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Categoría: Maduras

Desnuda frente a hombres INmaduros

Que ganas de empezar el verano, y en especial de tomarnos esa semana sin hijos que habitualmente gastamos Mónica y yo, los enviamos  de campamento y nosotros descansamos entre playa y spa. Muy recomendable.



Son unos días mágicos. Este año hemos elegido una de las playas nudistas más espectaculares del país y un hotel de cinco estrellas, lleno de comodidades. Se presenta un inicio de verano fantástico. El último compromiso a salvar es pasar a visitar a mi prima pequeña, ha acabado los exámenes en la universidad y obtiene el título de derecho con unas notas magnificas. Solo serán unas horas y continuaremos el viaje.



Mi prima Verónica es la benjamín de la familia, los 18 años que nos llevamos de diferencia de edad, nos han hecho tener poco en común y una escasa relación. De ella solo recuerdo la admiración que sentía por mi cuando era niña y lo pesada que se ponía queriendo acompañarme a todas partes.



Hace por lo menos tres años que no la veo, pero mi madre me pidió el favor de llevarle un regalo por su graduación y no pude negarme.



Llegamos a su casa a media tarde. Un viejo edificio en el centro de Madrid, el ascensor era más un montacargas, abierto, con unas pesadas puertas de forja. Las paredes con marcas de humedad, cubiertas por miles de capas de pintura que intentaban maquillar su antigüedad.



Llamamos al timbre, una chica muy alta, con el pelo alborotado, en chándal y zapatillas de andar por casa, nos abrió la puerta.



-      ¿Tú eres el primo de Verónica? Dijo entre risitas.



-      Si, y yo soy mujer, añadió Mónica



Enseguida salió mi prima, siempre ha sido poquita cosa, bajita y muy delgada, sin apenas pecho, pero una carita muy dulce, angelical. Se lanzó al cuello y me dio un par de besos.



-      Cuantas ganas tenía de verte, hace un montón que no nos veíamos, desde que se casó el primo Joaquín.



-      Cierto, veo que estas echa toda una mujer. Mi madre me dio esto para ti. Le entregue el pesado paquete que dejo sin abrir junto a la entrada.



-      Pasad, estamos con unos amigos del club de debate.



Tras mostramos el piso nos guió hasta el amplio salón, era la mejor parte de la casa, al menos la que más muebles tenia, un par de grandes sofás y tres sillones puestos en cuadrado reunían a sus otras dos compañeras de piso y un par de muchachos.



Mi prima hizo las presentaciones, no sabría deciros cuál de los cinco estudiantes era más frikie, pero no podían negar su juventud ninguno pasaría de los 22 añitos.



Uno de los chicos era bajito,  muy atlético y musculoso, el otro tenía unas gafas enormes que le tapaban la cara, eran horribles pero al menos le disimulaban la multitud de granos encendidos de su tez. Las chicas no eran muy agraciadas, una muy alta y otra gordita, ambas vestían con ropa casera.



Cuando entramos, recogieron la mesa central y trajeron café y algunas galletas. A mis cuarenta años volvía a un piso de estudiantes. Me encantaba esta atmosfera. Me acerque a Mónica y le susurre al oído -¿Te acuerdas?, ella me sonrió; en un piso parecido habíamos pasado buenísimos momentos cuando nos conocimos.



Intentando que no se nos notara la prisa en retomar nuestro viaje, entramos en una horrenda tertulia, sobre estudios …, expectativas de trabajo …, que si mi padre.., que si mi profesor…, que si un bufete me ha dicho…, nada más lejos pasaba por nuestras cabezas. Mónica miraba el reloj a cada momento, yo miraba hacia la puerta, creo que mi prima se dio cuenta y aposto fuerte:



-      ¿Y mi regalo?



¡Vaya! no había caído yo en eso. Por un momento pensé que debía haber comprado cualquier chorrada. Pero pronto reaccione: -para que iba a traerte un regalo, preferirás dinero, ¿no?



-      Dinero, no. Algo más especial



-      ¿Por qué no nos haces un striptease? Pregunto una de sus amigas.



