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De mi amistad con Silvia, aún despues de tanto tiempo recuerdo una experiencia muy especial. Ese día era su cumpleaños y habíamos ido a su parcela en Paine, junto a mi pololo y a un grupo de amigos para celebrarlo con un asado.
En ese tiempo yo estaba pololeando con Miguel, un compañero de la universidad y aunque nunca me senti enamorada de él. Estaba realmente satisfecha ya que teníamos unos encuentros amatorios sensacionales, eran verdaderas maratones sexuales. Lo que más me gustaba de él, no era su pinta ya que era más bien feito, sino que me volvia loca su capacidad de penetrar y eyacular tan intensamente y tantas veces seguidas. A pesar de que su miembro era de dimensiones normales, no por eso dejaba de hacerme gozar hasta el cansancio, ya que era de ereccion prolongada e insaciable, creativo y muy rendidor en la cama. Debido el tamaño de su rico miembro, me permitia disfrutar habitualmente de las penetraciones anales, ya que tiene el tamaño justo, para hacerme gozar sin causarme daño en el culo, me encantaba sentirlo cuando se derramaba en el interior de mi trasero.
Silvia me presento a su nuevo pololo, y la verdad sea dicha era un tremendo "mino", no pude dejar de coquetearle, a pesar de que yo andaba acompañada con mi pololo Miguel. Durante la fiesta yo no deje de insinuarme muy provocativamente, hasta que mientras bailábamos un "lento" muy sensual en que ambos nos dimos cuenta en que ambos estabamos muy calientes. Alfredo tomando la iniciativa, me invito a que nos encontráramos en el sector donde estaban estacionados los autos, para que pidiésemos conversar y conocernos mejor.
Cuando momentos después, vi que efectivamente Alfredo se dirigía hacia ese lugar, yo espere algunos momentos y cuando note que mi pololo estaba muy entretenido conversando con sus amigos, decidí a ir donde él me estaba esperando.
Cuando llegue al lugar, él se alegro mucho de verme y me dijo que yo le había gustado mucho y que quería conocerme más, después de conversar un rato algunas intrascendencias, él tomo la iniciativa y se acerco para besarme, lo deje hacer y cuando sentí sus apasionados labios, y su movediza lengua dentro de mi boca, me decidí a corresponderle. Comenzamos a darnos un tremendo atraque, con ardorosos manoseos y todo lo demás, pero solo por encima de la ropa.
Luego de unos instantes, me levanto con sus brazos y me sentó encima del capo de un auto, enseguida se acomodo de pie entre mis piernas, y comenzamos a refregarnos nuestros sexos con gran pasión y erotismo. Alfredo comenzó a tocar mis pechos con una de sus manos, mientras la otra la condujo hacía mi vagina, que a estas alturas estaba totalmente mojada e hinchada.
Prestamente comenzó a tocar mis inflamados labios y mi endurecido clítoris. Estuvo recorriendo mi cuerpos por interminables minutos, en tanto nos besábamos como dos enamorados y nos acariciábamos como íntimos amantes, nuestra excitación era increíble, seguramente por lo espontáneo de la situación.
Se desabrocho sus pantalones y libero su miembro, dejándolo a mi vista en todo su esplendor. Su enorme verga estaba endurecida al máximo y brillaba maravillosamente debido a su creciente tensión viril, él lo mostraba descaradamente mientras con su mano lo apretaba haciendo que la cabeza se hinchara debido a su increíble estado de excitación.
Yo contemple con aire satisfecho su tremendo pene, erecto de lujuria y deseo. Al sintió el roce de su tieso miembro entre mis muslos, no resistí más la tentación y baje la mano para tocárselo. Alfredo no necesitaba de mayores incentivos, se inclino hacia adelante y froto la punta de su pene sobre mi excitado clítoris que brillaba como una perla, debido a la humedad de mis zumos femeninos.
La sola cabeza de su miembro descomunal ocultaba toda la entrada de mi vulva, tapaba los bordes y parte de mi vello pubico. No me era posible imaginar que se la pudiera aguantar toda adentro de mi vagina. Mientras sentía el contacto de aquella tremenda tranca, yo vibraba de pasión, agitaba mi cabeza con desesperación, y me pasaba la lengua por los labios para tragarme la saliva que se me escapaba, y desesperada le suplique que me la enterrara.
