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Del Palo y de la Astilla
La verdad es que Pilar ya me tiene harto. Bueno, mas que harto, me tiene frustrado, rozando la desesperación. Pilar es mi mujer, llevamos diez años de casados y, últimamente, cuando hacemos el amor, se comporta como si fuera una virgen forzada contra su voluntad. No lo entiendo, cuando nos casamos no era virgen, ni mucho menos. Nos casamos, después de dos años de noviazgo, cuando ella tenia veinticuatro y yo treinta años. Pilar había tenido varios novios y, desde que tenia dieciocho años, se había acostado con un buen numero de voluntarios, así que no venia al matrimonio siendo precisamente una ignorante en materias sexuales. Pilar sin ser una gran belleza es muy resultona; es alta, como su madre, morena como su padre, de ojos castaños, nariz fina y labios sensuales. No es que tenga pechos como la Dolly Parton esa, pero tampoco esta plana ni mucho menos, cintura estrecha, buen trasero y piernas bonitas de fino tobillo, como su madre.
Los primeros años de casados fueron bien, sin ningún exceso sexual, pero sin mayores problemas. Lo único que noté era que ella no aceptaba el sexo oral, ni dado ni recibido y del griego… ¡Ni mencionarlo! pero por lo demás, hacíamos el amor una o dos veces por semana, sin grandes aspavientos, pero sin grandes problemas. Pilar ya me había avisado antes de casarnos que no quería tener hijos. Así que ella tomaba la píldora y hacíamos el amor sin preocuparnos de calendarios. De vez en cuando, yo mencionaba algo de sexo anal; Pilar se ponía hecha una furia, gritaba, me llamaba de todo: cerdo, animal, degenerado… yo me batía en discreta retirada y hasta la próxima. Aunque nunca había dado señales de ser muy religiosa, empezó a insistir que teníamos que ir a misa todos los Domingos y ella empezó a ir a la iglesia entre semana. De esta forma pasamos ocho años hasta que las cosas empezaron a cambiar, a peor claro. Obviamente, estas cosas no se notan de un día para otro, pero con la sabiduría que da el mirar hacia atrás, yo creo que fue hace uno tres años, coincidiendo con el que Elisa, mi suegra, se viniera a vivir con nosotros. Pedro, mi suegro, murió de repente, de un ataque al corazón y cuando dos meses después de su muerte, Pilar propuso que Elisa viniera a vivir con nosotros, yo aunque no es que estuviera encantado, tampoco puse objeción alguna. No es que mi suegra me cayera particularmente bien, pero tampoco me caía mal. Mientras mi suegro vivía, no habíamos tenido mucha relación, pero en la que hubo, Elisa siempre había sido correcta conmigo. Seca si, sin confianzas, sin bromas, pero cortés, correcta siempre. Nunca habíamos tenido ni roces ni enfrentamientos. Pilar y yo tenemos un chalet grande a las afueras de Madrid, con dos pisos, cuatro dormitorios y varios cuartos de baño, así que no era lógico decir que no. Además, Pilar dijo que su madre vendería el piso en Madrid y se ofrecía para contribuir con una cantidad mensual, equivalente a los gastos del piso, a nuestro presupuesto familiar. No es que nos faltase el dinero, pero tampoco estábamos como para despreciarlo. Así es que mi suegra se vino a vivir con nosotros.
Elisa es catalana, mas bien seca, sin mucho sentido del humor, cuando vino a vivir con nosotros tenia cuarenta y nueve años, pero para su edad estaba bien conservada. Es alta, uno setenta y siete, rubia (teñida), agradable de cara, un poco entrada en carnes y, aunque no es fácil de adivinar pues viste siempre de forma muy recatada y severa, tiene buenos pechos, un trasero pronunciado, como la mayoría de las mujeres de su edad, y piernas bien torneadas de finos tobillos que se encarga de lucir llevando siempre zapatos de tacón muy alto.
Al principio todo fue bien. Elisa estaba retraída, mas seria de lo habitual, casi hosca, pero lo atribuí a su tristeza y soledad tras la muerte del marido y a que ella quizás trataba de no interferir en nuestra vida cotidiana. Pasados tres o cuatro meses, empezó a participar mas en nuestra vida; cocinaba a menudo e intervenía en nuestras conversaciones, se la veía un poco menos retraída, aunque seguía vistiendo de un luto riguroso y austero. Cuando ya llevaba mas de medio año con nosotros y tenia mas confianza, empecé a notar que cuando intervenía en nuestras conversaciones, a menudo hacia pequeños comentarios bastante sarcásticos y derogatorios hacia los hombres. Nada terrible, cosas como - que torpes que son los hombres; esa cocina nada mas la puede haber diseñado un hombre; los hombres nunca piden direcciones…- . Pero con el tiempo, los comentarios se fueron haciendo más frecuentes, más sarcásticos, menos generales y más específicos;
- Como Alberto nunca ayuda en la cocina...
- Alberto, podías ocuparte un poco mas de Pilar...
- Alberto, conduces como un loco...
Esto ya me empezó a mosquear un poco, pero pensé que si no me daba por aludido, y no respondía, Elisa dejaría de hacerlo. Evidentemente me equivoqué, porque de forma paulatina pero continua, ella incrementó la mordacidad de sus criticas, que pasaron a convertirse en ataques personales. No solo eso, sino que claramente estableció que su difunto marido, Pedro, fue un inútil, bestia, desagradable y que yo era, por lo menos, tan despreciable como él y probablemente aun peor:
- Alberto, Eres igual de bruto que Pedro.
