Rogelio, de 42 años, robusto, algo inculto, muy trabajador, ama a su familia.

Milagros, de 38 años, su mujer, de buena presencia sin ser la gran belleza.

Linda, de 21 años, universitaria, hermos y con gran deseo de sexo variado.

Iván, de 18, esperando matricularse en la universidad.

Una siesta, Milagros, aprovechando el sueño de su marido fue al establo para tener sexo con un semental de la finca. Al pasar por el box de una yegua sintió cierto jadeo y ruidos. Se asomó y se encontró con su hijo que hebía penetrado a la yegua y que mostraba un pene de grandes dimensiones. El muchacho quedó petrificado, pero ella sonriendo se acercó, tomo a la yagua por el cogote y tranquilizó a Iván diciendole que no se preocupara, que sólo ella lo sabía, que era su madre y que comprendía que el chico tenía deseos. Ya tranquilo, Iván siguó con su vaiven y sus jadeos y muy pronto eyaculó dentro de la yegua.

A la siesta siguiente, el hijo, ya tranquilizado, volvió al establo, pero sintió ruidos en el box del semental, encontró a su madre sobre unos fardos de forraje con la verga del caballo metida profundamente en su concha. La mujer intentaba envolver el cuerpo del animal con sus piernas, mientras bombeaba como podía y declaraba con gemidos y suspiros su calentura y su amor por el semental. Musitaba - Más, más, así mi amor!! - como si en animal comprendiera. Iván comenzó a masturbar su voluminosa verga, su madre estiró una amano y comenzó a pajearlo.

 No tardaron los tres protagonistas en sus acabadas. Iván regó el piso de paja con su leche y Milagros y el semental lo inundaron con sus acabadas. La mujer, no contenta, comenzó a mamar la verga del caballo, pero éste se alejó y cortó la relación.

Iván ayudó a su madre a vestirse y volvieron a la casa.

Milagros quedó deseosa de la verga de Iván y cuando Rogelio se durmió, corrió a la habitación de Iván, su hijo y cómplice. Su sorpresa fue que sus hijos estaban en plena sesión de sexo incestuoso. No dudó y se unió a la pareja. Iván penetró a su madre por todos sus orificios y cuando descansó, las mujeres se unieron lesbianamente. Los 69 se sucedían, las bocas hambrientas recorrían las conchas encharcadas, las lenguas luchaban por penetrar esos culos ardientes.

Así llegó la alborada y fue cuano Linda exclamó: - Y pensar que creía que sólo cogería con Pastor!! -

Así, madre y hermano se enteraron que la chica mantenía relaciones sexuales continuadas con un perro de la finca, que, según ella, tenía una verga descomunal.

Pero allí no terminó el asunto, en un relato próximo, seguirán sus aventuras sexuales que son reales.