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Categoría: Incestos

De vacaciones con mi Hermana menor (6)

Después de aquello, necesitaba una siesta de verdad. Tras vestirnos y recomponernos un poco, dejé a mi hermana estudiando por fin mientras yo salí a echarme un rato en una tumbona en el porche. Según me tumbé me quedé dormido como un bendito. Al cabo de cuatro horas que se me pasaron sin darme cuenta, fue el sonido de la puerta principal lo que me despertó. Era mi hermana, que venía de la casa de los vecinos. 

- Buenos días, dormilón -me dijo-. No te he querido despertar porque creo que te merecías descansar un poco. He estado en casa de estos. 

Mientras me estiraba y desperezaba, le pregunté que qué tal lo había pasado. 

- Muy bien, he estado hablando con Alicia, ya sabes, allanando el terreno -comentó con un guiño-. Manu ha preguntado por tí, le he dicho que estabas en plan vago. Si se habrá aburrido el pobre que ha hecho que su madre nos invite a cenar esta noche. Aunque ya no se si ha insistido por verte a tí o a mí, porque de reojo mientras estábamos tomando el sol, lo ha pasado fatal intentando disimular una erección nada disimulable, supongo que por ver este culitooo -dijo canturreando mientras, dándose la vuelta me ponía el culo a la altura de la cara. Reprimiendo las enormes ganas que me entraron de coger ese culito y morderlo, manosearlo y acariciarlo, la contesté simplemente con una sonrisa. Bueno, me voy a duchar... y luego te doy una sorpresita. 

Joder, una sorpresita. Devanándome los sesos con lo que podía ser, me volví a tumbar un rato mientras veía desaparecer el culito de mi Laurita cuando por fin entró en la casa. Después de unos cuantos minutos más empleados en desperezándome del todo, decidí entrar yo también para preparar la ropa que me pondría para la cena y esperar que mi hermana saliese del baño. En un primer momento pensé en esperar en el salón con mis padres viendo la tele, pero aquella nueva sorpresa que me prometía Laura, hacía que las cosquillas que me rondaban el estómago fuesen bajando hacia la entrepierna, y lucir una semierección en presencia de aquéllos era lo último que quería. 

Al rato salió mi hermana del cuarto de baño, con una toalla que le llegaba hasta la mitad de los muslos y con otra enrollada a modo de turbante en la cabeza. Cuando la ví aparecer en la habitación, como si no hubiese ocurrido nada, salí y me metí en el baño para ducharme. Eché el pestillo, me desnudé y ví en el espejo como mi polla seguía en estado de semierección. Justo cuando iba a meterme en la ducha, alguien intentó abrir la puerta. Era Laura. 

- ¡Mamaaaaaaa...! Dile a Javi que me deje entrar, que tengo que depilarme... 

- Jaaaavi, deja entrar a tu hermana... -dijo mi madre lánguidamente. 

Siguiendo con el juego me tocó a mi quejarme- Te esperas que me estoy duchando. 

- Mamaaaaaa, que además me estoy meandooo... -se quejó de forma infantil mi hermana. 

- Pero si salgo enseguida -me quejé esta vez yo. 

- Jaaaaavi, quita el pestillo, métete en la ducha y que pase tu hermana -sentenció mi madre. Ni a mí se me habría ocurrido mejor solución. 

- Bueno, pero pasa cuando te lo diga, que me de tiempo a meterme en la ducha... -le dije a mi hermana a través de la puerta, con ese tono de desconfianza entre hermanos por el temor de que el otro te viese en pelotas. Abrí el pestillo, me metí en la ducha y avisé a Laura que ya podía entrar. La oí abriendo la puerta, y afinando el oído, noté cómo echaba otra vez el pestillo para que no pudiesen molestarnos visitas no deseadas. Tan pronto como supe que estábamos a solas, descorrí la mampara de la ducha y me descubrí a Laura tal y como vine al mundo. 