- Eres igual de egoísta que Pedro ¡Nada mas pensáis en vosotros mismos!
- Como eres Alberto, ni el animal de mi marido hubiera dicho algo así.
Yo soy de natural apacible y no me gusta meterme en peleas, así que deis callar pensando que tener una bronca con su madre no ayudaría a mis relaciones con Pilar. Así que callé y aguanté mecha. Probablemente hubiera sido mejor que le hubiera parado los pies a Elisa hace tres años, pero a toro pasado… ¡todos somos grandes toreros! Lo que estaba claro es que Elisa tenia problemas en lo se refería a relacionarse con hombres y estaba mas que contenta descargando sus frustraciones sobre mí.
Pero bueno, volviendo a Pilar y a mí, como ya he dicho, sin poner poder una fecha concreta al cambio, lo que estaba claro es que Pilar demostraba cada día que pasaba menos y menos interés en actividades sexuales. A menudo me tocaba escuchar:
- No cariño, por favor. Hoy no que tengo una jaqueca horrible.
- Alfonso perdona, pero es que hoy estoy tan cansada…
- Me vas a perdonar, pero se ve que la cena no me ha sentado bien y me molesta la tripa…
Claro esta que la primera vez que pasó esto, no le di ninguna importancia, ni la segunda ni la tercera. Pero, ahora pensándolo bien, me doy cuenta que de hacer el amor una o dos veces por semana, pasamos a una sola vez por semana, una cada quince días, una al mes y, echando cálculos, me doy cuenta de que hace tres meses que no hacemos el amor. Claro, que quizás no estoy en el mejor momento de ecuanimidad, con la tremenda frustración que tengo es posible que distorsione algo las cosas y que no este mirando a Pilar y a su madre desde el mejor ángulo posible, pero, se mire como se mire nuestra vida matrimonial, o al menos la mía, no ha mejorado con la adición de Elisa. Además de tener que aguantar las frecuentes puyas de Elisa y sus comentarios derogatorios, tengo que sufrir la falta de interés de Pilar. Pero no solo la abstinencia, en los últimos meses, hemos tenido varias broncas. Todas han empezado debido a sus negativas sexuales. Pilar niega, que sea frígida, o que no me quiera, pero dice que los hombres somos muy brutos, que lo queremos no es hacer el, si no poseer a las mujeres como si fueran animales, que a mi no me importan sus sentimientos, que en vez de aparearnos como bestias, le gustaría mas que la acaricie, que la mime y que le diga palabras de amor. ¡Manda huevos! Después de diez años de casados ahora quiere que me comporte como un quinceañero enamorado. ¡La verdad es que las mujeres son la leche! Si no fuera porque follan y son necesarias para la perpetuación de la especie… seguro que estaría permitido cazarlas como alimañas y ¡hasta darían recompensas por cada cabeza! Calma, Alberto, calma, que te estas pasando. Coño me voy a estar pasando ¡mas tendría que decir y hacer!
Todo esto me lo estaba diciendo a mí mismo mientras rumiaba mis pensamientos camino de casa. Con lo embelesado y cabreado que estaba en la conversación conmigo mismo ¡ya seria un milagro si no tenia un accidente en la autopista! La causa de mi cabreo la tenía nuestra conversación ¡Qué coño conversación, nuestra pelea! de esta mañana. Me había despertado antes de lo habitual y me desperté pegado a la espalda de Pilar, con mi mano derecha, abrazándola y asida a uno de sus magníficos y duros pechos. Mi cuerpo totalmente pegado al suyo y mi picha, dura como un canto, pegada a su trasero, acomodada en el glorioso valle entre sus nalgas. Sin pensarlo, de forma automática, giré a Pilar, me puse encima de ella, entre sus piernas y la penetré. ¡Coño que ganas tenia yo! ¡Que acogedor su coño! Cuando empezaba a acomodarme, entre las vueltas y la penetración, Pilar se despertó. Según creo recordar, hizo dos cosas de forma casi simultanea. Primero chilló como gorrino en matadero y una fracción de segundo después me pegó tal rodillazo en los testículos que:
Me hizo ver las estrellas.
Saco mi picha de su acogedor estuche.
Me tiro al suelo.
Me dolió muchísimo.
Mi pene, que estaba duro como un canto, inmediatamente pasó a estar triste y alicaído.
Mientras yo estaba en el suelo, sujetándome los huevos, retorciéndome de dolor, sorprendido y confuso por su reacción, ella chillaba, recriminaba y acusaba de tal modo que parecía un híbrido de basilisco, dragón y furia.
- Alberto, ya sabia que eres un cerdo y una bestia, pero no sabia que fueras tan degenerado. Ya sé que odias a las mujeres, ya sé que nos crees inferiores, pero no te creí capaz de violar a tu propia esposa. ¡Tu propia esposa! Eso es lo que eres un libertino, un degenerado y un violador.
Todo esto lo decía con grandes aspavientos, apuntado un dedo acusador, mesandose los cabellos… no le faltó mas que rasgarse las vestiduras, algo que no podía hacer, porque estaba en cueros. Cuando, por fin, paró en sus denuestos - supongo que para tomar aire- traté de participar en el intercambio.
- Pilar, ¿Te has vuelto loca? Ni te estaba tratando de violar, ni leches. Trataba de echar un palito mañanero, como hemos hecho muchas veces.
