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"La curiosidad por sentir algo nuevo, distinto a lo que normalmente tiene en la cama con su marido, hace que una esposa amante de su esposo pruebe a acostarse con un amigo de toda la vida."
Mi nombre es Miriam, estoy casada con Alberto desde hace 10 años, tenemos dos niños y aunque tal vez al leer este relato alguien lo dude, pero amo a mi esposo más que a nadie.
Él ha sido el único hombre en mi vida; aunque antes que él, tuve muchos novios. Con ellos no pasaron las cosas de besos apasionados y una que otra caricia íntima de ellos. De hecho sólo recuerdo que un exnovio, me tomó la mano y la puso sobre su pantalón y sentí su miembro erecto, pero solamente lo froté un poco y sentí su rigidez, pero la retiré al poco rato. Ese es el único otro miembro masculino que he sentido en mis manos y fue sobre la ropa. Nuestra actividad sexual siempre ha sido muy apasionada a pesar del tiempo y siempre he tratado de complacerlo, manteniéndome bien físicamente. Me compro algunos aparatos de gimnasio y los uso casi a diario.
Tenemos unos compadres que frecuentamos dos o tres veces al mes. Salimos con ellos a cenar y después nos vamos a casa de ellos o a la nuestra a tomar algunas copas y conversar. Hace unos meses, después de que nuestros compadres se marcharon, Alberto me dijo; -"¿Viste cómo me enseñó las piernas la comadre?" -"No". Le contesté yo. -"Sí, creo que se molestó, porque vio cómo se las estabas enseñando al compadre". La verdad no sé por qué me dijo eso, porque yo no vi, ni hice lo que me decía Alberto. -" La próxima vez, te pones una falda más corta y le enseñas más, para ver qué sucede". Yo no sabía si Alberto hablaba en serio. Siempre ha sido muy celoso, pero su comentario no me dejó dormir. Pensaba en lo excitante que podría ser, pero al mismo tiempo, no sabía si Alberto me lo decía para ver si podía confiar en mí. La verdad nunca me llamó la atención mi compadre, aunque no está mal. Siempre nos hemos respetado. En fin, la siguiente vez que me dijo Alberto que saldríamos con los compadres, que me arreglara muy guapa, le dije que claro, que lo haría como siempre.
Ese día me puse una minifalda de mezclilla muy corta, con una blusa delgadita, sin brasier y unos tacones altos. Cuando me vio Alberto, no dijo nada. A Alberto le gusta mucho el fútbol y ese día jugaba su equipo favorito, por lo cual dejó grabando el partido para verlo regresando. Cuando llegaron los compadres a recogernos, yo salí primero y mi compadre se bajó del carro para saludarme y cuando me vio me dijo; - "Que bárbara comadre, qué bien te ves". Yo le di las gracias y me subí a su carro en el asiento de atrás y al sentarme, obviamente se me subió la falda, que de por sí estaba muy corta. En ese momento vi cómo no dejaba de verme las piernas. Nos fuimos a cenar y todo normal, la plática y las copas, como siempre. Aún no sé si intencionalmente, pero ese día Alberto estaba tomando más rápido que los demás. El caso es que al terminar de cenar, Alberto se veía un poco tomado. Al llegar a casa, Alberto subió primero las escaleras, enseguida, mi comadre y yo, y mi compadre, atrás de nosotras. Supongo que la vista debió ser muy buena para él. Entramos al departamento y Alberto nos sirvió tragos a todos y por supuesto también para él. Después fue al cuarto de nosotros y sacó el video del partido y lo puso en la videocasetera de la sala. Yo le dije que tal vez no sería muy buena idea, ya que a mi compadre no le gusta el fútbol. Él me dijo que quería verlo y que además a la comadre si le gustaba. Se puso a verlo y a comentar las jugadas con la comadre, que se sentó frente a él y con el televisor a la derecha de Alberto, a la izquierda de mi comadre. Yo quedé a un lado de Alberto, frente a mi compadre. Estaba nerviosa con la situación, pero después de un par de tragos más, me relajé y empecé con mi juego. Como ellos estaban muy entretenidos con el juego, yo de vez en cuando abría un poco las piernas dejando ver mi entrepierna y cruzaba las piernas y veía como mi compadre se desconcentraba de nuestra plática. Así estuvimos un buen rato, hasta que me terminé mi trago y mi compadre se ofreció a servirme el siguiente. Se levantó y me dijo que ya no había hielo. Le dije que le traería más de la cocina. Él me dijo que me acompañaba. Entonces sí me entraron los nervios. Me puse en cuclillas para sacar el hielo del refrigerador, con las piernas abiertas. Mi compadre al ver me dijo:- "Qué bonitas piernas tienes comadre". Yo sólo le sonreí. Puse el hielo en la mesa para meterlo en la hielera y él se acomodó detrás de mí y me dijo al oído; - "Déjame ayudarte". Tomé la hielera con mis dos manos y él tomó la bolsa de hielo y lo empezó a vaciar en la hielera. Se pegó a mi trasero y sentí cómo me frotaba. No quería que dejara de salir hielo, pero tenía un gran temor que entrara alguno de nuestros cónyuges. Solamente le dije; - "Compadre, esto no está bien". - "Comadre no me dejes así, tú tienes la culpa". Le di la hielera y lo besé suavemente en la mejilla. Le dije que sólo era un juego y me salí de cocina. La reunión siguió normal, ellos viendo el fútbol y nosotros con nuestra plática. Nos despedimos y mi compadre me besó cerca de la boca. Cuando se fueron vi unas llaves que no conocía y le pregunté a Alberto si eran suyas y me dijo que no, que tal vez eran de ellos. Sobre lo sucedido no comentó nada, supongo que por su estado, ni se enteró de nada. Al poco rato, sonó el teléfono, contestó Alberto. - "Era mi compadre, que son de él las llaves, que mañana en la mañana, viene a recogerlas." - "Ok". Le contesté.
