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La vida nos tiene preparada personas especiales y sin dudas, Jaime era una de ellas para mi.
Lo conocí hace unos años atrás cuando mi sexualidad todavía tambaleaba y mas que un disfrute, se volvía de a ratos en pesadillas por mis propios complejos e inseguridades en el closet.
La primera vez que lo vi, sabía que tenía ese brillo especial que tenemos quienes gustamos de los hombres, él me respondió la mirada y fue como si surgiera una chispa pero no sucedió nada.
Eramos vecinos y fue cuestión de tiempo para poder entablar una amistad, el roce casi diario por las calles y yo respondiéndole con saludos bastante tímidos o el simple empujón que desde su carro me daba a un lugar más cercano para llegar a la universidad que fue determinante para llegar a ser amigos.
No fui yo quien saco el tema sobre los hombres a relucir, él estaba casado pero fue quien en una de esas veces cuando estábamos solos en un arranque de seguridad y precisión, confirmo lo que quería con la frase:
“¿Te gustan los hombres verdad? No tengas miedo, a mi también.”.
Hoy escribo para y por él, porque ya no está con nosotros pero me inspiró a escribir, siempre quiso ser parte de mis letras por muy malas que yo las considero. Por eso hoy les relatare una de sus tantas y calenturientas aventuras en esta pequeña ciudad llamada Carúpano en Venezuela.
CAPITULO I:
¿A QUÉ NO ME CONOCES?
Enero seguía con el mismo clima del mes pasado y en algunos hogares aun se desayunaba con las cenas de navidad pero yo solo contaba con ansias los pocos días que faltaban para carnaval.
Tan solo en pensar que apenas faltaban menos de dos meses, me ponía la verga dura y no era para menos, desde hace unos meses atrás una idea había inundado mi mente.
Mi abuela siempre me había dicho “Ay Jaimito, árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza. Pórtate bien muchacho” y yo lo tenía muy claro porque muchas veces he intentado negar lo que siento pero a mis 53 años, lleno de prejuicios, miedos y una cultura machista arraigada en mi ser ya me sentía demasiado roto para dejar de buscar lo que mi cuerpo me pide.
Las tetas, el culo y la vagina de mi esposa ya no me parecen tan interesantes, puedo jugar y pasar un rato excitante pero mi necesidad iba más allá, lo intente con el swinger pero su catolicismo lo volvió una ofensa. Estaba en una cárcel llamada matrimonio.
No era algo nuevo lo que sentia también por otro hombre pero antes podía mantenerlo a raya imaginando algunas veces mientras la penetraba que alguien más.
La sensación de que he perdido el tiempo me persigue y el fogaje también se vuelve intenso, una que otra vez me escapo a experimentar la carne de hombre aunque ya no tengo el vigor de mi juventud.
Y atrapado entre tantas cosas de mi vida, llevado por la excitación y mi lado no tan racional decidí planear convertirme en alguien más para poder disfrutar a plenitud y sin miedo.
Con el corazón latiendo aunque estuviese en otra ciudad donde vivía, entre a una famosa tienda de telas y le pedí a la vendedora todo lo que estaba anotado en un pedazo de papel arrugado y húmedo por el sudor de mis manos.
La costurera fue lo más difícil de esos días porque me juzgaba con la mirada y a la vez disimuladamente se reía cuando hizo las medidas, pero a 5 horas de donde vivía nadie se enteraría de lo que estaba haciendo.
Dos semanas después fui en busca de mi encargo y sentía que dentro de la bolsa vibraba algo, mi corazón latía fuerte y por unos pocos minutos mi verga se puso morcillona.
Era Gollum del señor de los anillos pero mi poder, mi ansiedad y mi locura estaba en metros de tela. Llegue a la casa y mi mujer no estaba, entre al baño con emoción y me desnude tan rápido como nunca lo había hecho.
Me vi desnudo en el espejo y me gustaba lo que veía, aunque los años no perdonan y tuviese los rasgos de mis 53 años, mis brazos grandes, un abdomen no tan pronunciado por las tantas cervezas y mis piernas peludas ademas de un culazo que había heredado por parte de la familia paterna me hacían sentir excitado a más no poder.
Abrí la bolsa y lo saque, era el disfraz de negrita que tanto había anhelado. Con ella podía pasear todas las calles en carnaval sin que me conociera alguien, se había vuelto una tradición desde hace años ver personas disfrazadas, bailando con extraños, bebiendo y otras cosas.
