Cuando entré en la habitación que compartíamos, ellas ya estaban acostadas con el televisor prendido.
Pasé frente a ambas sin decir una palabra , y fui al baño para higienizarme y prepararme para lo que vendría.
Salí a los pocos minutos, y había una luz tenue en el dormitorio. Me recosté a medias, porque no quería perderme ni un detalle. Al principio solo veía moverse sábanas, y apenas se oían algunos ruidos de cuerpos acomodándose entre las mismas.
Sentí incluso algunos gemidos y sabía que se estaba poniendo interesante, que estaba comenzando la parte que me interesaba.

En un momento dado, las sábana volaron y los detalles que pude observar comenzaron a excitarme como yo ansiaba.
Podía ver que una de ellas se había desplazado para acceder con su boca por entre las piernas, a los labios carnosos de la rubia. Era delicioso ver como su lengua iba recorriendo ese excitable perímetro en una y otra dirección produciéndole placeres inconfesables a un cuerpo que se arqueaba y no dejaba de suspirar.
Yo me comencé a tocar, y mis dedos sintieron que ya estaba completamente mojada, pero mientras yo hacía lo mío, no dejaba de mirar ese espectáculo....
No alcanzaba a escuchar bien pero no había mucho para escuchar; había mucho mas para ver.

La rubia de pronto comenzó a girar y tomando la pierna de su “amiga”, se acomodó de forma tal de poder seguir disfrutando de los lengüetazos, pero propiciando al mismo tiempo placer a la otra. A veces podía escuchar algunos gritillos, pero era muy importante que nadie se enterara de lo que estaba sucediendo, y por ello había que mantener el mayor silencio y la mas absoluta discreción posible. María era la única persona, que estaba al tanto de esto, y así debía quedar.

Yo ya no podía mas de la calentura al ver como ambas se besaban y como sus dedos se abrían paso por entre los labios vaginales, penetrando de a dos, de a tres, mientras con sus labios se succionaban sus respectivos clítoris; era demasiado para mi.
Quería involucrarme, hubiese querido zambullirme entre ellas, y con desesperación buscaba el vibrador que había dejado a mano, y me lo introduje tratando de no perder de vista el espectáculo.
No pasaron mas que cuatro segundos de haber comenzado el juego de vibraciones, y comencé a acabar una, dos, tres veces, profiriendo exclamaciones de placer que al subir de tono, fueron escuchadas por María.

Se abrió entonces la puerta, entró María y me dijo:
“Bueno abuela, ya es hora de dormir. Sus compañeritas de cuarto hace mucho que duermen”.
María apagó la video casetera y el televisor diciéndome: “abuela, mañana si se porta bien le traigo otra película,.....y deme el aparatito que lo lavo y se lo guardo para mañana”.