-      Pero que dices niña. Me extraño que fuera tan directa, y más una petición tan descarada sin tener en consideración a mi mujer que estaba delante



-      Anda primo que tú siempre has estado muy bien.



-      Pero si tengo casi cuarenta años, es mejor que os lo haga uno de ellos.



-      Que no. Eres un hombre muy interesante. Añadió una de ellas.



-      Pero todos nos hemos licenciado, ella también tiene que hacerlo. Intervino uno de los jóvenes.



-      Caray con los chicos, que valientes. Mónica sonreía ante la iniciativa y con un gesto me invito a hacerlo.



-      Yo no hago aquí el ridículo, primero no se bailar y segundo casi podría ser vuestro padre.



Entre bromas el tema acabo aparcado, aunque por un momento me lo plantee, por el morbo de quedarme en pelotas delante de las jovenzuelas, pero era evidente que pretendían tomarme el pelo, o eso pensaba, pero, no, la amiga más alta le insistió a mi mujer: -Prima, ¿Nos dejas que él haga el striptease?



-      Que machacona, le respondí yo, ya te he dicho que …



Mónica, me interrumpió, tenía otra idea, iba a acabar pronto con la reunión, si eso era lo que querían, lo tendrían, pero con sus normas.



-      En lugar de hacer striptease haremos otra cosa. Os propongo un juego: Tu primo y yo nos quitamos la ropa y continuaremos como hasta ahora, como si la lleváramos puesta y dentro de una hora nos vestimos. Ese será vuestro regalo de graduación. ¿Seréis capaces de guardar estas normas?



Nadie dijo no a la iniciativa de mi mujer, no parecía una broma más, todos bien quedaron expectantes ante la fuerza del planteamiento y esperaban acontecimientos.



Yo estaba algo confuso, me gustaba la idea de Mónica, siempre habíamos sido exhibicionistas, sobre todos antes de casarnos,  y la experiencia se presentaba, morbosa y divertida, ante un público que no iba a presentar grandes problemas.



Mi mujer sentía algo parecido, estaba desinhibida por el comienzo de las vacaciones, le apetecía jugar, provocar, vacilar a los estudiantes. Además íbamos bien preparados con nuestras partes púdicas bien depiladas, listas para la playa.



Los/as estudiantes, pensaban en la sobremesa inesperada, que se les presentaba, después de un año de duro esfuerzo y pocas fiestas; contemplar a la parejita madura sin ropa sería un excelente premio de fin de curso. Veían en ella una mujer  potente, algo rellenita,  moderna y de aspecto juvenil, y en él,  mucho morbo con sus canas y ese cuerpo deportivo.  



Me puse un poco nervioso al tiempo que animado, mire a mi prima que con una sonrisa amplia aguardaba la sorpresa bajo mis pantalones, lo primero que me saque, luego el polo y por último los calzoncillos, dejando paso a mi pene, relajado, con el tamaño suficiente para sorprender a las chicas y para oír una exclamación de asombro por parte de los chicos; esto último me fortaleció.



Al unísono, Mónica, se sacaba la camiseta de tirantes, un sujetador muy sencillo emergió en la sala, de color blanco sin ninguna floritura, resistente, práctico para albergar los pechos de una madre de familia. – Y vaya pechos, pensó más de uno de los mirones, deseando que se lo quitara y poder verle las dos majestuosas tetas.



-      No voy a desnudarme entera. Solo hare topless



-      ¡Ohhhh! ¡Qué pena!



-      Lo siento



-      No pasa nada pero quítate ya el sujetador, dijo la chica mas gordita.



Sonrió como la protagonista que era, con toda la atención puesta en ella, desabrocho el sostén y dos grandes pechugas cayeron sobre su barriguita. Mi mujer siempre había tenido los pechos grandes, pero después de dos partos se habían convertido en unos inmensos cantaros, de118 cm de perímetro según mi última medida. La eclosión de tan inesperados ejemplares en la reunión impacto más de lo esperado. No hay que ser vidente para adivinar las gozosas caras de los chicos y las miradas celosas y criticas de las chicas, que cuchicheaban opinando sobre lo descolgadas que estaban.