En el espejo ahora me reflejaba totalmente cubierto con la tela negra simulando la piel, mi cara no se veía ahora mi boca se veía rodeada por una tela roja que simulaba labios pintados de rojos y unos ojos coquetos con cejas.
Una tela roja con lunares en una pequeña falda y un top, dejando como detalle un cintillo en la misma tela llamativa. Posé totalmente afeminado en el espejo y el disfraz maltrataba un poco mi erección pero me gustaba, nadie me reconocería
Yo seria una negrita del carnaval, una negrita Puloy. Me puse las manos en la cintura y saque mi pecho, me vi fijamente y me dije simulando una voz de mujer:
“¿A qué no me conoces?”
CAPITULO 2:
SI NO ME ACUERDO, NO PASO ¿O SI?.
Todo comenzó hace una década atrás en pleno carnaval, es como un ciclo en el que estoy sumergido y no me quiero salir.
De adolescente ya había probado algunas cosas, fue sublime cuando un compañero de clases me hizo la primera mamada antes que cualquier chica lo hiciera o cuando en la universidad en pleno trío con una vecina de la residencia, hubo roces con mi compañero y nos tocamos de algunas formas no tan usuales.
Entrar en el mundo swinger y compartir con parejas fue demasiado excitante, probé el placer de ser penetrado por una mujer y su esposo pero siempre se necesita más y lo que viví en el carnaval del 2007 fue un empujón en la dirección correcta.
Es normal que en estas fiestas se realicen eventos como el desfile de carrozas y comparsas, conciertos y elecciones de las reinas, en mi ciudad había uno muy popular los lunes de carnaval, llamado La Reina de las Luciérnagas, un evento privado donde participaban transexuales y/o gays.
Cabe destacar que se realizaba en uno de los club mas grandes de la ciudad e iba mucha gente que no necesariamente era de ambiente sino que iban por disfrutar porque el evento era de otro nivel y el oriental por muy machista también tiene un lado guardado en el closet.
Yo estaba allí con mis compadres, mi esposa se había quedado casa de su hermana con los niños, así que estaba libre. La borrachera de ese día fue tan astronómica que solo recuerdo la mitad de lo que paso ese día.
Me levante al día siguiente sobrexaltado entre pelucas, maquillaje, semen, condones en todas partes, botellas de cervezas, whiskey y olor a macho.
Los ronquidos eran fuertes y cuando aclare mi mente para saber donde estaba, entre en pánico porque no reconocí el lugar y me encontré desnudo entre dos transexuales bien dotadas y cuerpos masculinos aunque las caras maquilladas.
Me levante con cuidado y casi tropiezo con dos personas en el piso, entre malabares sortee para no despertar a nadie porque me dolía todo el cuerpo, hasta el culo. Por segundos recordaba lo que había hecho y sentía culpa pero excitación a la vez.
Quería mear pero no quería hacer más ruido, solamente quería encontrar mi ropa y salir de aquel lugar, me sentía inseguro.
No encontraba mi ropa en la habitación y salí de ella totalmente desnudo con algo de nervios, me encontré a mas gente fuera de ella, eran como 20 desparramadas entre camas, sofás, alfombra y hasta el suelo totalmente dormidos.
Vi a uno de mis compadres abrazado a una belleza, me ha parecido la transexual más bella que he visto y él estaba allí, enlazado a ella con su piel, curvas y facciones que mi esposa envidiaría.
Seguí buscando y llamo mi atención el ruido que entraba de otra habitación, mi curiosidad me hizo caminar hasta la puerta, mi verga se ponía morcillona y el miedo no valió nada.
Juraría que un famoso medico de la ciudad, casado como yo y de bastante abolengo recibía las embestidas de un negro en 4 patas. Como chillaba el condenado pero no se apartaba en ningún momento.
Tenía una macana enorme y eso me dejo loco, viendo desde la puerta sin que ellos notaran mi presencia, me empecé a hacer la paja aunque una voz me decía que saliera de aquella casa.
Tenía mi verga de 15 centímetros parada, miedo y mucha culpa. Volví a la habitación rápidamente cuando note en un espejo que tenia la cara bañada de pintura de labio y con mi mano trate de sacarla.
Volví a la habitación y entre a un baño que estaba dentro de la misma, me eche jabón en la cara para quitarme el maquillaje, los olores y aquella sensación tan cochina que tenia, tenia ganas de coger pero estaba demasiado expuesto. No podía.