- Espero que no me des ahora esa sorpresita que me debes, que no tenemos mucho tiempo -dije, mientras veía que su mirada no le quitaba ojo a la erección que había acabado por alcanzar. Entonces, y sin mediar palabra se dio la vuelta, se quitó el turbante de la cabeza y dejó caer la toalla que le cubría el cuerpo. Me moría por lanzarme a comerme ese culito maravilloso que tenía ante mis ojos, pero antes de que pudiese reaccionar, mi hermana se dio la vuelta tapando pudorosamente con una mano su sexo. Lentamente fue subiéndola para acariciar su vientre y lo que ví me dejó de una pieza. ¡Se lo había depilado! Ni un solo pelito asomaba en su preciado pubis. Con la misma lentitud fue avanzando hacia mí, hasta meterse en la bañera. Tras regalarme un lento beso, noté cómo se pegaba a mí, como pegaba su sexo a mi muslo, y de repente, viendo tan sólo una leve contracción en su rostro, empecé a sentir un líquido cálido recorrer mi pierna. Se estaba meando en su hermanito del alma. Lejos de disgustarme, le agarré con las manos las nalgas y la pegué más a mí. Se giró un poco y su orina fue recorriendo mis muslos y mis pelotas, aprisionadas como estaban con el pene pegado a su vientre. Noté en la expresión de tranquilidad su cara cómo terminaba de vaciar su vejiga sobre mí. Cuando acabó, y después de un nuevo beso, se agachó en la bañera y empezó a hacerme una mamada que me dejó los ojos en blanco. Incluso con la lengua me lamía los huevos, sin mostrar ningún reparo por la propia meada que los había dejado empapados. Cuando quedaban dos lengüetazos para que me corriese, se detuvo, se puso de pie y me susurró al oído: 

- Ya te dije que me estaba meando -Y así me dejó. Salió de la bañera, se secó un poco, se volvió a poner las toallas y justo antes de salir del baño me dijo: 

- No se te ocurra terminar tú sólo. Bueno, me voy a vestir, porque, como te habrás dado cuenta, ya me había depilado. Por cierto, esta noche más te valdría no perderme de vista -Y salió del baño dejándome con una erección de caballo que a duras penas logré reducir pegándome una ducha en la que no utilicé el agua caliente. 



Al cabo de un rato, y con las imágenes de la meada y del sexo depilado de mi hermanita recorriéndome la espina dorsal, me vestí , y los dos nos fuimos a la casa de los vecinos. Cuando llegamos, vimos cómo habían preparado la mesa del porche, les ayudamos a terminar de llevar cosas desde la cocina y cenamos tranquilamente. Tras una sobremesa en la que estuvimos hablando de todo un poco, recogimos la mesa, sus padres se fueron a ver la televisión y nos quedamos los cuatro charlando un rato. Aunque la noche era estupenda, las chicas, al final, también se subieron, para hablar de sus cosas en la habitación que compartían Alicia Y Manu, y éste y yo nos fuimos a la terraza de la piscina con la seguridad de que, auspiciados por la distancia y la oscuridad, hablaríamos de las nuestras sin que ellas se enterasen. 

Devolviéndole el favor a mi hermana, intenté allanar el terreno para que Manu también lograse comprobar hasta qué punto mi hermana era una máquina de follar. Tampoco era difícil, pues éste me relató cómo le había puesto Laura aquella tarde, con ese culito, esas tetas, esos movimientos... Antes de contraatacar diciéndole lo que le haría yo a su hermana, le comenté que yo había vuelto a ver a la mía desnuda, y cuando saqué a colación el detalle de que se había rasurado el coño, en la penumbra me pareció que los ojos se le salían de las órbitas. 

- Tengo que follármela cómo sea -dijo acelerado. 

- Y yo -dije con una sonrisa maliciosa, ocultando que, afortunado de mí, ya lo había logrado- y a Alicia también. Sería cojonudo cepillárnoslas a las dos. 

