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Acababa de recibir el mensaje de mi jefe con las indicaciones de mi trabajo este fin de semana.
“Ojalá me toque una vieja rica que me arregle la vida” fue lo primero que pensé cuando me dijeron que tocaba escolta.
Y no es que odiase mi trabajo, pero cada día me enervaba más al ver el atajo de imbéciles con dinero que había en este país.
Hoy me tocaba escoltar a un tal Lucas, un Youtuber de 19 años que venía a Madrid a promocionar no se que ostias en varios centros comerciales. No era la primera vez que me tocaba un trabajo de estos, pero era realmente agotador aguantar los gritos de niñas todo el puto día.
Allí estaba yo a la una de la madrugada, en el aeropuerto de Barajas, rodeado por mas de trescientos críos que aun a esas horas, estaban esperando a que el dichoso chaval bajase del avión. Intentaba disimular todo lo que podía el dolor de cabeza que me provocaba esa situación.
Al poco rato apareció el chaval.
Rubio con media melena lacia, unos ojos azules con destellos amarillos que se podían ver a través de sus RayBan transparentes, de piel bastante clara con unas facciones que le hacían parecer aun mas joven de lo que era. Vestido con una camiseta varias tallas más grande de la que debía llevar, unos vaqueros claros bastante ceñidos y rematando con unas zapatillas Nike rojas, personalizadas con su nombre que no debían valer menos de 400 euros. Tirando por lo bajo.
No miraba ni a los niños a la cara, solo pasaba mostrando una sonrisa delante de ellos dirigiéndose a la salida del Aeropuerto.
“Otro que se cree un divo”
Pensé para mí, antes de ver como pasaba delante mía haciéndome un gesto con la mano para seguirle. No debía medir más de 1,70 y cuando me puse detrás no pude evitar echar un vistazo al culazo que marcaba debajo de esa camiseta.
Al salir fuera le abrí la puerta trasera del BMW M5 que específicamente había pedido para la ocasión, no tenía mal gusto el cabrón. Y lo mejor de los gustos extravagantes de estos famosos, es que yo podía disfrutar de llevar esas bestias.
Cuando me monté en el coche fijé mis ojos en el espejo retrovisor, el tío se estaba quitando la camiseta mostrando su cuerpo, delgado pero marcado, nada que ver con el mío, este tipo de chavales solo trabajaba la definición para que todas las tipas babeasen por ellos cuando se quitaban la camiseta. Pero no os voy a negar que el cabrón estaba de escandalo, encima era sexy, parecía que todos sus movimientos estaban ensayados ante un espejo. Una pena fue cuando se puso esa camisa de seda, dejando solo dos botones desabrochados que dejaban ver uno de sus tatuajes con forma de zorro en uno de sus pectorales.
—Su habitación de hotel esta reservada en la Suite del Hotel Puerta América. — dije sin que se me notase que estaba repasando cada parte de su cuerpo, dios como se ceñía esa camisa que dejaba poco a la imaginación.
—Llámame Lucas y no, no vamos a ir al hotel de momento. —dijo con una voz mas sexy de lo que me imaginaba. — Llévame a la discoteca Opium.
Acababa de viajar y el tío ya venía con ganas de fiesta, y se iba a meter ni más ni menos en una de las discotecas mas abarrotadas de la ciudad. Hoy me tocaba una noche larga.
Estábamos parados en uno de los semáforos entrando a la ciudad cuando la mano del chaval me tocó el hombro, acercando su cara desde atrás muy cerca a mi oído.
—¿No podrías ir un poco mas rápido? — con un tono de voz sensual casi de súplica.
Me estaba pidiendo con esa voz melosa creyendo que caería a sus píes que le diese mas caña al coche, cosa que me encanta, pero además lo iba a hacer para ponerle los huevos de corbata a ese niñato creído.
— Ponte el cinto. — le dije clavando mis ojos en los suyos a través del espejo.
No tardó en hacerme caso.
Arranqué lo más rápido que permitía el coche, no bajé de 270 en la autovía excepto en los tramos de radar que conocía perfectamente, zigzagueando entre los coches que acaparaban ambos carriles, dejando poco espacio entre ellos. Cuando entramos a la ciudad no pude evitar mirar por el retrovisor como el chico cerraba los ojos y se aferraba al reposa brazos como su vida fuese a acabar cada vez que pasaba cerca de los coches, pero no decía ni mu.
