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"Ama de casa aburrida y hetero invitada a salir por una amiga divorciada. ¿encontrará mas de lo que pensaba? ¿podrá con todo eso que va a encontrar?"
Nunca me gustó ligar en bares, ni siquiera de soltera cuando podía. Ahora con cuarenta y tantos, dos hijos y un marido al que nunca le había puesto los cuernos aún menos. Mi chico no me ponía ninguna pega para salir con mis amigas incluso me animaba a ello, pero la mayoría de las veces estaba tan cansada que era a mí a quien no le apetecía.
Esa noche me vi obligada a salir por culpa de una amiga recién divorciada. Para mi desgracia la tercera amiga con la que habíamos quedado dio una excusa tonta y no vino, así que estábamos solas... ante el peligro, sobre todo yo. Su actitud esa noche era bastante disparada. Se dejaba entrar por cualquiera que tuviera pantalones y estuviera un poco decente.
Para mis estándares de diversión ya era tarde y nos encaminamos a un pub que tenía fama de favorecer el ligue. Una barra bien surtida de bebidas de alta graduación alcohólica, una pista de baile no muy iluminada, y unos cómodos sofás era todo lo que había en el local. Además de todo tipo de parroquianos y parroquianas con una gran variedad de atuendos a cada cual mas favorecedor, las mujeres muy sexis, con ropa muy ligera. Yo allí casi me sentía con hábitos de monja con mi vestido veraniego comparada al resto del personal.
Hacia las dos de la madrugada un chaval casi veinte años menor que ella y he de admitirlo muy bien formado, había conseguido deslizar una mano por debajo de la escasa falda de mi amiga. Ella tampoco se lo puso muy difícil, separo los muslos, y cuando me di cuenta estaba jugando con la gomita del tanga rojo y tan pequeño que ya se perdía entre los depilados labios de su vulva. Yo sentada enfrente podía distinguir a la perfección tanto el coño de mi amiga como los dedos del chico acariciándola con suavidad entre los pliegues de encaje rojo y bajo la tela de la minifalda recogida hasta el final de sus poderosos muslos.
Sus tetas talla cien que llevaban toda la noche peleando con el escote de su top estaban a punto de ganar la batalla y el pezón de ambas asomaba por la no muy abundante tela. A su vez ella le estaba practicando al joven una profunda exploración buco faríngea con su lengua y abundante intercambio de saliva por ambas partes. Ella tampoco era manca y como en un descuido había dejado caer la mano sobre la bragueta del afortunado joven. Desde mi posición se podía apreciar que estaba bien dotado y que aquello había cogido una considerable consistencia. La mano de mi amiga la recorría lado a lado sin que el muchacho ofreciera resistencia.
Yo entre tanto había tenido que rechazar las atenciones de mas de un moscón. Lo que al principio me hizo gracia, no sabía si a mi edad todavía estaba llamando la atención o si ellos estaban tan desesperados como para entrarle a una madurita como yo. Y menos una que intentaba pasar lo mas desapercibida posible, no como el resto de los pavos reales que andaban por allí.
-Hola, soy Mónica-.
Me giré con mi mejor sonrisa, el aburrimiento, el alcohol y la excitación trabajaban a partes iguales en su favor.
-Yo Marta, encantada.
Respondí.
-me he fijado en lo entregada que está tu amiga.
-si acaba de divorciarse y parece que aún lo esta asumiendo.
Su risa cristalina y una mirada a mi escote fue la respuesta a esa afirmación.
Los botones abiertos de su camisa de hombre me dejaban ver el bonito canalillo de unas tetas no muy abundantes y el borde liso de un sujetador deportivo. Todo en ella decía lesbiana y si yo no hubiera pasado diez años encerrada con dos niños viendo el mundo a través de la pantalla de la tele pero sin prestarle mucha atención me hubiera dado cuenta de ello mucho antes.