- El que hayas abusado de mí en el pasado no te da derecho a seguir abusando de mí.
- Pilar, tu te has grillado. ¿De que abusos estas hablando?
- De tus abusos sexuales; de que voy a estar hablando, siempre queriéndote aparear como un cerdo, siempre salido, siempre dominándome, nada mas te faltaba hacer lo que has tratado de hacer hoy ¡violarme!
- Pilar, llevas un año que no dices mas que tonterías, antes no eras así. ¿Quién te ha puesto esas ideas en la cabeza?
- Tu llamas tonterías a todo lo que es diferente de lo que tu piensas. No quiero ser tratada como un animal, ni usada como un objeto.
- Pilar ¿Quien te esta diciendo esas chorradas? ¿Tu madre?
- Pues claro esta que mi madre piensa como yo. Pero no le andes echando la culpa a ella por abrirme los ojos.
Me parece que ahí perdí la compostura y solté una ristra de juramentos e insultos hacia mi suegra como no recordaba haber hecho nunca contra otra persona. ¡Era la leche! A la cabrona no le había bastado con venir a vivir con nosotros, con cobijarse bajo mi techo, con compartir pan y vino conmigo y con insultarme de forma continua. ¡Encima le hacia un lavado de cerebro Pilar y la ponía contra mí! Cuando conseguí controlarme un poco y dejar de jurar, perjurar y maldecir, dije:
- Pilar, ahora me tengo que ir al trabajo, pero esta tarde vamos a hablar. Le puedes ir diciendo a la puta de tu madre que o deja de hincharte la cabeza con chorradas, o la saco de esta casa a patadas en el culo. Y tu prepárate, porque esta noche con o sin jaqueca, con o sin dolor de tripas, cansada, sedienta, hambrienta o con fiebre, esta noche, estés como estés ¡tu y yo jodemos!
¡Coño! así se hace Alberto, ya era hora de poner los huevos sobre la mesa (figurativamente hablando, porque en aquel momento los tenia bien espachurrados y no estaban para ponerlos en ningún lado) Me duché rápidamente, me vestí, y con mucha dignidad (y con mayor dolor de huevos) salí de la casa.
Claro esta que me pasé todo el día en trabajo rumiando lo que había pasado y con ganas de agarrar a zorra de mi suegra y cantarle las cuarenta. Me parecía increíble que la jodida suegra pudiera hacer algo así. Pues se había equivocado de cabo a rabo, yo soy mas bien pacifico y, en general, prefiero aguantar mecha a tener un enfrentamiento, pero no soy idiota. Se iba a enterar Elisa de lo vale un peine. La verdad es que en vez de enfriarme durante el trabajo me pasó lo contrario, me calenté más y más pensando en todo lo que había pasado. Como la cerda de mi suegra me saliera respondona, le iba a dar un par de ostias de las que nada mas entran seis en la docena. Para que aprenda quien lleva los pantalones de una puta vez. Y Pilar, Pilar se iba a enterar también ¡que leche ya está bien! No es que fuéramos a hacer el amor esta noche, no. Esta noche la iba a joder como dios manda. No solamente joder, esta noche teníamos sexo anal. ¡Que leches sexo anal! ¡Esta noche la daba por el culo! Pero además bien dado, para que aprenda a dar rodillazos en los huevos. Dándole vueltas y vueltas a estos pensamientos y aumentando mi nivel de cabreo, por fin llegué al chalet. Aparqué el coche de cualquier manera y entré en la casa como si llevara un cohete en el culo. Di un gran portazo y chillé:
- ¡Pilaaaar, Pilaaaar!
- Pilar no esta en casa, ¿Qué ocurre? ¿Porqué chillas así?
Era Elisa, la lava-cerebros, la jode matrimonios, la odiadora de hombres. Como siempre fría, como siempre seria, como siempre vestida con traje negro, de cuello cerrado, manga y falda larga, como siempre displicente y como siempre, con voz y gesto, implicando censura y desaprobación.
- Chillo así por que me da la gana, que estoy en mi casa y no le tengo que dar explicaciones a nadie ¿Te enteras?
Elisa puso cara de gran sorpresa, parecía que quería decir algo medio tartamudeando, pero antes de que pudiera decir nada, la espeté yo:
- ¿No te ha dicho nada Pilar?
- No la he visto esta mañana, se fue antes de que me levantara yo. Ha dejado una nota diciendo que no la esperemos para cenar. Insisto en que no me parece bien la forma en que me hablas.
- ¿Que no te parece bien? Pues mira jodia suegra, a mi no me parece bien que llenes la cabeza de tu hija con tu odio hacia los hombres. A mi no me parece bien que te pases el tiempo criticándome, censurándome e insultándome. Me parece tan mal lo que estas haciendo, que si lo vuelves a hacer, una sola vez mas, te echo de esta casa a patadas.
Elisa primero puso cara de asombro, después de enfado, irguió aun más su largo cuerpo, puso aire de superioridad y con notable aumento de su acento catalán dijo:
- Alberto, no consiento que nadie me hable así, y menos un calzonazos como tu.