Mi prima me miraba pícaramente y susurraba a sus amigas sobre mi prominente pene que inquieto ante las miradas comenzaba a estar morcillón, adquirió en poco tiempo un volumen interesante, sin llegar a la erección.



Por su parte Mónica, al dejarse puestos los pantaloncitos cortos, trasmitía una  imagen más pornográfica que nudista, agrandada por las sandalias de tacón, que desplazaban sus senos en cada paso que daba. Aun así, se sintió indefensa con las tetas al aire delante de unos niñatos desconocidos, creo que se arrepintió de haber hecho la propuesta. Se sentó junto a mi, cruzo piernas y brazos cubriéndose.



-      Pero no te tapes dijo mi prima. Has dicho que era nudismo.



-      Eso es trampa, no puedes taparte, añadió el chico de los granos en la cara.



Por un momento nos sentimos ridículos, el silencio inicial, lo inesperado de la situación, bien distinto era decirlo que ponerlo en práctica, la forma de mirarnos como ocultando sus pensamientos hacia nosotros.



Uno de ellos saco su móvil para hacer una foto.



-      Fotos no. Que luego las ponéis en cualquier lado. Eso sí que no, le ordene con voz tajante.



-      Deja solo que le diga a un amigo que venga.



-      Bueno solo a uno. Te saco una foto sin que se vea la cara.



-      Yo la sacare, me impuse quitándole el teléfono.



-      Bueno. Pero que no se vea la cara.



Tome con cuidado la foto y escribí en el WhatsApp. “Hay una tía buenísima en pelotas en casa, ven ahora mismo para acá. No se lo digas a nadie más”.



Fue mi prima en su papel de anfitriona, quien promovió un cambio de rumbo en la inesperada tarde sexual, forzó el coloquio en temas universitarios y saco más bebida.



Nos enredamos de nuevo en ridículas conversaciones que únicamente servían de soporte a las indirectas revisiones de nuestras partes íntimas. Hablará de lo que se hablara, los ojos iban dirigidos a sus pechos o a mi entrepierna, aunque las chicas eran mucho más discretas, los muchachos se veían incapaces de fisgar en otra dirección.  Pero éramos conscientes de ello, por eso nos habíamos puesto en pelotas, para que nos miraran.



El ambiente era de tensión monótona, todos de alguna manera esperábamos       que pasara algo más que hablar y observar a unos cuarentones encuerados. Mónica, lo intento, paseo provocativa sus cantaros por la habitación, se detuvo frente a una estantería repleta de libros, dio un voluminoso perfil lateral, de sus turgentes senos gravitando como péndulos, orgullosos, despampanantes, intelectual y sensual al mismo tiempo. Disfrutaba de las miradas, era consciente que con mi presencia allí, solo pasaría lo que ella quisiera.



La chica gordita,  se acercó a ella que ojeaba un tratado de derecho internacional, con anotaciones sexuales en una de las páginas.



-      Ya quisiera yo estar a tu edad como estas tú.



-      Gracias.



-      ¿No te da vergüenza estar así?



-      No, es divertido. Mira a tus amigos como no pierden ojo. Además solo es topless, también lo hago en la playa.



-      ¿Y no te molesta que te miren? ¿No te hace sentir sucia?



-      Al principio sí, he llegado a pensar que casi parezco su madre, ¿no crees? Pero ahora estoy cachonda.



-      Como no acabe esto pronto les van a reventar los testículos a estos, sino veras cuando venga el otro. Es un caradura.



-      Mejor, nos reiremos un rato. Ahora veras.



Mónica dio unos saltos, simulaba alcanzar uno de los libros de la estantería más alta. Sus voluptuosos pechos botaron con fuerza varias veces, de arriba abajo, parecía que se iban a desprender. Los chicos babean.



El más forzudo se ofreció a ayudarla, aprovecho el momento para unirse a la conversación, situándose cerca de Mónica con las domingas colgando frente a él a escasos centímetros, casi las podía sentir en sus manos.



-      Esos libros son muy pesados. Leyes y más leyes.



-      No estoy leyendo el libro.



-      Si no los comentarios escritos.



-      ¿De quién son?



-      No lo sé pero son muy eróticos.



-      Tu sí que estas hoy muy erótica, le dijo rompiendo la línea de su timidez.



