~Cuanto me arrepiento de haber conocido a Leonardo, si bien era un joven atractivo, blanco, rubio y con una mirada cautivadora al poco tiempo de comenzar nuestro noviazgo, empecé a notar cambios en su temperamento. A veces estaba muy irritable, otras veces nervioso, se ausentaba sin razón y siempre vivía con la sensación de que alguien lo perseguía. Muy tarde entendí que todo este comportamiento se debía a la adicción a las drogas, algo que nunca me gustó.
Mi nombre es Jessica, tengo 18 años, pelirroja de 1,67 de estatura.
Una noche estábamos en un club bailando y disfrutando, en un momento los dos fuimos al baño. Al salir vi a Leonardo conversando con otro hombre quien le dio algo en secreto, al sentarnos el comenzó a mostrarse inquieto y me dijo que necesitaba ir nuevamente al baño. Esa noche confirmé mis sospechas y al regresar lo encaré diciéndole que no quería ser novia de un drogadicto. Lloró, me pidió perdón y me suplicó que no lo dejara.
Su arrepentimiento no duró más de una semana, entraba en crisis cada vez con mayor frecuencia, cuando no consumía fumaba con desesperación y yo me había cansado de esa situación.
El viernes siguiente me dijo que tenía una invitación a una fiesta y yo estaba decidida a terminar con esta relación. Acostumbrada a asistir a clubes y discotecas de moda me vestí muy sexy para llamar la atención pero me sorprendí cuando nos desviamos hacia una zona marginal, recorrimos varias cuadras y nos estacionamos frente a una humilde vivienda de dos pisos donde se celebraba una cumpleaños. La música era ensordecedora y yo me sentía completamente fuera de lugar con esa ropa. Entramos a la casa y me presentó algunas personas de quienes no recuerdo sus nombres, parecía tener muchos amigos en ese lugar mientras que yo me había convertido en el centro de atención. Tomamos unos tragos, bailamos pero lamentablemente Leo comenzó a ponerse ansioso.
Buscaba cualquier escusa para separarse de mí. La madre de la cumpleañera se me acercó y comenzó a conversar conmigo, situación que aprovechó para salir de la casa, luego de pasar media hora sin que regresara, salí a la puerta para verlo discutiendo con tres hombres, uno de ellos lo empujaba constantemente. Al acercarme pude oír lo que decía:
- Estoy cansado de esperar, no me eches más cuentos y buscas mi dinero ya.
- Te digo que mañana lo traigo
- No…es hoy, es ahora o te mueres.
En ese instante el hombre que lo amenazaba sacó una pistola y grité sin medir las consecuencias.
- Mira quien está aquí, la niñita de papi
Los otros dos hombres me sujetaron y nos llevaron hacia un callejón.
- Creo que podemos negociar tu deuda.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Tu…nada, solo entregarnos a tu novia y nos cobraremos con ella y si se porta muy bien,
hasta podemos darte algo para que fumes.
Era increíble lo que estaba sucediendo, Leo pretendía pagar sus deudas de drogas conmigo y en mi situación no tenía opciones ya que accedía o lo harían por la fuerza.
En ese momento pensé que el lado bueno sería que más nunca vería a Leo ni toleraría otro hombre vicioso a mi lado.
Los hombres me llevaron hacia otra casa, subimos unas escaleras de metal y entramos a un cuarto sucio, desordenado donde destacaba un gran colchón viejo en el centro de la habitación.
- Quítate la ropa, ordenó uno de ellos.
Yo no decía nada y solo obedecía, mientras me desnudaba los tres hombres también se quitaban sus ropas. Dos de ellos eran morenos algo gordos mientras el que parecía ser el jefe era bastante negro y delgado. En mi corto historial de relaciones, jamás había tenido sexo con alguien de color. Podía observar que sus penes estaban rectos y eran de gran tamaño especialmente el del moreno más bajo; su pene tenía un grosor descomunal.
- Mami, queremos pasar una buena noche contigo…espero que seas complaciente, bastante dinero nos debe tu novio y quiero cobrarme esa deuda.
Con un movimiento brusco me empujó hacia la pared y empezó a besarme toscamente, su lengua entraba y salía de mi boca intercalando con fuertes succiones a mis pezones mientras apretaba con fuerza mis senos. Luego de unos minutos en los que se dedicó a manosearme, chuparme y besarme, hizo que me arrodillara para contemplar su pene de un color negro intenso del cual brotaban algunas venas que le daban un aspecto de gran virilidad. Sabía lo que deseaba pero antes de tomar la iniciativa, el negro acerco mi cabeza y me ordenó mamársela. Con mi mano izquierda sujeté ese miembro deseoso y empecé a lamerlo desde el comienzo hasta la punta, luego fui introduciéndolo en mi boca mientras realizaba movimientos circulares con mi lengua…
- Así mamita, trágatelo todo…
Cada vez lo introducía más y más hasta llegar a mi garganta, lo sacaba para tomar aire y lo volvía a tragar, luego comencé a lamer sus testículos. Podía observar su cara de satisfacción mientras yo también me excitaba al ver el contraste de mis manos blancas y delgadas sosteniendo ese miembro negro. También pude notar como los otros dos hombres se masturbaban viendo la escena.
- Lo mamas divino pero ahora quiero metértelo, acuéstate y abre las piernas…
Creo que era lo que estaba esperando, a pesar de la situación, yo deseaba ser penetrada por ese negro.
Quiero ser tuya, hazme lo que quieras le dije. Esto pareció excitarle aún más y sin decir nada me penetró violentamente, entraba y salía de mi vagina a un ritmo acelerado y cada vez con más fuerza.
Si, sigue, quiero sentirlo en lo más profundo… pedía más y gemía de placer mientras el continuaba penetrándome con fuerza y besándome. No sé cuánto tiempo estuvimos haciéndolo pero me colocó en diferentes posiciones, cada vez que cambiábamos yo me llevaba su pene a mi boca, algo que disfrutaba al máximo. Otra vez encima de mí su sudor caía sobre mi cuerpo, su respiración comenzó a cambiar y su ritmo disminuyó para luego entrar un par de veces más violentas que las anteriores llenándome con su semen caliente a la misma vez que yo llegaba al orgasmo como si estuviésemos sincronizados. Fue una sensación increíble imposible de olvidar. Yo estaba agotada y el se levantó rápidamente y me dijo:
- Sabes muy bien como complacer a un hombre, espero que seas igual con mis amigos.
Había sido tan grande el placer que había experimentado que había olvidado la presencia de los otros hombres que esperaban ansiosos por poseerme. No podía concentrarme y todo sucedía sin que participara activamente, solo hacía lo que me pedían pero mi mente continuaba deseando más de ese cuerpo negro hasta que caí en un profundo sueño. Al despertar mi cuerpo estaba impregnado de una mezcla de aromas a sudor y semen. Gran parte del semen se había secado en mi cara, dejándome una especie de mascarilla facial. Me levanté y fui al baño a asearme, al salir estaba el negro esperándome con una taza de café.
-Ya la deuda está pagada pero puedes volver cuando quieras.
- Me encantaría, aunque prefiero que nos encontremos en otro lugar. Tengo algo que no ha sido usado por ningún hombre y me gustaría que fueses el primero.
- Eso suena muy bien, nos vemos el viernes y te llevo a un buen hotel.
Le di mi número de celular, me vestí y busqué un taxi para volver a mi casa.
Evidentemente jamás volví a ver a Leo y ahora solo deseo sentir un miembro negro dentro de mi.