hombres… pero reconozco que esas manos hábiles, esos dedos, me están dando más placer que todos los hombres que he conocido jamás.



Unos labios se posan en los míos y tampoco vuelvo a decir nada, solamente me limito a recibir esos besos con el mismo ímpetu, con las mismas ganas que la doctora está poniendo. Abro mi boca para recibir la lengua que rápidamente se une al encuentro de la mía.



Ahora son otros labios los que se posan en mis pechos, me succionan los pezones, juguetean con ellos, a la vez que otra boca se centra en mi cintura y la cuarta se apodera de mis muslos, siguiendo un rio de placer cada vez más cercano a mi sexo.



Evidentemente ya no es que esté sintiendo placer, ya no es que sienta cierta excitación… estoy más cachonda que nunca en mi vida y me estoy entregando a ese particular examen con toda la devoción, tanta que con mi mano sostengo la nuca de la doctora para sentir su boca aun más unida a la mía, para sentir esa lengua enredada con la mía. Nos estamos morreando como dos condenadas y sus compañeras venga a meterme mano por todas partes.



Todo se ha vuelto loco como lo están los cuatro cuerpos que se revuelven a mi alrededor, proporcionándome todos y cada uno de los más intensos regodeos. Si minutos antes pensara en ello, estaría negándolo rotundamente… ahora me encuentro tumbada sobre una camilla y prodigada a una sesión de sexo que cuatro mujeres experimentadas me están regalando y que estoy gozando como pocas veces en mi vida… No, tampoco hubiera pensado que una mujer me pudiera dar lo que tanto ansío de un chico, para nada, es más, me considero una mujer heterosexual, o eso creía hasta ahora… porque estoy descubriendo un mundo nuevo y por cierto, me encanta.



Una lengua avanza por mi cintura, hasta alcanzar el inicio de mi axila, otra está dibujando regueros de saliva sobre la parte interior de mis muslos. Unos dedos me pellizcan los pezones y unas manos exploran mis labios mayores… provocando más temblores de mi cuerpo sobre esa camilla.



En un momento dado ya no puedo controlar nada, solamente dejarme llevar y observar cómo la doctora ha dejado de besarme.



¿Qué tal señorita Martínez? – me pregunta sonriente por primera vez.



Le devuelvo la sonrisa en señal de agradecimiento, de comprensión por todos los acontecimientos que tan locos me parecieron en principio y que ahora hacen sentir tan caliente… tan dichosa.



Me siento muy bien…



¿Ve? Ahora es usted misma. ¿Se siente excitada en este momento?



Estoy enormemente excitada.



Bien, entonces no lo dejemos así. Siga entregada al examen y disfrutará con él.



Me besa suavemente para a continuación subirse sobre mi cuerpo. Ambas desnudas nos abrazamos, rozamos nuestros pechos, sus caderas acarician las mías y mezclamos nuestros muslos. Estoy completamente estimulada, con un gusto interior gigantesco. Ahora soy yo la que se lanza a su boca, pidiendo más besos apasionados, mientras sus colegas no dejan de abordar mi cuerpo por los cuatro costados, acariciándome sin cesar.



La doctora jefa se incorpora y se coloca entre mis piernas. Me mira, me sonríe de nuevo desde su nueva posición y me separa los muslos. Lo hace sin dejar de mirarme fijamente. Mi sexo se ofrece abierto y sediento frente a ella, lo noto hinchado, palpitante… y sé que no duda ni un instante para comenzar a devorarlo.



El contacto de su lengua en mi sexo me hace estremecer, retorcerme de gusto sobre esa camilla, mientras creo estar viviendo uno de los momentos más alucinantes de mi vida. Percibo como la lengua de la doctora se abre paso por los pliegues de mis labios, como encuentra mi botoncito que rápidamente entra estimulado en oleadas de temblores que recorren toda mi anatomía, por dentro, por fuera… Las demás compañeras me están besando, chupando, lamiendo, acariciando… Irremediablemente cachonda, me entrego a un orgasmo, intenso, poderoso, inaudito y por mi boca exhalan enormes suspiros que llenando aquella estancia, convirtiéndose después en jadeos, en gritos… en lamentos, incluso demostrando a esas mujeres lo feliz que me siento. Nunca nadie antes me había llevado a encontrar el éxtasis… el paraíso del placer…





Ni que decir tiene que he pasado la prueba médica y tengo que reconocer que mis examinadoras han hecho un trabajo muy profesional… aquello que inicialmente me parecía una atrocidad, algo fuera de toda lógica, ahora, se me antoja necesario en un proceso de selección que se precie. Se nota que esta es una empresa seria.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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