El tramo por la calle que daba a la discoteca lo hice a una velocidad normal, observando como el chico, estaba temblando, diría más bien de adrenalina, pero su cara parecía decir que no lo acababa de pasar muy bien.
Cuando paré el coche, el chaval no pudo evitar soltar un suspiro, y lo único que pasó por mi mente fueron las ganas de verle jadear mientras le reventaba ese precioso culo que gastaba.
Me bajé del coche y fui a abrirle la puerta cuando noté que aun seguía temblando, le ofrecí mi mano dedicándole una sonrisa mas bien burlona, la apartó y consiguió levantarse pasando por debajo de mi brazo.
Tenía que bajarle más los humos a ese chaval.
Cuando entramos a la discoteca el ambiente era asfixiante, miles de personas apelotonadas con ese regueaton que no dejaba de dañar mis oídos. El chico puso una de sus manos en mi hombro y me hizo señas de que acercase mi oído a su boca.
—Tenemos que ir la zona V.I.P de allí al fondo. — dijo mostrando cara de preocupación, viendo que había que atravesar toda la discoteca para acceder a ella.
—Pégate lo más que puedas a mí y no te separes. — le dije mientras mis labios rozaron por accidente su oreja, por culpa de un par de niñatos que ya debían llevar más de una copa, a los que le dediqué una mirada asesina.
Lucas se pegó a mí bastante más de lo que esperaba, a los pocos metros puso una de sus manos en el lateral de mi cinturón agarrándolo con fuerza. La verdad que no fue fácil pasar hasta el reservado pero tras unos minutos de empujones y apartar a varios chicos y chicas que se lo estaban comiendo con la mirada, llegamos al destino.
DOS HORAS, dos malditas horas me pasé en la puerta de ese reservado esperando a que el chaval decidiese irse al puto hotel. Era una máquina de beber alcohol, perdí la cuenta tras la 4ª copa que se tomó. Estaba con varios famosillos de la noche de Madrid y un par de cantantes de un grupo adolescente con los cuales parecía tener mucha confianza. Lo que más me sorprendió fue que a cada chica que se acercaba a ellos, chica que rechazaba, algunas eran poco menos que modelos de lencería. Supuse que tenía novia, y no le di más importancia.
Cuando se despidió de sus amigos me hizo señas y me acerqué para ver que quería.
—Creo que me vas a tener que llevar al hotel. Llevo un pedo de puta madre. — dijo con evidentes síntomas de haber bebido de más.
—Si… Vamos. — le dije mientras se intentaba levantar, tropezando y cayendo, pero lo agarré con mi mano pasándola por debajo de su brazo, rodeando su cintura y pegándolo a mí.
Él paso su brazo por mi cintura y le ayudé a salir de la discoteca mientras disimulaba como podía, para que nadie le viese tal y como iba.
Esta vez salimos por la puerta de atrás, porque mientras el se dedicaba a beber, yo hablé con un conocido del lugar para que me acercase el coche hasta ese sitio.
Lo metí en el asiento del copiloto para tenerlo mas cerca por si le daba por vomitar, ya que no era la primera vez que un cliente manchaba el coche y me tocaba a mi pagar el pato.
Se puso el cinturón como pudo y cuando entré al coche se acerco a mi, poniendo una de sus manos en mi muslo para mantener el equilibrio. —No vayas rápido por favor. — me suplicaba ladeando la cara como cuando intentaba convencer a alguien.
—No te preocupes. — le contesté.
Pero como me estaba poniendo ese niñato sin darse cuenta.
Aún tardamos casi media hora en llegar al hotel y otros 10 minutos esperando a que al chaval se le bajase un poco la moña que llevaba.
Cuando ya se encontró mejor, entramos al hotel y nos dirigimos a la parte mas alta del edificio. En el ascensor no pude evitar ver como el chico me miraba de arriba abajo hasta que se abrieron las puertas y salió de su trance.
