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~Conduzco como una chalada y es por tu culpa. Estoy nerviosa, estresada y hasta un poco histérica y es por tu culpa. Suspiro parada en el semáforo mientras tamborileo con los dedos sobre el volante. ¿Qué demonios te ocurre? ¡Espabila! "Ni que fuese para tanto". Eso es lo que mi cabeza repite una y otra vez cuando acudes a mi mente. Claro que eso piensa mi cabeza sobre ti, no el resto de mi cuerpo. El semáforo se pone en verde y acelero.
Te veo todos los días en la oficina y no creo poder aguantar más. Mentiría si te dijese que llamaste mi atención desde el primer momento. No fue así. Llamó mi atención que flirteases con toda la población femenina del edificio. "Es así de simpático", dicen todas. Ilusas. A mí no me engañas. Vas detrás de todo lo que se mueve y tu sonrisa impresionante a mi no me impresionaba.
Al menos no lo hacía hasta que me fijé bien en ti. En que eres más alto que yo, moreno, con un cuerpo increíble y muy trabajado en el gimnasio, labia innegable y un cierto punto de chulería. Fue entonces cuando tus "buenos días" me empezaron a hacerme subir por las paredes, cuando ir a tomar un café se convirtió en algo emocionante.
Meto el coche en el garaje y pongo el freno de mano. Sí, me cuesta admitirlo pero me pones muy cachonda, tanto que me paso el día imaginándote encima de mí o viceversa. Agarro el abrigo y subo por las escaleras hacia mi piso.
Me enfado conmigo misma. Estoy medio embobada o en Sueñolandia desde hace un par de semanas. Si pudiera acostarme contigo tal vez este deseo que crece día a día desaparecería. Abro la puerta del piso. Sí, o quizás seguiría creciendo. Imagino tus manos recorriendo mi cuerpo y me estremezco. Sacudo la cabeza y me dejo caer en el sofá. Está anocheciendo. Cierro los ojos y me llevo las manos frías a las sienes. "Quítatelo de la cabeza. No te traerá más que problemas". Mmmm. Creo que me estoy quedando dormida. Y de repente suena el timbre.
Abro los ojos de golpe y me incorporo mirando extrañada la puerta. Ya es de noche, el salón está a oscuras. Cautelosamente me aproximo a la puerta y abro. Me quedo petrificada.
-Enrique. ¿Qué haces aquí?-mi voz sale demasiado chillona, así que mi sorpresa ha quedado bastante clara.
Mis ojos le recorren entero. Su americana negra y su camisa blanca me dejan la boca seca.
-Pues pasaba por aquí y no sé?, pensé que podíamos hablar sobre el problema que hemos tenido esta mañana con las inversiones en la oficina-dice mientras pasa.
¿De qué me habla? Apenas le escucho. Me doy cuenta de que voy descalza, tengo el pelo alborotado y mi vestido azul está mal colocado. Cierro la puerta y me apoyo en ella. Él está observando el piso.
Se gira.
-Es bonito el piso-y me mira con esa sonrisa que me hace querer tirarme encima de él.
Trago saliva y apenas consigo esbozar una sonrisa.
-Mira en verdad no he venido a nada que tenga que ver con la oficina-dice a la vez que se quita la chaqueta y la deja cerca de una silla.
No me muevo. Me quedo donde estoy. Paralizada. "Reacciona, haz algo. ¡Di algo!". Me abalanzo sobre él como tantas veces he hecho en mi imaginación. ¿Cómo he sido capaz? Poco importa eso, lo que importa es que me besa con pasión, prácticamente me absorbe y me hace mojarme casi al instante.
Lleva sus manos a mi culo y me aprisiona contra la pared. Torpemente le desabrocho la camisa y él tira de mi vestido hacia arriba. Me quedo en ropa interior. Un conjunto negro que espero le parezca sexy. Me vuelve loca. Lleva volviéndome loca semanas. Noto su polla dura dentro de sus pantalones y de pensar que la voy a tener dentro de mí me hace gemir.
Me muerde el cuello y se deshace de mi sujetador. Le quito el cinturón e intento hacer lo mismo con sus pantalones.
-Quiero que me folles. Pero no como se lo harías a una de esas idiotas de la oficina. Quiero que me atravieses con todas tus fuerzas-le digo mientras baja hacia mis tetas. Me está mordiendo los pezones y eso me provoca dolor y placer a la vez.
-Joder Sara, no sabía que de esa boquita podían salir esas palabras-y me baja las bragas despacio. Coge su cinturón y me sube los brazos por encima de la cabeza. Me lo ciñe alrededor de las muñecas mientras me dirige hacia el sofá.
-¿Qué haces?-lo pregunto pero lo único que quiero es que siga. Aún lleva los pantalones puestos.
-Es para que cuando te folle tan duro como quieres no puedas pararme-me dice sentándome y abriéndome las piernas. Me va besando la parte interna de los muslos y va ascendiendo lentamente. Contengo la respiración y gimo cuando noto un dedo en la entrada de mi coño. Me penetra despacio con él. Estoy empapada.
-Ya. Fóllame-casi le suplico.
-Dilo de nuevo. Di mi nombre.
- Fóllame Enrique.
Se pone de pie y se quita los pantalones. Veo su polla e inconscientemente me paso la lengua por los labios. Se echa sobre mí y de una embestida me penetra. Apoya las manos en el sofá mientras empuja fuerte. Me encanta. Me gusta así. Duro, sentir su polla entrando y saliendo. Me pone cachonda estar a su merced, no poder tocarle y saber que puede hacer prácticamente lo que quiera conmigo.
-Me encanta tu coñito-dice sin parar. Baja un poco el ritmo pero continúa con la misma fuerza. Baja su cabeza y me muerde los pezones hasta que me hace gritar. Voy a correrme. Sé que si lleva sus manos a mi clítoris me hará estallar. Parece que me lee el pensamiento. Lleva dos dedos justamente ahí y gira despacio tocándome. Me corro intentando deshacerme del cinturón, pero no puedo.
Se quita de encima de mí. Él no ha terminado. Tira del cinturón y me hace caer de rodillas al suelo frente a él.
-Vamos, a ver que sabes hacer con esa boquita.
Aún con las muñecas sujetas me meto su polla en la boca. La chupo con fuerza y me la meto hasta el fondo de la garganta. Noto como alza las caderas y echa la cabeza hacia atrás. No aguantará mucho. Mi lengua se mueve sobre la punta, enroscándose y acariciándola a la vez que entra y sale de mi boca.
-Voy a terminar.
Eso sirve para que yo acelere. Noto como se corre en mi boca. Me lo trago todo sin pensar con una sonrisa satisfecha. Le miro a los ojos.
De repente noto un golpe en la cara. Parpadeo rápidamente y la luz me ciega.
-Sara, ¿qué cojones haces?-la voz de mi compañera de piso me despierta.
¿Estaba soñando? ¿Me he quedado dormida? Sí, me he tumbado sobre el sofá y estaba en Sueñolandia otra vez. Perfecto. Mi imaginación de nuevo. Y lo peor es que ahora estoy aún más cachonda. Suspiro y me vuelvo a tapar la cara con el cojín que mi compañera acaba de lanzarme a la cabeza.
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