El jabón quitaba la culpa, esa sensación de mierda y cerré los ojos para darme con desprecio porque aun así tenía mi verga parada pero quería evitar pensar en ese dolor en el culo con el que me levante.
Me sobrexalto sentir unas manos en mis caderas y cuando trate de abrirlos el jabón entro a mis ojos, sentí una piel ligeramente rasposa en la oreja y lo empuje pero recibí como respuesta una llave.
”Quedate tranquilo, soy yo, anoche me pedias más sussh, no hagas ruido.”.
Empuje de nuevo y el hizo más fuerza, sentí su glande en toda la puerta, fue como un botón que activó mi excitación. Me pedí disculpa por lo que me haría a mi mismo pero lo hice.
No me resistí más y trate de aclararme el jabón, cuando lo vi no pude evitar reconocerlo enseguida no solo porque lo habia visto durmiendo en el suelo al lado de la cama donde yo lo hice sino porque entre mis imágenes borrosas vi a aquel flaco treintañero, blanco, con una cadena de oro en su cuello, de mucho pelo en el pecho y cara, dándome por el culo.
No recuerdo donde lo habia visto antes pero me daba esa sensación cada vez que lo veía. Era muy guapo y muy masculino.
En pleno baño, frente al espejo, nos vimos la cara y me soltó porque me tranquilice. Estiro la mano y entre la despensa de baño selecciono entre muchos frascos lo que quería, lo abrió, lleno su mano y mi culo.
Sabía lo que venía pero no me lo esperaba tan de sopetón, gemí ahogado, nunca había estado tan dilatado y no sentí un leve dolor gracias a que ya me había abierto anoche.
El como un bruto, empujo mi espalda hacia abajo, mi cara pego de la pared y del lavamanos. Uso mi culo, me dio duro sin importar lo incomodo que estaba, me sentía indefenso pero excitado, ese era mi problema, yo siempre estaba excitado.
Alzo una de mis piernas y sentí menos incomodidad pero igual me sentía usado, como si yo fuese su perra, su objeto y aunque sentía placer nunca me había pasado algo igual pero la cadencia era más rápida y yo me entregaba.
Sentía que me tocaba en lo mas adentro de mi ser con su pedazo de carne y se volvió loco cuando cambiamos de posición, puse mis rodillas pegadas sobre la tapa del retrete, algo así como en 4 patas.
Cerré los ojos y deje que me penetrara, la sacaba completa y la metía rápidamente hasta dentro. Para ese entonces, ya no estaba disfrutando, solo me entregaba por lo duro de los empujones.
” ¡Que culo tan rico!”
No se cuanto duro pero me pareció eterno y trate de zafarme pero resulto ser peor y termine contra la pared, totalmente inmovilizado y recibiendo verga. No sé de donde este flaco saco tanta fuerza.
Me dio tan duro que no sentí cuando baño mi culo con su leche. Sentía en cada embestida como si perforara algo dentro de mí.
El se fue y yo quede sentado en el inodoro con la mente en blanco.
CAPITULO 3
NOCHE DE DESENFRENO
Habían sido menos de dos meses pero los sentí como un año, cuando llego la semana antes al carnaval casi me sentia desesperado porque todo se diera como lo deseaba y sabemos que eso no ocurre siempre.
Mi suegra, mi querida suegrita era un golpe en el dedo pequeño del pie, una espinilla macabra que crece en la nariz y se vuelve enorme, esas ganas de cagar cuando acabas de salir de bañarte, asi era ella y más.
Como buen estratega le había comprado un boleto de avión a mi mujer y a mi hijo para que fueran a la fiesta de su primo en Maracaibo pero mi suegra se encargo de inventar historias y sembrar inseguridades, la vieja bruja decía que yo tenía a otra.
Nunca pudo ver a las mujeres de su propio marido y ahora me cagaba a mi. El viaje se había caído, luego de discusiones que no tenían nada que ver con mis otras mujeres y mi cuartada muy débil para decir que no iría de viaje con ellos porque su hermana y esposo no eran de mi agrado. Yo quería carnaval.
Fue una lucha, pasaban los días y yo sabia que no podría disfrutar mi plan a plenitud con mi mujer en la ciudad. Me iban a tener bajo el radar y no podría actuar como otras veces de borracho.