¡Leche bendita! Ya he dicho que soy de natural apacible y aguanto bastante, pero aquella zorra sabia como tocar mis resortes. Sin pensarlo, sin darme cuenta de que hacia, poseído por la ira, como un relámpago, le di dos bofetones de los de campeonato. Resonaron como pistoletazos, tan fuertes fueron que la tiraron al suelo y Elisa no esta delgada precisamente, así que con su metro setenta y siete de carne sólida no es ninguna pluma. Cuando la vi sentada en el suelo, con las manos en las mejillas, me di cuenta de lo bestia que estaba siendo, después de todo Elisa era mujer y catorce años mayor que yo. Me incline sobre ella para ayudarla a levantarse y estaba a punto de pedir perdón por lo que había hecho, cuando Elisa con los dientes apretados, rezumando odio dijo con palabras que sonaban como latigazos:
- ¡Además de gilipollas y calzonazos burro! Cómo todos los incompetentes, cuando no sabéis ni que hacer, ni que decir, pegáis ¡Cómo los animales! ¡Qué mierda eres! ¡Pegar a la madre de tu mujer! ¡Chulo! ¡Maricón, que eso es lo que eres un maricón!
Todo esto lo decía sin haber soltado una lagrima, sin lloriquear, con una mala leche, un desprecio y una firmeza acojonantes. Sus palabras, su desprecio y su arrogancia fueron la gota de agua que colma el vaso. Perdida toda cordura o control, la agarré por sus pelos rubios (teñidos) y la arrastré hasta el sofá. Me senté, doblé su cuerpo sobre mi rodilla izquierda, cerré mis piernas sujetando las suyas, levante su falda y empecé a azotar su culo. ¡Dios, como azoté!, con todas mis fuerzas, con toda mi saña, pegué, pegué y pegué, cegado por la ira, como bestia descontrolada pegué, pegué y pegué. No sé cuanto tiempo pegué. Lo único que sé es que la bestia que todos llevamos dentro, a mí me había salido fuera. Pegué hasta que la mano me dolía y mi brazo no se podía mover mas. Hice una pausa y note varias cosas que mi mente no había registrado antes;
Mi suegra, a pesar de su severo luto, llevaba unas diminutas y coquetas bragas de encaje granate que dejaban al aire la mayoría de su espléndido culazo.
El culazo de Elisa no solo era de buen tamaño, pero de carnes duras y, aun estando rojo debido a la azotaina, o quizás por lo rojo de mis azotes, era de lo más incitante y atractivo.
Yo tenia una erección de campeonato. Tan dura la tenia, que era casi dolorosa.
La verdad es que me dio cierta vergüenza, una cosa era que mi suegra me hubiera cabreado, desafiado y, provocado tanto como para haber respondido dándole una paliza. Pero otra cosa es que me calentara con el culo de mi suegra. Creo que hasta me estaba sonrojando cuando Elisa, al notar la pausa en mis azotes, levantó la cabeza y mirándome a los ojos dijo:
- Eres tan cruel y bestia como mi marido y como él pegas sin piedad.
Varias cosas me dejaron boquiabierto:
Grandes lagrimones corrían por las mejillas de Elisa, pero su voz no temblaba y no estaba llorando, simplemente le caían las lagrimas.
La voz de Elisa no era la de la arpía desafiante de hacia unos minutos sino sumisa y casi, casi dulce.
Por lo visto mi suegro la había zurrado en mas de una ocasión.
Yo me quede alucinado, no sabia que decir ni que hacer, medio tartamudeando dije:
- ¿Pedro te pegaba?
- Joder que si me pegaba. El cabrito me pegó mas que a una estera. En cuanto lo cabreaba por cualquier cosa, ya estaba: ¡zurra! La de palizas que me dio el cabrón. Con la mano, con la correa, con la regla, con el bastón… pero lo que más le gustaba, es lo que has hecho tu. Me ponía sobre su regazo y se inflaba de darme azotes con las manos ¡No veas lo que le gustaba mi culo!. Yo creo que casi pegaba mas fuerte que tu. Claro que es difícil de decir, porque él me quitaba las bragas antes y, el mamón de el, siempre acababa igual. Después de la azotaina me enculaba. ¡Que bestia! ¡Que enculadas me daba!
- Pero Elisa ¿tú tomas por culo?
- Hombre, así en tiempo presente: no, que ya hace tres años que no lo pruebo; pero en tiempo pasado… joder que si he tomado.
Si hasta entonces la erección que tenia, casi, casi me dolía, ahora se puso tan dura que empezó a doler de verdad. Otra vez perdí todo el control. Puse a Elisa de pie y sin ningún miramiento desgarre su vestido y lo arroje al suelo. Me quedé casi sin respiración al verla, Elisa nada mas llevaba un pequeño y cuco sujetador de encaje granate (haciendo juego con las bragas), medias negras enfundando sus largas y bien torneadas piernas y zapatos negros de tacón alto. ¡Dios que buena estaba! Las tetas eran aun más grandes que las de Pilar, la cintura se mantenía estrecha, un poco de barriguita en su bajo vientre era la única concesión a la edad, las caderas anchas, de suave y graciosa curva, caderas de Venus madura, de Venus en su plenitud, en su perfección, los muslazos, los muslazos eran la leche. Sólidos, un poco jamones, pero duros. No me entretuve en mas contemplaciones, de un tirón arranqué el sujetador y liberé las gloriosas ubres de su prisión. ¡Carajo que tetazas! Eran grandes, plenas, orondas, un poco caídas, pero colosales, heroicas, sin poderme contener las apreté, las estruje, las sobé. Las areolas grandes, oscuras y los pezones…los pezones con mi manoseo de los pechazos se estaban puniendo duros y respingones. La voz de Pilar me saco de mi embelesamiento. Sonaba muy distinta, tranquila, casi dulce.
