Como ya conté en otras oportunidades, mi esposa es una mujer muy bonita. Es muy deseable y siempre he advertido que otros la miran con ganas. A mí personalmente me satisface el asunto y creo que eso contribuye a que seamos más unidos con ella y nuestros momentos íntimos sean brillantes.
Recuerdo que llevábamos varios años de matrimonio y vivíamos en una zona rural, donde había muy pocas casas y más que nada el territorio estaba formado por fincas, parrales, chacras y huertas, por lo que el lugar era muy tranquilo y apacible. Con las primeras luces del día los obreros y peones marchaban hacia sus trabajos y volvían al caer la tarde. Lindaba con nosotros una propiedad con casa y allí vivían una pareja con sus dos hijos chicos. La nuestra era una vivienda antigua, de esas que tienen espaciosos ambientes y donde uno puede moverse a sus anchas, como se dice.
El baño de la casa era también muy grande y tenía dos partes. En una de ellas estaba la bañera como una verdadera reliquia y cruzando un umbral sin puertas se encontraba una pequeña sala como un vestidor y donde estaba también instalado el inodoro y demás accesorios. En un costado de ese recinto había una ventana amplia con vitrales y desde ahí se podía ver el fondo de la propiedad y las plantaciones.
Recuerdo una calurosa siesta de verano en que después de tener una sesión de sexo desenfrenado con mi mujer, fue ella a darse una ducha para refrescarse. Mientras se bañaba salí de la casa para cortar algunos racimos de uva con intenciones de ponerlos en la heladera. Para salir utilicé una puerta lateral, por lo que llegué al fondo por un costado de la casa.
Había mucho silencio y solamente marcaban su presencia algunas chicharras que protestaban parecía por el intenso calor. El sopor de la siesta hacía que hubiese muy poca actividad en los alrededores y solo a la distancia en el interior de las plantaciones los peones desarrollaban sus tareas.
Casi al llegar al final del pasillo yendo hacia el fondo, alcancé a ver la silueta de mi corpulento vecino Pepe, el chacarero que vivía al lado y que siempre miraba con ansias a mi esposa Linda.
Estaba dentro de mi propiedad que no tenía divisiones, y tenía la vista fija en la ventana del baño. Permanecía muy cerca de la casa, solo a un par de metros y subido en un fardo de pasto, espiaba a mi rica esposa que, totalmente desnuda; en ese momento hacía fuerzas sentada delicadamente como montando el inodoro. Tengo que admitir que la forma en que parecía cabalgar el accesorio era en verdad muy erótica y digna de observar. Sus antebrazos se apoyaban en las piernas que estaban juntas, y luego sus pequeños pies a cado lado hacían ver como que rodeaba el blanco artefacto.
Pude apreciar todo pues me escondí detrás del tractor con remolque y desde ahí veía a Linda que vaciaba sus intestinos en una pose muy sensual, mientras su hermoso rostro denotaba el esfuerzo que ponía al evacuar mientras gemía. Estaba muy cerca del baño, tanto que podía escuchar hasta el sonido del rico culo de mi esposa cuando exhalaba sus gases contenidos.
Mi vecino tenía la verga fuera del pantalón y se la acariciaba instintivamente, seguramente imaginando lo que sería tener a esa mujer así sentada pero sobre su miembro. En eso Linda se incorporó y haciendo un contoneo con su cuerpo, se limpio la cola con el papel, tiró de la cadena del depósito con agua y fue caminando hacia el otro extremo donde estaba instalado un gran espejo. Mientras iba se recogía el pelo haciendo un rodete. Se sentó en un pequeño taburete y abriendo las piernas, durante algunos momentos se entretuvo depilando su zona vaginal. Era extremadamente sexy y cuidaba mucho su higiene íntima, por lo que siempre estaba atenta a los detalles. Después, mientras sus dedos pasaban cerca de los labios de su almeja, experimentó como un estremecimiento y cerrando los ojos, se entregó a un momento de placer. Un pie sobre el canasto de la ropa y el otro apoyado en la pared, le permitían abrir las piernas mientras se masajeaba suavemente el clítoris. Su hermosa cola se movía acompasadamente en el mullido asiento y hasta se levantaba cuando las convulsiones alcanzaban un elevado ritmo. Pude ver que apretaba los labios cuando empezó a acabar y flexionaba sus piernas como si quisiera aferrarse a algo en el aire. Con la otra mano se sostenía con fuerza del portatoallas de loza.
En verdad el cuadro era estremecedor y el corpulento hombre se daba el gusto con la mano en su poronga que estaba a punto de estallar. Luego de ese momento, Linda quedó satisfecha. Caminó lento hacia la ducha, levantó la pierna y entró en la antigua bañera soltando el agua que de inmediato, generosa; bañó todo su cuerpo.
Mientras con una esponja distribuía la espuma por toda su piel, el hombre en la ventana ya estaba en pleno éxtasis como para eyacular..
Linda metía la suave forma entre sus piernas, mientras levantaba un pie jabonaba primero su cola y luego la zona vaginal. De inmediato acariciaba sus tetas y jugando casi con los pezones, les ponía pequeñas pompas de jabón. Después levantaba el otro pie y ponía jabón en sus glúteos lentamente, como acariciando cada centímetro del cuerpo.
Cuando se echaba hacia atrás para recibir el agua en su rostro, las tetas quedaban con los botoncitos rosados bien parados y apuntando al techo.
Pude ver que Pepe ya no aguantaba más. Casi con un gemido ahogado soltó un borbotón de leche de su enorme pija y ahí siguió escupiendo más fluídos, mientras parecía querer enloquecer con su mano que iba y venía.
Me escondí hacia abajo entre la máquina. Yo estaba prácticamente a su espalda y no advirtió mi presencia. La escena me había producido tal calentura que tenía mi propio miembro como un palo. Pepe tenía las manos embadurnadas con su semen. Entre murmullos se decía “qué rico!. qué hermosa hembra!.. Qué tremenda paja se hizo!.la chuparía entera… Qué hija de puta!! Qué ricas tetas que tiene…y ese culo, por Dios!”
Así, delirando y soñando con ese cuerpo y el espectáculo que acababa de ver, se alejó hacia sus tareas mientras limpiaba sus rudos dedos en el pantalón de trabajo. Para él, sería esta una siesta inolvidable.
Mientras tanto, Linda ya salía del baño completamente desnuda y sin preocupaciones. Mientras se soltaba el pelo me decía “cortaste uva, mi amor?” Tengo muchas ganas de coger. No sé por qué. Vení. Haceme un ratito con tu lengua que me gusta y después vemos, si?
Me gustaría cojermela