No es que yo no fuera tolerante, es que simplemente no me importaba. Era como la Luna, sabias que estaba ahí pero no podrías alcanzarla ni ella a ti, la homosexualidad era un factor ajeno a esa vida de ama de casa aburrida que tenía. No es que fuera tonta del todo tampoco, así que después de unos cuantos cumplidos hasta yo empecé a darme cuenta de que pie cojeaba la niña.
Y sinceramente sus atenciones me halagaban aunque era la primera vez que las recibía de otra mujer. De vez en cuando echaba ojeadas a mi amiga para asegurarme que no se aburría de su joven amante y me viera a mi conversando amigablemente con una linda tortillera y se corriera la voz entre nuestro circulo de amistades.
Mónica cada vez estaba mas cariñosa conmigo dejando reposar una mano en mi antebrazo desnudo por el ligero vestido veraniego de tirantes. Acercándose más a mi cuerpo y rozando mi brazo con su pecho casi plano. A cada minuto que pasaba ella estaba mas cerca de mí y eso no solo estaba dejando de importarme sino que me gustaba.
Se inclinó a recoger su copa y como sin querer rozó la piel desnuda de mi hombro con el filo de su mandíbula, un contacto lento y sensual que erizó mi vello. Arrastró adrede con su barbilla el tirante de mi vestido por mi hombro hasta dejarlo caer por el brazo, lo que desnudó la parte superior de mi voluptuoso seno. No hice nada por volver a colocarlo en su sitio, me sentía deseada y bella. Puede que a esas horas y con las copas que llevaba encima no fuera muy objetiva, pero esa es la idea de ese tipo de garitos, que la gente se desee unos a otros.
Como sin darme cuenta al colocarme mejor en la banqueta apoyé la mano en su muslo cubierto de algodón. No me conformé con dejarla allí sino que la movía con suavidad arriba y abajo notando la firme musculatura de su pierna. Apostaría a que ella en ese momento hubiera deseado haberse puesto un short o una faldita. A esas alturas estaba claro que ninguna de las dos iba a rehuir el contacto, al contrario ella recibió ese toque con una sonrisa aún mas amplia. Pensaba que me tenia conquistada y creo, para que negarlo estaba segura de que tenia razón.
Mi amiga estaba perdiendo el tanguita rojo a mano del chico que se lo bajaba por sus largas piernas. Las dos los mirábamos asombradas por que no se preocuparan de disimular un poco, mientras ella acariciaba su dura polla con insistencia por encima del pantalón apretando su firmeza sin misericordia. El chico lamía su cuello, la oreja y su nuca, caricias que ella recibía con los ojos cerrados y los labios entreabiertos suponíamos que gimiendo de placer aunque era imposible oírla. Desde luego el rubito sabia lo que hacia.
La mano de Mónica recorría mi columna vertebral con exasperante lentitud y sensualidad. Cuando llegaba al borde de mi culo volvía a subir hasta los omóplatos desnudos. Cuando ella quería decirme algo rozaba mi oreja con sus labios con la excusa del volumen de la música. Ya no eran solo roces, se habían convertido en besos suaves. Deslicé mi brazo por su espalda apretando su cintura y acercándola más a mi cuerpo. A esas alturas me gustaba tontear con aquel bomboncito y no tenía muy claro hasta donde sería capaz de llegar.
Nuestros senos se juntaron cubiertos por las ropas pero ambas notamos el contacto marcando más los pezones duros en las telas veraniegas.
Misteriosamente la cremallera de mi vestido bajaba un poco más a cada sorbo del vaso de Mónica haciendo sitio para que su mano alcanzase una porción mayor de mi piel. Pronto noté sus suaves y ágiles dedos acariciando el costado de mi pecho y avanzando despacio hacia el ya por entonces muy duro pezón por encima del encaje del sujetador blanco, mas sexi que el suyo. Y eso que no lo había pretendido cuando me lo puse esa tarde antes de salir.
