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"Marta, quien volvía de sus compras, parada en la entrada de nuestro cuarto, viera lo que su marido hacía en su ausencia por las tardes. Nuestros ojos se cruzaron, ella con picardía y deseo, yo con sorpresa y algo de vergüenza."
Era un miércoles por la tarde. Llegaba a casa después de un día pesado de trabajo. Marta había salido como habitualmente lo hacía. Teníamos algunos años siendo pareja, pero ambos permanecíamos igual de apasionados. Teníamos sexo todos los días, pero a veces eso no es suficiente y estas tardes a solas eran la oportunidad perfecta para revisar esos videos que nos gustaba tomarnos mientras teníamos relaciones.
Eran las seis de la tarde. Me senté en nuestra cama y cogí el móvil buscando el vídeo que más me excitara. Bajé la cremallera de mi pantalón mientras desplazaba apresuradamente mis dedos por la pantalla del móvil, estaba ansioso. De solo imaginarme su figura, su cuerpo y todo lo que hacía para complacerme, me ponía duro el pene. Marta siempre había sido una mujer ardiente, pero conmigo descubrió nuevos placeres, entre ellos ser tratada como una puta, ser denigrada y sometida.
Al fin había conseguido un buen video, en el, la penetraba despiadadamente en un baño público, el juego era que debía contener los gemidos para que nadie nos escuchara, mientras yo hacia todo lo posible por excitarla más y más.
Ya mi pene estaba afuera y lo acariciaba con el puño cerrado desde la base hasta llegar al glande, mientras estaba en el glande apretaba más mi mano y eso que la sensación fuera más fuerte.
En el video, Marta, una morena de cuerpo petite con pechos pequeños y pezones oscuros me miraba juguetonamente mientras se sonrojaba, mi mano estaba en su entre pierna, bajo un vestido floreado sin ropa interior. Siempre acostumbrábamos a salir sin ropa interior cuando íbamos de paseo, en la búsqueda de ocasiones para nuestros juegos. De vuelta al video, Marta, mordiéndose los labios levantaba su falda para mostrarme lo mojada que estaba mientras la acariciaba, de espaldas al lavabo, marta se balanceaba de atrás hacia adelante para acrecentar el vaivén de mis dedos recorrían desde su clítoris hasta entrar en su húmeda abertura.
Respiraba aceleradamente y de vez en cuando soltaba un pequeño gemido, los cuales, con mirada picara, le recordaba que no debía hacer si no quería perder el juego. Esto hizo que empezara esquivar mis caricias, sabía lo que estaba haciendo, quería disminuir el placer para no perder el juego, pero yo no iba a dejarla ganar. La tome por los hombros fuertemente y la voltee espaldas a mí, con mi brazo derecho la abrace sujetando sus pechos y con mi otra mano empecé a introducir un dedo entre sus labios, pero sin penetrarla, eso junto con el apretar sus pezones suavemente la volvía loca, pude ver en su rostro esa mezcla de rabia y placer que tanto me satisfacía.
Su rostro, sus expresiones mientras recibe placer siempre ha sido lo que más me excita de hacerla mía. Ver eso en el video me hizo aumentar el ritmo con el que me tocaba, cada vez más furioso y rápido, apretando con más fuerza mi tronco, podía sentir las venas llenas de sangre, estaba cada vez más duro.
Era ver su rostro en la pantalla lo que tenía ese efecto en mí, quería besarlo, lamerlo, escupirlo y decirle lo puta que era al oído, tomar sus cachetes entre mis manos e introducir mis dedos en su boca mientras la masturbaba, cosa no hice en el video y ahora me arrepentía un poco (siempre habrá otras oportunidades…). Solo continúe pinchando suavemente sus pezones, pero esta vez mi mano estaba dentro de su vestido y cada vez que apretaba, Marta temblaba con ligeros espasmos de placer, su vulva cada vez más mojada y de nuevo el vaivén involuntario de sus caderas, buscaba mi dedo dentro de ella, quería sentirse penetrada. Esta vez no le advertí que perdería el juego, ahora aprovecharía cada oportunidad que me diera para ganar, para verla gritar de placer. Introduje dos dedos y de inmediato soltó un largo gemido, se mordió los labios e intento encoger las piernas, queriendo evitar que mis dedos entrarán más profundo, pero sin lograrlo, los introducía y sacaba cada vez más violentamente mientras mordía su cuello.