-      Gracias ¿crees que estoy bien?



-      Las mujeres maduras son las que más me gustan



-      ¿Y qué es lo que más te gusta de mí?



-      Tus pechos. Son magníficos. Estaría bien tocarlos y chuparlos.



-      Ves mucho porno, le increpo la amiga gordita.



-      ¿Te haces muchas pajas viendo porno?



-      Pues,… Mónica y la chica rieron.



-      ¿Qué es lo que más te gusta?



-      Las mujeres maduras de grandes tetas. Me encantan.



-      ¿Crees que todo  es como las películas porno con las que te masturbas? Esas chicas van predispuestas a ello. ¿Crees que todo es follar y correrse en la cara? No querido. Eso es pura comedia. A Las mujeres maduras, como tú dices, no nos gustan los jovencitos. No sabéis tratarnos. Os creéis que todo está en vuestra polla y no es así.



Con este comentario el ambiente se enturbio, las chicas dejaron de tontear y - sentí que la fiesta había terminado y debía cubrirme. ¿Dónde tenéis el aseo? Pregunto mi esposa, mientras recogía su ropa.



Se dirigió al baño, con paso firme, a golpe de cadera cimbreaba los pechos  en un suave desplazamiento lateral.



Una pena, pensé, estaba disfrutando con las chicas atentas a mí, hablando de hombres y sexo con soltura, también sabían cómo ponerme cachondo.



En ese momento llego Julio, incrédulo ante el mensaje de su colega, no se creía nada de lo que estaba pasando y sus amigos lo pusieron al día.



Cuando Mónica regreso al salón, nos sorprendió a todos, pues esperábamos verla enfadada y vestida pero apareció encueros. Su huida al aseo había sido la excusa perfecta para quitarse las horribles bragas que llevaba, que incluso estaban húmedas por la excitación. Se había mojado y soltado el pelo, relucía, más voluptuosa que nunca, a pesar de sus cartucheras de mama y la celulitis de sus muslos, sus curvas de mujer adulta se hacían patentes, sólidas. Apareció contundente ante todos.



-      No vamos a dejar las cosas a medias. Dijo ella mostrando a todos su sexo depilado. Os queda media hora de striptease. Comento sonriendo.



Jugaba con todos, su completa desnudez había impactado sobre todo en el nuevo invitado cuyos ojos miraban atentos los melones de mi esposa. El chico dio un salto de la silla, se hubiera lanzado a morder los sonrojados pezones si no hubiera intervenido una de las chicas en su presentación.



-      Este es Julio. Nuestro amigo.



Al acercarse a darle un par de besos froto los pechos con el chico con toda intención, este se sobrecogió al notar la tersa piel acariciando su brazo.



-      Me han hablado bien de ti. Espero que seas menos soso que estos.



-      Mucho menos. Eres muy guapa.



-      Vaya el primer cumplido que oigo que no es: ¡Que grandes tetas!



Decía esto antes de dar un paso más en caldear el ambiente



-      Vaya, se me cayó un pendiente.



Se agacho a cuatro patas en la zona más amplia de la sala donde todos pudimos ver con claridad, en primer plano su TETAS COLGANDO Y SU ENORME CULO en pompa pidiendo guerra, estuvo un par de minutos moviéndose apoyada en sus extremidades, agitando los melones como campanas al viento.



Cualquiera ante tal provocación le hubiera dado una palmada en el pompis, pero el chico se contuvo, se limitó a contemplar los tetones colgando dispuestos a ser ordeñados como una vaca. Una de las chicas corto por lo sano, la coquetería era ya excesiva y le dijo: Luego lo buscare yo.



-      Mira, está aquí. Vaya, lo único que llevo y se me pierde.



Mi prima le enseñaba unas fotos a sus amigas de cuando era pequeña, en las que yo aparecía, todos se agruparon entorno a ella, en el ir y venir, notamos algún tocamiento furtivo. Note como una de las muchachas, al quedar en segunda fila, me manoseo la polla disimuladamente  y tuve que apartarle la mano, también a mi mujer que permanecía de pie junto a Julio consintió que este pusiera la mano sobre su culo, mientras se centraba la atención en las fotos. Nadie se dio cuenta.



