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A la hora de recordar es una de mis historias favoritas.
Aquel día lo empecé con ningunas ganas, pero acabó siendo el mejor de muchos.
Tenía una despedida de soltera de una ex compañera de universidad.
No entendía muy bien a que venía el que me invitase porque más allá de las redes sociales no manteníamos trato.
Como en mi casa, se fuese o no a una boda el regalo era algo obligatorio, fui.
Por lo menos pasaba el día fuera, la comida y la bebida eran gratis y el fin de semana anterior teníamos fiesta.
Cuando llegué mi amiga Carla me presentó a su novio de forma formal, puesto que solo sabía de su existencia por las pocas fotos que colgaba ella.
Era un chico alto, de pelo moreno, complexión normal, nada deslumbrante.
Las despedidas iban a celebrarse en el mismo hotel, separadas, claro.
El alcohol corría sin fin.
Las mejores amigas organizadoras de la velada, contrataron al boy de rigor.
Carla siempre fue muy remilgada para estos temas así que en cuanto pudo se bajó de la tarima dejando aquel pobre chico, con su espléndido torso y su culo respingón, muy sólo.
Animada por el alcohol subí a acabar lo que ella dejó a medias.
La verdad es que el chico ese me dejó muy húmeda.
Salí con la excusa de ir al baño tras de él, pero no lo encontré
En otra sala mientras tanto los amigos del novio disfrutaban de su despedida, o eso creíamos.
Justo cuando salí del baño me choqué con Xurxo.
Tenía cara de estar pasando la mejor noche de toda su vida.
Me preguntó qué tal.
Yo le dije que nosotras bien.
-No, qué tal tú.
Sorprendida por la pregunta no tuve mejor respuesta que decirle que muy mojada, sabedora de que en la vida esa situación iba a llegar a nada.
Tonta de mí.
Se acercó muy muy pegado a mis labios.
Metió la mano bajo el vestido que llevaba rozando con los dedos el tanga por encima queriendo comprobar si era cierto aquello.
Cogí su mano y le empuje hacia dentro haciendo que sus dedos introdujesen un poco de aquella minúscula tela dentro de mi coño con lo que se mojó más.
Llevé mi mano a su pantalón y apreté fuerte por encima del mismo.
Noté que su polla empezaba a ponerse muy muy dura.
Me tentaba mucho, pero la ausencia tan prolongada del novio era difícil de justificar así que lo invité a volver a su sala.
Yo en cambio me fui a buscar a alguien que supiese donde se encontraba la “puerta trasera”.
A veces soy muy loca, lo reconozco y esa vez no fue menos.
En la sala se apagaron las luces, empezó a sonar una música muy sugerente y yo entré ataviada con lo que llevaba puesto.
Aquel vestido nada insinuante, pero si holgado por la parte baja y unos tacones negros.
- ¡Sorpresa! -dije.
Y tan sorpresa. La cara de todos era un poema, pero yo seguí decidida a lo que venía.
-En el baño me dejaste con las ganas, ahora me toca a mí.
Así que con la excusa de ser la nueva chica del espectáculo me quité el vestido de forma muy sugerente, me puse a cuatro patas y fui gateando hasta el novio.
Mis tetas querían salirse del sujetador negro que llevaba.
Si estuviese en frente de alguno de sus amigos las tendría todas llenas de babas.
Al llegar a su altura le miré a los ojos, subí de espaldas a él dejando mi culo posado sobre sus rodillas.
Con sus manos rozaba mi pelo y mi nuca, intentando no dar que hablar puesto que no sabía qué pensarían sus amigos.
Cogí unas piruletas de un cesto que había al lado.
Tenían una bonita forma de corazón.
Una a una las fui abriendo y metiendo en la boca.
Me levanté y metiéndolas en la boca de cada uno de los presentes.
Delante de mi invitado especial me quité el sujetador.
Cuando miré alrededor vi un montón de lenguas rojas, que traviesos estos chicos.
Le di dos piruletas al novio, que no tenía ninguna.
Hice que las chupase bien y me las pegué en cada pezón.
Así salí de aquella sala.
Con un tanguita negro, en tacones, con el vestido y el sujetador en la mano y las piruletas en los pezones.
Y el novio…juraría que su pantalón quedó humedecido por culpa de mis fluidos.
Aquella noche tanto chicos como chicas dormíamos en el citado hotel.