Hasta que me enteré que mi suegra no tenia como llegar a la fiesta de Maracaibo, ese era todo el problema. Sin dolor y aprovechando la corrupción en el sistema de venta de pasajes pague una cantidad 4 veces mayor para encontrar un asiento al lado de mi esposa en plena temporada alta.
“¡Adiós bruja!.”
Cuando el miércoles el avión despego sentí un cosquilleo en el pecho y mi verga se puso dura. Cuando llegue a mi carro no pude dejar de acariciarme estaba de a toque.
Llegue a la casa y como un adolescente prendí mi computadora portátil, saque una zanahoria de la nevera y me desnude. Estuve mucho rato masturbándome pero me prohibía acabar. Al final tuve que darme una ducha y busque salir con mis compadres.
Era jueves y la fiesta como tal, iniciaba el sábado y yo había elegido el domingo para salir porque el desenfreno es mayor, así que sentía esa vibración en mi cuerpo pero necesitaba drenarla pero me negaba a completar una paja o a cuadrar con alguien.
El tiempo en casa era mucho y la ociosidad me llevo a colocarme el disfraz nuevamente y empecé a masturbarme encima de él. Mi verga estaba demasiado dura y me maltrataba pero era necesario lo que no había sorteado era que quería llegar más allá.
Tome unas tijeras y totalmente desnudo corte la parte de atrás del disfraz, no tenia entrada por las nalgas y yo se lo haría para que mi zanahoria entrara perfectamente y cuando la sentí hasta el final, empecé a imaginar como era cogido por varios hombres.
El orgasmo me invadió y pegue un grito que se debió escuchar por toda la casa, mi culo trato de cerrarse con los espasmos de la salida de la leche de mi verga pero la zanahoria se lo impidió. Temblores me invadían, tenia mucho desde que no terminaba así y fue el paraíso, quede recostado con los ojos cerrados por un buen rato.
El viernes salí a beber y note que mi compadre, aquel que no recuerda que yo estuve cuando se cogió a la transformistas mas hermosa que he visto, andaba en movimientos raros. Nunca lo habíamos hablado y yo dije que no recordaba nada.
Luego de echarnos los tragos, lo lleve a su casa y me di cuenta en el camino a la mía que había dejado la cartera. Me devolví para entregársela pero no contaba con que se estuviese montando a otro carro con otro hombre que no reconocía, estaba algo sospechoso y lo seguí.
Fue un tramo bastante grande pero fue evidente a donde iba cuando vi la zona, entraron a un motel. Eso me puso muy caliente pero no quería mas acción y me fui con la cola entre las patas. El era el ser mas homofóbico del grupo.
El sábado lo vi junto a otros amigos, ese día si bebimos demasiado alcohol al punto que no aguantaba mi cuerpo pero tuve que ayudar a algunos a subir y bajar de mi carro una vez que llegaba a sus casas.
Yo desperté el domingo a las 3 de la tarde, tenia una resaca que controle con una coca cola bien fría y una sopa improvisada. Me quede en la cama entre muerto y vivo, recibí mensajes de mis compadres pero los ignore porque hoy era domingo, hoy era el día.
Salí en mi carro, el corazón latía a mil, yo tenia totalmente todo calculado. Había alquilado una habitación en el motel fuera de la ciudad, no había forma de que yo dejara que mis vecinos me vieran disfrazado o me vieran pasar con otro hombre a casa.
Eran las 7 de la noche, el carnaval ya estaba en marcha y habían kilómetros llenos de personas viendo el espectáculo y disfrutando hasta quedar desmayados por la cerveza.
Estacione el carro en un sitio privado, discreto y muy lejos de la fiesta, pague disfrazado aunque el portero no me conocía, su sonrisa me dio inseguridad pero la excitación seguía.
Camine y el ¡tum!, ¡tum!, ¡tum! en mi corazón me paralizó. Todo lo veía a cámara lenta, muchas personas me veían, reían y yo solo llevaba media cuadra donde no había relativamente nadie.
Pise fuerte y acelere el paso pero uno de mis tacones no tan altos hicieron que tambaleara.
“¿cómo demonios harán las mujeres?”-Me dije a mi mismo.
Seguí sin pleno sentir de libertad y la inseguridad fue creciendo, la brisa soplando haciéndome sentir algo desnudo, la gente, el bullicio y el miedo a que me reconocieran pero todo esta en la mente ¿no?.
