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Categoría: Confesiones

De zorrita con el nuevo vecino

Esto me paso hace unos días. Fue de las mejores experiencias de mi vida y ahora quiero compartirla con ustedes.



Como ya saben tengo 18 años y por ende no hay problema en que me quede sola en casa. Mis papás salieron para celebrar su aniversario y volverían en la madrugada; tan pronto se fueron cerré toda la casa, me quite la ropa quedando solo en brasier y en bragas y empecé a buscar videos porno. Era algo que siempre hacía cuando mis padres salían, no podía dejar que ellos pensaran que no soy la blanca paloma que creen que soy.



Estaba apretando mis pechos y sobando mi clítoris, soltaba gemidos al empezar a meter un dedo en mi vagina. Todo era tan glorioso. Hasta que escuche que tocaban la puerta y no tuve de otra más que ir a ver quién era, me pude mi ropa otra vez y salí muy enojada.



—¿Quién?



—Soy yo, Sebastián.



El señor Sebas era un nuevo vecino que se estaba mudando a unas dos casas de la mía, tenía 29 años y por lo que sabía estaba divorciado. Rápidamente se ganó la confianza de los demás, incluso la mía. Puse mi mejor sonrisa falsa -aún estaba molesta- y abrí la puerta encontrándomelo algo sudoroso pero sonriente.



—Buenos días, señor Sebas.



—Buenos días. Eh, perdona que te moleste pero ¿será que tú papá me pueda ayudar a bajar la ultimas cajas de la mudanza?



—Ay, lo siento pero mis papás se fueron de paseo y volverán muy tarde.



—Que mal, supongo que lo haré yo solo. Gracias de todas formas.



—De nada y no se preocupe. Adiós.



Cerré la puerta y corrí a seguir viendo el video, pero por desgracia me educaron para ser una niña educada y mi conciencia no paraba de decirme que fuera a ayudarlo. Fue una difícil batalla que perdí y salí directo a su casa, donde estaba descargando varias cajas de un camión.



Le pique el hombre y al verme me sonrió de nueva cuenta.



—Laura ¿se te ofrece algo?



—Es que, me preguntaba si podría ayudarle con sus cosas.



—Oh no te molestes, son muy pesadas como para que una niña como tú pueda con ellas.



—Descuide, tengo más años de los que aparento, puedo cargar unas pocas cajas. Déjeme ayudarle, por favor.



—Jeje, muy bien tú ganas. Empecemos pronto que parece que va a llover.



Entre los dos seguimos llevando todo hasta su casa, en serio que las cajas eran bastantes pesadas pero entre los dos pudimos meterlas. Gracias al cielo terminamos poco antes de que empezara a llover, me invitó a quedarme un rato y como ya les dije que soy educada, acepte.



El preparo palomitas y me las entregó, ambos estábamos sentados en el sillón buscando alguna película interesante en la tele. Yo devoraba las palomitas y de vez en cuando miraba de reojo al señor Sebas, al cual varias veces atrape mirándome también.



—No hay nada interesante —murmuró algo fastidiado.



—Aún quedan varios canales, siga y tal vez encontremos algo bueno.



Después de un par de canales encontramos una película que nos llamó la atención, la empezamos a ver con normalidad y unas cuantas risas. Todo iba bien hasta que vimos como el protagonista y una mujer empezaban a desvestirse, besarse y a tocarse con lujuria. A mí se me cayeron las palomitas que estaba por comer y pude ver cómo él llevaba su mano a su pantalón.



—Upsi, es una... porno.



—Sí, ya... veo. ¿Quieres que le cambiemos?



—Bueno... si quiere podemos verla, no creo que sea tan... grave.



Seguimos viendo la película y cada vez se hacían más frecuentes las escenas de sexo. Yo sentía mi vagina palpitar y debía aguantar las ganas de tocarme y apretar mis pechos, limitándome a solo apretar las piernas. Noté que él estaba en la misma situación y eso me hacía sentir más caliente.



De la nada un trueno resonó y al mismo tiempo todas las luces se apagaron. Se había ido la luz.



