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Categoría: Confesiones

Deseo Latente

Hay historias de deseo latente, de obsesiones ocultas que un día deciden moverse a la luz y se cumplen. Esta es una historia sobre ellas. Una historia sobre una mujer.

Llevo viviendo en la misma casa toda mi vida, mis vecinos siempre han sido los mismos, pero las personas pueden cambiar a nuestros ojos en cualquier momento. Mi vecina fue una de ellas, me tuvo en brazos desde el primer día en que nací, ella todavía no se había mudado al piso porque no estaba casada, pero la faltaban pocos meses. Mi infancia se desarrolló entre mi casa y la suya, tuvo su primer hijo al muy poco de casarse, con lo que era mi compañero de juegos ideal. El tiempo pasó, no importa lo que ocurrió en el transcurso de esos años, para esta historia no.

Yo acababa de cumplir los 23 años, ella tenía 45, era rubia, también hay que decir que teñida, conservaba todavía un cierto encanto, su cuerpo no era perfecto, pero estaba bastante bien proporcionado, pechos abultados, sin llegar a ser excesivos, un trasero perfecto, muy carnoso pero todavía alto, en plenas facultades. Se podría decir que a pesar de haber tenido dos hijos, el primero un año menor que yo y una chica con 15 estaba bastante bien conservada, la favorecía muchísimo un moreno permanente que tenía (gracias a los rayos UVA, con su rubia melena).

Yo llevaba un par de años viéndola con otros ojos muy distintos a la mirada infantil que tenía de ella. Por supuesto ella no advertía nada, me seguía viendo como el niño que fui, pero cuando pasaba a mi casa a ver a mi madre, yo solo podía fijar mis ojos en sus pezones, siempre iba con una camiseta de algodón para estar en casa, sin sujetador, lo que desvelaba el contorno de unos pechos todavía turgentes y unos pezones grandes tras la ligera prenda.

Últimamente estaba bastante deprimida porque su marido se separaba de ella, no había sido por ningún engaño, por terceras personas, simplemente es una de esas decisiones que se toman en la vida. Su depresión la llevo a confiar todos sus secretos en mi casa, hablando con mi madre. Pero un día mi madre no estuvo.

Somnoliento después de haber dormido solo 4 horas, abrí la puerta ante la insistencia del timbre. Yo únicamente llevaba unos ligeros pantalones de pijama, estos dejaban ver la erección matinal que sufría. Ella estaba llorando, preguntando que si estaba mi madre, le dije que no, pero que si necesitaba pasar a calmarse que se sentará, que la preparaba un café y hablábamos, al fin y al cabo yo estaba al corriente de todo. Se abrazó a mí convulsionándose por el llanto. Me quedé helado y sin saber como reaccionar, así que nos quedamos así un buen rato, hasta que se fue calmando, yo acariciaba su pelo y su espalda, pero de forma suave, para calmarla. De repente dejó de soltar lágrimas y solamente la quedaba un leve sollozo, en ese momento me beso el cuello.

Mi erección se duplicó, ella lo noto en su vientre, pero no hizo nada por retirarse. Me siguió besando, mientras me dijo, que no hablase, solamente cerrar los ojos, de momento.... Me dejé llevar, las caricias ya no eran tan suaves, cada vez empleaba más energía, ella introdujo su mano en el interior de mi pantalón y allí encontró mi polla, enorme por la excitación, empezó a frotarme con su mano. Yo le quité la camiseta y apartando su mano de mi pantalón le empecé a rodear sus pezones con mi lengua, eran muy morenos, tal y como me los imaginaba, duros, fuertes, emergentes. Me recreé en cada centímetro cuadrado de ellos, no pude ni pararme a pensar lo que estaba haciendo.

Con un leve tirón de pelo ella me retiró, me levanto la cabeza y me apoyó sobre la mesa de la cocina, deshaciéndose por fin del pantalón y poniéndose de rodillas empezó a jugar con mi polla entre sus manos, hasta que amarrándola fuerte con su mano se la introdujo en la boca, empezó despacio, muy despacio, jugaba con su lengua y mi capullo, pero poco a poco fue aumentado el ritmo, emitiendo pequeños gemidos guturales a cada envestida, quitó su mano para hacer todo con su boca, me quede asombrado al ver como se la comía toda, hasta la ingle (no se puede decir que yo sea un superdotado, pero me considero en la media), nadie antes me lo había hecho así.