El chico salió reforzado al ver que Mónica se había dejado sobar sin poner oposición, incluso le sonrió al notar su mano. Le daba vueltas a su cabeza por cómo abordar esas enormes tetas que tenía tan cerca de él y solo podía mirar.



-      ¿Has visto nuestras fotos de Erasmus? Le dijo intentando alejarla del grupo.



-      Ven, están en el ordenador, te las enseño. intervino la chica más alta.  



La computadora estaba situada al lado de la ventana encajada en un extraño hueco del salón, justo  en el extremo opuesto a donde estaba yo y el resto del grupo. El espacio era muy estrecho e imposibilitaba dos sillas juntas frente a la pantalla. La amiga  encendió la computadora, Mónica tras ella aprovecho de nuevo para exhibirse, apoyo los brazos en la silla de forma que arqueo su espalda dejando una impecable vista de su pandero y sus peras descolgadas, no perdía una oportunidad para provocar.



La chica, consciente, le dijo que se sentara para evitar elevar aún más la tensión sexual de Julio, que al lado de ellos sudaba observando el panorama.



Julio estaba de pie justo detrás de la silla en que mi mujer se sento, el chico miro a su amiga, le guiño el ojo y en un claro gesto de que guardara silencio, llevo el dedo índice a su nariz. Situó las manos sobre los hombros de mi mujer, esperando una reacción negativa que no llego, entonces, las deslizo con suavidad hacia abajo, despacio, noto el comienzo de la protuberancia pectoral, su volumen aumentaba a cada centímetro, la piel era tersa hasta llegar al punteado tacto de la aureola, se entretuvo con dulzura en el pezón puntiagudo,  hasta deleitarse sosteniéndolas como si sus manos fueran un sujetador. Ella ahogo un suspiro, sin apartar la vista de la pantalla, escuchando la tibia voz de la amiga que explicaba cómplice, cada una de las fotos de viaje.



La chica más alta, disimulaba y continuaba hablando, como si nada estuviera pasando, Julio disfrutaba de lo lindo sobando esas tetorras tan grandes y jugosas, le hubiera encantado que en ese momento que ella se hubiera vuelto y le hubiera mamado la polla, pero seguía impertérrita sentada simulando prestar atención en la  ordenador mientras unas manos misteriosas surgidas de su espalda, le apretaban las glándulas mamarias sin ninguna consideración, sin ningún compromiso, le proporcionaba una sensación diferente, anónima, sin prejuicio.



El sobeteo furtivo, era obvio para los tres, y mantenerlo a escondidas les proporcionaba un morbo adicional. Incluso, a la chica le gustaba ver como su amigo se aprovechaba de esa mujer mayor, casi de la edad de su madre, muda ante los toqueteos, consentidora de que abordaran sin reparo su intimidad, desviaba la mirada observando las zarpas de Julio incasables aferradas con intensidad a cada seno, como si se fuera acabar el mundo: “¿Cómo podía tener unas pechugas tan grandes esa mujer? ¿Por qué se dejaba magrear de esa forma tan asquerosa por un tío como Julio?” Sintió rabia de no tener algo parecido y corto de golpe la escena: -¡Esta es la última foto! cogió de la mano a Mónica y fue a sentarse con el resto.



Mi prima y la otra tonteaban con mi pene esporádicamente, haciendo bromas estaban todas contentas y cachondas, Mónica se sentó entre ellas y dejo que la más cercana le tocara las tetas, consciente de que los chicos las estaban mirando.



-      Que grandes, por dios.



-      Que incomodas ¿no?



-      Pues si hija, si son incomodas.



-      Pero qué suerte, todos los tíos te miran. Mira como los tienes a ellos, te las comerían ahora mismo. ¿verdad chicos?



-      Sí, sí. Claro



-      Las mujeres rieron al ver la cara de bobos.



-      Más que comérmelas a mí me gustaría follarlas dijo Julio



-      ¿Has dicho follarme las tetas? ¿Las tetas se pueden follar?



-      Claro.



-      ¿Cómo?



-      Pues yo la pongo en medio y te las folló.