Recuerdo que su sexo se sentía muy húmedo en mis manos, gotas resbalan de ella, recuerdo haber subido su falda y soltar sus pezones para acariciar el orificio de su ano. Con las yemas de mis dedos hacia movimientos circulares en ese orificio apretado y rugoso, eso hacía que Marta jadeaba más fuerte, estaba decidida a no hacer ruido.
Cosa que no me importaba en ese momento, las victorias más difíciles también eran las más satisfactorias.
La recosté sobre el lavabo y saqué mi pene del pantalón mientras con la otra mano colocaba el móvil justo abajo del espejo. En la pantalla podíamos vernos ambos disfrutando, pero más importante aún, podía ver cada una de sus expresiones mientras la seguí con mi pulgar tocando su ano y bajando por su abertura hasta su clítoris, estaba tan mojada que pronto el recorrido con mi yema era suave y resbaladizo hasta también mojar su ano. Mientras hacía esto, obligaba a Marta a masturbarme, sabía que eso la excitaría aún más, sabía que justo ahora moría por ser penetrada y que dilatarlo solo hacía que su desesperación aumentará. De vez en cuando introducía un poco el pulgar por sus orificios, ambos. Esto hacía que sus caderas se estremecieran de anticipación cada vez que mi dedo tocaba sus cavidades húmedas, esperando sentirme desde adentro. Marta jadeaba y salivaba con desespero, su lengua lamiendo sus labios involuntariamente, ojos cerrados para no ver mi pene mientras lo tocaba y excitarse más.
Lo retire de su mano y con mi glande, presione justo en su abertura vaginal y empuje un poco dentro de ella, quería ver su reacción. Inmediatamente abrió sus ojos y vio mi expresión en la pantalla del móvil vio la satisfacción y sensación de triunfo en mí, solo era cuestión de tiempo para que no contuviera el placer. Inesperadamente su expresión cambio, se volvió más calmada, aunque todavía agitada, tomo mi miembro y con su mano y apretó sus caderas contra mi introduciéndolo completo y en un solo movimiento dentro de ella. No se detuvo hasta que mi punta tocó su fondo. Con los ojos cerrados y mordiendo sus labios hasta que al fin todo yo, estaba dentro de toda ella. Abrió los ojos y otra vez conjurando la mayor calma posible me miró con ojos desafiantes, como si me dijera: "Dame todo lo que tienes. Hazme gritar, si acaso puedes".
No podía pensar más, ni en ese momento durante el cual el vídeo fue filmado ni mientras me masturbaba, ese pequeño acto de rebeldía, esa mirada, había desencadenado en mi un deseo incontrolable, solo quería verla gritar y llorar de placer.
Ya estaba pronto acabar y apenas la había penetrado durante el vídeo, pero no podía parar de tocarme, ni bajar el ritmo. De hecho, apretaba más duro, los movimientos de mi mano eran más rápidos y con más fuerza. Si el juego hubiese sido al revés, estoy seguro que hubiera perdido también.
En la pantalla se podía ver cómo sujetaba las caderas de Marta y la embestía furiosamente, desde esa mirada de desafío no pude dejar de poseerla con violencia, con furia casi. Sus nalgas ya estaban sonrojadas por el contacto con mi pelvis.
Ella seguía viéndome desafiante, conteniendo los jadeos, cada vez más roja, pero cada vez más determinada a no expresar el más mínimo de emoción por el placer que le daba. Su entrepierna chorreaba levemente por el muslo izquierdo, lo disfrutaba.
Obviamente yo lo disfrutaba también, la penetraba cada vez con más fuerza, la sujetaba cada vez con más fuerza también. Hundía mis dedos en su piel, que se volvía blanquecina al contacto y luego rojiza. Tomé mi pulgar derecho y lo introduje un poco en su ano, con mi mano derecha la sujeté por la nuca y seguí penetrando violentamente.
La determinación en su mirada cedió un poco, sus ojos se suavizaron y se podía avistar una leve súplica en ellos. No gemía, pero jadeaba para sus adentros.
