SA 12.4 Desnuda entre chocolate y nueces...
Aquí continuamos con el relato de donna, La Sirena Atrapada....
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Por fin; tras siete semanas de estupideces, el dueño y yo por fin nos encontramos reunidos sobre su cama donde por fin hicimos de dueño y concubina, eso durante un rato de diesiocho horas deleitosas puntuados por dos o tres siestecitas, la una sesteándome desnuda y pura contenta en las brazos musculares del otro.
Esa, nuestra primera sesión sexual, había continuado durante toda una tarde y toda una noche de gustos excelsos entre macho magnífico y mujer muy deseosa - un rato exquísito ya cumplido para mí con un desayuno agradable sobre las sábanas de calurosos panecillos parisiénses, café congolés, e un platillo de cuatro chocolates (Sí, chocolates - ¡tanto bélgicos como suizas - y eso en oásis norafricano donde chocolate europeo iba puro carito!)
Héme que suponer que chupando mis dedos desnuda entre las colorosas almohadas aquélla mañana yo debía de haberme parecido allí el retrato mismo de La Concubina Contenta - ¿Ve usted? - me mostraba una mujer adulta y sí hermosa, pingue de carnes, ya muy muy bien follada por el dueño que me fascinaba, e ya harta con pan y dulces y café congolés tras haberme comido nada durante los últimos veinte horas salvo por siete tragos exigentes y primitivos de sabor salina y nutrición incierta.
Ya, con azúcares de pan y de chocolate y de amor incipiente cursando en mis venas yo estaba muy lista para levantarme desnuda de la cama y volver a bailar por el gusto de mi nuevo parejo magnífico - ¡él que sin duda estaba para nombrarme su Favorita Numero Uno del harén! Yo deseaba besarlo, y bailar por su gusto, yo deseaba entrarme desnuda en la piscina de vadear del harén y recrear en viva para él la escena de pelicula particular que tanto a él le gustaba - esa escena en que yo brincaba y jugaba desnuda en una piscina bosquera a puras ciegas del rodaje - una veintidocera adulta, venusta, incómoda pero acalentándome con el juego desnudo y estúpido - y sin saber que me fotografían.
Y cuando la reina del club yatero de mi patria chica en vida libre le mostró la pelicula resultante a su amigo norafricano y le pidió que me encerrara en su harén para que yo no le robara a ella de su esposo, él se acordó tras ver solo unos minutos de la pelicula. Y con las semanas mientras él esperaba que la reina me secuestrara y entregarme a su harén, él volvía a ver la pelicula más noches sí que no. Y cuando por fín me tenía cautiva, eran muchas las veces que me mandaba a entrarme desnuda en la piscina del harén y recrear por él todos mis movimientos y juego y risa que yo había grabado sin saber a la piscina bosquera de la reina.
De recién llegada al harén tal performancia viva y desnuda me mortificaba, pero ahora, ya tras siete semanas de huirle la vista y las manos del dueño en su serál, me encontraba enamorándome de él, y deseosa para jugar desnudita en sus piscinas y jardines durante muchos años en frente.
Lo que yo no sabía aquélla mañana era que había un harenista vecino - a unos veinte kilómetros de lejos. En aquél harén, la piscina de vadear se quedaba seca, gracias a unas grietas que por falta de interes de parte del dueño de allí habian dejado escapar el agua hacía más de seis meces. Y sí las pobres concubinas de allí sufrieran con falta de bañarse y refrescarse en su cautivario, no se atreviesen a quejarse al dueño de allí - un pirata empedernido - que allí, ante a él, la menor provocación resultaría en varillazos escososos. Y aquélla mañana, mientras yo chupaba chocolate de mis dedos en la cama de mi magnífico de dueño, yo no sabía nada de otros harénes, ni tampoco me imaginaba la verdad - ¡que ese pirata vecino había conseguido un ejemplar de mi película desnuda, la cual miraba una e otra vez mientras sus pobres de concubinas bailaban sudorosas y sucias ante su trono, y mientras se atragantaban con su horrendo asqueroso bicho!
- ¿Cómo? -yo no había oido al dueño, -¿Qué dices mi rey?
Yo estaba teniendo que pedirle que se repita, que con el ruidito que hacían mis labios al limpiar mis yemas mis oidos no captaron sus palabras Eso me irritaba; y dejé de chupar los dedos y agudicé las orejas para enfocarme, que había algo muy importante que yo estaba esperando a saber aquél amanecer de mi poderoso parejo nuevo; .