"Más te valdría no perderme de vista". Las palabras de mi hermana retumbaban en mi cabeza, y de pronto, una idea me cruzó la cabeza. 

- ¿Qué crees que estarán haciendo? -le dije a Manu. 

- Supongo que hablando de sus cosas -respondió. 

- Pues vamos a comprobarlo -comenté levantándome del banco en el que estábamos sentados y dirigiéndome a la casa. 

- Pero... ¿y si nos pillan? -contestó con recelo. 

- Vamos a ver, Manu -le dije- están en vuestra habitación, desde aquí se ve la luz encendida. Me juego lo que quieras a que si subimos a la terraza con la luz apagada, podremos ver lo que están haciendo a través de las rendijas de las cortinas. En vez de subir por el salón o por otra habitación, podemos hacerlo por la ventana del comedor, y tus padres no se enterarían tampoco. 

Dicho y hecho, los dos entramos con sigilo en la casa a través del baño de la habitación del servicio, cruzamos la cocina, y una vez en el comedor, salimos por la ventana a la terraza. Subimos los escasos escalones que daban a la terraza superior, y bordeándola sin hacer un ruido, ya que esa parte correspondía al salón donde los padres de Manu y Alicia pegaban cabezadas ante la televisión, accedimos a los últimos escalones que daban a la balconada corrida de los dormitorios. 

- Manu, a partir de ahora, ni el pedo de un ratón. 

Avanzamos a gatas hasta llegar a la ventana desde la que procedían las voces y las risas de nuestras hermanas. En un momento, asomé la cabeza para ver a las chicas a través de un rincón de la ventana que no cubrían las cortinas. En seguida comprendí el motivo de las risas y de los comentarios de admiración que proferían; estaban sentadas en la cama que quedaba de espaldas a la ventana ojeando la revista guarra de Manu. ¡Joder con las inocentes niñitas! 

Como Manu tampoco quería perder detalle, intentó asomarse por el mismo rincón, por lo que tuve que buscarme el opuesto de la ventana, desde el que también podía contemplar con claridad el panorama. El problema fue que al arrastrarme hasta el nuevo emplazamiento, se oyó el ruido de una de mis zapatillas rozando la loseta. Presintiendo el desastre, Manu se agachó a tiempo, pero mi hermana se dió la vuelta y me vió claramente. No dijo nada y, disimulando, volvió a los comentarios de la revista que, vorazmente ojeaba Alicia. 

- Joder, mira que pedazo de pollón -soltó entre risas Alicia. 

- Ya te digo, está a la altura de las tetas de las rubias estas -prosiguió mi hermana con el mismo tono-.. Seguro que son de silicona. 

- Sí, y las tuyas también ¿no? -rió Alicia- Porque seguro que sólo gastan una talla más que tú, tía. 

- Pues si a cambio de disfrutar de ese paquete hay que posar con ellas al aire, yo me apunto -comentó mi hermana- Además, que no es lo único en lo que se me parecen... al loro... 

Y dicho esto, se levantó de la cama, abrió la puerta, comprobó que no había nadie cerca y volvió a cerrarla. Allí, delante de mi deseada Alicia, mi hermanita se bajó los pantalones y las braguitas y le enseñó su recién depilado coñito a su amiga. Temí que a Manu le entrara la tos, o que se desmayase, o que pegase un grito que nos delatase en tan incómoda actitud, pero el chaval se portó. 

- Joder, estás hecha una guarra -dijo Alicia, con cierto aire de envidia en sus palabras. 

- Pues es supercómodo, así no asoman pelitos con el bikini, y créeme, pajearse es otra cosa -dijo Laura con un tono de golfa que ya no me escandalizaba. 

- ¿Y no te molesta ni te ha escocido? -preguntó curiosa la vecina. 

- Para nada, y además me ha quedado supersuave -sentenció mi hermana, con las bragas en las rodillas. 

