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TERCERA PARTE: “La sorpresa”
Sin podérmelo creer, después de haber seguido sus indicaciones, Jazmín me señaló la entrada a un motel, indicándome que me metiera allí mismo.
Tras pagar, metí el auto en el estacionamiento de una de las villas.
—Estoy por demostrarte lo agradecida que quedé por lo que me hiciste. Te voy a brindar la experiencia sexual más memorable de tu vida —Jazmín me prometió.
Eso parecía un sueño; la realización de la más deseada fantasía. La mujer que más he deseado ofreciéndome lo que más he anhelado.
Después de salir del auto subimos a la habitación.
El aroma de la limpieza del lugar me colmó. Ese olor quedaría por siempre ligado en mi memoria con tan particular momento, sin duda. La iluminación era tenue, cálida. Bajo esa ambarina luz, Jazmín corrió el cierre de su ajustado vestido rojo y se desprendió de él.
La piel era tan tersa y uniforme. Morena y bien firme; no había flacidez en ningún miembro. Todo su cuerpo estaba bien entonado en curvas que iban de lo sugerente a lo francamente incitador. «Y por Dios, esas nalgas, Señor, esas nalgas». Las caderas apenas eran la voluptuosa invitación, pero cuando le mirabas la espalda podías contemplar dos gajos de carne perfectamente curvilíneos y frondosos. La estabilidad y suavidad de aquellas redondeces la pude palpar cuando me atreví a acercarme.
—Yo siento algo muy especial por ti desde la prepa. Mira, compruébalo —le digo, al mismo tiempo que tomo una de sus manos para que se pose sobre la bragueta de mi pantalón.
Bajo la tela de mi ropa, mi pene erecto aguarda. Jazmín me mira con rostro impávido y yo aprieto mi mano sobre la suya para que ésta, a su vez, comprima mi pene. La dureza de éste es innegable y Jazmín lo constata.
—Ay, tu amigo está... a todo lo que da —ella me dice y me sonríe pícara.
Por vez primera me atrevo a besarla. La sujeto de sus deliciosas nalgas con ambas manos y me doy cuenta de la realidad de lo que estoy viviendo. En verdad le estoy agarrando, en francos apretones, las extremas redondeces a mi amor. Tomo su trasero con tal ímpetu que logro levantarla unos centímetros del suelo.
Jazmín en todo su esplendor luce hermosa. Sin necesidad de costosa lencería ella es perfecta. La abrazo y beso, esta vez profundamente pues, cuando abre su boca, hundo mi lengua enredándola con la de ella.
Recorro su cuerpo con ambas manos; la voluptuosidad de su silueta me lleva por montes y valles que transito con sensualidad. La acaricio desde su espalda hasta sus glúteos; me regocijo con estos montes de carne, sin olvidarme de los otros: sus senos. Por primera vez los sopeso; los amaso; los exprimo. Creo que no puedo abarcarlos por completo pues son muy grandes pero, aún así, tomo cada uno de los dos en apretujones cariñosos pero pasionales.
Su cuerpo es tan hermoso como imaginé; sus pezones oscuros y suaves al tacto. Meto uno de ellos en mi boca y jugueteo con él hasta que queda erecto. Sigo con el otro y después la beso.
Jazmín me desnuda, ávida, acelerada. Ella va más rápida que yo.
Al tenerme totalmente en cueros, frente a ella, es Jazmín quien toma la iniciativa. Pese a que yo quiero seguir con el cachondeo, mi antigua compañera de colegio va hacia su bolso de dónde saca una cámara de video y un pequeño trípode.
La coloca sobre el tocador de tal manera que enfoque hacia la cama. Nunca me lo habría imaginado, Jazmín quiere guardar buen recuerdo de nuestro encuentro pasional.
Luego me pide (mejor dicho, me ordena) que me recueste en la cama. Hechizado por su desnudez, así lo hago. Sin embargo, ella me dice que me dé la vuelta para quedar bocabajo. Por mi mente pasa la idea de que piensa darme un sensual masaje, pero no.
Jazmín saca una cuerda de su bolso.
—Para que yo te pueda recompensar como mereces, debes permitirme realizar una fantasía —ella me dice.
Acepto, quizás sin pensármelo debidamente, pero sigo seducido por tan divina mujer a quien sin duda no conocía del todo. Jamás me imaginé que tales juegos de dominación figuraran en aquella cabecita.
Jazmín ata mis brazos y piernas con tal firmeza que no puedo moverme. Quedo completamente a su merced, pero no me importa. A Jazmín la adoro tanto que por ella daría todo. Incluso rompería con mi empedernida soltería, con tal de unirme a ella. Con tan sólo imaginármelo tengo una poderosa erección que estando como estoy me incomoda.
No obstante, después de unos segundos, tomo conciencia de que Jazmín ha salido de mi campo de visión. No la percibo ni con el rabillo del ojo.
—¡Jazmín! —le grito inquieto.
Afinando mi oído la escucho hablar por su teléfono móvil. «¿Con quién habla?», me pregunto. Oigo sus tacones al golpear el piso de madera. Ella se aproxima mientras continúa hablando.
—...villa 531. Muy bien, te espero —ella dice y luego cuelga.
Al estar al alcance de mi vista puedo ver que se ha vuelto a vestir. No lo entiendo.
—Bien corazón, estás a punto de recibir lo que te mereces —me dice.
Su manera de hablar ha cambiado. Si antes la sentía cálida y cachonda, ahora creo que es fría, dura... amenazante.
—Pero qué... ¿Qué pasa? —argumento, sin comprender la situación.
Mientras ella revisa mis ataduras me responde como si todo fuera obvio:
—Nada... sólo las consecuencias de tus actos.
