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Después del amor, la muerte

Las líneas van dedicadas a ti, Marcos; allá donde te encuentres, espérame.



 



Aunque nos habíamos visto en el parque, o de fiesta, nos mirábamos pero no pasábamos de ahí. Sentía tu mirada cuando pasaba, y tus ganas de conocerme, de dirigirme un simple hola. Yo estaba tan interesada en ti, que me recorrí todos los chats y sus registros para mandarte un mail. Al final, después de mucho intentar, la conseguí, hice lo propio y tu me contestaste sorprendido. Hablamos un par de veces, y yo te rebelé que acaba de dejar una relación muy tormentosa, dejando caer alguna que otra insinuación.



Al principio te hiciste el loco, como si la cosa no fuera contigo, pero finalmente accediste a quedar. Una noche; creo que era un viernes, nos vimos en los cines Lys, estrenaban una que prometía. Después del cine nos fuimos a cenar a un italiano, en el que después de mucho insistir pagaste tú.



Cómo terminamos tarde, pero la noche aún era joven me invitaste a tu apartamento, estaba en las afueras, un ático precioso en la costa. Entramos, olía a cerrado, así que abrimos las ventanas y cerramos las cortinas, dejando que el aire entrara mientras las telas volaban hacia fuera. Pusimos algo de música chillout, de tipo india, me encantaba.



Comenzamos a bailar lentamente, acercándonos cada vez más, hasta que nuestros labios de rozaron; mirándonos a los ojos entreabriste la boca y cogiéndome de la cintura me besaste. Nadie me había besado así, tu lengua paseaba por mi paladar mientras tus manos recorrían mi pelo largo y negro. Olías tan bien, a gel de ducha y a un perfume fresco que nunca me dijiste cuál era, quizá no te dio tiempo.



Te rodee con mis brazos temblorosos, y caminando hacia la cama, topamos con una pared, en la que yo apoyada, abrí las piernas para dejarte paso. Bajaste tu cremallera, al tiempo en el que rompías mis medias, y apartabas mi tanga. No teniendo preparado esto, no llevábamos condones, así que lo hicimos tal cual. Introdujiste tu verga en mi, haciéndome suspirar. Los movimientos cada vez se hacían más rítmicos, rodeándote con mis piernas, empujabas hacia arriba con todas tus fuerzas, con la cabeza hacia abajo explorabas mis senos, que ya no podían esperar más.



Te dije susurrando "llévame a la cama"; Con tus manos debajo de mi culo, me subiste, dejándolo salir aún humeante. Ya en la cama, me terminaste de quitar la blusa negra, dejando al descubierto mi lencería fina, un sujetador de color negro muy sugerente. Al unísono yo te desvestía, quitándote la camiseta, sacándola primero por la cabeza, gesto masculino que me excitaba sobremanera. A continuación con las manos por debajo te desabroché el cinturón, y tu ayudándome te bajaste los pantalones. Ya completamente desnudos, pudiendo sentir tu respiración, tu vello acariciándome el vientre y tus labios sobre mis ojos. Comenzaste, en la postura del misionero, metiste tu sexo en mi placer, primero despacio, para después incrementar el ritmo según la intensidad de mis jadeos. Acariciaba tu pelo como si te fueras a marchar, arañándote la espalda, cogiéndote el culo, indicando el placer que sentía teniendo tu peso sobre mí.



Después de las últimas embestidas, que avecinaban lo inevitable, me confesaste que me deseabas desde hacía tiempo; y que necesitaban venirte dentro de mí. Yo te besé profundamente, así que continuaste con unos movimientos más, hasta que tu orgasmo llegó; te sentí vibrar dentro de mí; y a los pocos instantes me corrí yo, fue un orgasmo brutal.



Exhausto, te acostaste a mi lado, sudoroso me mirabas sonriendo, como con vergüenza; me cogiste de la mano y empezaste a besarla, primero por la muñeca, y después subiendo por el interior del codo hasta llegar a mis hombros. Me excitaste de nuevo, y decidí recompensarte. Te tumbé boca arriba, te besé en los labios suavemente, descendiendo por el cuello, pasando por tus pezones y tu ombligo, cuando llegué allí, a ese trozo de carne en alza, lo cogí entre mis manos, lo besé intensamente y recorriendo la bolsa inferior con mis labios, comencé a subir y a bajar lentamente, mirando su punta brillar, y las venitas latir. Decidí incrementar más tu placer así que pasé mi lengua por el glande, escuchando de fondo tus suspiros y dejándome acariciar por tus manos. Te corriste en mi boca, Dios que sensación, cómo si hubiera sido la primera vez.



Aún deseosa de placer, me subí a horcajadas encima de ti, con mi clítoris empecé a moverme en círculos. Metí mi juguete dentro de mí, te incorporaste, y abrazados, me corrí dentro de ti.



Cuando terminamos, entre las sábanas me comentaste, que habías tenido sexo muchas veces, que sólo hoy habías hecho el amor. Te contesté que era una frase preciosa, era de un cantautor mexicano, me dijiste.



A la mañana siguiente, volviendo en el coche, tuvimos un accidente, no llevábamos cinturón, y tu quedaste en coma. Yo aún pienso en ti.



Marcos, te amo.


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