Cruce la calle, iba directo a comprarme una cerveza pero en el camino unos turistas me pidieron una foto, no estaba en forma todavía, no entendía lo que me pasaba.
Pedí dos cervezas, la primera me la bebí como si no hubiera un mañana y la segunda hasta la mitad.
“La noche es larga compay, no abuse”-grito uno de los vendedores del kiosko donde vendían la cerveza. Todos reímos.
Me quede recostado de una pared bebiendo lo que quedaba, observe el mar de gente y vi un par de machos que me gustaron. Sentí el impulso al ritmo de la soca.
“Déjate de pendejadas Jaime”-Me recrimine. Inhale y empecé a contar.
“10
9
8
7
6
5
4
3
2
1”
Saque pecho y culo, arquee la espalda, acomode una pequeña cartera entrecruzada a mi pecho llena de condones y dinero. Me convertí en quien quería ser o por lo menos trataba porque estaba nervioso.
Camine entre la gente, logre colarme hacia el medio de la carretera donde había gente bailando desenfrenados detrás de una minitk (camión con un sonido enorme que recorre el carnavalodromo).
Empecé a bailar, la vibración de la música ayudaba y me uní a un grupo de familiares que bailaban, así seguí de grupo en grupo y con ello muchas fotos, tragos de alcohol gratis y todo empezó a funcionar.
Un grupo de jóvenes no más de 25 años se veían muy afectados por el alcohol, me arriesgue y fui por ellos, cuando me uní todos rieron y empezaron a bailar, muchos de los que estaban en la acera viendo el carnaval se reían y gritaban por mi show. Yo incitaba a bailar a los jóvenes y a todos.
El miedo me invadió por unos segundos, hice contacto visual con un vecino pero me di cuenta que no me reconocía y lo ignore. La adrenalina empezaba a hacer estragos en mi cuerpo y me olvide de mi mundo, ahora era otro.
Al ritmo de la música me restregué en los paquetes de los jóvenes, hicieron un circulo y estuvimos bailando hasta que el movimiento del carnaval no nos dejo más. Desaparecí.
Tenía kilómetros de calles para mí solo, el número de personas con las que interactué era incalculable y créanme que había muchos buenos prospectos de machos.
Yo estaba lanzando mis caderas de un lado a otro, cuando siento que alguien me agarra por ellas y siento como me culean por detrás. Un flashback de lo que había pasado con el flaco en el baño hace una década atrás volvió a mi.
Me excite y empecé a restregarme con fuerza, sentía algo debajo de esa tela. Eran tres treinteañeros, quien estaba detrás de mi no era tan bien parecidos pero debajo de una guardacamisa se notaban un cuerpo de hombre trabajador. Me voltee y grite en su oído.
“¿A que me no me conoces papi?”
Cuando me di cuenta, otro de ellos estaba por delante de mi, habia hecho un sanwich conmigo y reian como locos, tenían acento de la capital, luego el tercero no se quedo atrás y desplazo al primero que estaba por mi culo.
Estuvimos mucho tiempo bailando detrás del camión que machaba muy lento, ellos no se despegaban de mi. Sentí una erección, vi como me miraban y hablaban entre ellos.
Entre el bullicio y las miles de personas, le agarre el paquete duro al de turno, el se soprendió y se echo para atrás pero a los segundo se recompuso y rió.
“Eres una perra”
Como vi que le gustaba seguí bailando con ellos, eran muy osados y ya tocaban sin miedo hasta que uno de ellos me metió mano por debajo de la falda y encontró que había acceso a mi culo, yo seguí de momentos tocando sus mercancías cuando podía.
Las caras delataban lo caliente que les parecía, buscaban pasarla bien y uno de ellos se bajo el cierre queriendo restregar sus verga que no pude ver aunque si palpar, era grande.
Estaba muy salido, los demás vieron lo que ocurría y cambiaron un poco la cara, yo me había puesto algo nervioso porque si bien es cierto que era de noche, había tanta gente que no se notaba pero existía la posibilidad de que nos viera un niño o alguien más, así no.
Seguimos bailando con sendas erecciones y aunque todo estaba guardado, sus manos se metían dentro de mi culo. Estaba Excitado a más no poder y salimos del carnavalodromo, ellos no tenían a donde ir y yo quería llevarlos al motel pero estábamos demasiado lejos de mi carro.