Toda la noche estuve pensando, cómo lo recibiría. Y decidí, que después de que Alberto se fuera a llevar a los niños al colegio, me bañaría y me pondría ropa de hacer ejercicio. Y así lo hice. Me puse una tanga de hilo dental y un juego de lycras muy sexy, sin brasier. Mientras terminaba de secarme el cabello, sonó el timbre. Por el videoportero vi que era él. Le abrí la puerta y le dije; - "Pasa compadre". Cuando subió le dije que si quería pasar a tomar un café y obviamente me dijo que sí. Solamente con eso mis pezones se empezaron a endurecer. En ese momento me di cuenta que ya no había retorno. Pasamos a la cocina y encendí la cafetera, él se me acercó por detrás y me tomó de la cintura, me dijo al oído: "comadre esto es demasiado." Me sujetó fuerte y me besó en el cuello. Yo levanté mis brazos y le tomé la cabeza. Al ver que estaba dispuesta, dejó de apretarme y fue deslizando sus manos por mi abdomen hasta mis pechos, que estaban duros por la excitación. -"Comadre, qué buena estas". Le pedí que no hablara, porque si lo hacía, tal vez me arrepentiría. Frotó con cierta fuerza mis senos, como para ver qué tan firmes estaban y me acercó su miembro a mi trasero. Sentí una gran excitación, al darme cuenta que estaba como piedra. Ya quería sentirlo en mis manos, en mi boca y en mi vagina, que ya estaba húmeda. Me di vuelta y lo besé en la boca con una pasión que era nueva para mí. Él volvió a acariciar mi pecho con una mano y con la otra tocaba mi trasero. Yo, que no aguantaba las ganas de conocer un miembro diferente, acaricié desde abajo del tiro de su pantalón, hasta el cinturón y sentí cómo se aceleró mi corazón al darme cuenta que lo tenía muy grande. Repetí el movimiento varias veces, y no pude aguantar y yo misma le empecé a desabrochar el cinturón y el pantalón. Mentiría si les dijera qué me hacía mi compadre mientras tanto, porque yo estaba concentrada en su miembro. Cuando cayeron sus pantalones, pude ver que su miembro salía por arriba del resorte de su truza. Me agaché y le bajé rápidamente la truza y de allí salió su miembro que casi me pega en la cara. Me hinqué y lo tomé con mis manos, lo acaricié, lo observé, sentí su textura suave y acerqué mi boca. Lo besé suavemente con mis labios. después saqué mi lengua y recorrí toda su cabeza. Escuchaba cómo estaba disfrutando mi compadre. Después lo metí en mi boca, lo que cabía y lo chupaba, mientras lo acariciaba con mis dos manos. Alberto, que sí ha tenido más experiencia, me dice que lo hago muy bien. Y no creo que exagere, porque mi compadre estaba como loco. Así estuve como cinco minutos, hasta que mi compadre me pidió que parara, porque si no terminaría y yo no quería que terminara; yo quería sentirlo dentro de mí. Me levanté y lo tomé de la mano, para llevarlo a mi habitación. Me quitó las lycras, dejándome totalmente desnuda. Me acosté en la cama bocarriba. Él me acaricio las piernas. Me besó desde la punta de mis pies. Mientras él me besaba, yo le acariciaba su hermoso pene. Fue subiendo, hasta llegar a mi vagina, al tiempo que me acercaba su pene a mi boca. Tiene una lengua enorme que hizo que me estremeciera. Después le pedí que se recostara. Me acomodé sobre él. Tomé su miembro con mi mano y lo puse en la entrada de mi vagina. Me fui bajando para sentir cómo entraba poco a poco. Sentí cómo se llenaba toda mi vagina de esa carne dura. Cuando me sentí llena, comencé a subir y bajar, primero lentamente y cada vez más rápido. Él me tomó de la cadera y me empujaba, para que entrara más. Sentía cómo tocaba su pene el fondo de mis entrañas.
De repente su cara me dijo que estaba por terminar y sentí como su semen se derramaba dentro de mí, lo que provocó que yo tuviera el orgasmo más increíble y prolongado de mi vida. Me recosté sobre él y me quedé descansando en su pecho. Él hablaba, pero yo no estaba ahí, sólo pensaba en la experiencia increíble que acababa de vivir. Cuando me relajé empezaron a llegar a mí los remordimientos lógicos de la situación. Le pedí que se fuera, le dije que nunca olvidaría la experiencia que me había hecho sentir. Que amaba a Alberto pero que los deseos de probar algo diferente, eran más grandes lo que yo podía controlar. Nos despedimos como siempre con un beso en la mejilla. Por la noche lo hice con Alberto y fue muy excitante, porque me sentí más mujer, más experimentada, más en el nivel de él. No sé si algún día probaré de nuevo con alguien, pero como dije en un principio, amo a mi esposo. Por el momento me siento bien con él y conmigo misma.
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