Aproveche el momento y metí la mano en mi leggins abriéndome paso hasta mi vagina en donde metí un dedo y luego otro. Mi otra mano la lleve a mis pechos y me mordí en labio inferior en un intento por no gemir.



Fue entonces que la luz regreso y ambos quedamos impactado a snte lo que veíamos. Yo me masturbaba y el masajeaba su miembro rápidamente. Nos quedamos viendo por unos segundos hasta que el reaccionó dándome una sonrisa.



—Estaba muy buena la película ¿no?



—Sí, me gustó mucho.



—A mí también ¿te digo lo que más me gustó? Fue como ella hizo ese streptess para el mientras se quitaba la ropa.



—Yo puedo hacerlo mejor que ella.



—No te creo.



—¿Quiere apostar?



—¿Apostar qué?



—Voy a bailarle a usted y si logro que empiece a pajearse, deberá hacer lo que yo diga.



—¿Y si yo gano?



—Le regalo mis bragas, están muy mojaditas —agregué con un tono inocente y meloso.



—Mmm, bien acepto.



Me levante y camine hasta quedar frente a la televisión, busque rápidamente en mi teléfono una música adecuada y cuando empecé a reproducirla empecé a bailar acariciando mis pechos, mi cola y mi vagina. Primero me quite el pantalón, luego la blusa y empecé a masturbarme frente a él, le mostré mi calzoncito todo mojado y empecé a caminar hacia él.



—Vaya, y tan reservada que te veías.



—Lo sé, me gusta así porque luego es una sorpresa, una rica sorpresa.



Me hinque frente a él y empecé a lamer su falo desde la base a la cabeza, lo escuchaba gruñir y decir mi nombre. Me aleje cuando noté que me la iba a meter más a fondo y solté una risita infantil. El no pudo más y se empezó a masturbar.



—Jiji, creo que le gane.



—Uff, pequeña zorra. Estás muy buena, quisiera castigarte por ponerme así.



—Nopi, ahora debes hacer lo que te diga.



—Está bien ¿y qué quieres que haga, perrita?



—Simple, pase lo que pase no te muevas o me iré.



Vi como él se confundió y me fui acercando más a él; tome su pantalón y lo baje junto a su bóxer de un tirón, me subí encima de su pija y me retire el brasier tirándolo a no sé dónde. Mis senos quedaron en su cara, cuando los quiso chupar yo me aparté rápidamente.



—Te dije que no te movieras.



—Agh, pequeña puta. Espera a que esto termine y vas a ver cómo te va.



Le sonreí y antes de volver a subirme en el me quite mis bragas y me subí quedando con la cabeza de su miembro a nada de mi coñito. Pasaba su pene desde mi clítoris a mi culito, lo oía gruñir y maldecirme; metí la punta de la cena en mi vagina y solté un gemido de placer.



—Hasta aquí, vas a ver ahora perra.



Me tomó de la cintura y de una sola estocada me metió su verga hasta el fondo.



—¡Ahhhhh!



Hundió su cara en mis pechos y empezó a chuparlos y a lamerlos de forma hambrienta. Mordía mis pezones y yo gemía y gritaba de dolor pero igual de placer. Poco a poco se empezó a mover dentro de mí y mis gemidos se hacían más fuertes, le pedía más y él me daba nalgadas diciéndome lo zorra que era.



Seguimos así hasta que la lluvia acabo. Nos bañamos juntos donde casi lo volvemos a hacer, pero sabíamos que si tardábamos más tiempo los demás vecinos empezarían a crear chismes. Cuando salimos me vestí y me acompañó hasta la puerta.



—Adiós, vecino. Espero que este rato le haya gustado tanto como a mí.



—Claro que sí y espero que pronto podamos repetirlo, probaremos que tal esta ese culito y esa linda boquita.



—Miau.



Salí contoneando mis caderas y tan pronto llegue a casa me deje caer en el sillón y cerré mis ojos repasando cada momento y cada roce de aquel encuentro tan placentero entre ambos.



Mañana dará una parrillada a la cual fuimos invitados todos los vecinos. Ya quiero ver que puede pasar.


Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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