Su piel enrojecía cada vez más, sus ojos se tornaban sollozantes y el iris desaparecía por encima de sus párpados, aun así, ni un solo gemido. Cambié de manos y la que estaba en su nuca ahora repetía el vaivén suave y leve en su ano, como pulsaciones, solo asomando la yema en su interior y retirando. La otra mano esta vez la sujetó por sus cachetes, como una cosa, un artefacto al que no hay que tener consideración. Apreté su rostro hasta formar un puchero en su boca, se veía tan exquisita, así, silenciosa pero desesperada, desafiante y al mismo tiempo una muñeca a punto de romperse.
Empezó a jadear más fuerte, el gesto había tenido el efecto que esperaba y Marta no vio venir lo siguiente. Mientras la sujetaba así, introduje todo mi pulgar en su ano y la embestía con más furia aún, sus nalgas ya no estaban levemente sonrojadas, estaban encendidas por el contacto.
Sus ojos se abrieron de par en par, primero con rabia y luego otra vez en blanco, su cuerpo empezó a temblar. El primer orgasmo estaba llegando y en el vi mi oportunidad de oro. No sé si lo comenté antes, pero Marta era multiorgásmica. Mientras estaba en el dulce temblor del orgasmo, la penetraba como un animal, ya no era tan rápido pero cada embestida era más fuerte y profunda que la otra. La forzaba a ver mi rostro, mi sonrisa cruel mientras la hacía llorar de placer.
Por dentro, me concentraba en no alterar el ritmo de la penetración, sabía que si lo mantenía podía invocar muchos orgasmos más con mayor intensidad.
Marta me apartaba desesperadamente con sus manos, pero no tenían efecto. Mis embestidas no paraban y solo podía apretar sus labios y dejar una lagrima rodar mientras seguía haciendo con ella lo que me viniera en gana.
Empezó a temblar más fuerte aún y su cuerpo cedió un poco, el próximo orgasmo comenzaba y con el mi cambio en estrategia.
La solté del rostro y la sujeté por el abdomen para que no cayera al suelo y subí el ritmo, cada vez más rápido. Yo también estaba llegando a mi límite, no iba a poder retrasar la eyacularías tiempo, tenía que arriesgarlo todo en este único momento. Acomode la trayectoria de mi pene para que Marta lo sintiera aún más profundo. Con una ligera curva en su trayectoria desde abajo hacia arriba.
Ya no me apartaba, sus manos rasgaban mis muslos pidiendo más mientras intentaba sujetarse al lavabo, ya no importaba para ella, el lugar, el juego, el ganador, solo importaba el placer. Jadeaba, gemía suavemente, su lengua fuera de su boca buscando instintivamente algo que chupar, se relamía de gustó, su consciencia sobre escrita por las sensaciones. Apretaba sus manos en el lavabo, luego en mi carne. Yo seguía penetrándola con el mismo ritmo, seguro de que pronto vendría otro orgasmo y quizás el mío también.
Empecé a mover mi pulgar dentro de su mojado ano.
Los gritos y el tercer orgasmo habían llegado. Su cuerpo completamente tenso, su piel erizada y rojizo. El sudor resbala de sus hermosas y redondas nalgas, de sus mejillas.
En la pantalla del móvil podía verla y escucharla gritar. Veía fijo sin poder voltear sin dejar de darme placer.
Quisiera decir que esta escena maravillosa termino de forma mágica: yo eyaculando en nuestro cuarto justo en el momento en que Marta llegaba por tercera vez y aullaba como un animal herido y yo soltaba todo mi semen dentro de ella. Ambas criaturas muy muy impudorosas, gritando el placer de lo prohibido en un baño público, sin ropa interior, sin pudor por quien nos escuche, sin condón ni protección. Quisiera decir que así termino mi sesión de placer, pero la realidad es que ya para el final del vídeo mi miembro estaba completamente lleno de semen y mi mirada vacía delataba el estupor del orgasmo que no pude contener justo antes de que Marta acabara por última vez en la pantalla.
Pero justo a tiempo para que Marta, quien volvía de sus compras, parada en la entrada de nuestro cuarto, viera lo que su marido hacía en su ausencia por las tardes.
Nuestros ojos se cruzaron, ella con picardía y deseo, yo con sorpresa y algo de vergüenza.
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