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Categoría: Confesiones

De zorra en el sauna

¡Ella es una gran zorra! ¡una gran perra!

Por Egon

Yo sabía que a mi mujer le encantaba coger. Y no me refiero a que yo le metiera el palo, no, me refiero a que le gusta dar las nalgas por ahí, y las da fácil y alegremente.
Aunque debo agregar, que siempre ha sido por común acuerdo y muchas veces juntos.

Al menos es lo que yo creo, pero uno como marido nunca sabe, y los cuernos son invisibles (casi siempre y más si son correspondidos) y de acuerdo. Se neutralizan). Los que se la han cogido nunca han sabido que es casada y que fuera de esos momentos de golfa, es una profesional muy seria.

Cuando comenzamos a ir a clubes de swing, vi que le era fácil abrirle las piernas al que se le pusiera en medio. ¡Muy sabroso! Pero cuando la vi como huila, ya fue otra cosa. Nunca imaginé que fuera capaz de hacer lo que hizo, sola y conmigo. ¡Tenía vocación natural de puta!

Varias veces combinamos que saliera sola con hombres desconocidos, en diferentes ambientes, siempre estuvo de acuerdo, sin reservas ni dudas. Pero eso es otra narrativa. Lo que quiero contar hoy es lo que considero que ha sido su máxima hazaña. Por lo menos hasta ahora...

Supimos de unos lugares de sauna, con características más de putero que de baño, y decidimos conocer algunos y descubrir si eran interesantes o eran puro cuento.
Entramos a varios y los encontramos feos, de poca calidad y sin aventura. Hasta que llegamos a uno que parecía elegante, limpio y de buena calidad. Al entrar, nos dieron unas batas para vestir, y junto a la recepción había un cuarto con lockers para cambiarnos. Nada diferente de varios clubes de swing, abiertos, de manera que cualquier cliente dentro podía vernos quitándonos la ropa… ¡Bueno, que chingaos! Ya sabíamos cómo era, nos cambiamos simulando naturalidad. Y salimos a un salón grande bien iluminado, con bastante gente circulando. Siempre atento por ser un ambiente y lugar desconocido. Ella sonriente, confiándose en mí. Y contenta de tener otra oportunidad de exhibirse, o al menos era eso lo que pensábamos.

Comenzamos a circular, vimos varios cuartos menores bien iluminados, en uno de ellos había una TV con una peliculita porno y dos mujeres jóvenes y sonrientes, también de bata y sospechosamente putifáciles. En otro había regaderas, y los otros dos, eran unas salas mayores, con puerta sin seguro y vacías. Confirmé de inmediato que habíamos entrado a un putero, y se lo comenté en voz baja. Estuvo de acuerdo.

Volvimos al cuarto del televisor, ya no estaban las jóvenes; decidimos sentarnos a ver la peliculita en cuanto decidíamos que hacer. Poco después se sentó junto un hombre, viéndola sin disimulo, pero amablemente. Poco después se le acerca más y le roza la pierna con su pierna, y una mano tocando la de ella. Al ver que no se movía, la tomó de la mano suavemente. Yo atento, observando con el rabo del ojo y con miradas rápidas, y ella con la mirada fija en la TV.

A seguir el tipo le pasó el brazo por la espalda, más bien poniéndosela en las nalgas, como abrazándola. Con ese movimiento me puse atento: si ella se librara del abrazo, aunque fuera con un movimiento leve, yo detendría todo y saldríamos. Pero mi putita no se movió. Se quedó quietecita, quietecita, inclusive cuando él le puso la mano en la rodilla, haciendo a un lado la bata.

Con eso pensé: ¿Qué hago? La va a cachondear y quizás coger aquí. ¿Lo dejo, o buscamos otro lugar? Esta zorra está dándole señales de que quiere guerra. Así que le murmuré al oído:

- Ese güey está queriéndote coger ¿quieres?

- Sí, ¿Me dejas que le dé las nalgas?