Casualidades de la vida mi habitación estaba situada al lado de los futuros cónyuges.
De madrugada desperté al notar como alguien acariciaba mi pelo.
Al abrir los ojos vi que mi visita era el novio.
Solté una risa de extrañeza.
Él llevó su mano a mi boca.
La novia no sabía que estaba allí, puesto que venían de tomar unas copas en un local cerca.
La situación era muy morbosa.
Y por fin podría saciar las ganas de follarme a aquel tío.
Yo en la habitación con unas bragas y una camiseta y el vestido, aquello no podía seguir así.
Lo desnudé por completo, lo tumbé en la cama boca arriba y me coloqué a su lado.
Comencé a recorrer su suave piel con un dedo, luego soplando despacito siguiendo el mismo recorrido.
Con la piel sensible comencé a pasar toda mi lengua húmeda hasta llegar a su polla.
Ya había crecido, pero no lo suficiente.
Abrí la boca y me la metí.
Apreté los labios fuertemente sobre su punta y de esa manera empecé a subir y bajar.
La saliva chorreaba de mi boca humedeciendo más esa polla, ahora sí muy dura y que tanto deseaba.
Encima de la silla estaba la ropa que llevaba en el espectáculo.
Cogió mi tanga y me lo introdujo en la boca, haciéndome oler lo guarra que estaba y marcando quien era el que me ponía así de cachonda.
Con ellas en la boca él se dispuso a bajar a mi coño.
Tenía el coño más húmedo que en el fugaz encontronazo del baño.
Mientras el mordisqueaba y tiraba suavemente de mi clítoris, yo mordía más y más el tanga.
Los dos estábamos saboreando mis propios fluidos y eso me excitaba mucho.
Pronto empezó a meterme un par de dedos dentro y a moverlos con prontitud.
Dentro y fuera con celeridad, dibujando círculos dentro de mí.
No iba a tardar en correrme y él lo sabía.
Subió hacia mi boca sin dejar de mover aquellos virtuosos dedos dentro de mi coño.
Y cuando ya no pude más y me quise correr el usó mi tanga como si de un tapón se tratase.
De esa manera nada de mis fluidos caerían sobre la cama.
Me dio la vuelta y me aprisionó la cabeza contra la cama.
Su polla más dura que nunca me rozaba y masajeaba el clítoris.
Mi tanga empapado de saliva y fluidos no era capaz de absorber más líquido.
Daba igual todo.
Cuando le pareció me metió la polla en el coño.
Empujó con toda la fuerza que pudo y más haciendo que me escociese.
Quería introducir el tanga en lo más profundo de mi coño y lo estaba consiguiendo.
Una y otra vez me envestía como un poseso.
Seguía aprisionando mi cabeza por lo que únicamente conseguía jadear.
Si quisiese protestar de algún modo no podría.
Él no me dejaría pedir que parase.
A sus ojos era una puta y así me estaba tratando.
En serio, no aguantaba con el dolor que me estaba produciendo, pero al mismo tiempo en una de esas embestidas me corrí.
Me dio la vuelta y me ordenó que le comiese de nuevo la polla.
Pero solo un pequeño momento.
-Un pequeño descanso para tu coño, puta.
Diciendo esto ya estaba de nuevo dentro de mi coño.
Ahora hasta notaba como su polla chocaba contra mi pared interna.
Deseaba que se corriese porque yo increíblemente iba a hacerlo de nuevo.
La manera tan sucia de follarme de aquel tío me tenía arrastrada y sumisa.
Más que una puta me consideraba una esclava de su polla y no quería soltarla.
Pero se acabó.
Se corrió dentro de mí.
Sacó al fin el tanga de dentro.
Me abrió la boca y me ordenó meterlo dentro.
- ¡Quiero que salga sin una gota de leche!
Así lo hice. Obedecí.
Tras vestirse me ayudó a levantarme de la cama.
Las piernas me temblaban y el coño…nunca me escoció tanto.
Tantos años de travesuras y de aventuras sexuales y esa noche me di cuenta de que en la vida había estado follada como me merezco.
Cogió el tanga.
Pensé lo peor, pero solo se limitó a colocármelo como si fuese a salir con puesto.
-Mañana en mi boda quiero que lo lleves puesto. Una señal de lo puta que puedes ser. ¡Encontraré la forma de saber si lo llevas y si es así… ¡Tenemos muchas aventuras por delante, putiña!
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