Yo en cambio tenía agarrado su firme culo por encima de los vaqueros empezando a desear el momento de acariciar su piel que para entonces ya me parecía que estaba demasiado cubierta. Me dijo:
-¿por qué no te despides de tu amiga?Y nos vamos a tomar la última a otro sitio.
Por primera vez noté su lengua rozar mi piel, el borde de la oreja y la piel de debajo, algo que nadie me había hecho y que me provocó un escalofrío placentero. Dicho y hecho.
Hipnotizada y sin querer pensar en la locura que iba a hacer me incliné sobre la divorciada, le di dos besos y le dije que me iba. Me di cuenta que se estaban masturbando el uno al otro con bastante descaro, ella tenia los ojos vidriosos por el placer que debía sentir y yo esperaba sentir algo parecido en poco rato. Incluso me había parecido desde la barra verla inclinase sobre el pubis del chico y puede que lamer lo que por allí asomaba, pero a día de hoy no estoy segura del todo.
Lo que si vi claramente cuando me acerqué a despedirme era que el chico tenía dos dedos clavados en su depilada vagina y ella una mano por dentro del slip agarrando su polla y moviéndola despacio. Estaba segura de que la corrida de ambos, allí en medio del pub, casi en publico, iba a ser memorable. Con cara de placer se despidió de mí sin apenas darse cuenta de lo que la rodeaba concentrada en lo que ocurría entre sus muslos.
Ya en la calle con Mónica, cogió mi cintura y mirándome a los ojos besó mis labios con suavidad. Con lo cachonda que yo estaba eso no me bastaba. Así que puse las dos manos en sus nalgas y la apreté a mi cuerpo clavando la lengua lo mas que pude en su linda boca de finos labios.
La suya jugaba con la mía intercambiando salivas, ella me chupaba la sin hueso absorbiéndola dentro de su boca y una vez allí lamiéndola con su lengua. Sin soltar su prieto culo la llevé hasta mi coche. Apresándola contra la chapa del lateral conseguí agarrar y amasar sus pechos firmes y duros mientras ella aún mas ansiosa que yo deslizaba una mano entre mis piernas por debajo de la falda. A la vez que Mónica acariciaba el interior de mis muslos, una de sus manos subía mi falda hasta alcanzar el borde de mis bragas, que no era tanga.
Pues eso del tanga solo lo conocía por catálogos y revistas llevaba un conjunto de lencería bastante trasparente pero también grande. No estaban húmedas, chorreaban. Juguetona deslizó su mano dentro de ellas y recogió mis jugos directamente de la fuente que tuvo que encontrar entre la mata de pelo que adornaba esa parte de mi anatomía, arrancándome un fuerte gemido. No había pensado que me hiciera falta depilarme.
Los llevó con dos de sus dedos a nuestros labios donde las lenguas de ambas juntas lo saboreamos compartiendo mi sabor y lamiendo sus dedos. Al notar su mano volviendo a introducirse en mis bragas casi me corro. Un momento mas acariciando los labios de mi vulva y me corrí como una burra.
Abrí el coche y juntando toda la concentración de la que fui capaz salí pitando hacia el sitio al que iba con mi marido a meternos mano cuando éramos novios. Logré llegar sin estrellarme aunque ella acariciando con suavidad mi pierna o el hombro o lo que el sujetador le dejaba alcanzar de mi teta derecha no colaboraba mucho precisamente.
A mitad de camino le pedí que se quitara la camisa, el sujetador deportivo que llevaba parecía un top y no llamaba la atención en los semáforos mas que por los duros pezones marcados en la lycra.
De un vistazo vi otro pircing en su ombligo, una media luna de plata, y se notaba otro mas en uno de sus pezones, una barrita con dos bolas atravesándolo.
Se abrió un poco el pantalón y me sorprendió ver que usaba un ajustado bóxer como bragas, un modelo casi idéntico a los que usaba mi marido. Eso en vez de cortarme me excitó más dándome algo familiar a lo que aferrarme. Aunque dentro no hubiera una polla sino su coñito que me moría por ver y tocar.