- Bueno, estás mi putita… Vamos arriba, creo que es mejor.

Ya de acuerdo, nos encaminamos a uno de los cuartos, con el cabrón unos pasos atrás. Claramente vio que podría cogerse a mi mujercita.

Entramos a una sala amplia, con el piso cubierto con algo blando, y nos detuvimos a la mitad. El güey de inmediato se colocó de lado. La abracé abriéndole la bata, descubriendo los pechos. El guey comenzó a besarla, metiéndole una mano por los pechos y la otra por las nalgas.

Ella, cachondamente se soltó la bata, dejándola caer al suelo. Ahí estaba, encuerada, y cachondeada por mí y un desconocido en medio de una sala de un putero.

Me arrodillé para mamarle el mamey y al sentirme, de inmediato abrió las piernas. Estando en plena faena, sentí otras piernas junto. Era otro tipo que viendo la oportunidad, se colocó del otro lado, dividiendo con el primero las nalgas y chiches. La muy puta agarró las dos vergas, una en cada mano. Después me contó que también le acariciaban el chiquito. Yo me quedé quieto, dejándolos hacer, a final de cuentas, era eso lo que queríamos. Que fuera puta, solo no sabíamos que lo iba a ser tanto.
Ella estaba igualito a una perra callejera en celo, rodeada de machos queriendo meterle las pijas.

En algún momento, y muy suavemente -obviamente ayudada- la golfa se bajó al suelo, arrodillándose de a perrito. Nunca lo comentamos, pero yo creo que decidió que bastaba de botanas y que ya quería nabos metidos moviéndole las tripas.

Al hacerlo, de repente vi que había una fila grande de pendejos esperando meterle. Me sorprendí y comencé a fijarme con más cuidado lo que pasaba.

Pero mientras tanto, uno de los dos primeros se le colocó adelante y le puso la verga para mamar, lo que ella hizo obedientemente. El otro se fue al otro lado, y se la cogió impacientemente por el coño. Yo me quedé viendo el trío, acariciándome. Sintiéndome muy caliente de ver como mi puta era ensartada por dos palos.

Terminaron rápido y sin más protocolo, se fueron, ni las gracias le dieron. A final de cuentas, ¡era una puta, y un palo gratis!

Sin titubear, se colocaron otros dos cabrones en las mismas posiciones. Y ahí va la pendeja a mamar y dar las nalgas de nuevo. Después me comentó riéndose que esta segunda verga que le habían metido era muy grande y sabrosa, que le había gustado. ¡Bien putota la cabrona!

Y entró una tercera pareja de pendejos. ¡Igualito! ¡Hasta parecía que se estaban copiando! Y le metieron otros dos palos. Y ella, sin dudar, movía bien las nalgas cada vez, dejando la raja bien disponible. Y comiéndose toda la leche que le aventaban. No podía hablar, pero me dijo que estaba pensado ¡Jódanme cabrones, que ¡aquí esta su puta cabrona, muy puta!

La cuarta pareja fue muy rápida, aunque se acomodó mejor las dos vergas, y me dijo que habían sido buenos. Fuera de eso fue sin marca especial. A la quinta noté que comenzaba a cansarse. Y decidí que era hora de salir. En particular porque uno de los que serían los sextos, era un idiota que más que meterle la herramienta, comenzó a incomodarla con los dedos. Un leve movimiento de incomodidad y ahí terminamos.
Mamó cinco vergas de varios tamaños, tragándose toda la leche. Y recibió otras cinco por el coño, todas metidas hasta los huevos.

Se consideró bien jodida, muy bien cogida. Había sido una zorra muy buena, la más puta del gallinero…

Varias de las otras golfas estaban muy molestas, pero no porque se la habían jodido diez cabrones, sino por la pérdida de ingresos para ellas… lógico…

Al ir a las regaderas, una le dijo muy enojada: ¡Golfa!

Salimos rapidito.
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