Por más que trato de librarme no me es posible. Tocan a la puerta.
Jazmín va a abrir.
Alguien entra. Escucho el rechinar de suela de tenis sobre el suelo de duela de la habitación. Sea quien sea se aproxima.
—Hola Fer.
Reconozco la voz. Es Roberto.
—¡¿Qué haces aquí?! —digo, mientras sigo atado y viendo que todo va muy mal, pero que muy mal, pues noto que Roberto le sonríe a Jazmín manifestando una confabulación.
Roberto guarda silencio.
—Yo le pedí que viniera. Él es parte de la sorpresa de la que te hablé. Una parte muy importante, por cierto —dice Jazmín y sonríe al final.
Desde el fondo de mi instinto, nace un temor que invade todo mi cuerpo.
—¡Suéltame! ¡Roberto... ¿qué es esto?! —le grito, desesperado ante esta situación.
—Mira hermano, no creas que esto es cosa mía, eh... —me dice acercándose, al mismo tiempo que se quita la chaqueta de cuero negro que portaba.
—Pues yo no tengo objeción en asumir total responsabilidad. Así como tú deberías asumir las consecuencias de tu descaro —dice Jazmín.
—¿Pero qué... de qué hablas? —replico.
—Qué pretendías al mandarle ese video a Álvaro, ¿eh? ¿Joder mi matrimonio? ¡¿Mi vida?! ¡¿Joderme a mí?! ¿Ah? ¿Eso querías?
«¡El video!», de pronto aquello estalla en mi cabeza.
—No... no, yo sólo... —digo tratando de poner mis pensamientos en orden—. Sólo quería estar contigo. No quería que estuvieras con él... no quería que estuvieras con nadie más —le digo con franca honestidad.
—Pues déjame decirte algo, con quien quiera estar es asunto mío. ¡¿Oiste?!
—Bueno, okey, ya entendí. Perdóname. Te pido que... —me interrumpo cuando noto que Roberto continúa desvistiéndose quedando sólo en calzoncillos—. ¡¿Pero qué... qué pretendes?! ¡¿Qué carajo quieren?!
—Güey, ya te dije. Esto no es cosa mía. A mí sólo me pagó para hacer esto y... bueno, para mí sólo es eso. Esto no es nada personal. Para mí sólo es chamba —al decir esto último, Roberto se baja el calzón mostrando su grueso, vergudo y tieso miembro.
Mi estupor no puede ser mayor.
— ¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme! —grito lo más alto que puedo.
—Ni te esfuerces. Le pedí a Roberto que rentara las dos villas a los lados, así que nadie más está tan cerca como para escucharte —me dice y luego toma su bolso—. Bien pues los dejo solos —dice y le da un beso en la boca a Roberto—. Ahí te encargo la cámara.
—Okey, no te preocupes —le responde.
Jazmín se acerca a mí y me dice unas últimas palabras:
—Y para que lo sepas, yo sí amaba a Álvaro. Lo de su situación económica no es lo que más me importaba. Y lo que hice con Roberto sólo fue sexo, sólo fue eso. Pero ustedes hombres, sino son ustedes... sólo siendo hombres tienen derecho a divertirse. Una siempre queda como puta; ya sea que le paguen o que sólo lo hagamos por gusto, una siempre es su puta. Bien, pues ahora soy yo la que te invita. Disfrútalo.
Jazmín se va y, tras cerrar la puerta de la habitación, escucho sus taconazos alejarse hasta desaparecer. Percibo como el colchón se hunde y se sacude indicando que Roberto se ha subido en él.
Siento sus rodillas rozando mis piernas las cuales abre entre sí.
—¡No, no, no! Espérate Roberto, no tienes que hacer lo que ella te dijo. Si es cosa de dinero yo te pago. Dime, ¿cuánto quieres? Te juro que te pago y me olvido de esto.
—Lo siento amigo, pero un trato es un trato y yo soy muy profesional. Pero no te angusties, que justo por eso aquí traigo un lubricante y te voy a guiar y a preparar previamente —me dice el infeliz, y empiezo a sentir sus dedos al aplicarme un gel en donde nadie me ha tocado antes—. Mira te voy a dar un tip, tú sólo piensa que estás en consulta y un médico te está auscultando.
Mientras veo hacia la cámara que está grabándonos siento cómo uno de sus dedos comienza a abrirse paso.
—¡Hijo de tu puta madre! —grito mientras me sacudo a más no poder.
—Cálmate, que esto no es nada. Ahora viene lo bueno.
Sus rodillas avanzan más y las siento a la altura de mis caderas.
—Ahora haz de cuenta que te voy a administrar un pequeño supositorio y que es necesario que lo recibas por el bien de tu salud.
Por más que me sacudo, siento la cabezona punta de su tolete colocándose justo a la entrada de mi ano y...
—¡¡¡¡Aaaahhhhh...!!!
—Bien, ahora piensa que te estás cagando, pero que es tan grande la mierda que tienes que devolverla.
—¡Hijo de tu reputííísiiimaaa...!
—Eso es... ya ves. Ya está toda adentro. Ahora trátala de expulsar de poco a... aaahhh... ¡...ay, qué rico cabrón! ¡Eso, ¿ya viste?! Qué rico me la estás exprimiendo. Si es cosa de dejar que el cuerpo siga su instinto, nada más. La naturaleza es muy sabia y ese agujerito también necesita dar y recibir amor —me dice el muy cabrón... el hijo de mil putas. El desgraciado de Roberto, cuando ya me ha sacado hasta las lágrimas.
FIN
...eso, viste, ya hasta se te puso dura.
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