Alfredo me tomó de las caderas y con un brusco movimiento me ensarto la pichula hasta que la cabezota desapareció por completo dentro de mi conducto vaginal. Yo contuve el aliento y me mordí los labios, Alfredo asesto una segunda y firme estocada y la cabeza se introdujo cada vez más profundamente en mi vagina. Entonces empujó y presionó hasta que mi apretada y estrecha vagina se engullo totalmente el enorme y grueso tronco de su dardo. En cada envión yo sentía que mis nalgas firmemente agarradas con sus manos, se me levantaban hasta casi quedar en el aire, podía percibir como su potente verga se introducía llenando completamente mi abertura vaginal, dilatándomela sin compasión, como desgarrándomela cada vez que profundizaba más y más adentro.
Prontamente el dolor dio paso a un placer delirante, yo ondulaba mis caderas buscando meterlo y encajarlo totalmente dentro de mi. Yo en ese instante era totalmente hembra, absorbiendo su verga con mi vulva con firme presión, atrayéndolo con deseo incontenible cada vez más adentro de mi hambriento túnel.
Empezamos a movernos con un ritmo cadencioso que empezó lento y suave para irse convirtiendo en un frenético bamboleo, en una serie de contactos alocados y salvajes como si estuviéramos poseídos por una fuerza diabólica erótica desconocida que se hubiera adueñado de nuestros cuerpos, después de maravillosos minutos, Alfredo por fin acabo, arrojando un verdadero diluvio de caliente fluido en el interior de mi conchita, entonces mi excitación alcanzó su máximo y me derrame en un goce infinito, soltando mis eróticas emisiones en abundancia.
En el momento que él se retiro de mi interior, pude notar la cantidad impresionante de moco que me había expulsado, mi abierta vulva dejaba escurrir regueros de semen desde mi interior, formando un increíble charco de moco sobre el capo del auto.
Después de besarnos y darnos otras pocas caricias, volvimos a la fiesta por separado como si nada, de hecho Miguel mi pololo ni siquiera había notado mi ausencia. Me integre a la fiesta totalmente relajada, hasta que Fernando un amigo de mucho tiempo, me saco a bailar, mientras bailábamos un lento, él me comenzó a decir lo rica que estaba y que él me tenia muchas ganas. Cuando le pare los carros, él me respondió que él había visto todo lo que había hecho con Alfredo en el estacionamiento, y que si no iba con él al mismo lugar se lo contaría a María Teresa y a mi pololo Miguel.
Quede realmente de una pieza y no sabia que hacer, le dije que lo pensaría, pero él me respondió que me estaría esperando en el mismo lugar y que si pasado diez minutos no me presentaba el volvería para hablar con ellos. Decidí acompañarlo para evitar todo tipo de líos, sobre todo por María Teresa, y pense que lo podría manejar y que por último lo dejaría que me manoseara un poco.
Cuando estuvimos solos y alejados del grupo, Fernando me abrazó muy fuertemente y comenzó desesperadamente a pasarme las manos por entre las piernas y a tocar mis nalgas por encima del vestido. Al sentir sus manos tocándome sentí una sensación muy difícil de explicar, entre el rechazo por lo forzado de la situación y cierto agrado por la pasión y la calentura que él me demostraba.
Me daba besos en el cuello y me manoseaba, yo le pedía que dejara de hacerlo, pero era muy difícil controlarlo, en medio del forcejeo me di cuenta que se había sacado su rígido pene fuera de su pantalón, dejando en libertad un miembro cuyo tremendo grosor, erección y rigidez me dejaron totalmente asombrada, por el repentino descubrimiento de aquel formidable pene.
Entonces me abrazo muy ferozmente y me ordeno que se lo tocara, lo vi tan violento que no me atreví a rehusarme. Se lo agarré suavemente, pero él me pidió que se lo apretara y lo frotara con fuerza. No se si lo hice solo por intimidación o porque de alguna manera me excitaba sentir en mi mano el fantástico diámetro de esa pichula tan ansiosa. Estaba muy dura y caliente, y en la medida que yo se la frotaba, se le endurecía y engrosaba mucho más todavía.