Después de algunos minutos yo notaba que estaba a punto de correrme, pero no estaba decidido a que pasase eso, así que la aparté, la levante y, sin hablar, la lleve hasta mi dormitorio. Allí tengo una cama japonesa, de las que están a ras de suelo, así que la hice tumbarse, abrir las piernas y me puse a recorrer con mi lengua desde su cuello hasta su vagina, según bajaba empecé a notar el olor dulzón de sus jugos, eso me hizo dirigirme más rápido al objetivo. Así que apartando su vello púbico, empecé a pasar la lengua entre sus labios, una y otra vez, igual que ella había hecho antes con mi polla, yo empecé muy despacio, pero fui aumentando, metí mis dedos poco a poco como un elemento de apoyo a la lengua, hasta que encontré su agujero, entonces penetre con dos dedos, mientras ella gemía.

Llegó el momento de penetrarla, entre sus piernas, abrazando con ellas mi cuerpo la envestí, mientras ella también hacía pequeñas contracciones de su vagina con los músculos. Entre gemidos empezó a hablar, al principio la excitación me impedía escucharla bien, pero al final entendí lo que quería, “hazme algo que nunca me hayan hecho”, me retiré y le dije que mientras pensaba el qué, me chupase la polla, rápidamente me puso boca arriba y me succiono hasta el último halo de energía que me quedaba, mientras yo intentaba pensar, hasta que di con la solución.

En una persona de su edad, con los tabúes que existían era muy probable que no conociese el sexo anal, así que encontré mi solución. La dirigí para estar a cuatro patas en la cama, la vendé los ojos con una camiseta para no estropear el factor sorpresa. La susurré al oído que no se moviese, mientras, fui al baño a por el aceite de ducha, me unté un poco en la mano y empecé a frotar todo su cuerpo para que no detectase el objetivo tan pronto. Al frotar en sus pechos, donde me detuve algún tiempo, ella empezó a gemir y pasarse su lengua por los labios. En un primer momento la penetré vaginalmente a cuatro patas, para despistarla, después saque la polla lentamente, la unté con aceite y se la metí por el culo. Empezó a gemir de dolor al entender lo que pasaba, pero estaba tan entregada que nunca dijo que me quitase, una vez se fue acostumbrando los gemidos de dolor se cambiaron por los de placer, me empezó a pedir que lo hiciese más rápido, más rápido aún. Yo estaba a punto de correrme, pero no podía, era el mejor polvo en mucho tiempo que estaba echando y no se podía acabar así.

Decidí que lo mejor sería provocarla un primer orgasmo con mi lengua y luego seguir follando hasta que yo me corriese, de forma que como mínimo tuviésemos uno cada uno. Y eso hice, todavía con los ojos vendados, boca arriba, la comí el coño como nunca se lo había hecho a ninguna de mis novias, con ansia, con muchísima excitación, mientras yo me tocaba la polla para tener un pequeño placer a cambio. Empezó a convulsionarse, a arquear la espalda, hasta que llegó al clímax, entonces retire la lengua de su coño y sin darla tiempo a descansar, me puse boca arriba, la quité la venda y la senté a horcajadas de mí para cabalgar. Sus ojos delataban un estado de excitación máximo, yo me agarré a sus pechos mientras botaba entre mis piernas, como si fuese el último polvo que tendría en su vida. Empezó a emitir gritos ahogados, lo que me motivo aún más excitación, hasta que me corrí, ella a la vez que yo, se retiró y se tumbo a mi lado, estuvimos media hora sin decir nada, tumbados, cuando dijo me tengo que ir, no me atreví a preguntar si era todo, o si se repetiría. Pero cuando fue al baño para colocarse la alborotada melena me llamó, fui a ver que quería, en ese instante se había vuelto a desnudar, me apoyó en la encimera y de rodillas empezó a meterse mi polla en la boca de nuevo, cuando empezó a bajar mi polla estaba un poco blanda, pero a medida de jugaba con ella empezó a endurecer, a agitar mi respiración. Puso un ritmo durísimo, yo me corrí casi enseguida, en su boca, no se retiró en ningún momento, es más después de succionar todo, estuvo todavía un par de minutos. Después se puso en pie y me susurró al oído, “esto es por haberme provocado mi primer orgasmo en muchos años”. Y se fue sin decirme nada.

Hasta el día siguiente cuando sin esperarla apareció en mi puerta preparada para volver a sudar. Pero esa es otra historia.
Datos del Relato
  • Autor: Karyot
  • Código: 1164
  • Fecha: 26-01-2003
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 6.27
  • Votos: 64
  • Envios: 4
  • Lecturas: 36632
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