- Alberto ¿qué estas haciendo?
- ¿Que estoy haciendo? No sé que estoy haciendo, pero lo que sí sé es que te voy a dar por culo.
Supongo que hubiera sido lógico esperar que Elisa protestara, chillara, huyera…Pues no, con toda la calma del mundo (y mucho estilo) se quitó las bragas, se froto las doloridas nalgas y se limitó a preguntar:
- ¿Me vas a encular?
Ahora si, ahora si que su voz sonaba dulce y sumisa.
- En el sofá, arrodíllate en el sofá y pon el culo en pompa, aguanta todo lo que que haga y como no aguantes o protestes... te muelo a palos.
Elisa se acercó a mí, desabrocho mi cinturón, abrió la bragueta, dejo caer mis pantalones y bajando la goma de mis calzoncillos asió mi pene.
- ¡Deu Nido!
Dijo en su mejor catalán.
- Pedro que en paz descanse, tenia buen instrumento, pero tu Alberto ¡menuda tranca tienes!
Sin decir mas, se inclino y dio una dulce chupadita a mi capullo, luego restregó sus enormes tetas contra mi pecho, me dio un beso en la boca metiendo la lengua hasta lo mas profundo, giró y contoneando sus poderosas caderas se dirigió al sofá. Se arrodillo sobre él ofreciendo sus gloriosas nalgas, con sendas manos las separó descubriendo el orificio de mis ensueños poniéndolo como en bandeja para mí. Sin timidez alguna me animó:
- Anda ya Alberto, méteme ese trancón en culo. Hace tres años que nadie me lo rompe y no veas las ganas que tengo. Metemela hasta el corvejón, párteme en dos, no tengas piedad de mi culo; no hagas caso si grito; tu dame polla Alberto, damela con furia, con rabia, metemela hasta hacerme daño, córrete en mi culo, déjamelo hecho polvo, hecho jalea, dame por culo hasta que lo derritas; No veas, Alberto, no veas la falta que me hace tener, sentir, gozar de una polla en mi culo ¡Tres años, tres sin catar picha! Dame ya cabrón, dame, dame de una vez.
- Espera Elisa que voy a coger un poco de aceite.
- ¡Que coño aceite! Después de la zurra que me has dado y de verte ese trancon tengo el culo rezumando jugos. Conmigo no hacen falta ni aceite ni leches que me lubrico yo sola.
¡Qué hembra! Yo, desencapullé mi instrumento, apoyé la desnuda punta en el mismísimo ojete y lentamente empuje. Entraba como cuchillo en mantequilla. ¡que gustazo! La muy zorra apretaba todos los músculos y yo notaba como estrujaba mi pene, pero la muy guarra estaba tan bien lubricada que mi tranca entraba y entraba.
- No te dé miedo, capullo. Métela bien metida, fuerte mamón ¡dame fuerte! Ahhh, que gusto, que falta me hacia, me derrite las entrañas. Ahora, ahora, mete y saca a lo bruto, como una fiera, sácamela por la boca, dame caña, dame gusto…
¡Que bestia Elisa! Con lo modosita y mosquita muerta que parecía, toda vestida e negro y como tomaba por culo. Aquello no era tomar por culo, la jodia estaba devorando mi picha con su culo. Parecía que me la quería arrancar, apretaba el esfínter, estrujaba mi picha y como una loca se empalaba y desempalaba. Casi no hacia falta que yo me moviera, ella sola se estaba follando el culo con mi tranca. Gritaba, chillaba, reía como una posesa, pero a mí me estaba volviendo loco de placer. Yo le daba azotes en las poderosas nalgas y ella al recibirlos aullaba y se empalaba aun más recio. Yo desenfrenado, me incline sobre ella y así sus pechazos con ambas manos y tirando de las poderosas ubres me la empalaba hasta lo mas profundo.
- Sí Alberto, sí. No tengas piedad de mi, no tengas piedad de mi pobre culo tu metemela, destrózame, mamón. Ay Dios mío, Dios mío ¡Que falta me hacia una enculada!
Yo nunca había estado con una tía tan fogosa y desenfrenada y resulta que la tía mas caliente con que había follado jamás ¡era mi suegra! Ni en mis más calenturientas fantasías había soñado yo encontrar a una folladora como Elisa ¡Que suerte la mía! Tener en casa una mujer tan imponente como Elisa y encima folladora insaciable.
- Elisa ¡Qué buena estas! ¡Que cuerpazo más bueno tienes! ¡Que bien jodes! ¡Cuánto me gusta darte por culo!
- Goza Alberto, goza de este culazo hambriento de polla.
- Elisa ¡me corro!
- Dame toda tu leche mamón. Lléname las tripas con tu lechaza, damela toda, no te guardes nada.
Mientras así decía Elisa movía su culazo y sus caderas con aun más energía empalándose en mi verga como una bestia. Yo con un aullido de lobo, tuve la corrida más intensa de mi vida. La zorra de Elisa al notarlo, continuo metiendose y sacándose mi verga y al mismo tiempo contraía y relajaba su esfínter, ordeñándome la polla, dándome mas placer del que yo creía era posible. Exhausto, caí derrengado sobre su espalda y mientras besuqueaba su cuello, con mis manos estrujaba sus generosos pechos. Resoplando y tratando de recobrar la respiración dije:
- Elisa, no había tenido un orgasmo así en mi vida. Que gustazo me has dado.