De pronto me tomo del pelo y me obligo a agacharme frente a él, y me pidió que se lo mamara. Comencé a chupárselo y mientras me lo metía en la boca, él sin soltarme del pelo, daba fuertes empujones hacia mi garganta, esta nueva sensación me provoco una extraña excitación y comencé a chupársela con más ganas, por sus quejidos de placer y su agitada respiración, pense que pronto se correría en mi boca. Pero en un momento se detuvo y me levanto, me dio vuelta y me recostó sobre un auto, cuando intente defenderme, él ya se había acomodado encima mío. Me subió el vestido, y bajando con una de sus manos mi calzón, intento penetrarme desde atrás, yo intentaba safarme, pero él puso una de sus manos sobre mi nuca, y mi cara quedo pegada al auto.
Entonces me penetro de un solo golpe, su miembro se enterró hasta el fondo sin ninguna resistencia, seguramente debido a lo lubricada que se encontraba mi vagina debido a la gran cantidad de moco que Alfredo me había echado antes. Comenzó a darme una montada muy violenta y excitante, cada vez que embestía contra mi vulva, yo sentía que chocaba contra el fondo de mis paredes interiores, lo hacia muy violentamente, y con mucha fuerza.
En un momento Fernando se incorporo y pude contemplar su péndulo, gordo y macizo insertado profundamente en mi vientre, con sus violentos empujones me la insertaba toda, llenándome completamente, y dilatando mis maltratadas paredes vaginales. Después que me la restregó durante algunos momentos en mi interior, comencé a sentir como mi vulva producía muy gustosa y en forma casi independiente de mi, calientes zumos femeninos que embadurnaban su intruso miembro.
Entonces él con su mano libre, comenzó a penetrarme el culo con sus dedos sin dejar de culearme, yo me quede muy quieta dejándolo hacer, pero no puedo negar que estaba disfrutando la situación, claro que no quería que él se diera cuenta. Era todo tan extraño que no lograba calentarme totalmente, pero sin duda que encontraba un rico placer en lo que me estaba haciendo.
Me estuvo culeando por un largo espacio de tiempo, hasta que de pronto comenzó a penetrarme tan fuertemente, que me di cuenta que pronto acabaría, estaba casi acostado encima mío y podía sentir sus gemidos en mi cuello y en mi oreja, esto me calentó tanto que comencé a moverme a su ritmo, de pronto Fernando me tiro del pelo con fuerza hacia atrás, y dando un extraño quejido, soltó incesantes chorros de semen dentro mío, yo continúe moviéndome tratando de conseguir mi orgasmo, pero en ese instante Fernando retiro su pene de mi interior dejándome con todas las ganas.
Eso me hizo enojar tanto que lo trate de poco hombre y que era una mierda culeando y que no servia para nada, él al verme tan enojada y furiosa penso que era por lo me había obligado a hacer y se disculpaba en todos los tonos, hasta que para calmarme me dijo que si yo no decía nada, esto quedaría en secreto entre los dos.
En ese instante comprendí que si hubiese reaccionado así desde el primer momento, nada de eso habría sucedido. Pero por otro lado no podía dejar de sentir lo agradable que había sido en un momento sentirme forzada a culear con una persona. Esta experiencia hizo nacer en mi, el gusto por el sexo un poquito violento.
Lo más entretenido de esta sesión, es que cuando nos retiramos de la fiesta, Miguel mi pololo me dijo que tenia ganas de culearme, y como yo me había quedado con las ganas, no tuve más remedio que apechugar por tercera vez en esa noche, y permitir que me penetrara un tercer hombre en menos de tres horas.
Detuvimos el auto en un lugar apartado, se colocó en posición sobre mi y con un rápido empujón me penetro, comenzando a culearme con rápidas acometidas, parecía estar muy caliente y desesperado, yo empujaba en cada penetración para hacerle frente a sus acometidas, mientras apretaba mis musculos vaginales lo más posible con el fin de saciar mi frustrado placer anterior. De repente Miguel comenzó a convulsionarse como si lo atravesase una corriente eléctrica, y apresuro sus movimientos. Yo también acelere mis meneos y pronto los dos formamos un relámpago de fogosidad mientras nos derramábamos al mismo tiempo.
Cuando ya repuestos continuábamos nuestro regreso a casa, me dio por filosofar y deduje que ese había sido el día marcado en mi vida por el inolvidable numero tres.
Jacqueline - Chile
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