-      A eso lo llamas follar. Más bien sería una paja ¿no?



-      Pues eso. Una paja.



-      Vosotras que opináis chicas ¿es follar o hacer una paja?



-      Depende, yo con las mías no puedo hacer nada de eso. ¡Ja, ja, ja!



Mónica se levantó y se acercó al muchacho



-      Este quiere follarme las tetas. Y dime ¿Yo que gano?



-      ¿Qué quieres?



-      No sé ¿Qué ofreces?



-      Pues tengo 10 euros



-      Así que crees que por 10 euros debo de dejarte follar mis tetas. Lo siento, no me hace falta el dinero.



-      Pues proponle otra cosa, le animo mi prima.



-      Pues,…



-      Vaya, has perdido. Se consumió tu tiempo. La verdad es que estaba dispuesta a hacerlo.



Hubo una carcajada general



-      ¿Y solo acariciarte los pechos? Intervino el forzudo. Son tan bonitos.



-      Así que quieres tocarme las tetas. No eres un poco irrespetuoso con una señora como yo.



-      No quería molestarte, pero son los mejores que he visto nunca



-      Ese si es el camino.



-      Perdona, pero eres una mujer tan atractiva



-      Eso me gusta. ¿Y que más soy?



A Mónica le divertía la situación, deseada por los estudiantes, una agradable sensación dominación y deseo recorría su cuerpo y le pedía acción.



-      ¿Crees que sabrás manejar unos pechos así?



-      Claro que se.



-      Pues adelante, tienes una oportunidad.



El chico manoseo los globos de mi mujer, eran grandes, blandos, los miraba fijamente al acariciarlos, por su estómago subía un nervio descontrolado que le impulso a besarla en la boca. Ella recibió el beso con agrado y lo continuo, su hábil lengua madura se introdujo en la boca del sorprendido joven, que sobaba con más pasión los pechos con sus torpes manazas.



El chico dejo una mano apretando el pecho izquierdo mientras la otra buscaba la nalga: era un pompis blanco, muy grande, propio de un ama de casa. Lo pellizco como pudo, agarrándolo para que no se le escapara y apretó fuerte el paquete en su entrepierna, el roce le hizo estremecerse, tenía el pene muy duro, violento, deseoso de salir de su encierro. Que erótico para todos la  situación.



Saltar la barrera del nudismo, era inevitable. Ella le desabrocho la cremallera, y una verga erecta de un veinteañero, apareció soberbia, fuerte, vital, la masturbo un rato mientras el corderito se deleitaba con las ubres puestas a su disposición, con las aureolas crecidas y los dulces pezones saboreados por su inexperta lengua.



La sabiduría en estos quehaceres de mi mujer dio pronto sus frutos, el estudiante empezó a gemir al compás de las manotadas de Mónica, nunca le proporcionó tanto gusto una paja. Agarrado a las tetazas, manipulándolas con desdén, notando el afortunado placer de la masturbación de una madurita experta. Apretaba cada vez con más fuerza, soportando su peso, sintiéndose  incapacidad de dominarlas, de poseerlas, incapaz de abarcarlas todas. Su abundancia le sobrecogía, multiplicaba por mil su excitación, noto como no tardaría en correrse.



Mónica sonrío, lo volvió a besar, introdujo su lengua hasta lo más profundo de la boca del chico, sintió las convulsiones del muchacho y dirigió la salida del semen hacia la mesa. El chico agotado suspiro atrayéndola hacia él y sobándole el blando culazo.



Satisfecha del trabajo realizado, Mónica, se volvió a sentar,  desnuda, seria, fría, como si no acabara de aliviar a uno de sus fans. Sus senos sonrojados por el manoseo, se descolgaron hasta el vientre, parecían languidos, como si estuvieran usados. Sorprendió al otro chico mientras se tocaba con vergüenza el paquete sin saber cómo reaccionar.



-      ¡Tú! el que dice que la tiene tan grande. ¿Te gustan mis tetas? ¡Ven! ¿Quieres ponerla entre ellas?



-      Claro. Dijo Julio.



-      Pero con una condición. No puedes tocármelas. Y tú que te acabas de correrte, cómeme el coño.