- ¿Te gusta el culazo de la puta de tu suegra, eh mamón?
- Como no me va a gustar si es el mejor culo que he visto en mi vida.
Elisa con cuidado saco mi verga de su culo, y se dio la vuelta. Ahora sin tanta prisa pude contemplar sus magníficos pechos. Barajo que pechos. Grandes, blancos, con oscuras areolas y unos pezonazos como pitorros de botijo ¿Cómo podía una tía de cincuenta y dos años tener unas tetas tan buenas?
- Parece que también te gustan mis tetas.
- Como no me van a gustar. Es que tienes un cuerpazo de campeonato Elisa y las carnes perfectas, ni duras ni blandas, suaves, acogedoras.
- Uy que galante. Gracias majo. Mira, para pagarte el cumplido te voy a hacer algo que a mi marido le volvía loco. ¡Ponte de pie!
Me puse de pie y ella se sentó y acomodo de modo que yo quedaba entre sus piernas. Daba gusto verla moviéndose con aquellos globos lechosos, moviéndose tremolosos.
- Déjame que te limpie la pija, que ¡hay que ver como la tienes!
Tenia razón Elisa, tenia una mezcla de mi leche, su lubricante y sus heces que se estaba empezando a secar. Elisa sin ningún reparo, se metió mi verga en su boca y empezó a chupar. Me dejo de estuco.
- ¡E… Elisa! ¿No te da asco?
- Que me va a dar asco mi niño. Me encanta tener una polla en la boca, me chifla chupar polla.
Naturalmente que con su intensa chupada, mi verga, no solo quedó como los chorros del oro, si no que recupero su orgullo y se puso más tiesa que un ajo.
- Cómo gozo con una polla en la boca y si encima es un vergón como el tuyo… ¡Pura gloria! Me dan ganas de morderla. Chupar polla es lo mejor del mundo, bueno no sé si lo mejor… pero es muy bueno, a mí me encanta. Mira, ahora que la tienes bien tiesa te voy a hacer el mejor cubano de tu vida.
Con el mayor cuidado escupió entre sus pechos y sujetándolos con las manos los puso rodeando mi verga.
- Alberto, con mis tetas, mi lengua sabia y este vergón que Dios te ha dado…¡Te voy a hacer un cubano que no veas!
No exageraba Elisa ¡Ni mucho menos! Con sus inmensos globos arropados en torno a mi picha, los subía, los bajaba, apretaba mas, apretaba menos; cuando la punta del capullo asomaba entre las opulentas tetas, ella la chupaba con mimo. A veces paraba y metía la punta de la lengua en el mismísimo agujero de mi picha ¡Nadie me había hecho eso antes! Después volvía escupir entre los pechos y ¡dale que te pego, dale que te pego! ¡Que artista! ¡Que maña! ¡Que tetas!
- Elisa, que bien lo haces, que buena eres.
- Para buena tu polla, que la tienes… es que tener una polla en la boca me encanta. No hay nada como mamar polla.
- Elisa que me corro otra vez.
- Pues claro hombre, claro que te vas a correr. Anda dame toda tu leche en mi boca ¡damela!
Dejo de jugar con sus pechos, introdujo mi verga en su boca y chupo como un aspirador ¡Qué bárbara! Yo noté un orgasmo intenso recorriéndome todo el cuerpo y empecé a eyacular. No sé cuanto eyaculé, pero fuera la cantidad que fuera Elisa, glotona, se la bebió toda sin desperdiciar ni una gota ¡Qué hembra!
Yo agotado, exhausto, y sin respiración me deje caer en el suelo.
- Elisa, estos dos palos han sido los mejores de mi vida. Te juro que nunca había follado así y nunca me había corrido así ¡Gracias!
- Uy no hijo, las gracias te las doy yo, porque no veas ¡tenia un hambre de polla…! Tres años a dieta, son muchos años.
- Perdona que te haya pegado antes, pero es que me tenias muy cabreado.
- ¡Menos mal que por fin te cabreaste! Si a mí me encanta que me azoten y me peguen, que me tiren de los pelos, me insulten. Me gusta mucho que me humillen y después se me follen bien follado y si además me dan por culo con una tranca como la tuya, pues miel sobre hojuelas. ¡Me gusta tanto una buena sarta de azotes…! es que me pone el culo a punto, ardiendo, y sentir el culo así aumenta el gusto y la gracia de la enculada. Mira, me gusta tanto que me azoten, que a mi marido a veces lo cabreaba adrede para que me diera una buena tunda y después me enculara a lo bestia, con rabia. Pobre Pedro ¡que zurras y que enculadas tan buenas que me dio! ¿Porque crees tu que yo llevo dos años tratando de cabrearte? Pues para que de una puta vez me inflaras a leches y después me encularas. Pero, anda hijo ¡aguantas demasiado! yo ya no sabia que hacer pensaba que tenias sangre de horchata
- Elisa, si querías follar no tenias nada mas que decirlo.
- Si, que querías que, delante de mi hija, dijera: Oye nuero, me pica mucho el trasero, cuando tengas un rato ven me das una azotaina y después por culo. No se me ocurrió otra cosa que cabrearte hasta que decidieras darme de leches. Pegas bien, ¿eh? Pero follar tampoco lo haces mal. Alberto, tienes un instrumento que es una joya ¿Te has quedado a gusto?
- Te lo juro Elisa, nunca he follado con la intensidad con que hemos follado hoy y dos orgasmazos, seguidos, como hoy no los he tenido nunca ¿Y tu, te has quedado satisfecha?