La pregunta crucial que yo tenía para mis adentros era esto: Ahora que nuestra primera unión sexual había salido tan estupendo para los dos, ¿Cómo iba a reaccionarse él acerca de mi crimencito de las nueces - que, en recientes semanas para evitar sus garras me comía sigilosamente muchas nueces que me hacían intocable para él, las proteinas malas de ellos envenenando tanto mi saliva como el aceite natural de mi cuerpo. Recientemente, en mi propio momento, me dejé de comerlos; y unos días más tarde - al mediodía del día anterior - al macho me le confesé todo.
En fin, era mi decisión de dejar las nueces lo que hizo posible nuestro magnífico primero acoplamiento, y sin duda era mi confesión misma lo que lo inició. A las horas tras mi confessión, el dueño se encontraba mucho más intersado en besarme y follarme una e otra - e una e otra - vez con el transucrso de la tarde, y despues, la noche entero. Así aplazaba el concepto de castigarme por mi descarradez anterior. Pero ya, con el amanecer, y los fuegos de nuestra passión más quietos, ¿Cómo iba a reaccionarse él de mi crimencito de las nueces ya tras consultárselo con las almohadas colorosas y mis pingues nalgas desnudas?
De soslayo yo ojeaba desde la cama la varilla cortante ella que él mantenía siempre a la mano en un rincón de sus aposentos. Al verlo, me estremecí un poco con recordar el escosor que sentí a las raras veces que las instrúctrices de bailar del harén me habían tocado de mis desnudas nalgas y caderas con tal varilla, y estremecí de nuevo al recordarme que en un harén, una varilla en manos del dueño ¡es varilla ilimitada!
Más importante en mi defensa, el concepto de comérme las nueces no era mi idea; sino era de las cuatro favoritas del dueño - celosas ante mi pingura y mi altura y educación - eran ellas que me proveían con las nueces y que se me insistían que me los comiera; de modo que eran ellas (¡ellas!) que debían verse castigadas, y no yo.
-¿Qué dices, mi rey?, -yo le había preguntado.
Si bien tal vez yo hubiera podido leer el movimiento de sus labios si él me enfrentara, era que él estaba en aquél momento ya fuera de la cama y parado y dándome la espalda mientras observaba desde su balcón la escena abajo. Allí, cuarenta-y-ocho concubinas tomaban la clase matutinal de estrecharse de los músculos de sus cuerpos, todas guiadas por otra concubina desnuda - una que se creció en un circo de acrobatas y que sirve aquí tanto de concubina sencilla como - y esto a la primera hora de cada mañana - de estrechaharenes oficial.
Mientras el dueño miraba el trabajo de las concubinas desde el balcón yo miraba a él desde la cama. Mis ojos clavaban en lo magnífico de sus nalgas, y tal vista hacía que mis senos y mi entrepierna y mis nalgas se hincharan y engordaran nuevamente cachondosas y cosquillosas. ¡Con mucho yo deseaba sentir las musculosas nalgas de él bombando muy fuertes otra vez en mis manos mientras su tremendo bicho me penetrara una e otra vez con pasión poderosa!
Claro, yo pensaba, si bien me iba a avarillar un poco por ello de las nueces, era además para mi cierta que tras la noche que acabábamos de pasar conjuntos él fuera a nombrarme su Favorita Numero Uno ante todas las otras concubinas del harén, que con mi belleza familial y con los deleites que le había dado en últimas horas, él debía de creer que yo fuera la más deseable mujer en toda la haz de la tierra!
Me felicitaba. Yo tenía veintidos años de edad, era alta, y madura de genio, era muy educada, pingue sobre pingue, desnuda sobre desnuda, ... y ya, tras diesiocho horas de amor excelsa en la cama de mi dueño a lo mejor me encontrara embarrazada con el mero hijo de él! ¡¡Que rico, eso!!, yo pensaba!
... y, ¡Que vida bonita me esperaba como Favorita de Harén!...
¡En dentro de unos días yo tendría mi propio departamento que diera al Grán Salón de Desnudas, y muebles morracuenses, y cien pijamitas de seda, y un equipo de amigas y esclavas dedicadas a vestírmelas - y desvestírmelas - hora con hora según mi mero antojo, y mil zapatos de tacon alta, y chocolates; ... Y con la veladita, se conoce que el dueño encantador me escogería a mí (¡a mí!) a pasar la noche a su lado - eso a lo menos en cuatro de cada siete veladas durante los treinta o cuarenta años en frente!