Todos nos agrupamos alrededor de la controvertida postura formando un corro. El acople del trio sobre el sofá fue complicado,  mi mujer espatarrada, las piernas muy abiertas y semitumbada soportaba a Julio acomodado sobre el estomago dispuesto a embutir el pito entre las esponjosas masas de carne.



Se convirtió la tarde en una divertida fiesta, el chico animado por todos le comía el coño, mi mujer relajada, apretaba y movía las tetas para que Julio notara más el roce. Un murmullo creciente, comentarios libidinosos, palabras confusas, desordenadas.



-      Estas hecha un putón le dije yo. 



-      Guarra eres una guarra. Tímidamente decía el chico desocupado



-      Te gusta que te coman el coño y te follen las tetas verdad puta



-      Para eso querías desnudarte, golfa añadió la gordita.



-      Vamos, vamos, cómeselo todo animaba la más alta a su amigo mientras disimuladamente me agarraba la polla con ansiedad, como si no hubiera cogido una nunca.



-      Aprieta las tetas ¡zorra!, le dijo Julio que cada vez movía mas rápido sus caderas



Al lado, mi prima con una pícara sonrisa, me susurraba al oído: -¿te gusta ver como se lo comen a tu mujer?



Creo que nos pasamos un poco con los comentarios, y el ambiente estaba sexualmente tenso. Estaba tan centrado en ver como disfrutaba mi esposa que cuando me di cuenta mi prima me chupaba la polla de rodillas ante mí, mientras una de sus amigas se ponía delante como ocultándola. Caray con la muchacha, como lo hacía. Mi polla crecía dentro de su boca buscando espacio entre la lengua y el paladar. Alcanzo tal tamaño que mi prima paro para mostrarle a su amiga, tan magnifico tallo.



-      Déjame después a mí. Le pidió su amiga.



Mónica suspiraba sin cesar, el chico lo estaba haciendo bien, notaba la energía juvenil en cada lametón, lo estaba devorando, como un pastel, salvaje y frenéticamente, un escalofrió le recorría el cuerpo mientras miraba la cara del que le montaba los pechos y notaba un denso chorro de leche deslizarse por su cuello.



-      Joder, que agusto me he quedado, como mueve las tetas la mami.



Fue entonces cuando se dio cuenta que las chicas hacían cola para chupármela. Era fantástico tres jovencitas alternándose en mi polla, chupándome huevos, y ano. No me lo podía creer. Mi prima me besaba y me lamia los pezones, por un momento pensé que me las iba a follar a las tres.



Mónica le pidió algo para limpiarse y una bebida fresca que los muchachos sumisos no tardaron en llevarle. Reclamo la presencia del chico de gafas y la cara llena de acné y ordeno al otro que continuara su trabajo en la entrepierna.



-      ¿Qué le pasa a tu amigo? ¿Le doy miedo?



-      Es un poco tímido, además es virgen, nunca ha estado con una chica.



-      Dile que venga y se siente con nosotros.



Tropezándose por el camino con varios muebles el  chico acudió a la llamada. Un jovencito nuevecito, pensó Mónica tenía que sacarle partido, divertirse con él.



-      ¿Es que no te gusto?



-      Si, eres muy guapa.



-      ¿No te gustan mis tetas?



-      Claro.



-      Puedes tocarlas. No pasa nada. Adelante.



El chico algo dubitativo, abordo los pechos con torpeza, acariciándolos suavemente por encima. Mónica rio, evidentemente no tenía práctica:- Así no. Agárralos desde abajo. Le dijo poniendo sus manos y apretándolos.



El muchacho se emocionó al ver tanta carne para el solo y con torpeza los palpo, ante la atenta mirada de aprobación de ella. Era el sueño de cualquier estudiante, tener para él una madura de grandes pechos que marcara el ritmo del sexo. ¿Quién no ha tenido una fantasía así?



-      ¿Te parezco una puta?



-      No



-      Pues si no lo fuera no te dejaría tocarme.



-      Si



-      Si ¿Qué?



-      Eres una puta.



-      Dimelo otra vez



-      Puta. ¿Y que mas soy?