Le acompañe hasta la puerta de la suite abriéndola para que pasase, cuando entré, encendí la luz y me di la vuelta para verle.
Sin poder decir ni media palabra se abalanzó sobre mi, poniendo sus manos en mi pecho, mirándome con esa cara de perra que ya le había visto antes en el coche.
Me pegué a el, empujándolo, empotrandolo contra la pared agarrando sus brazos y poniéndolos por encima de su cabeza, le sujeté las muñecas con una mano, y con la otra le agarré el paquete con fuerza.
—Crees que puedes hacer lo que te dé la gana, eh niñato. — le dije mientras mantenía la presión y acercaba mis labios a los suyos sin permitirle rozarlos.
Su cara era poema, totalmente rojo con los ojos abiertos como platos, turnando su mirada entre mis orbes verdes que no tenían nada que envidiar a los suyos y mis labios carnosos que mordía propósito para ponerlo aún más cachondo.
Esta noche se iba a cagar. O por lo menos eso iba a intentar.
Sin dejarle moverse me agaché un poco rozando suavemente mis labios por su cuello. Provocando que empezase a temblar cada vez más. Lo tenía tal y como quería, y eso me tenía muy excitado.
Solté una de sus manos y lo llevé tirando de él hasta la enorme cama que coronaba la lujosa suite del hotel. Lo tiré encima de la cama y me fui quitando lentamente el dichoso traje que llevaba. Deje la americana con delicadeza en una de las sillas que adornaban la habitación, me quité la corbata que llevaba toda la noche apretando mi cuello, de un tirón, lanzándosela al chico pasando justo por al lado de la cabeza.
Me fui desabrochando la camisa botón a botón fijándome en que el chico no se perdiese ni un detalle de cada movimiento que hacía. Sus ojos me miraban con deseo, casi podía notar como de un momento a otro iba a saltar encima de mí. Le dejé al descubierto mi pecho, mucho más formado que el suyo, DIOS, esos ojos clavados mirando mi torso y ver como mostraban la lujuria que emanaba ese niñato rubio, hicieron que me quedase en boxers mas rápido de lo que tenía pensado, marcando un paquete que ocultaba mi polla de 20 centímetros.
Apenas moví mi mano dándole luz verde para que se acercase a mi, vino cual perro en celo, arrastrándose hasta el final de la cama y quedando en cuclillas encima de esta, cuando intentó darme un beso puse uno de mis dedos en sus labios y al separarlo empecé a negar con la cabeza señalando mi entrepierna.
Entendió a la primera.
Empezó a acercarse al boxer blanco justo en la zona que se marcaba la punta de mi polla humedecida con mi liquido preseminal, no os lo voy a negar, ese crío me estaba poniendo a mil con su actitud tan sumisa.
Pasó su lengua por encima de la tela justo en punta de mi glande, provocando que agarrase su cabello, este cabrón sabía lo que estaba haciendo.
Con sus manos empezó a bajar mis boxers, consiguiendo que mi polla saliese disparada de ellos golpeando su cara, y sin dejar de mirarme con esos ojos azules empezó a metérsela en la boca mientras con una mano me agarraba de la base y con la otra me sobaba los muslos.
No pude evitar soltar un jadeo que oculté mordiendo mis labios. Puse una de mis manos en la nuca y empecé a empujar su cabeza consiguiendo que se metiese casi toda mi polla en la boca, noté como intentó separarme un poco porque no estaba cómodo, no le dejé, y seguí follándome su boca viendo como su cara volvía a mostrar súplica. Cuando vi que el chico ya no podía seguir llevando ese ritmo, lo separé de mi polla y sin decirle nada me tumbé encima de la cama.
— Desnúdate. — le dije, mientras le dedicaba una mirada expectante.
No tardó en hacerme caso cuando empezó a desabrocharse la camisa dejándosela abierta pero sin quitársela del todo, fue cuando pude ver su tatuaje por completo, la verdad que ese zorro en blanco y negro lucía muy sensual bajo la luz de la luna que entraba por la ventana, mientras se desabrochaba el pantalón empezó a mover sus caderas contoneándose.