- Uy, me ha gustado mucho Alberto, mucho, mucho. Tienes una tranca fenomenal, y la mueves bien, es una de la smejores enculadas que he tenido jamas, y te aseguro que no soy monja inexperta; pero, la verdad es que, un poco mas de faena, no me vendría mal.
- Elisa ¡Que salida que eres! Estas buenísima y me encantaría follarte otra vez. Pero a mi edad con dos orgasmazos tan seguidos, no se me va a levantar otra vez ni con grúa. Ni tus tetas imperiales van a poder hacer que se levante.
- Bueno, si no… te da asco hay algo que me hacia mi marido que a mí me daba mucho gusto.
- Elisa, te juro que con tu cuerpazo de ensueño, no hay nada que me dé asco.
- Pues ¿me podrías meter unos dedos en el culo y darme gusto?
- Claro que sí.
- Déjame que me ponga bien.
Elisa cogió un par de cojines del sofá y los puso sobre la alfombra. Se echó sobre ellos, acomodándolos bajo su vientre, quedando con el culo un poco elevado, ofertandolo para mi deleite. La verdad es que era un placer ver aquel cuerpazo moviéndose, las tetas bamboleándose, undulando eran pura poesia en movimeinto y luego, oprimidas contra la alfombra, derramándose a los lados de Elisa… ¡Que suerte la mía tener un cuerpo así a mi disposicion! ¡Que estupidez la mía no haberlo apreciado durante tantos años!
- Ahora, hijo, ahora.
- ¿Quieres que ponga un poco de aceite o algo?
- ¡Que pesado! No hijo, no. Mi culo me lo «engraso» yo sola. De solo pensar lo que me vas a meter por ahí, tengo el culo chorreando de gusto. Anda, méteme unos dedos.
¡Que mujer! No exageraba, con una mano separé una de las nalgas dejando el ojete expuesto. Empecé a empujar con mi dedo índice y tan pronto como entró la punta, noté como se humedecía, lo saqué un poquito y con los jugos que ella producía humedecí el orificio. Metía y sacaba el índice sin ningún problema.
- Anda Alberto, pon otro dedito que después de tu tranca un dedo ni se nota.
Así lo hice solamente para escuchar enseguida.
- Alberto, mete otro más.
- ¡Elisa! Tres dedos ¿te vas a tragar tres dedos?
- Calla y mete Alberto, calla y mete.
Así lo hice, solamente para oír poco después:
- Mira Alberto, de perdidos ¡al río! Méteme la mano entera.
- ¡La mano entera! Elisa ¿tu crees que te cabe?
- Uy, pues claro. Mi marido me metió el puño muchas veces. Al principio mete la mano haciéndola tan pequeña como puedas, sin formar un puño. No me hagas caso si grito. Al principio duele un poco, tu sigue y cuando tengas toda la mano dentro del todo, para un momento.
Así lo hice. A pesar de mi cuidado, según metía la mano, Elisa chilló, imploró, lloraba con respiración entrecortada, pero siguiendo sus instrucciones yo empujé y empujé hasta que mi mano entera entró dentro de su macizo culazo. ¡Qué visión! Mi brazo devorado por las poderosas nalgazas, terminando en mi muñeca, como amputado, dilatando su vicioso ojete. Yo no entendía como Elisa podía «tragar» todo aquello. Pero tomaba todo como una mujer hecha y derecha; había chillado, gimoteado y suplicado mientras entraba mi mano, pero no había apartado su culazo ni un momento, al contrario, mientras se quejaba y lloriqueaba culeaba y empujaba contra mi mano para acelerar la entrada. ¡Qué hembra! Hice la pausa que ella había pedido. Elisa respiro profundamente dos o tres veces y con voz todavía un poco entrecortada dijo:
- ¡Caray Alberto! Tres años son muchos años, ya no tengo el culo tan acostumbrado como lo tenia. Ha dolido un poco al principio, pero hijo ¡Que bueno lo que viene ahora! Mira, empuja con tu mano hacia delante, como si quisieras tocar el suelo... si, si así ¿Notas mi matriz?
- Si, si que noto algo duro.
- Pues ahora, haz como que acaricias la punta. Siii, No veas el gusto que me estas dando. Acaríciala, sóbala, ¡Ay que gusto, ay que gustazo! Sigue, sigue, no pares ahora. Alberto, Albertito, lo haces muy bien sigue hijo, sigue que me corro ¡Aahhh!
Aquella leona viciosa se estremeció con oleadas de placer recorriendo su cuerpo, mientras ella culeaba contra mi mano. Cuando dejo de estremecerse, la insaciable viuda me pidió:
- Ahora Alberto haz un puño con tu mano dentro de mi culo y sube y baja, sube y baja, como si me follaras con tu brazo. Si, si así, eres buen estudiante, lo haces muy bien. Sigue, sigue, un poco más rápido, si así. Uy Alberto, me matas, me estas matando, me rompes las entrañas, pero que gustazo me estas dando. Mas, mas dame más. ¡Me muero, me muero! Como gozo, esto es lo mejor del mundo. ¡Ahh!