Para cuando terminé de aparcar Mónica ya se había librado de los vaqueros y yo tenía el vestido por la cintura y los pechos al aire por encima de las copas del sujetador. Estaba ansiosa y sin esperar más había decidido empezar a librarse de nuestras ropas. El sitio no había cambiado mucho, era un clásico para parejitas. Seguro que a nuestro alrededor había mas coches con gente dentro haciendo lo mismo que nosotras.
Ella se lanzó con ansia sobre mis tetas y las besó y comió como nunca me lo había hecho nadie. Conseguí levantar el culo del asiento para librarme de las bragas y el vestido terminó de salir por encima de la cabeza. Todo eso terminó encima del salpicadero junto al sujetador que Mónica ya había soltado cuando deslizaba su manita acariciándome la espalda.
Mi vulva sin depilar estaba por fin a su alcance y mientras ella se inclinaba para comérmela le saqué el fino top haciendo que ella levantara sus finos y torneados brazos. Lamí sus axilas depiladas y me apoderé de sus duros y preciosos pechos. Jugaba con sus pezones tirando suave de la barrita que adornaba uno de ellos, me excitaban sus pequeñas y duras tetas.
A la vez que yo terminaba con un pie en el respaldo de su asiento y el otro por encima del salpicadero. Ni siquiera pensaba que fuera capaz de tal azaña gimnástica, ni recordaba tener tal flexibilidad después de dos partos. Solo deseaba notar su lengua en los labios de mi coño jugando con mi clítoris. Y si ademas añadía uno o dos de sus dedos en mi interior tanto mejor.
Mis deseos se hacían realidad, la maestría con la que chupaba mi coño me decía que se lo había hecho a unas cuantas antes que a mí. Tendría que limpiar ese asiento por las veces que me corrí sobre él. Notaba su lengua por todas partes lamiendo por sitios que no pensaba que fuera posible llegar. Mi vello púbico debía hacerle cosquillas en la nariz pero eso claramente no le importaba mientras su lengua recogía mis corridas.
Mis orgasmos se encadenaban. Lo único para lo que me quedaba voluntad era para acariciar su corto cabello azul eléctrico y sus delgados hombros.
Ella aun conservaba el ajustado slip cubriendo su prieto culo. Le hice ponerse entre los dos asientos y conseguí sentarme justo detrás de ella en el trasero. Bajé la prenda despacio descubriendo el ano rosadito y su afeitado coñito.
Notaba como sus jugos escurrían muslos abajo y los recogí con la boca haciéndola gozar tanto como ella a mí. Sentía un estremecimiento de su cuerpo cada vez que se corría y me llenaba la boca con sus jugos. No le di tregua como ella no me la había dado a mí. Incansable seguí lamiendo su culito clavando la lengua en el estrecho ano. Deslizándola por el perineo hasta los labios de la vulva tan encharcados como los míos. Y llegando a su clítoris que removía con la punta de mi lengua.
Tras un orgasmo especialmente fuerte que la hizo gritar, temía que nos oyeran desde los coches aparcados alrededor, se deslizó hacia atrás para sentarse a mi lado en el asiento trasero. Menos mal que había retirado los elevadores de los niños y los había guardado en el maletero.
Buscó mi boca con ansia saboreando sus jugos de mis labios mientras sus ávidas manos acariciaban mis pechos con fuerza, pellizcando mis pezones. Durante un rato, no muy largo nos relajamos sentadas pero acariciándonos y besándonos dejando que nuestras lenguas se cruzaran dentro y fuera de las bocas.
-Pues quédate con mis bragas entonces.
La llevé hasta su casa y no pudimos evitar despedirnos con un último morreo justo ahí al lado de su portal. ¿Nos hemos vuelto a ver?. Desde luego que sí, he encontrado una nueva niñera algo masculina, pero muy tierna y cariñosa tanto con los niños como con su madre. Justo como a mí me gusta.
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