Se bajó los pantalones y los lanzó a un lateral con uno de sus pies. En una escena tan erótica que quedará grabada en mi retina, se quitó los boxers de Calvin Klein que llevaba dejando ver su polla de unos 16 centímetros, que para decir verdad era perfecta, podía notar como estaba muy mojada.
Se empezó a acercar a mi gateando sobre la cama, como un felino que viene a por su comida. Acercó su boca a una de mis piernas turnándose entre besos y pequeños mordiscos.
Os juro que no pensé que iba a necesitar morderme los labios de esa manera, provocándome dolor, solo para evitar soltar el gemido iba a venir a continuación.
Esta vez pasó de mi polla completamente y siguió su camino de besos por mi abdomen, parándose en uno de mis pezones dedicándole más atención que a cualquier otra parte de mi cuerpo.
A esas alturas ya estaba sentado apoyando su culo en toda mi polla, restregando la suya contra mi abdomen como pidiendo atención en ella, pero le no iba a poner las cosas tan fáciles.
Agarré su culo con fuerza provocando un grito de dolor que hacía que su cara se tornase aun mas sexy. Y metí dos de mis dedos sin previo aviso en su culo aumentando el dolor que soportaba ese niñato, pude ver como sus ojos se volvían cristalinos, estaba a punto de llorar.
Sus uñas se clavaron en mis hombros devolviéndome parte del dolor que le estaba infligiendo, no pudo evitar pegarse más a mi. Pero me di cuenta que no podía ser tan cruel. Le agarré de la nuca y lo atraje hacía mis labios.
En ese momento sentí como se descontrolaba un poco más, había conseguido lo que quería y parece que yo iba a obtener una recompensa por eso. Con una de sus manos me removía el pelo mientras la otra buscaba mi polla con desesperación. Cuando la consiguió agarrar, la puso cerca de su trasero y empezó a restregar la punta de esta, lubricando parte de su entrada.
Mientras me seguía comiendo la boca con ansia empezó a sentarse encima de mi polla, clavándola en su ser mientras no podía evitar soltar leves gritos de dolor, pero no paró en ningún momento, hasta que ayudándole con un pequeño movimiento de cadera conseguí clavársela por completo. El grito inundó toda la habitación, repitiéndose en mi cabeza como un eco.
Su cabeza se apoyó en mi hombro adornando este de pequeñas lágrimas que resbalaban por mi cuerpo sudoroso.
Puse una de mis manos en su pelo, removiéndolo mientras con mi boca besaba su cuello. Lo que hizo que no le fuese tan difícil acostumbrar su apretado interior a mi polla.
Se pasó mas de dos minutos disfrutando de mis besos, tiempo que aproveché para quitarle su camisa ya empapada de sudor, cuando empezó a moverse lentamente. Mirándome a los ojos. Yo, sin embargo me degustaba viendo todo su cuerpo. Sus abdominales se contraían, sus brazos se tensaban por el esfuerzo de levantar su cuerpo y su cara, su puta cara de ángel emitiendo esos jadeos que me estaban llevando al éxtasis.
Me miró fijamente con sus zafiros. — Por favor… —fue lo único que dijo dejando un susurro que pedía a gritos que le ayudase.
No pude contenerme y agarré su polla completamente dura y empecé a pajearla, pasando mi pulgar por su glande húmedo, consiguiendo que sus ojos se tornasen casi en blanco cuando una de mis estocadas tocó la parte mas profunda de su ser.
Su pelo estaba sudado, su cara brillaba por esto mismo, y sus labios me llamaron, aunque quisiese darle una lección, no tenía fuerzas para evitar devorarlos.
Seguimos varios minutos disfrutando, notando como con cada vaivén de su cuerpo llegaba a mi límite al igual que él. Apoyé mi boca en sus pezones y dibuje círculos con mi lengua hasta que él se corrió, contrayendo tanto su interior que no pude evitar correrme dentro de el en un orgasmo que duró una eternidad.
Cayó rendido sobre mi pecho, ambos estábamos agotados tras el esfuerzo realizado y prefería dejarlo en esa posición contemplando su preciosa cara que ahora transmitía una imagen de relax.
Si os digo la verdad fue la mejor imagen posible que pude llevarme antes de que mis párpados se cerrasen, sumiéndome en un placentero sueño.
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