-      Zorra



-      Dime mas



-      Golfa, puta, zorra, puton, guarra



-      ¿Todo eso?



-      Chupamela, quiero que me la chupes. Guarra, cerda.



No soy de las putas que chupan soy de las que follan. Los fluidos brotaban de su vagina, abierta y rezumante, lo tenía decidido iba a desvirgar al chico, le importaba poco lo que yo pensase. Aparto al que le hacia el cunnilingus y le bajo el chándal al gafotas.



-      Ponte encima



Todos adivinaron lo que iba a pasar. Le bajo el chándal y los calzoncillos, una verga bastante decente, dura como el hierro hizo sonreír a mi mujer.



-      ¿Vas a follartelo a él? Dijo Julio sorprendido ¿Por qué? ¿Y yo?



Al oírlo, todos prestamos atención. Iban a presenciar la primera copulación de su amigo.



El chico de los granos se puso entre las piernas de mi mujer, su tronco, torpe y nervioso se dejó guiar por ella que lo acompaño a la entrada de la cueva, penetro suave ayudado por los flujos y la saliva.



No se lo podía creer, se lo estaba montándo con un pedazo de mama, de las que se queda mirando cuando pasa cerca de un colegio, de esas de tetazas enormes que visten ropa de marca y llevan tacones para presumir ante las amigas. “Menuda golfa”, pensó sin atreverse a decirlo, “mira que desparramadas las tiene, se le mueven como flanes, toma, toma, toma, que ricura”, cerraba los ojos y jadeaba, era una magnifica forma de perder la virginidad. En sus calamitosos movimientos descontrolados fruto de la excitación e inexperiencia la verga estaba más tiempo fuera que dentro.



Ella lo hizo sentarse en el sofá y se puso sobre él, clavándose aquel trozo de hierro juvenil hasta el fondo. Me miro y me guiño un ojo, pidió un cubata y mientras lo bebía, puso las manos al chico sobre sus pechos  y lo cabalgo despacio, apretando el culo, disfrutando de la intensidad del momento, gimiendo suave y mordiéndose los labios.



Apenas con unos golpes de cadera, noto que se iba a correr dentro de ella, le supo un poco a nada, ni siquiera había terminado la copa. Y el chico ya se había ido, era de esperar. Solo él  se acordaría de este polvo, soñaría con ella el resto de su vida, había perdido su virginidad.



-      Sigue dentro cariño, sigue dentro.



Algo parecido me pasó a mí, no que perdiera mi virgo, sino que era el momento de vaciarse. Elegí a una de ellas para correrme en su boca y dócil se encargó de que descargara hasta la última gota, sin ningún remilgo.



Los otros dos chicos, el musculoso y Julio, metían mano a mi mujer mientras miraban sorprendidos como su amigo se la había follado. Y soñaban con ser el próximo. Pero Ella no accedió una extraña y repentina sensación hizo que su amante le pareciera repulsivo, su acné hervía por  la excitación, sus gafotas y su olor a empollón, le repugnaron.



Se encontró atosigada,  como si volviera a la realidad,  angustiada, incomoda al darse cuenta que los otros dos la magreaban. Manos por todas partes, incluso alguna de las chicas la tocaba, los glúteos, piernas y pechos, introducían dedos por el ano, apretones, roces de duros paquetes, ahora si se sentía como una puta, sucia, malhecha, desconsiderada.



Se despojó de las invasoras manos que atentaban contra su más que manoseado cuerpo y en una carrera bamboleando su busto, desapareció hacia el aseo, dejando un rastro de semen.



Los chicos la siguieron sin dejar de sobarla durante el recorrido, una nube de garras  acompañaba su carrera, violentas con delantera y trasera, infatigables a pesar de haberse dado un festín, asediaban con agresivos golpecitos las voluminosas pechugas, palmeaban fuerte el enorme culo, pellizcaban con energía los celulíticos muslos. Tres impertinentes licenciados, como lobos, daban una excesiva lección al  atrevimiento de la mujer madura. Acechada como una presa, alcanzo el baño y cerró la puerta



Desde el salón se oían las desconsoladas suplicas de los mozos que rogaban que les dejara follarla.


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  • Categoría: Maduras
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