La zorra de mi suegra se volvía loca de placer, culeaba como una bestia contra mi brazo, yo lo metía y sacaba con tal fuerza y rapidez que parecía la biela de un tren. El cuerpazo de Elisa estaba continuamente sacudido por espasmos de placer, no se cuantos orgasmos tuvo, o si simplemente fue un orgasmo larguísimo. Durante varios minutos perdió todo el control, chillaba, lloraba se estremecía, azotaba su propio culazo, daba palmadas contra la alfombra, se estrujaba las poderosas tetazas, se tiraba de los cabellos. Perdido todo control, se orinó sobre los almohadones... Por fin tras varios minutos de total descontrol, dijo:
- Vale Alberto, vale. No puedo más, no puedo más. Saca la mano despacito, despacito. Ay que bien. No sabes cuanto gusto me has dado y cuanto bien me has hecho. Tres años de hambre, tres años sin una buena enculada son demasiados Alberto, ¡demasiados!
Con cuidado saqué mi mano de aquel culazo glotón. No mentía Elisa, se lubricaba el culo de maravilla, tenia el brazo hasta el codo empapado con sus zumos. Al retirar la mano, me quedé asombrado de lo tremendamente dilatado y enrojecido que estaba el agujero del culo. Conseguí apartar mi vista de aquella vision y al ver mi mano fui al cuarto de baño a lavarme. Traje una toalla humeda para limpiarle el culo a Elisa, que aun seguía, desmadejada, exhausta, encima de los cojines húmedos de su orina. Al terminar de limpiar su magnifico trasero con la toalla su, no me pude contener y le propine otra sarta de azotes en sus acojedoras nalgas. Elisa no protesto, siguió desmadejada, completamente relajada sobre los almohadones. Por fin dijo con voz calma y relajada:
- ¿Por que me pegas ahora?
- Porque me gusta tu culazo Elisa, porque gozo pegándote y porque me da la gana.
-Te gusta mi culo, ¡eh jodio!
- Me gustas toda tu Elisa, te quiero follar a lo bestia durante dias y dias. Ya veras, o se me desgasta la polla o dentro de un mes estarás hecha unos zorros.
- Promesas, promesas…, esto de que me metan el puño en el culo me encanta. Da una sensación tan intensa, relaja y estimula a la vez, no se como describirlo. Es una mezcla de dolor y placer tan intenso. También me gusta mucho que me petan el puño en el coño y me soben y acaricien la matriz. ¿A ti te han metido el puño en el culo alguna vez?
- No, que chorradas dices Elisa, a ver si te crees que soy marica.
¡Ya estáis los hombres con vuestras gilipolleces! En cuanto alguien os dice algo del culo, tenéis un miedo de ser maricas. Mira, mi marido no era marica, pero cuando le metía el puño en el culo y le daba un masaje de próstata, se corría como una bestia ¡Le gustaba mas! Mañana me pegas lo que quieras y me follas como quieras, luego quiero que me metas el puño en coño y después yo te meto mi brazo en tu culo y te doy masaje en la próstata ¡Vas a ver tu lo que es bueno! Mientras con la mano dentro del culo te doy masage en la prostata, con la otra te meneo el nabo. Ya veras que corrida vas a tener. ¡Vas a echar mas leche! Tu picha va a parecer un surtidor de leche ¡Te voy a enviciar en tres días!
- Elisa hay algo que no entiendo Elisa.
- ¿Qué es lo no entiendes?
- ¿Como siendo tu tan puta y viciosa, tu hija, Pilar, es tan frigida?. Hablando de Pilar ¿cómo nos las vamos arreglar para joder sin que ella se entere.
- No te preocupes Alberto. Pilar no es que sea frigida, lo que pasa es que aun no ha «madurado», hay que educarla, es un diamante en bruto. Mira, yo hasta que no tuve treinta y ocho años también era una mojigata, mea-pilas como Pilar que jodia lo menos posible y no gozaba mucho con ello. Pero tuve una «aventurilla» con un macho que me despertó la sexualidad, me domó, me hizo puta sumisa y desde entonces follo a pierna suelta y gozo con ello… ¡Cantidad!. No te preocupes, ya has oído el refrán –De tal palo, tal astilla— Pues Pilar ha salido de este palo.
Dijo, señalando al apetitoso y frondoso bosque que es su coño (moreno, sin teñir).
- Entre tu y yo la vamos a emputecer. Ya veras tú, en tres meses tienes a dos zorras viciosas en tu casa. Te lo vas a pasar... no vas a dar abasto, vas a tener la polla en carne viva de tanto frotarla y refrotarla, meterla y sacarla por todos los agujeros de tus dos putas particulares. Ya puedes empezar a comer bien y hacer gimnasia, porque te van a hacer falta todas las energías que puedas tener.
Así ha sido. Entre Elisa y yo emputecimos a Pilar, ahora Pilar es aun más viciosa que su madre. Se ha hecho una «todo terreno» y hace unas tortillas con Elisa... que a mi me ponen a cien. Yo le he cogido gusto a lo de pegar y de vez en cuando les doy unas zurras las dos que las dejo destrozadas. Los cuentos de hadas dicen: Y fueron felices y comieron perdices. Bueno, pues nosotros no comemos perdices, pero me lo paso de bien… Son tan viciosas las dos, que compiten entre sí en hacer algo mas guarro, en darme mas gusto, en hacerme algo nuevo, la verdad es que no doy abasto. Ese es el unico problema (un problema muy rico);. las dos están tan buenas y son tan viciosas y sumisas que hay veces que no sé a cual follarme, si al palo o a la astilla, a la astilla o al palo. En fin, paciencia y a barajar ¡Peores problemas podría tener uno!
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