Si, vivia en un barrio de las afueras de la ciudad, todo era oscuro, sucio y el parque de los niños apestaba a muerte, la verdad es que llevaba tanto tiempo alli que empezaba a olvidar la infancia con la que años atras me habia topado.Yo vivia en el portal numero 7 de la calle vidrio, tenia 18 años y ultimamente no era demasiado feliz, me pasaba los dias delante del ordenador masturbandome, mientras pensaba lo ridiculo que era. Todos los dias eran iguales, te levantas, te duchas, caminas hacia el instituto, sales con tus amigos, te montas en el autobus y miras obscenamente las grandes tetas de las chicas, lo peor de todo era que empezaba a tener miedo de mi mismo, me estaba transformando en un ser despreciable y solitario, estaba en medio de una gran urbe y sin embargo era como estar en mitad del desierto. Mientras caminaba con mi mochila al hombro miraba al cielo, y pensaba que algun dia encontraria un lugar mejor, los arboles se estremecian a mi paso, y las nubes volaban a un ritmo vertiginoso, de una ventana escapaba hacia mis oidos una melodia que parecia ser un requiem, mientras los obreros dejaban sus ocupaciones para festejar el paso de una moza que con voluminosas curvas movia su cuerpo el cual chocaria con el mio como si de un iman se tratase, fue en aquella mujer donde encontre la paz que no habia tenido nunca, de un largo cabello negro y una mirada intensa me sonrio y sin mediar palabra desaparecio de mi vista para no volver jamas, comprendi entonces que era aquello el amor de una mujer lo que devolveria a mi vida la estabilidad que tanto tiempo llevaba buscando, pero aquello no era una pelicula, era una cruda realidad llena de patetismo y miserias. Segui caminando pasando por delante del bar que daba la bienvenida al barrio, en su interior oscuro y cargado de humo se difuminaban las siluetas de aquellos hombres de avanzada de edad, en paro y sin ningun sueño ya que cumplir, las cucarachas se movian a sus anchas, y en los bancos de la plaza las mujeres gritaban sin ningun tipo de pudor mientras despellejaban y criticaban a la vecina que se habia casado con un hombre diez años menor que ella. Por el callejon divise a Aurelio, un joven de mi edad que apoyado en la pared intentaba andar, impedido por los 190 kilos que se apoderaban de el. Era duro comprobar como todo aquello era mi mundo, como todo aquello era mi barrio, era una realidad que no soportaba ver, preferia encender la television y mirar toda la falsedad que a nuestros ojos llegaban, era un cobarde, que no se atrevia a amar, que no se atrevia a vivir, volvi a mi habitacion, encendi el ordenador y me masturbe.