Anidada desnuda entre las almohadas yo estudiaba de lejos las manos de aquél dueño, y me imaginaba con gusto de ¡cuántas veces aquéllas manos se pondrían a explorar con pasión mi entrepierna desnuda en los muchas veladas que venir!
-¿Qué dices, mi rey? -yo había preguntado.
Mi rey dejó de observar la clase de estrechar abajo, y se volteó. Al verme, los púpilos de sus ojos abrieron grandes con gusto, y su pene - ya medio inflado con observar a las desnudas estrechándose abajo - se crispó como un caballo al inflarse a todo su enorme pontencial,... pero la cara del hombre no se sonrió sino se mostró serio, enojadito,
-¿Me preguntas, "¿Qué dices?", mujer?, -dijo, -Pues, ¿Qué clase de concubina eres tú que no esperas la palabra de tu dueño y así tienes que pedirme que repita, coño?
-No, eso no, mi amor, -le aseguré. Yo estaba a gatas sobre la cama, besándole del grán pene, de sus dedos,...
Me dió una vuelta y con satisfacción tremenda yo sentí su bicho entrarme, y empecemos de nuevo a compartir la cosa exquísita que los dos deseábamos frustrados en últimas semanas. Al terminarse él, me tomó en sus brazos y me abrazaba muy bueno durante muchos minutos sobre la cama. Allí, yo pensaba contentamente acerca de él y los años en frente,... y del departamento que me daría, y los regalitos cuotidianos que me daría,... chocolates, sedas íntimas, ... quién había de saber!
Otra vez se levantó de la cama.
-Me preguntaste qué dije, mujer, -volvió al tema,
-...Lo que te dije, -decía, -...es que te vendí.
De repente los momentos se me pusieron a pasar para conmigo como en cámara lenta.
Continuó, -...Que con las nueces que comías sigilosamente durante tantas semanas yo te creía muy peligrosa para mí, y frustrado, te vendí a otro. Para interesarle en tí le dí esa película de tí brincando en la piscina de Amarintha. En breve, ya acordamos al precio y dentro de quince días lo espero que llegue para cobrarte.
Me estaba sintiendo muy mal del estómago....
Seguía él, -Me da lástima que te me confesaras muy tarde acerca de las nueces, Donna, que de verdad yo no deseo perderme una mujerote tal como tú. El problema es, él al que te vendí es un sujeto peligroso que tras verte no querrá cambiar de compra.
-Pero dáselas a las cuatro favoritas - las listas - en mi lugar,... -apenas podía formar palabras.
-Algo así yo sí procuraré, -dijo. Naturalmente, por más traviesas las favoritas el dueño tampoco deseaba perdérselas a ellas.
-De todos modos, -volvió al tema, -...prepárate tú. Que me temo que a fin de cuentas ya fueres tú ella que él llevará de aquí.
Yo estaba cayéndome lentamente de la cama al suelo, lloriqueándome traicionada, aterrada, ocultándome de la frente desnuda con una almojada contra la barriga, ¡la barriga dentro de lo cual ya podría vivir el mero hijo de él mismo que pensaba venderme de lejos!
¿Prepararme?... ¿¿Prepararme para qué?? ¿Qué clase de "sujeto peligroso" iba a "cobrarme" que daba temor hasta al grán poderoso dueño que ya me fascinaba tanto?
... dueño fascinador que ya se enfocó en el momento actual....
-Por de pronto, -me dijo, -Las cuatro, ellas que te daban las nueces a pesar de que me pudieran haber muerto,... Bájate la escalera y diles a ellas que suban a verme.
Estaba estrechando la mano para coger la varilla,... ¡varilla que en manos de dueño es varilla ilimitada!....
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Muy lejos en mundo libre, Petrarco y Amarintha - esposos, y rey y reina del club yatero - se discutían bravos. Petrarco tenía la evidencia que Amarintha me había puesto a harén y deseaba saber ¿¿al haren de quien??
-¿¡Dónde está la esquincle, Amarintha?!, -le demandaba una e otra vez.
-¡No es nada esquincle!, -retornaba Amarintha -¡Me enganaste con ella!
-¿¡En qué país está?!, le demandaba él, -...¿¡En qué continente está?! ...
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En el harén vecino el pirata tenía sus sucias desnudas trabajando - con lodo y paja - para remendar la piscina de vadear - esto no para acomodar a las pobres cautivas de su haren, sino con esperanzas de verme brincandome allí mismo en cuero vivo en dentro de quince días.
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[A continuar pronto....]
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