No veía la cara de Alicia, pero entendí el pudor en sus palabras: 

- ¿Puedo...? 

- Claro tía -dijo mi hermana acercándose. La mano de Alicia comenzó a acariciarle el pubis y las ingles. 

- Joder, supersuave... 

La mano de mi hermana asió la de la vecina y empezó a marcar el camino que debían seguir sus dedos. Noté que en su cara comenzaba a dibujarse esa sonrisilla abandonada que delataba que le estaba gustando la comprobación. 

- Pufffff... -suspiró mi hermana- ¿Te importa si sigues un ratillo? Es que llevo todo el día caliente perdida, le he visto el pollón a mi hermano y me he puesto malísima -su mano seguía guiando la de Alicia, que se perdía ahora por rincones más escondidos del imberbe coñito de Laura. Miré a Manu intentando mostrar sorpresa por ignorar haber sido "espiado" por mi hermana. De vuelta al espectáculo, ví cómo Laura se sentaba sobre las rodillas de Alicia, que ya no precisaba de ninguna guía para masturbarla. Mientras, mi hermana le acariciaba los pechos a su amiguita, que también disfrutaba de la ayuda mutua que se proporcionaban, y terminó por quitarle la camiseta. No podía ver esas tetas anheladas, ya que Alicia estaba sentada en la cama de espaldas a la ventana, pero ví en su espalda desnuda que no llevaba sujetador. Unos suaves gemidos empezaron a inundar el ambiente. 

- Has echado el cerrojo, ¿verdad? -jadeó Alicia. 

-Sí, no te preocupes -dijo mi hermana entre suspiros. En ese momento, y tan sólo unas décimas de segundo, ví cómo mi hermana abrió los ojos para mirarme-. Si hubieses visto la polla de mi hermano... ¿sabes?- prosiguió entre jadeos-, cómo me gustaría hacérmelo con él y con Manu... 

- Y a mí también- suspiraba Alicia-, qué bien vendría ahora una polla... 

La escena era increíble. En ese momento volví a temer por Manu, porque se abalanzase desde la ventana. Mirándole le indiqué que se retirase de la ventana para volver a bajar. Su respuesta fue el dedo corazón. "Y una mierda", se podía leer en su cara. Con un gesto le hice ver que el pestillo realmente no estaba echado y que iba a entrar en la habitación por la puerta. A duras penas, accedió, y volvimos arrastrándonos por donde habíamos venido. Una vez bajamos de nuevo al comedor, le recordé a Manu la situación. 

- Joder, joder y joder. Se han dejado el pestillo sin echar. El plan es el siguiente, volvemos a subir, entramos por la habitación de tus padres a la casa, así estos no nos ven, recorremos el pasillo y rápidamente, abrimos la puerta como si fuésemos a coger algo... 

- ¿Y por qué cojones no hemos entrado directamente por la ventana? Nos habríamos ahorrado medio camino -protestó Manu. 

- Tenemos que contar con el factor sorpresa. Si hubiésemos entrado por la ventana, hubieran sabido que las habíamos estado espiando, y el cabreo lo mismo las hace renegar de la ración de rabo que les espera -dije llevándome la mano al paquete para ilustrar la última frase. Además, tenemos que calmarnos un poco, que se nos va a salir el corazón del pecho. 

Ni cinco minutos dejamos esperar. Volvimos a subir por la terraza, y, una vez en el piso de arriba, no nos costó entrar desde fuera la ventana del dormitorio de los padres de los vecinos, ya que estaba entreabierta. Salimos al pasillo y Manu se me adelantó, argumentando que sería también sospechoso el que fuese yo quien abrirse la puerta de sopetón. Joder con el crío... nos paramos frente a la puerta y quedamos en que una vez girase el pomo, yo le empujaría para asegurarnos de que, con el empujón, entraríamos los dos en la habitación sin darles tiempo a reaccionar a nuestras hermanitas. Una.... dos..... ¡Y TRES!

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
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