Ellos me daban a beber ron, yo les brindaba cerveza. Estábamos prendidos. Se tomaron fotos conmigo mientras caminábamos entre la gente y se me prendió un bombillo.
Caminamos hacia la playa, era un zona algo peligrosa pero con el carnaval había algo de gente y debimos caminar más de lo usual. Yo quería seguir un poco más para estar más seguros pero ellos consideraron que donde estábamos era ideal, estábamos en la oscuridad cerca del muelle.
El más joven, morenito, delgado y de ojos expresivos, se saco su aparato bien erecto y yo me agache. Olía y sabia a meados, era delgado pero largo, lo saboree con gula hasta que no quedo ni un milímetro fuera de mi boca.
“Que tragoncita vale”-Le dijo a sus compañeros.
Lo engullí una y otra vez, esto lo había esperado demasiado tiempo. Los demás solicitaron mis servicios y me vi rodeado por tres machos trinteañeros, borrachos y calientes como el carbón.
Desesperados de boca, se turnaron y a veces hasta metía las dos pero así no podía hacerle garganta profunda así que desistían.
“Mama mejor que Guichito”
El que tenía el acento mas marcado y tenia un olor más fuerte que los demás, no aguanto mucho y sujeto mi cabeza hasta que tuve que tragarme toda su leche, desconozco si fue mucha o poca pero la boca me quedo con sabor amargo, tocí, me trague todo y los demás al verme se desesperaron.
El de la guardacamisa, el primero que bailo conmigo pidió mi boca y casi no me dejaba respirar. Un flash ilumino el lugar, habían tomado una fotografía pero era imposible que se notara que era yo así que seguí mas excitado y con más confianza.
El más joven me tomo por la cintura e interrumpió la mamada de su amigo por un instante, acoplados y desesperados, tuve que doblar mi cuerpo, una mano me sujetaba la cabeza para que me agachara y detrás de mi me ponían en posición para recibir una verga.
Sus dedos eran bruscos pero la mamada me tenia ocupado, sentí como cayo el escupitajo en toda la entrada de mi ano. Dos dedos se abrieron paso y se dió cuenta que yo ya me había dilatado y bañado en lubricante.
El dolor invadió mi cuerpo, había introducido su verga sin mucha compasión y me tenían atrapado. Quien ya había vaciado sus bolas, yacía de espectador riendo y usando la cámara.
“Dale que esa perra aguanta”
Lo mejor que pude haber hecho fue dilatarme anteriormente, sino el dolor hubiese sido mayor y al final no iba a aguantar.
Me relaje y pude sentir que estaba disfrutando a plenitud, tenia buen ritmo y el lugar me tenia excitado. Me daba duro como me gustaba y chupaba completo hasta casi asfixiarme.
Quede apoyado de una estructura metálica, arqueando mi espalda y vino el de guardacamisa por mi culo, que bien se sentía tener un machete metido hasta el fondo. No podía disimular que me gustaba, mis gemido era de descontrol total.
Se turnaban para darme por el culo, primera vez que me pasaba algo así y al final fueron los tres, que bebían, se empujaban, se hacían bromas y se alentaban.
Al final termine por quitarme la máscara y recibir la leche de todos en la cara, disfrute relamerme y como se sorprendían que alguien como yo fuera así. Le limpie cada miembro, ellos se reían.
Les di mi número, no el que era público para familiares sino el del celular escondido que usaba para tener sexo y mi esposa nunca supiera. Querían estar conmigo otra vez y yo no me negaría.
Ellos se fueron y me dejaron en la oscuridad, a lo lejos escuche como una mujer gemía y pensé que yo estaría así hace minutos, me sentí tan perra y mi verga se levanto nuevamente.
Lave mi cara con agua de mar, saque unas toallitas húmedas de mi mujer y me limpie un poco el culo. Me sentí casi como nuevo aunque con el culo abierto y palpitante.
Salí de ese lugar, volví al carnaval aunque me sentía demasiado bebido, el ron que me daban a ratos me había pegado en la cabeza y se que estuvimos un buen tiempo disfrutando.
Seguí rumbo al mar de gente, estaba en pleno apogeo. Donde veía un grupo de hombres, les bailaba y si no veía interés mas que el sexual por lo menos me quedaba con la diversión.
Admito que sentía ganas de seguir cogiendo, seguía con esa sensación de excitación posterior a tener un buen polvo y eso se traduce a querer seguir pensando en lo que acababa de vivir.
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